2 abril 2022

Cuca Gamarra, nueva secretaria general

20º Congreso del PP: Alberto Núñez Feijoo asume la presidencia mientras Pablo Casado Blanco anuncia su retirada política

Hechos

Los días 1 y 2 de abril de 2022 se celebró el XX Congreso del Partido Popular con carácter extraordinario.

Lecturas

El 1 de abril de 2022 se celebra el congreso extraordinario en el que el aún presidente de la Xunta de Galicia, D. Alberto Núñez Feijoo, asume formalmente la presidencia del Partido Popular en sustitución de D. Pablo Casado Blanco, que anuncia en su intervención de despedida que abandona la política y renuncia a su acta de diputado en el Congreso.

La nueva secretaria general que cubra la vacante dejada por la dimisión de D. Teodoro García Egea es Dña. Concepción Gamarra Ruiz-Clavijo ‘Cuca Gamarra’, que liderará la oposición desde el Congreso dado que el Sr. Núñez Feijoo no es diputado. El ‘número 3’ sería D. Elías Bendodo Benasayag como coordinador general. (El Sr. Bendodo está considerado la mano derecha de D. Juan Manuel Moreno Bonilla, el presidente de Andalucía).

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  • Presidente – D. Alberto Núñez Feijoo.
  • Secretaria general – Dña. Concepción Gamarra Ruiz-Clavijo (‘Cuca Gamarra’).
  • Coordinador general – D. Elías Bendodo Benasayag.
  • Vicesecretario Institucional – D. Estaban González Pons
  • Vicesecretario de Organización Territorial – D. Miguel Tellado Filgueira
  • Vicesecretario de coordinación autonómica y local – D. Pedro Rollán Ojeda,
  • Vicesecretaria de Políticas Locales – Dña. Carmen Navarro Lacoba
  • Vicesecretario de Economía – D. Juan Bravo Baena.
  • Directore de Finanzas (Gerente) – Dña. Carmen Navarro Fernández-Rodríguez.
  • Presidente del Comité Electoral – D. Diego Calvo.
  • Presidente del Comité de Derechos y Garantías – D. José Antonio Monago Terraza.

Dña. Cuca Gamarra, además de ser secretaria general del PP, seguirá de portavoz parlamentaria de los populares en el Congreso, ahora con un papel relevante en la labor de oposición por no ser el Sr. Feijoo diputado en el Congreso. 

 

11 Marzo 2022

Casado no puede ser Verstrynge

Eduardo Inda

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El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafraseando a Sánchez, a Iglesias o a Otegi

