8 febrero 2000

Izquierda Unida acepta retirar su candidatura de las provincias en las que tenía menos posibilidades para no quitar votos al PSOE y en el senado hará coalición con ellos

Joaquín Almunia Amann y Francisco Frutos firman un pacto para que el PSOE e Izquierda Unida formen un Gobierno conjunto si suman más que el PP

Hechos

El 8.2.2000 D. Joaquín Almunia (Secretario General del PSOE) y D. Francisco Frutos (Coordinador General de Izquierda Unida), firmaron un pacto político.

Lecturas

Los candidatos a la presidencia del gobierno de IU, Francisco Frutos y del PSOE, D. Joaquín Almunia firmaron un acuerdo de cara a las elecciones. Aunque PSOE e IU no harán coalición (se mantendrán las candidaturas separadas de los Sres. Almunia y Frutos), sí habrá coalición para el senado (por ejemplo, en Madrid, en vez de presentar cada partido tres candidatos, el PSOE presenta dos e IU uno, para que se vote a los tres). Pero la parte más importante del acuerdo es que aunque el PSOE no gane las elecciones, si , sumado con IU alcanza la mayoría, ambas formaciones establecerán un gobierno de coalición, el pacto puede suponer un gran problema para el PP, ya que, a menos de que sumado a sus actuales aliados (CiU y CC) alcance la mayoría, puede dar por perdido el gobierno.

Frutos_Almunia2 D. Francisco Frutos (Secretario General del Partido Comunista de España) y D. Joaquín Almunia (Secretario General del PSOE) firmaron el pacto.

Varios_de_IU_2000 En primera fila del acto había importantes dirigentes de Izquierda Unida como D. Alonso Puerta (presidente del Partido de Acción Socialista, PASOC), D. Ángel Pérez (líder de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid), D. Luis Carlos Rejón y D. Fausto Fernández.

08 Febrero 2000

Firma de un pacto histórico

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Respaldados por el aplauso caluroso de tres mil de sus seguidores, Joaquín Almunia y Francisco Frutos rubricaron ayer públicamente el acuerdo que han alcanzado de cara a las próximas elecciones generales. Almunia pidió que «las puertas de la Moncloa se ensanchen» para que la izquierda pueda entrar a gobernar en común. Frutos reclamó que el acuerdo que han alcanzado vaya más allá del 12-M, «pase lo que pase».

El acuerdo, en lo que a las candidaturas se refiere, no es demasiado concreto. Tras la imposibilidad de lograr que IU retirase sus listas del Congreso, los socialistas se han conformado con llegar a un pacto para el Senado en 27 provincias. La intención era una alianza nacional, pero en varias comunidades -Galicia, Andalucía, Extremadura y Cantabria- no han podido materializarlo.

El pacto tiene más de simbólico que de real, habida cuenta del carácter político y legislativo subsidiario que tiene la Cámara alta. Por lo demás, tampoco los electores percibirán la alianza de modo demasiado nítido, teniendo en cuenta que la listas al Senado son abiertas y que los candidatos de cada partido aparecen colocados en ellas sin otro orden que el alfabético. Eso puede hacer, bien es verdad, que IU logre algunos senadores en elección directa por primera vez en su historia.

Pero, por endeble que sea el acuerdo sobre las listas al Senado, y por difusas que resulten las propuestas programáticas conjuntas -que esconden no pocos desacuerdos fundamentales y difícilmente orillables- lo cierto es que en la tarde de ayer Almunia y Frutos hicieron algo que no se había visto en España desde el inicio de la democracia: que las dos fuerzas clave de la izquierda se presentaran unidas en un mitin electoral. Fue un hecho histórico.

29 Enero 2000

PACTO INTERGALÁCTICO

Javier Tusell

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Si el pacto llega a buen fin con graves cesiones por parte del PSOE, tendremos un panorama electoral que, en términos mediáticos, se expresa así: o votar lo mismo que Campmany y Jiménez Losantos o lo mismo que Haro y Vázquez Montalbán. Auténtico dilema bíblico.

El intento de acuerdo entre el PSOE e IU que está en discusión cuando se escriben estas líneas es una iniciativa muy brillante y arriesgada que ha dado un vuelco a la campaña electoral y tendrá una segura influencia sobre los resultados. No sabemos cuál, pero sin la menor duda el día que se deban analizar habrá que remontarse a él para descubrir las causas. Siempre me ha parecido que Almunia era un buen candidato. Tiene experiencia, procede de una línea del PSOE que es la coherente con lo mejor de su pasado inmediato, no ha estado involucrado en sus peores aspectos y da impresión de merecer confianza. Le faltaba algo -una chispa de brillantez- y ahora parece haberla conseguido. Con la propuesta de pacto ha colocado el balón en el área de un antiguo adversario. El solo hecho de la propuesta ha creado una dinámica hasta cierto punto irreversible. Tanto si pacta como si no lo hace, IU ha quedado ya en una posición que obliga a la superación del anguitismo. Bien lo sabe la derecha mediática: habla ahora de la OPA hostil y del «timo» de los socialistas sin darse cuenta de que revela la OPA amistosa propia y la estafa al elector izquierdista en el pasado.

