22 octubre 1979

Entre las firmantes figuras destacadas como Massiel, Mercedes Milá, Ana Belén, Pilar Miró o Cristina Almeida, así como también la terrorista de ETA Eva Forest

1.300 mujeres publican una carta en EL PAÍS asegurando que han abortado para presionar que se despenalice

Hechos

El 20.10.1979 el diario EL PAÍS publicó un carta firmada por 1.300 mujeres que aseguraban haber abortado pese a ser una practica ilegal en España.

Lecturas

En octubre de 1979 se recrudeció la polémica sobre el aborto en España al iniciarse un juicio en Bilbao contra un grupo de mujeres acusadas de haberlo realizado siendo esta una práctica ilegal en España. Para poner fin a ello, desde el feminismo se hizo un llamamiento para que – imitando algo similar realizado en Francia – mujeres famosas que hubieran abortado en secreto o en el extranjero lo reconocieran públicamente para que la opinión pública española pudiera ver el aborto como algo normal y no como un delito. El resultado fue que 1.300 mujeres publicaron en el diario EL PAÍS su ‘confesión’ de haber abortado.

LAS FIRMANTES MÁS CÉLEBRES DEL COMUNICADO «YO HE ABORTADO»

ana_Belen  Dña. Ana Belén, cantante, reconoce haber abortado

MercedesMilajoven Dña. Mercedes Milá (Presentadora RTVE) reconoce haber abortado

AmparoMuñoz Dña. Amparo Muñoz, ex Miss Universo, reconoce haber abortado

massiel Massiel, cantante, reconoce haber abortado

TV_SYP_Alberdi Dña. Cristina Alberdi, abogada próxima al PSOE, reconoce haber abortado

PilarBrabo Dña. Pilar Brabo, dirigente del Partido Comunista de España (PCE), reconoce haber abortado

Cristina_Almeida Dña. Cristina Almeida, concejal de Madrid por el Partido Comunista de España (PCE) reconoce haber abortado.

matilde_fernandez Dña. Matilde Fernández, militante del PSOE y dirigente de UGT, reconoce haber abortado.

pilar_miro_dimite Dña. Pilar Miró, realizadora de RTVE y directora de cine reconoce haber abortado

EvaForest Eva Forest, miembro de la organización terrorista ETA, de Herri Batasuna – y procesada por la matanza de la Calle Correo en la que murieron 11 personas (amnistiada en 1977) – también figura entre las firmantes del manifiesto ‘Yo he abortado’, asegurando que ella también lo había hecho.

Lidia_Falcon Dña. Lidia Falcón, detenida en su día por complicidad del atentado de la Calle Correo (aunque ella condenó el terrorismo una vez llegada la democracia, al contrario que Forest), también firmó el manifiesto ‘Yo he abortado’ asegurando que ella también lo había hecho.

rosa_regas Dña. Rosa Regás escritora e intelectual izquierdista también figuraba entre las mujeres que aseguraba haber abortado.

zap_1997_preciado Dña. Nativel Preciado, periodista del Grupo Zeta, reconoce haber abortado

Susan_Olmo Dña. Susana Olmo, periodista de la agencia Colpisa, reconoce haber abortado

PERIODISTAS DE PRISA

soledad_gallego_diazMaruja_torresrosa_monteroKarmentxu Dña. Soledad Gallego Díaz, Dña. Maruja Torres, Dña. Nativel Preciado y Dña Karmentxu Marín, todas ellas periodistas de PRISA, la empresa editora del diario EL PAÍS, firmaban el manifiesto en el que aseguraban haber abortado.

POLÉMICA PRESENCIA DE VICTORIA PREGO

Pero quizá el nombre más polémico ha sido el de la periodista Dña. Victoria Prego, que figuraba en el manifiesto en el que aseguraba que había abortado, por el cuál se apresuró a publicar un desmentido asegurando que apoyaba el aborto pero que, al contrario que sus compañeras no había abortado. ¿Quién introdujo entonces su nombre ahí?

21 Octubre 1979

Puntualizacion de Victoria Prego

Victoria Prego

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Ante la información aparecida ayer en EL PAIS bajo el título « Mil trescientas mujeres declaran haber abortado», y en la que se me cita, quiero puntualizar lo siguiente:1. No he firmado la carta a la que se alude en la información, de cuyo contenido completo, que comparto en buena parte, me he enterado leyendo EL PAIS.