Ahora va a resultar que pactar con ETA, los corruptos machacas de Maduro y los golpistas catalanes es maravilloso y hacerlo con Vox poco menos que un delito de lesa humanidad. Las fortalezas del pensamiento único, las debilidades de una ciudadanía anestesiada sin remedio por unos medios abrumadoramente podemitas. La que se ha liado del miércoles a esta parte, exactamente desde que García Gallardo dijo «sí quiero» a Mañueco, figuraba en el guión oficial desde que Vox irrumpió en las instituciones pasando de la nada a 12 escaños en las elecciones andaluzas. Aquella noche, la maquinaria monclovita le dio al on de la manipulación para intentar disuadir al centrado Juanma Moreno de gobernar de la mano de los verdes. Y desde entonces jamás se ha dejado de emplear goebbelsianamente al partido de Abascal a modo de anticristo para ver si un normalmente atontado PP se tragaba el cuento chino, se negaba a pactar con ellos y cedía el gobierno de turno a la izquierda. El centroderecha europeo que ahora cae en la trampa calló como putas, putos y putes cuando Sánchez consiguió retener el Falcon coaligándose con un partido a las órdenes de la sangrienta narcodictadura venezolana y pactó con quienes habían perpetrado un golpe de Estado dos años antes y con esa banda terrorista ETA que ha asesinado a 856 compatriotas, ha herido, mutilado o incinerado a miles y ha provocado el éxodo del País Vasco y Navarra de 250.000 personas que se dice pronto. Durante todo este tiempo Pablo Casado ha estado como es él: bipolar. Los días pares ponía a caer de un burro a la «extrema derecha [sic]» y los impares recordaba lo obvio, que los votantes y los dirigentes de Vox vienen de esa casa común que fue el PP desde Aznar hasta el primer Rajoy. Tal vez el punto de no retorno del palentino se produjo durante la moción de censura de 2020, cuando acusó a los verdes de «pisotear el tributo de sangre» de los dirigentes populares muertos a manos de ETA. Una barbaridad en las formas y en el fondo porque Abascal no era precisamente de Vox cuando iba escoltado a clase para que no le pegasen un tiro o le dieran una paliza y Ortega Lara tenía carné del PP cuando los ahora socios de Sánchez lo tuvieron 532 días bajo tierra en un zulo que no se merece ni la peor de las ratas. «Me voy con la satisfacción de haber luchado contra la corrupción y de no haber pactado con la extrema derecha». La frase de Casado ante la crème de la crème del PP europeo en París fue la última metedura de pata de un tipo que hace seis meses era demoscópicamente presidente del Gobierno y ahora, tras haber sucumbido a eso que la psiquiatría denomina «el error permanente», es un pato cojo con menos futuro que Pochettino en el PSG. Además de la enésima puñalada trapera a Ayuso, lo de Casado es una falsedad nivel dios. Para empezar, porque como recordó ayer un cabreado Mañueco, Casado le dio vía libre para negociar con Vox, y para terminar porque durante su mandato hubo acuerdos de gobernabilidad con ellos en Andalucía, Murcia e incluso Madrid. El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafraseando a Sánchez, a Iglesias, a Otegi o a la lumbrera de Adriana Lastra. Ni, tal y como ilustró ayer Jiménez Losantos, construir su futuro comportándose como un Verstrynge de la vida, que tras salir por la puerta de atrás de Alianza Popular ha dedicado toda su vida a vengarse de la formación que le recogió tras un pasado oscuro y no menos filonazi.

02 Abril 2022

La hora de la renovación y de la experiencia

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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RECUPERAR la ilusión de militantes y votantes, convertir al PP de nuevo en el punto de encuentro de una mayoría de españoles, ofrecer un equipo de gobierno confiable, reunir un partido que sale de una crisis existencial en torno a un líder indiscutido sobre el que pesa la ardua tarea de levantar una alternativa ganadora al sanchismo. En resumen, este es el auténtico propósito del congreso de Sevilla que encumbrará a Alberto Núñez Feijóo como presidente del PP. El tiempo dirá si ese propósito termina cumpliéndose, pero cabe reconocer desde ya el esfuerzo desplegado en Sevilla por la organización hegemónica del centroderecha español.

El leitmotiv de este cónclave decisivo no ha sido otro que la unidad, y es comprensible. Nadie sabrá nunca hasta qué punto estuvo cerca la implosión total del PP de no haberse producido el cambio de rumbo que certifica este congreso. Tanto Aznar como Rajoy insistieron en sus intervenciones en la importancia del firme liderazgo que nace con Feijóo y en la responsabilidad que, como en épocas pasadas, vuelve a llamar con urgencia a su puerta por causa de la deriva económica que atraviesa el país. El presidente saliente, Pablo Casado, que fue recibido con cierta frialdad pero con la cortesía debida, se reivindicó sin alardes improcedentes y reunió la generosidad necesaria para evitar absurdos ajustes de cuentas y asumir la superioridad de la institución por encima de nombres. Que el partido haya sido capaz de gestionar su interinidad sin agravar el trauma de su relevo es una prueba de la solidez sistémica de la sigla.

No hay liderazgo renovado sin una ejecutiva a la altura. Por eso constituye un acierto el nombramiento como coordinador de Elías Bendodo, cuya trayectoria desde una concejalía hasta la vicepresidencia de la Junta de Andalucía admite pocas dudas respecto de su compromiso con el partido, su vocación de servicio y su capacidad de gestión. Bendodo y Gamarra representan el cambio tranquilo que Feijóo pretende, uniendo renovación y continuidad en la exacta medida que la etapa de García Egea no fue capaz de encontrar. Por eso Feijóo, en su discurso, quiso poner un énfasis muy especial en el nexo de ideas y personas que articula la historia del PP. Él no es un paracaidista, ni un político de laboratorio, sino que su biografía política está enraizada en los orígenes mismos de la formación desde el fundador Fraga hasta hoy, pasando por la histórica refundación que Aznar protagonizó también en Sevilla en 1990. Es la hora de la renovación avalada por la madurez.