Pero el pacto tiene también sus inconvenientes graves, que no son sólo tácticos. Puede acabar en un resbalón de los dirigentes socialistas tan inesperado y estrepitoso como esta iniciativa. Produce, de entrada, damnificados: esos ex comunistas que, hartos de la incapacidad de evolución de su partido, emigraron hacia el PSOE. Lo decisivo es, sin embargo, qué hacer con la cantinela programática con que nos obsequió Anguita año tras año.

A las alturas de finales del siglo XX, los antiguos partidos comunistas que no se hayan reconvertido no tienen otro sentido que el ser una especie de apostilla crítica de la socialdemocracia. De hecho, la mínima estabilización que ha logrado el francés, por ejemplo, ha sido por ese procedimiento. En España, donde la ley electoral hace mucho más difícil una colaboración, la hipercrítica de la izquierda por parte de los comunistas podía tener sentido en una etapa como el primer lustro de los noventa. La prueba de que ahora carece de él reside en el posterior declive del voto de IU que ha obligado a una posición a la vez desvencijada y complaciente frente a su anterior adversario.

Pero el mundo de IU sigue perteneciendo a una galaxia política muy lejana y distinta del PSOE. Ésta es la hora en que los comunistas españoles no han hecho un balance globalmente negativo de la experiencia de la URSS. La propuesta de Almunia ha tenido la ventaja de dejar meridianamente claro el mundo ideológico en que se mueve IU porque sitúa ante la luz pública unas propuestas sencillamente inencontrables en la política europea de fin de siglo en Europa occidental. De modo inevitable recuerdan la frase de Santiago Rusiñol: «Todos decimos tonterías, pero los filósofos son aquellos seres que las dicen en serio». Suprimir empresas de trabajo temporal y el AVE, subir impuestos, abominar no ya de la OTAN sino de la UEO, pensar que el Estado puede crear puestos de trabajo estables o creer que la limitación del horario de trabajo debe hacerse sólo por decreto linda, aquí y ahora, en la extravagancia. Una posible ventaja de la propuesta de Almunia es que obliga a IU, mediante el procedimiento de la ducha fría, a un ejercicio de aprendizaje a marchas forzadas o a practicar el discreto encanto del suicidio.

Para concluir, permítaseme un modesto ejercicio de autocompasión. Los electores de centro somos gente maltratada desde antiguo. En tiempos recientes, quienes se titulan centristas, al margen de algún acierto notable, han gobernado perpetrando auténticas tropelías en las privatizaciones y en los medios de comunicación; algo tendrá que ver el pacto en gestación con esa exasperada confrontación retrospectiva en que se ha deleitado el PP, cuando era por completo innecesaria. Ahora, si el pacto llega a buen fin con graves cesiones por parte del PSOE, tendremos un panorama electoral que, en términos mediáticos, se expresa así: o votar lo mismo que Campmany y Jiménez Losantos o lo mismo que Haro y Vázquez Montalbán. Auténtico dilema bíblico: o veranear en el desierto de Judea o en el del Sinaí.

Javier Tusell

04 Febrero 2000

Jugada con la zurda

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Lo acordado entre el PSOE e IU no es exactamente lo que había propuesto Almunia, pero tal vez sus efectos en favor de un Gobierno de la izquierda no sean menores a los previstos. Tampoco es el acuerdo que le hubiera gustado a Frutos, pero puede que ello favorezca a IU. El principal efecto del pacto es que crea las condiciones para una movilización del electorado de izquierda tentado por la abstención, lo que pone más difícil un triunfo de Aznar y hace verosímil una victoria de la oposición. Otros efectos son que ayuda a IU a situarse en la vida política real, lo que favorece a toda la izquierda, y relativiza el papel de los nacionalismos como bisagra indispensable en caso de mayoría no absoluta del partido vencedor.Pudo pensarse que la estrategia de los socialistas se resumía en la alternativa: si aceptan, bien, y si rechazan, mejor; dando por supuesto que si no había acuerdo los electores desengañados de IU se pasarían directamente al PSOE. Frutos rechazó retirar sus candidaturas por razones internas que pueden entenderse, por lo que dasaparecía el efecto electoral perseguido. Pero la alternativa de modificar por la izquierda el programa socialista e improvisar candidaturas de coalición era igualmente inviable en la práctica.