2. Nunca he abortado voluntariamente.

3. Estoy dispuesta a defender siempre la causa de la despenalización del aborto, pero en ningún caso mintiendo públicamente sobre mi vida privada.

4. Lo que en la cónversación telefónica mantenida con una de las personas organizadoras de este movimiento manifesté fue mi intención de apoyar la defensa de esas once mujeres que seránjuzgadas en Bilbao y que de haber podido abortar en el extranjero se habrían ahorrado esta bochornosa situación.

5. No considero que la defensa por parte de las mujeres de la despenalización del aborto tenga que ir necesariamente unida a la afirmación «yo he abortado voluntariamente», sea esto cierto o no. La vía francesa no es la única vía.

22 Octubre 1979

Exaltación de la Barbarie

Antonio Izquierdo

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Mil trescientas mujeres proclamaban el sábado en EL PAÍS que habían abortado voluntariamente. No eran mujeres anónimas, sino más bien públicas en el sentido social de la palabra y no en otro: actrices, políticas, cantantes, periodistas, abogadas y hasta médicos. El sábado se convirtió, simultáneamente, en una jornada de lucha a nivel nacional en defensa de esta forma de asesinato. Cuando es posible una pública y desafiante declaración de culpabilidad in que reaccionen los mecanismos naturales del Estado, es o que ese Estado se encuentra náufrago en el mar de una gigantesca subversión, o que no existe. ¿Qué se puede decir de esas sociedades? No lo sé. Ni siquiera me atrevo a calificar los hechos a que aludo y mucho menos a enredarme en fáciles retóricas en torno al concepto de mujer y al concepto de madre. Pesa sobre el ambiente una sordidez agobiante y nauseabunda. Me siento desolado y sorprendido, porque, a pesar de que la degradación humana está alcanzando en nuestro pueblo niveles de excepcionales indicativos, alguna forma de reacción sí esperaba. La Iglesia, el Estado, la sociedad, tienen medios sobrados para canalizar condenas, repulsas, o sanciones si es que a ellas hubiera lugar. La ausencia del funcionamiento de estos mecanismos resulta alarmante, en cuanto pudiera revelar que no existe sociedad o que existe una sociedad en proceso de desintegración moral y material e incapaz de gesto alguno en servicio de un mínimo ordenamiento común, exigible, incluso para el funcionamiento de las tribus primitivas.

España está enfangada hasta el cuello y acontece ahora como en los grandes cataclismos, que todo pierde su esencial valor, que nada se explica porque todo se comprende o se acepta con resignación o mansedumbre. Nuestra sociedad ha iniciado una carrera cuesta abajo difícilmente contenible. En medio de esa carrera, ¿puede tener importancia práctica el que mil trecientas mujeres se acusen pública y regocijadamente de la comisión de un cruel delito, tipificado en el Código Penal? Me temo que no. De ahí que en cierto modo encoja los hombros con aburrimiento o escepticismo. Vivimos tal delirio colectivo que la jornada del sábado se autocalifica como de un conquista de la libertad. ¿Para quién? ¿Para el criminal o para la víctima? ¿Qué clase de libertad es ésta que arbitrariamente se mueve contra la más preciada de las libertades: la del derecho a vivir cuando ya se tiene existencia física? Que unas mujeres renuncian a sus don más estimable – la maternidad – puede resultar una incongruencia, y en algunos casos si me atengo a la lista de las firmantes de la declaración de EL PAÍS, hasta una pobre jactancia de improbable veracidad. Pero que una sociedad soporte que sus sectores más cualificados aplaudan y den crédito  a esta barbarie produce escalofríos.

