25 enero 2011

El director de cine había sido hasta hace poco uno de los principales defensores de la ley anti-piratería que busca evitar que las películas puedas ser descaradas desde la red sin pagar

Alex de la Iglesia anuncia que dimitirá como presidente de la Academia de Cine por su repentina oposición de la Ley Sinde

Hechos

El 26.01.2011 D. Alex de la Iglesia publicó un artículo en EL PAÍS anunció su futura dimisión como presidente de la Academia Cine de España, que otorga los premios Goya.

Lecturas

El 26 de enero de 2011 D. Alex de la Iglesia Mendoza anunció que dimitiría como Presidente de la Academia de Cine después de la Gala de los Goya por sus discrepancias con la redacción final de la llamada ‘Ley Sinde’, la ley para la protección de la propiedad intelectual de la ministra Dña. Ángeles González Sinde. En la Cadena SER el Sr. De la Iglesia Mendoza considera que esa ley “no tiene en cuenta ni los intereses de los creadores ni los intereses de los internautas”.

LOS PRINCIPALES DIRECTORES SIGUEN APOYANDO LA LEY SINDE

   Un grupo de directores de cine español encabezados por D. Pedro Almodóvar, D. Alejandro Amenábar y D. Manuel Gómez Pereira pusieron por escrito en el proyecto mandando al Senado su apoyo a la Ley Sinde contra la piratería de las películas a través de Internet. Junto con ellos también firmaron los directores D: Javier Aguirresarobe, D. Enrique Urbizu y D. Agustín Díaz Yanes.

GERARDO HERRERO CRITICA LA DIMISIÓN Y QUE NO SEA INMEDIATA

 El director de cine y productor, D. Gerardo Herrero, criticó a D: Alex de l Iglesia por dimitir «si él se empeña en quedar como el héroe frente a los twitteros, está claro quienes son los villanos. Nosotros, el cine español. Me parece mal. PAra una vez que hay acuerdo político… Y además, si quiere dimitir que lo haga, pero que no anuncie que lo va a hacer». Y es que el Sr. De la Iglesia había anunciado su dimisión pero también había explicado que la haría oficial después de presidir por última el acto de entrega de premios de los Goya. Eso incluía poder dar un discurso en el que el Sr. de la Iglesia podría aprovechar para elogiar a Internet.

26 Enero 2011

Después de la gala de los Goya, dimito como presidente

Alex de la Iglesia

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Tengo que reconocer que estos dos años al frente de la Academia han sido de los mejores de mi vida. He aprendido mucho, he conocido gente estupenda, pero desde un ángulo distinto al del director. Comencé reconociendo que me bajaba películas, sobre todo porno, y sentó fatal a los distribuidores, a los exhibidores y toda la profesión en general. Incluso me llamó mi madre. Esas declaraciones adolescentes me llevaron a reunirme con ellos y entender su punto de vista. Lo mismo me ha pasado con el problema que nos ocupa, la posición de los creadores en la Red. Empecé haciéndolo fatal, sin conocer el tema a fondo y dejándome llevar por mis prejuicios, que son muchos y variados.

Conducido de nuevo por el método ensayo-error, decidí reunirme con los que quisieran hacerlo para explicarme su punto de vista. Y de pronto descubrí que había muchos puntos en común. Nadie estaba a favor del todo gratis, estaban de acuerdo en reconocer los derechos (y obligaciones) del autor frente a su obra, y a todos les parecía correcto buscar una manera ágil y eficaz de hacerlo. Yo, por mi parte, reconocí que el modelo de mercado necesitaba ser ampliado y corregido, que la oferta legal no era suficiente, y que compartir archivos con libertad era algo inamovible y deseado por todos. Conocí a David Bravo, a Julio Alonso, a Josep Jover, a Francisco George del Partido Pirata, a David Maeztu, hablé con Enrique Dans, y muchísimos más, por Twitter.