Planteadas así las cosas, la expectativa despertada por la propuesta y las reacciones de los otros jugadores (el Gobierno y los medios afines, sobre todo) han cambiado las condiciones de la partida: la dinámica unitaria ha resultado más fuerte que eventuales estrategias partidistas y se ha impuesto un pacto que, si no era el querido inicialmente por ninguna de las partes, puede acabar favoreciendo a ambas.

El acuerdo programático es bastante viable. IU ha desistido de imponer en el programa de gobierno planteamientos estrambóticos como la salida de la OTAN o el rechazo al plan de estabilidad ligado al euro, limitándose a mantenerlos en su manifiesto electoral. También ha aceptado, como sus colegas franceses, que una cosa es no bajar los impuestos y otra subirlos después de haber sido recortados, aunque sea de manera asimétrica; y que lo malo no son las privatizaciones, sino la forma como se las ha trajinado el PP para apoderarse del poder económico. También han desaparecido propuestas utópicas derivadas de la forma como Anguita entendía la parte declarativa de la Constitución: respecto al derecho a la vivienda, por ejemplo. Las propuestas en materia de pensiones y salario mínimo son las propias de un partido de izquierda, pero sin el dogal de fijar incrementos concretos, y con la salvaguarda de que las políticas sociales deberán en todo caso ser compatibles con los objetivos de déficit marcados por la Unión Económica y Monetaria.

En 1982, la experiencia del Gobierno de Maurois en Francia ilustró, en negativo, lo que un Gobierno de izquierdas no podía hacer. Ahora, la de Jospin indica lo que, en un contexto general de crecimiento saneado, sí se puede hacer para compatibilizar la creación de riqueza con unas medidas redistributivas razonables y con la búsqueda de huecos en el mercado que ayuden a paliar el desempleo. El programa de gobierno PSOE-IU es un marco genérico, inevitablemente ambiguo, pero señala compromisos diferenciados respecto a la derecha.

Lo que sale del acuerdo es una oportunidad. La de una movilización del electorado de izquierda. Hay un millón de votos perdidos por IU entre 1996 y 1999. Contra lo que dicen a Frutos los mismos que en su día le dieron a Anguita la embarcada de que el enemigo principal era el felipismo, el pacto no favorece el salto de esos votantes hacia el PSOE, sino que no se pierdan en la abstención. Es decir, en buena medida, que vuelvan a IU, una vez que esta formación deja de aparecer como el aliado enmascarado de Aznar. A su vez, esa dinámica devuelve a IU al campo de juego, favoreciendo las tendencias que en su seno defendían una política más realista y con vocación de influir desde el Gobierno y no sólo de halagar a quienes les dicen que lo mejor para la izquierda auténtica es que gane la derecha.

11 Febrero 2000

SE ACABO LA PINZA

Luis María Anson

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La ‘pinza’ formada por el PP e IU fue decisiva para extirpar de La Moncloa en las elecciones de 1996 a Felipe González, sus bonsáis y otros cepellones. Prorrogó además su vigencia. Las dos leyes con que Cascos trató de pulverizar a Polanco en 1997 fueron aprobadas por populares y comunistas, contra la actitud de los convergentes catalanes.

Almunia ha resucitado a los comunistas que perdieron en las elecciones de junio pasado más de un millón de votos en favor del PSOE. Además, la parafernalia de los acuerdos y el alud televisivo han movilizado a las bases del PP, lo que mereció el agradecimiento expreso de Javier Arenas. Pero hay que convenir que, frente a estos factores altamente negativos para el PSOE, el líder socialista no ha actuado con atolondramiento. Su estrategia con IU ha obtenido rentabilidad contante y sonante y frutos suculentos, entre la algarabía del admirado Umbral y la renacida izquierdona.

Se puede afirmar que en el panorama político español la pinza insólita que se formó entre populares y comunistas, tiernamente cultivada por un diario madrileño, ha volado, como las golondrinas becquerianas, para no volver. Almunia ha tenido éxito en esta cuestión clave y ha resuelto lo que Felipe González no pudo hacer. El vuelo independiente perdido por Almunia en las primarias, lo ha recuperado al quebrar a picotazos la pinza que oprimía al PSOE.

Además ha conseguido que en muchas provincias los comunistas tengan la evidencia que su voto no sirve para nada. Que hay un voto útil, por encima de los estertores de la vieja política del muro y los gulag. Aún más: se prepara una sorpresa electoral para los últimos días de campaña. A lo mejor lo cuento. No será fácil que, a pesar de esa sorpresa, los socialistas dobleguen a Aznar pero la derrota de Almunia puede ser lo suficientemente corta para que, tras las elecciones, no se le pueda desmontar de la secretaría general del PSOE, dejando con un palmo de narices a algunos correligionarios – homo homini lupus – que hoy se frotan las manos ante la presentida catástrofe del candidato a la Presidencia.

Luis María Anson