Pero más allá del cierre de filas orgánico, el PP no puede permitirse que no se visualice con celeridad un sólido plan de acción. Feijóo ofrece un cambio tranquilo, custodia un legado reconocible y a la vez imprime un nuevo impulso que lo continúe. El PP saldrá indudablemente muy reforzado de este fin de semana, pero el relanzamiento del partido exige ponerse a trabajar desde el lunes. Urge poner ese proyecto reformista, constitucionalista y mayoritario al servicio de los españoles. No hay tiempo que perder.

02 Abril 2022

La jeta de Feijóo

Jorge Bustos

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La ventaja de Feijóo no es la experiencia ni las mayorías absolutas ni la búlgara aclamación de su partido. La ventaja de Feijóo es que tiene jeta de presidente del gobierno, ese rostro de fiar que Casado no alcanzó ni barbado ni lampiño. Nadie elige sus facciones, pero quien fuera que las eligiese por Feijóo decidió conferirle un aspecto gerencial, una consistencia burocrática que de puro normativa se torna seductora cuando resulta que la inflación escala al 10%. Cuando la duda no es si vamos a comer mierda sino si va a haber mierda para la mitad, el personal se pone a recelar del pícaro pinturero que se hacía tolerable y hasta simpático en tiempo de bonanza. Mira qué gracioso, Pedro Sánchez, qué arte se da para timarnos y cómo le cuelgan los brazos a cada golpe de cadera. Groucho no sabía mucho de economía -más o menos como Karl-, pero intuía que algo no iba bien cuando en Central Park los paseantes ya no daban de comer a las palomas sino que las palomas servían de comida a los paseantes. Es entonces cuando se agota la paciencia con los caderazos flamencos de un mentiroso incompetente.

Llega un momento en la vida en que todos conquistamos la cara que nos merecemos. Nada se puede hacer para evitarlo: el bótox solo lo reafirmará. La lotería genética acaba indefectiblemente corregida por la cirugía vital de las buenas o las malas decisiones. Feijóo nació con cara de gestor y se ha pasado toda la vida confirmándola. Además lleva gafas, accesorio moderador, metáfora de rigurosa templanza que tanto cabrea a todos los energúmenos del país, cuyo voto Feijóo no necesita en absoluto. Feijóo, pese al tópico galaico, necesita seguir pareciendo lo que parece hasta el día mismo de las elecciones. Y entretanto necesita seguir hablando a diario con Ayuso, mientras Gamarra integra y Bendodo ejecuta, y mientras el tono contra Sánchez va subiendo poco a poco para asegurar que no se queda ningún votante por el camino. Ese es el plan, y es un buen plan. Abascal tiene el suyo, porque Abascal tiene una cara muy distinta, y porque las caras del PP y de Vox deben ser fáciles de distinguir.

Es fama que don Santiago Bernabéu decantaba los fichajes por la cara del jugador. No le gustó la cara de Cruyff, tan parecida por lo demás a la de Modric, así que no lo fichó. Todos los españoles tendrán pronto su momento Bernabéu: podrán evaluar en las urnas la jeta técnica de Feijóo y la jeta descomunal de Sánchez. Con la diferencia de que a este lo tienen fichado hace tiempo y al otro había que ser gallego para ficharlo de veras. Hasta ahora.