Los pueblos primitivos, los más rudos agrestes o salvajes, tutelan la vida de los suyos desde su origen. Los pueblos civilizados la destruyen de mil modos diferentes: con la práctica del aborto, con la circulación y exaltación de la droga, con las facilidades para el asesinato programado en congreso políticos o con el imperio de la estupidez impulsada por la intercomunicación controlada y dirigida por unos pocos. Esta es una sociedad así, bobalicona, alucinada, delirante y cobarde, que guarda silencio cuando la quieren hacer pasar por obra de arte un engendro y que calla cuando unas mujeres, incapaces de comprender el don del pudor femenino y la grandeza de la maternidad, revelan felices y contentas que han arrancado de sus entrañas lo más preciado que podía haber en ellas: la vida de otro ser. Un pueblo así lo merece todo, pero sobre todo, el profundo desprecio de cualquier ser primario de cualquier ser bondadoso, de cualquier ser elemental. Esto es: del hombre, a secas. La infeliz España-79 es como la grotesca caricatura de las caras y el cosmético que el sábado se retrataron en EL PAÍS para proclamar con regocijo la autoría de un infeliz y tristísimo genocidio.

Antonio Izquierdo

25 Octubre 1979

¡¡¡Criminales!!!

Ismael Medina

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Una torpe antología de rostros maquillados acaba de asomarse a las páginas promiscuas de  EL PAÍS. Ningún periódico, ningún periodista con un sentido claro de la dignidad humana darían acogida al manifiesto de mil trescientas mujeres (?) declarándose criminales con una impudicia freudiana. ¿Mujeres? No existe mujer digna de tal nombre que presume en público de haber asfixiado la vida de sus propios hijos. ¿Mujeres? Que se lo pregunten a las mujeres de nuestro pueblo. A las que no pasean por los escenarios, por los salones ni por los papeles. a esas que tienen el valor de afrontar dificultades y sacrificios, de luchar con la vida a brazo partido para ver crecer en torno a sus hijos. A los millones de madres que en España están dispuestas a defender con su propia vida la que ellas engendraron. Millones de mujeres les escupirán en la cara a esas mil trescientas máscaras las palabras terminantes que el pueblo tiene para seguir llamando a las cosas por su nombre. Pueden las ideologías corruptoras insistir en la circulación de averiadas mercancías dialécticas. Pueden las propagadoras de recatas degradatorias del alma humana enfangarse hasta lo imposible en el sucio oficio de celestinas de la descomposición moral. Es igual. El pueblo les gritará su culpa por las esquinas. El pueblo las repudiará con los nombres inalterables que ha creado a través de muchos siglos para clavar rotundamente lo que repugna a su propia naturaleza. Es posible que ese documento sea acogido con sonrisas de complacencia en las doradas pocilgas de una sociedad política corrompida. Pero de los pechos del pueblo se alza una voz unánime que les grita roncamente con ira y con desprecio: ¡¡¡Criminales!!!

Aunque en España estemos, por desgracia nuestra, acostumbrados a la expansión presuntuosa de toda suerte de aberraciones, la declaración agreste de 1.300 mujeres (?) de haber asesinado a sus propios hijos, paraliza el ánimo más templado. Presumo que el fiscal general del Estado se habrá quedado atónito ante el desafío procaz de esa cohorte acicalada. El hombre está preparado para asumir genocidios como el de Paracuellos. El hombre está desgraciadamente madurado para reprimir la indignación insondable de las fosas de Katyn, de los campos nazis de exterminio, de los inhumanos bombardeos de Dresden o de Hamburgo, de los progroom comunistas de la Unión Soviética, de los dos millones de asesinatos de los kemer rojos en Camboya, de la represión sanguinaria vietnamita… El hombre puede dominarse cuando uno de los sicarios de Macías declara tranquilamente haber matado a dos o tres guineanos por día, a lo largo de doce años… La humanidad, sin embargo, que ha colocado la maternidad en el centro mismo de la concepción de la existencia, que ha hecho de la maternidad el más hermoso, limpio y enamorado mito de la lucha por su dignidad, se siente agredida en lo más íntimo, en lo más sagrado, cuando 1.300 esperpentos de mujer declaran haber agostado en sus senos las vidas que ollas mismas habían concebido en un acto voluntario, no sé si de amor consciente o de puro placer desencajado. Entiendo que le fiscal general del Estado se haya quedado mudo. Una aberración así deja mudo al más pintado.