Teniendo posturas absolutamente divergentes, el diálogo era fluido y sobre todo, constante. Soy un tipo con el genio fácil y dado a la respuesta rápida y poco meditada. Esta gente me dio una lección. Es cómodo hablar con los que te siguen la corriente: te reafirmas en tus ideas, te sientes parte de un grupo, protegido, frente al resto de locos que se equivocan. Por vez primera, aprendí que dialogar con personas que te llevan la contraria es mucho más interesante. Puede resultar incómodo al principio, sobre todo si eres soberbio, como yo. Pero cuando aprendes a encajar, la cosa fluye, y las ideas entran. En este país cambiar de opinión es el mayor de los pecados. Creo que tenemos instalado el chip de la intransigencia desde hace tiempo. Hablé de ello en mi última película. La única manera de arrancárnoslo es mirar a la cara a la gente y decir lo que piensas con el convencimiento de que puede no ser cierto, que puedes estar diciendo o haciendo una tontería. No voy a dejar de discutir, pero francamente, prefiero hacerlo como director que como presidente. Lo coherente es dejarlo. Acabaré lo que he empezado, eso sí, no quiero decepcionar a los compañeros de profesión, y prometo no empañar la ceremonia con este asunto. Quiero que sea la fiesta que todos esperamos. El debate continuará, pero en un lugar adecuado. Después de la gala, dimito como presidente. Seguiré siendo miembro de la Academia, discutiendo y metiendo la pata como siempre, pero como director de cine, que es lo mío.

26 Enero 2011

Conflicto abierto

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Los poderes públicos están obligados a defender la propiedad intelectual y, desde ese punto de vista, la aprobación in extremis de la llamada ley Sinde es una buena noticia. Haber terminado la legislatura sin una norma que pusiera coto a la apropiación indebida de obras ajenas habría sido una mala señal. El acuerdo suscrito entre el PSOE, el PP y CiU ha logrado desatascar una norma necesaria que posiblemente no sea capaz de resolver los problemas que han convertido a España en el país campeón de las descargas ilegales, pero que lanza un balón de oxígeno a la industria cultural y un mensaje nítido a aquellos que todavía defienden con cierta demagogia un Internet libre y gratuito.

La actitud del PP, rechazando la norma para después en el Senado aceptarla con un par de cambios, ha complicado el tortuoso trámite de esta ley, lo que va a ser un peaje que pesará penosamente sobre la misma. En su favor está el haber forzado al Gobierno a buscar una fórmula más garantista. Con la enmienda consensuada, el juez deberá intervenir para identificar a los prestadores de los servicios y después para ordenar el cierre de la página web perseguida. La norma que rechazó el Congreso y ahora se ha aprobado en el Senado daba, sin embargo, poder a una comisión ministerial para investigar una web sin tutela judicial. El Gobierno, además, se ha comprometido a revisar el canon digital, lo que no deja de ser redundante, dado que la reciente sentencia del Tribunal Europeo le obligaba a corregirlo eximiendo a las empresas y Administraciones que no adquieren los aparatos sometidos al canon para la copia privada. El punto que despierta más controversia es el que establece que estas medidas se podrán adoptar cuando la prestación de un servicio «haya causado o sea susceptible de causar un daño patrimonial». Esta actuación preventiva ya ha motivado que se anuncien recursos ante el Constitucional, lo que indica que la ley Sinde no cierra el conflicto.

Internet no es un espacio sin ley. No debe serlo. Pero las medidas aisladas no son suficientes para evitar las descargas y modificar los comportamientos. La Unión Europea sostiene que hay que revisar el sistema de licencias de uso de las obras y procurar la transparencia de las gestoras de los derechos de autor. Leyes similares en otros países a la ahora aprobada están provocando la migración de los internautas a sistemas diferentes al del intercambio de archivos P2P, los directamente vigilados.

Los problemas de adaptación de la industria a la nueva realidad digital eran acreedores de un debate social más amplio y una tramitación legal global y coherente. Una revisión profunda de la Ley de Propiedad Intelectual habría sido más adecuada para, además, perseguir las descargas ilegales. En su lugar, el Gobierno optó por una disposición final en la Ley de Economía Sostenible, la ley Sinde, que ha acabado por agudizar la polarización existente en torno a este asunto.