03 Abril 2022

Feijóo al frente del Partido Popular

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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El PP cierra el episodio más crítico de su historia democrática con la consagración de su nuevo presidente

El momento estelar de Alberto Núñez Feijóo llegó ayer en Sevilla, sin que los tres grandes debates abiertos hoy en Europa —el nuevo orden del mundo derivado de la invasión de Ucrania, cómo se pagan los costes económicos de ese nuevo orden y la pujanza de la extrema derecha— los abordara por su nombre en un discurso en el que no se mencionó a Vox, ni al shock energético, ni a la seguridad europea, ni a la OTAN. Pero, sin mencionarlos, el nuevo presidente popular sí defendió la tradición europeísta conservadora, se refirió a Europa como garantía de paz y situó a su partido en las antípodas del proyecto excluyente de la extrema derecha. El vigésimo congreso del PP no estaba convocado para el debate de las ideas ni la reformulación teórica ante un mundo que ya no es ni el de Mariano Rajoy ni el de José María Aznar, a los que se encomendó. El congreso popular se había convocado para liquidar con urgencia la batalla que explotó traumáticamente hace poco más de un mes —que Ayuso ganó y perdió Casado— y cerrada este sábado con la aclamación del nuevo líder elegido por el 98,35% de los votos. Los populares han decidido que no es Isabel Díaz Ayuso sino Alberto Núñez Feijóo en quien confían para ejercer una oposición que los conduzca de nuevo a La Moncloa. La convivencia política con la lideresa madrileña es una de las muchas incógnitas del mandato que inicia el todavía presidente de la Xunta de Galicia, porque fueron los barones los que le dieron a ella la victoria en el pulso con Casado mientras se investiga todavía el contrato de su hermano. Sobre el escenario del cónclave sevillano la sintonía más evidente del nuevo presidente fue con el carácter templado del dirigente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla.

Feijóo trazó un discurso en clave interna y exclusivamente nacional, ajeno al momento histórico que vive el mundo occidental. En un tono sosegado y alejado de los decibelios con los que los suyos participan en la discusión pública española, dijo que no había venido a insultar —y efectivamente su crítica al Gobierno no incluyó ninguna de las hipérboles habituales de su antecesor ni las que suele pronunciar Ayuso— y describió un Partido Popular de mirada amplia, incluyente, autonomista, europeísta, respetuoso con la igualdad, los distintos modelos de familia, con las lenguas cooficiales, los sindicatos, las empresas, las instituciones y la Casa Real. El esfuerzo por trazar el perfil contrario a los de Abascal atravesó toda su intervención: “Dejemos de repartir carnés de patriotas, aquí cabemos todos”. Ofreció pactos, sin concretar detalles, al Gobierno. Y concluyó: “Es fácil encontrarnos, estamos en la Constitución, en el interés general y en el sentido de Estado”.

En esta última frase empieza para Feijóo el examen verdadero como líder de esa derecha que no apuesta por el cuanto peor, mejor, o por el “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros después” del ministro de Hacienda de los gobiernos de Rajoy cuando empezaba la Gran Crisis de 2008. España y toda Europa están viviendo las consecuencias económicas de una guerra que decidió Putin pero que nos alcanza a todos, como demuestran dramáticamente la inflación y las múltiples dificultades que empiezan a tener en España empresarios y trabajadores. Apoyar a los ucranios —como defendió Feijóo— supone asumir el coste de esa decisión moral, política y económica. Una guerra nunca sale gratis y precisa de recursos públicos para atender a los más vulnerables y a las clases medias empobrecidas por los precios disparados, y para sostener la actividad. Aferrarse al dogma inmutable de los populares en cualquier circunstancia —bajar impuestos con crisis, sin crisis, con pandemia, sin pandemia, con guerra y sin ella— será la primera prueba del nuevo PP. Dijo ayer Feijóo que no está dispuesto a llegar a La Moncloa a cualquier precio. La negociación del Plan de Respuesta a la Guerra le permitirá abrir un nuevo ciclo, acorde con la moderación de su discurso, sin renunciar a ser exigente, como corresponde al principal partido de la oposición. Esa negociación en el Congreso de los Diputados puede servir solo para desgastar al Gobierno o para intentar facilitar la vida a los españoles en una situación histórica excepcional.