Podría apoyarme en los mandamientos del Dios en que creo. Podría recurrir a los mandatos morales de la Iglesia, en cuyo seno camino torpemente hacia la ofensa de vida eterna. Podría traer aquí las palabras robustas de Juan Pablo II, tan llenas de amor como de exigencia. Podría, incluso, apelar al Derecho Natural, a las leyes armónicas de la naturaleza, a la filosofía, a la ciencia y recordar al tremendo esfuerzo de las humanidad por afirmas la verticalidad de su condición explícita. Pero no es el caso. La proclamación y apología de la criminalidad, hecha por 1.300 pretendidas mujeres, hace inútil cualquier apelación a la razón. Lo de estas tristes candidatas a la irracionalidad excede a toda ponderación inteligible. La lectura de su pretenciosa sublimación del asesinato, su desafiante intento de institucionalización del parricidio, revuelve las tripas, destapa las fuentes de la bilis, vacía el estómago y desata las últimas ligaduras de la ira. Un asco inmenso, antiguo como el mundo, se le sube a la garganta hasta a lo más embrutecidos. Un vómito milenario se vuelca sobre sus rostros distantes de muñecas estúpidas.

Supongo, pese a todo, que el fiscal general del Estado habrá de salir pronto de su descompuesta mudez ante el brutal desafuero. 1.300 mujeres-instrumento de los atizadores de la decadencia humana acaban de lanzar un terrible desafío de la Moral, a la Justicia, a la Sociedad, al Pueblo y a la dignidad de la mujer misma. No puede permanecer la Ley callada ante esta agresión frontal, realizada, por si fuera poco, cuando apenas acaba de cerrarse el ciclo plañidero del Año Internacional del Niño. Aunque las pirañas de la corrupción que anidan tras las falaces pretensiones de democracia pretendan legalizar el aborto, aunque esta declaración voluntario de consumación criminal del aborto fuera sólo una nauseabunda maniobra de apoyo a la campaña abortista, cualquiera que sea el motivo, y por lo que tiene de apología del delito, el silencio de la Justicia equivaldría a una herida de muerte para la cohesión de un pueblo asaltado en todos sus valores esenciales. Por eso, aguardó confiado en la Justicia.

Ismael Medina

26 Octubre 1979

Aborto y eutanasia

Rodrigo Royo

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Señor presidente, señorías: Nadie sabe a ciencia cierta qué clase de criatura surgió  a la vida en el parto de los montes. A juzgar por lo que se dice de ese parto debió ser algo muy laborioso y debió salir de él una criatura monstruosa, tal vez un niño con dos cabezas, un dragón, un centauro, un político capaz de decir una verdad, un banquero capaz de prestarle dinero al que no lo tiene o un camarada incapaz de hacerle una putada a otro camarada. Algo monstruoso y con dramatura. Debemos concluir, en medio de la oscuridad en que nos movemos, que el parto de los montes tuvo que ser en realidad un aborto.

El tema está de moda. Los montes acaban de parir los estatutos de Vascongadas y Cataluña, mellizos contrahechos con muy pocas posibilidades de vivir, al mismo tiempo que en Bilbao se está juzgando a puerta cerrada a doce mujeres que cometieron el mismo delito que esta Cämara: abortar.

Veinte de sus señorías, según he sabido, han firmado un papel ayer defendiendo y propugnando el aborto. Europa entera, con ligeras variantes desde la península Escandinava a los Pirineos, tiene despenalizado, cuando no legalizado, el aborto. Cientos de mujeres españolas muestran sus fecundas matrices en manifestación callejera, pidiendo un raspado legal. Todo parece indicar que por fin ha triunfado en nuestro mundo occidental Federico Nietzsche, que es verdad lo que habló Zaratrusca – aunque nadie pueda llegar a saber jamás a ciencia cierta qué corchos dijo en resumen el tal Zaratrusta – que es cierto que Sócrates se tomó la cicuta porque era feo y que inventó la lógica como represalia contra los apolíneos, los atletas y los aristócratas.