26 Enero 2011

Un buen acuerdo contra la piratería que acaba con la excepción española

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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EL INOPINADO anuncio de dimisión del presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, se coló ayer en el debate sobre la ley antipiratería que permitirá el cierre de páginas web que vulneren la propiedad intelectual. Aunque el director de Balada triste de trompeta vinculó su renuncia con la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre las asociaciones de internautas y el Gobierno, da la sensación de que Álex de la Iglesia quería dejar la Academia y ha utilizado como excusa una reforma legal que además lleva el apellido de la ministra Sinde. Al margen de la peripecia del polifacético director, lo cierto es que la reforma legal pactada finalmente por el PSOE y el PP es una buena noticia. No sólo porque el consenso entre las dos principales fuerzas políticas permite augurar la continuidad de su aplicación aunque exista un relevo en el Gobierno, sino porque España tenía pendiente la asignatura del combate contra la piratería, mientras que en el resto de los países europeos ya la han aprobado, e incluso con normas más duras de la que saldrá de las Cortes. España está considerada un auténtico paraíso para este tipo de apropiación de lo ajeno. El acuerdo ha sido posible gracias a que el Gobierno aceptó la petición del PP de reforzar las garantías judiciales para proceder al cierre de las web que vulneren los derechos de propiedad intelectual. No obstante, como advirtieron las asociaciones de creadores, la reforma legal tendrá algunas dificultades para ser aplicada, de las cuales no es la menor el atasco de la Administración de Justicia.

14 Febrero 2011

Todo esto, ¿quién lo paga?

Salvador Sostres

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Es lo que solía preguntarse Josep Pla cuando se encontraba ante cualquier exceso, especialmente alrededor de una mesa. Y hasta que no se lo aclaraban no lograba disfrutar de la cena. La gala de los Goya de ayer -y sus circunstancias- daban para hacerse la pregunta del gran escritor ampurdanés, ante la exhibición de alfombra, seda y joyas de las actrices españolas; y ante la calidad y diversidad de las películas nominadas y premiadas. Tendría especial interés que nos contestaran los actores y las actrices que se han mostrado contrarios a la Ley Sinde por hacerse los enrollados con los internautas.

Si no se persigue la piratería, ¿todo esto quién lo paga? Si el robo -porque bajarse es robar pese a la propaganda de los ladrones- es visto como un acto de modernidad y hasta de libertad, ¿quién paga el cine español, a sus actores y a sus actrices, a sus directores, a sus productores? Si los interlocutores del dimitido presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, fueron los representantes del Partido Pirata, ¿todo esto quién lo paga, qué futuro le espera a un cine español que ya en 2010 registró sus peores cifras comerciales de los últimos 10 años?

Declararse amante del cine y luego robar películas en lugar de pagar por ellas es de un cinismo impresentable. Pero es que pertenecer a la industria cinematográfica, sea como actor, como director, como productor, como director de fotografía o como la señora que limpia, y estar a favor de la piratería, o ser condescendiente con ella, es ser un imbécil. Aceptar tú mismo que te atraquen es un ejercicio de la más absoluta estulticia que certifica que los mejores artistas son capaces de las peores equivocaciones; y que es un error confundir talento con inteligencia, capacidad artística con capacidad intelectual, y que por mucho que algunos de ellos nos fascinen con sus interpretaciones y sus direcciones, es una temeridad dejarles manejar los asuntos reales, en los que nos jugamos la vida, incluso cuando se trata de su propia vida.

En su populista discurso de despedida, repleto de lugares comunes y de topicazos, y totalmente falto de cualquier audacia, Álex de la Iglesia habló del respeto que los cineastas deben al público, «y que para que nos respeten tenemos que respetar primero» como si no entendiera que la más elemental muestra de respeto hacia alguien es no robarle. E hizo un elogio de los que son capaces «de caminar juntos pese a las discrepancias» cuando él ha dimitido a la primera de cambio porque una ministra no se ha doblegado a sus absurdos caprichos.

A actores y directores deberíamos tomarlos sólo en serio cuando hacen su trabajo, no el nuestro. Mucho más acertado estuvo, en cambio, Andreu Buenafuente, al reconocer que «yo soy un cómico y no puedo arreglar nada», en alusión a la polémica sobre la Ley Sinde que flotó en el ambiente de la gala, así como Jorge Drexler que cantó, como dedicatoria al recoger su Goya que «no voy a pedir discuplas/por vivir de lo que canto/ por más huevos que me tiren».