El segundo tramo que hay que recorrer entre las palabras y los hechos lleva el nombre de Vox, el elefante en la habitación de este congreso sevillano. El nuevo presidente no dio ni una pista sobre cómo piensa cuadrar el círculo de “alejarse de los populismos” y cogobernar con la ultraderecha en Castilla y León a partir de esta próxima semana. O en Andalucía este año. O en España más tarde. El esfuerzo por definir un PP en las claves teóricas del conservadurismo clásico europeo obvió en el discurso de ayer el asunto central de cómo relacionarse con quienes tienen para España un proyecto excluyente, xenófobo y machista que rompe todos los consensos del 78 que alumbraron la Constitución. La misma Constitución que se lleva incumpliendo más de tres años por el bloqueo del PP de Casado a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, con el órgano de gobierno de los jueces abocado a una situación de parálisis sobre la que Europa no deja de llamar la atención a España. Despejar esta situación insostenible permitirá comprobar también si efectivamente estamos ante una nueva etapa en el PP —que representa un espacio ideológico imprescindible para la democracia española— o ante un simple cambio de cabeza de cartel para intentar recuperar el poder cuanto antes.

03 Abril 2022

Opositar con precisión

Pablo Simón

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Sin duda, los populares intentarán centrarse en los temas de gestión, en los que su candidato puede tener mejor imagen para confrontar con el Gobierno, pero Vox querrá arrastrarle también a mojarse en aquellas cuestiones con las que rompe los consensos

Unas primarias sin competencia se conocen de manera coloquial como “coronación” y oficialmente la de Alberto Núñez Feijóo ya ha tenido lugar. Tenemos nuevo líder en el primer partido de la oposición. Ahora bien, ni siquiera los reyes absolutos concentraron tanto el poder como presumían y aquí ocurre algo similar. Aunque Feijóo se haya rodeado de sus fieles, los barones territoriales fueron claves para la caída de Pablo Casado. Normal, por tanto, que el Congreso de Sevilla haya escenificado un acuerdo de paz por territorios, incluyendo en la Comunidad de Madrid. Ayuso ya tiene asegurado el control del aparato autonómico que otros le negaban.

Con las elecciones autonómicas y locales a la vuelta de la esquina, el primer test de la nueva dirección será Andalucía. El resultado que obtengan allí marcará la viabilidad de la estrategia diseñada por los conservadores: crecer hacia el centro, recogiendo el descontento con la gestión del gobierno (en especial en economía), y dejar a Vox su flanco derecho. Es decir, intentar ensanchar su bloque para acercarse el máximo posible a la mayoría absoluta, asumiendo, eso sí, el hecho inevitable de que tendrán que gobernar juntos.

El liderazgo al frente del PP importa, pero en ningún caso reemplaza el dilema estructural de la fragmentación de su espacio. La dirección anterior aspiraba a moverse en dos pasos; aniquilar a Ciudadanos y luego girarse hacia Vox. Sin embargo, la extrema derecha tiene una enorme capacidad de irradiación e intentar ignorarla jamás le dio resultado ¿Qué hará la dirección actual? ¿Confronta la tesis de la “manta demasiado corta” que implica que taparse la cabeza destapa los pies? ¿Puede aspirar al voto moderado sin dejar más terreno a Vox?

La inercia muchas veces es poderosa. En general, la mayoría de los partidos conservadores en Europa terminan adoptando discursos contemporizadores con la extrema derecha, por ejemplo, en temas migratorios. Es más, en lugares como Francia o Dinamarca los propios socialdemócratas han terminado en posiciones asimilables. A veces los partidos clásicos piensan que así asfixian su crecimiento, otras veces son lógicas de competencias por el liderazgo interno lo que los termina extremando. Ahora bien, rara vez da resultados en términos de votos y con frecuencia es hasta contraproducente.

Ante este dilema, es previsible que haya tensión en la frontera dialéctica y electoral entre Vox y PP: la bolsa de indecisos compartidos aún es grande. De momento los populares parten con la ventaja de que Feijóo es la novedad y probablemente mejore en los sondeos. Sin duda intentarán centrarse en los temas de gestión, en los que su candidato puede tener mejor imagen para confrontar con el Gobierno, pero Vox querrá arrastrarle también a mojarse en aquellas cuestiones con las que rompe los consensos. La izquierda, que insistirá en estos compañeros de viaje, tampoco se lo pondrá fácil. Cuadrar este círculo y tener voz propia es el desafío de un opositor de precisión.