En este resurgir nietzscheano de Europa se está llegando a la conclusión de que ‘la moral toda del mejoramiento también la cristiana, ha sido un malentendido’. Felicidad, igual a instinto dice Nietzsche, en contraposición a la ecuación socrática razón = virtud = felicidad

Pero, señor presidente y señores diputados, especialmente los que habéis firmado el pilego en favor del aborto, ¿qué hacemos con la eutanasia? Porque, sinceramente, yo no veo dónde está la diferencia. ¿Cómo vamos a matar o a permitir que se mate a miles o millones de criaturas incipientes, entre las que puede haber muchas bellísimas o inteligentísimas, y dejar vivos a tantos viejos currutacos, enfermos incurables, reumáticos, asmáticos, cancerosos, cirróticos y prostáticos?.

El panorama que se nos ofrece como consecuencia de esta legislación sobre el aborto que se quiere introducir en España es abracadabrante por lo que se refiere a Europa. Según la enciclopedia ‘Universalis’ solamente en Paris se producen 150.000 abortos anuales, frente a 95.000 nacimientos. La población europea lleva un rumbo demográfico regresivo – quizá esto no sea malo – pero es que además, esta población está envejeciendo. En el siglo XXI con esta política, Europa será un mundo de ancianos achacosos.

Es probable que hoy mismo el Gobierno envíe a esta Cámara un proyecto de ley de divorcio. Estoy seguro que se aprobará. Más adelante es de prever que nos envíe un proyecto de ley del aborto. No digo que no deba aprobarse, señorías, pero si sugiero al Pleno, con todo respeto y énfasis, que apruebe al mismo tiempo una ley de la eutanasia, para que por cada niño que se asesine legalmente antes de nacer se asesine también a un anciano achacoso e inútil. De esta manera la sociedad quedará compensada y España no se convertirá en una humanidad decrépita.

Rodrigo Royo

31 Octubre 1979

Territorio apache

Antonio de Senillosa

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¿Puedo hablar un poco de la mujer? Sé que voy a meterme en un terreno resbaladizo, pero intentaré decir algo sobre un tema que las mujeres más radicalizadas -o menos inteligentes- consideran como de su exclusiva propiedad y al que niegan el acceso a todo aquel que pertenezca al género masculino. Con esta mentalidad reduccionista y totalitaria que yo, evidentemente, no comparto, tan sólo los judíos podrían hablar de los judíos; los negros, de los negros, y, al fin, tan sólo podría hablar uno de sí mismo, que es, en el fondo, lo que se tiene más a mano, aunque no sea lo que mejor se conoce. Los seres ricos en personalidad suelen ir mostrando las diversas facetas de aquélla a lo largo de su vida y se resisten a mostrarla de golpe.

Voy, pues, a introducirme en terreno apache sin la compañía de un Gary Cooper o un John Wayne que me protejan, por lo que es seguro que dejaré en esa intención, cuando menos, la cabellera. El grupo más dinámico de la sociedad, más incluso que el de los jóvenes, es el de las mujeres, si es que se me permite usar de una generalización. Es evidente que en poco tiempo su situación ha cambiado. Hoy no se puede afirmar ya lo que Musset hacía decir a Octavio: «Marianne, a vuestros diecinueve años, os quedan cinco o seis para ser amada, otros tantos para amar y el resto para rezar.»

Las cosas han cambiado, dichosamente, en este aspecto, aunque a muchos no les plazca, pero, aun habiendo variado mucho, ese grupo dinámico que es una categoría más que una clase, no sólo no tiene en sus manos palanca de poder alguno, sino que sigue siendo discriminado. Por eso las mujeres son partidarias de crear organismos hasta con el horrible nombre de Condición Femenina, término que recuerda al de la condición del chimpancé o de algún animal en vías de extinción. Con tono de broma, pero en serio, he dicho alguna vez que la igualdad de sexos existirá cuando haya, no mujeres inteligentes que ocupen altos cargos, sino tantas mujeres tontas que ocupen altos cargos como tantos tontos hombres están acomodados en ellos. Tantas mujeres tontas ministras como hombres tontos ministros ha habido.

Aunque Ariana Stassinopoulos, en La femme femme -ensayo que, supongo, no está traducido al español-, haya escrito que entre los hombres más que entre las mujeres se encuentran los genios y los idiotas, los gigantes y los enanos, y que «sí la proporción más débil de mujeres en las escalas superiores de la sociedad es debida al hecho de que a fuerza de ser tratadas como seres inferiores lo llegan a ser en efecto», ¿cómo explica el MLF que el porcentaje de débiles mentales sea mayor en el sexo masculino? La mujer vive más tiempo, resiste mejor el dolor. Su superioridad biológica en cuanto a resistencia y vitalidad es tan cierta como la del hombre en el empleo puntual de la fuerza, en el esfuerzo localizado, explica Ariana Stassinopoulos, utilizando la mayéutica para encontrar la solución al enigma en la biología. Pero no, perdamos el hilo, como en aquel diálogo de Platón, para explicar la manera de asar un buey. Y siguiendo nuestro discurso, eso mismo se considera en el Estatuto de Autonomía de Cataluña que acabamos de aprobar en un día lluvioso, quizá con más eficacia que gloria, cuando se habla en el artículo 9, apartado 24 -pese a mi protesta- de la competencia de la Generalitat en la promoción de la mujer, lo que me parece vejatorio para ella. Se promocionan los productos, la uva de Almería, el salchichón de Vich o el vino de la Rioja; se inventan promociones de venta de electrodomésticos o de residencias secundarias, pero a la mujer no se le debe insultar con este término porque, además, ya se promociona ella sola.

Es difícil cambiar las estructuras mentales con la misma rapidez con que todo va cambiando a nuestro alrededor. Cualquier cambio parece un movimiento más hacia la vejez, una aceleración que nos conduce más aprisa a la muerte. De ahí el horror y la resistencia a todo lo que es nuevo, moderno, novedoso, en los grupos más caducos de la sociedad, en los más anquilosados, en los más arteriosclerotizados. E pur si mouve!

Y tanto que se mueve. Una de las comunistas más inteligentes, Alejandra Kolontai, recuerda en Comunismo y familia, a la mujer encinta, que está fabricando una nueva unidad de trabajo y que actúa, pues, en favor de la colectividad. Lenin explicaba que los excesos en la vida sexual eran un signo de degeneración burguesa, y aconsejaba a Inessa Armand que suprimiera, en un folleto de propaganda, las páginas de la reivindicación por la mujer del amor libre, «pues no es una exigencia proletaria, sino burguesa».

Desde otra trinchera, san Pablo recomienda a las mujeres que se callen en las asambleas (1 Cor., 34-35), lo que no es tan molesto como lo que se lee en el Levítico: «Cuando una mujer tuviera un hijo varón será impura durante siete días. Pero si es hembra será impura dos semanas»(Lev. XII, 5-12). En el fondo, el catolicismo antiguo ve en la mujer nada más a la madre, y el comunismo, antes de ser euro, a la trabajadora. Ninguno de los dos se preocupa de la mujer, no la ve ni como esposa, ni como amante, ni como compañera.

¿Me atreveré, tras esta incursión en terreno apache, a adentrarme ahora en territorio sioux? A nadie le gusta el aborto. No conozco mujer alguna que diga: «Qué bien lo he pasado este año, he tenido tres abortos. » El aborto es un mal. Pero es también una realidad. En España abortan clandestinamente 300.000 personas al año, de las que mueren 3.000 ó 4.000. Bien se me alcanza que a algunos esta mortandad les importa un bledo; son los que gustan de enviar a los jóvenes a la guerra sin participar ellos; los que afirman que todos tienen derecho a la vida y piden el restablecimiento de la pena de muerte. Son aquellos de los que Montaigne se asombraba, pues para ellos «matar es un acto glorioso que se practica a la luz del día, y el amor, en cambio, debe hacerse a escondidas». Son los fanáticos que se alegran, igual que Jomeini al enterarse del cáncer del sha, de que mueran las que abortan.

El que unos cuantos hayan estampado una firma testimonial con la intención de acabar con la desesperada situación de unas mujeres que padecen persecución, de unas víctimas elegidas entre las más desgraciadas y miserables; el que unos cuantos hayan -hayamos- estampado nuestra firma para aliviar su situación ha irritado a muchos de esos fariseos, de esos hipócritas que suelen viajar a Londres. Ni tan siquiera se les ha ocurrido pensar que los anticonceptivos estaban, por aquellas fechas, prohibidos.

Encararse con un problema real, angustioso, es incómodo y de mal gusto. «La verdad es algo terrible, insoportable, mortal», decía un personaje de Unamuno. Y produce desasosiego. Pero ahí están los números. Ahí está una mujer, en Lorraine, que ha tenido veinticuatro hijos, de los que viven veintitrés, y todos son retrasados mentales profundos, tal como ha explicado Jacques Lenoir, por aquel entonces director de la Acción Familiar Sanitaria y Social francesa, citándolo entre cientos de casos horribles. Y ahí están también los miles de violaciones anuales que se cometen en España, y las mujeres que se han dejado morir para salvar, quizá, a un niño sin madre.

El problema es serio y no parece oportuno hacer bromas en este tema y practicar el humor negro. No se trata de abortistas y antiabortistas. La condena moral del aborto, ¿acaso no incumbirá a la conciencia personal de cada uno? ¿No será el aborto preferible al nacimiento no querido cuando lo aconsejen determinadas indicaciones médicas o circunstancias sociales? Para hablar tan sólo de Europa, del área de los nueve, del Mercado Común, todos los países, excepto Bélgica y Holanda, lo han creido así y han despenalizado, al menos en determinadas circunstancias, el aborto. Y en ninguno de estos países se da en mayor cantidad que en España.

El aborto es triste, traumatizante. A nadie le gusta ni a nadie puede obligársele a abortar, aunque muchos de estos fanáticos sí han obligado a sus hijas o a sus amantes a hacerlo precisamente por la actual situación en esta materia. Es claro, pues, que algo habrá que hacer para encararse con este tema. Mientras tanto, aunque no se pueda socializar el dolor, yo estaré al lado de los oprimidos, de los perseguidos, de los marginados, de los que sufren, de los que padecen persecución. Seré uno de los réprobos.

La mujer quizá sea, a ratos, la enemiga del hombre, pero es al mismo tiempo su compañera, y lo será más aún cuando consiga la autogestión de su vida.

29 Noviembre 1979

Reivindicar el derecho al aborto es reivindicar la democracia

Pina López Gay

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A cualquier observador mínimamente imparcial le sorprendería las penas tan elevadas que los fiscales están solicitando en los distintos juicios -el de Madrid es el más reciente- que por prácticas abortivas se están realizando últimamente.

¡Ni en los últimos años del fascismo se pedían más de veinte años, como en algún caso de aborto se piden últimamente!

Si este observador continuase preguntándose cuestiones, también se sorprendería del elevado número de artículos de prensa, declaraciones públicas, etcétera, que los sectores más conservadores de la sociedad están lanzando a la opinión pública con motivo de estos juicios, mostrándose en contra del aborto.

Y continuando con el observador citado, éste llegaría a la paranoia cuando viese defender el «derecho a la vida», con toda suerte de bellas palabras, a los mismos que matan de hambre a miles de personas, que hacen vivir en la miseria a muchos miles más, que mandan a sus hijas a abortar a Londres, etcétera.

¿Qué tiene el aborto, y en general los derechos de la mujer, para que la hipocresía natural de la derecha se centuplique?

¿Qué tiene el aborto, y en general los derechos de la mujer, para que la derecha afile sus armas y con gran ruido de fanfarrias y tambores se apreste a defender la «sagrada moralidad» violada?

De hecho, el aborto no es ni más ni menos que un derecho democrático; de sentido común es que las mujeres sólo. tengamos los hijos que deseemos, que la procreación o la maternidad no es el fin exclusivo de la sexualidad, que ésta ha de ser libre, y, como la realidad demuestra, con sus frías estadísticas, los hijos no deseados tienen normalmente un futuro bastante negro en su vida.

De mayor sentido común sería que existiese una política de información y educación sexual, una posibilidad de utilización de los anticonceptivos para que no hubiese lugar al embarazo, si éste no es deseado…, y de este modo hubiese el menor número posible de abortos, pues hemos de reconocer que nadie aborta por gusto, como algunos comentaristas de derechas parecen indicar.

Sin embargo, nuestro sentido común parece fallar, pues para UCD y para la derecha en general ni una cosa ni otra son de sentido común.

¿Qué tienen, pues, el aborto y en general los derechos de la mujer para que tampoco exista el sentido común?

¿Qué tienen, pues, el aborto y en general los derechos de la mujer para que lo blanco sea negro y lo negro blanco?

Estos días se celebra, como quien no quiere la cosa, una reunión de la Trilateral en Madrid. Pues bien, estos señores: «Club de ricos», «Gobierno en las sombras», u otros apelativos que tienen, dicen que las democracias europeas son ingobernables; dicho en otros palabras, que los obreros no quieren seguir explotados, que los jóvenes no quieren seguir marginados, que las mujeres no quieren seguir sumisas en casa y «con la pata quebrada» … ; en fin, el «caos» para los que siempre han mandado.

Pues bien, la Trilateral aconseja «reforzar» estas democracias, evitar que el «caos» vaya a más, meter más policías y evitar que las gentes sean libres, y así acepten sumisas, como en otros tiempos, lo que los mandarines mandaban.

Aquí está la madre del cordero en el tema del aborto, aquí está el quid de tanta falsedad e hipocresía de la derecha antiabortista y antifeminista.

La mujer, tradicionalmente, ha estado sometida, ha jugado un papel sumiso y secundario…. y con el rollo de la maternidad, de la sexualidad en función de la procreación, de lo de «hijos, los que mande Dios», ha aceptado su papel y ha sido, en muchos casos, el bastión y transmisor de una ideología conservadora y atrasada a sus hijos… Y esto se está acabando: las mujeres ya no aceptamos este papel por más tiempo.

Pero, claro, imagínense ustedes una mujer que use anticonceptivos, que pueda abortar, que tenga sólo los hijos que desee, en el caso de que quiera tenerlos, que sea dueña de su vida y de su cuerpo…, que sea libre, en una palabra.

¿A dónde va a ir rápidamente la derecha?

¿A dónde va a ir rápidamente la sociedad machista?

¿A dónde va a ir rápidamente este sistema de opresión?

Pues, sin lugar a dudas, irá a ocupar rápidamente su lugar en las páginas de la historia pasada, dejándonos el presente para los y las que queremos construir un mundo nuevo, donde reine la auténtica libertad.

En efecto, la conquista al derecho al aborto, su legalización, es un primer paso para una vida distinta, sin dependencias ni controles, sin miedos ni temores, una vida de mujeres y hombres libres, dueños de su vida y de su cuerpo, una vida en auténtica libertad, donde cada individuo pueda desarrollarse plenamente.

Y por ello, hoy la lucha de la mujer no es sólo conseguir la igualdad de derechos en esta sociedad de muerte y opresión -¡lo que ya sería un buen paso!-, sino, prioritariamente, conquistar una sociedad nueva. Y las miles de mujeres y hombres que estos días nos estamos movilizando por el derecho al aborto estamos ayudando a alumbrar una sociedad donde no sólo cambie el mundo, sino también cambie la vida…. y a su vez hoy, cambiando la vida, legalizando el aborto, estamos ayudando a cambiar el mundo.

Pina López Gay

25 Octubre 1979

EL PAÍS y las abortadoras

Enrique de Diego

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Compruebo estos días como su periódico mantiene una personal campaña en favor del aborto. Los argumentos que se esgrimen no son, desde luego, originales, se repiten en todas las campañas: ya tenemos unos cuantos «casos límites» y ahora la famosa lista de señoras que han abortado. Aunque las mujeres de condición modesta son las que se esgrimen en los argumentos, luego resulta que las «abortadoras» no tienen esa condición.

Además, su periódico se hace eco de afirmaciones que -con un poco de sentido común- resultan grotescas e infantiles: los médicos que se declaran a favor de la vida son después los que se forran abortando clandestinamente. ¿No es un poco absurdo?

El debate es serio y por eso sería lógico que fuera injuiciado con rigor informativo. En el fondo, se trata de ver si el derecho a la vida es un derecho o si uno no lo tiene por el mero hecho de no poder firmar cartas por su corta edad. Negar ese derecho en algún caso es entrar de lleno en la dialéctica fascista y hitleriana: el derecho a la vida depende.

Evidentemente, no tiene sentido afirmar cualquier otro derecho si no se permite ni el mero vivir, si no se permite su ejercicio práctico de la forma más radical: la muerte del sujeto.

Enrique de Diego