15 noviembre 2008

El agresor es condenado a 15 años de prisión

Álvaro Ussía Caballero muere de una paliza propinada por el portero de discoteca Antonio Sánchez ‘Pitoño’ mientras David Sancio y David Alonso impedían que nadie lo auxiliara

Hechos

Álvaro Ussía Caballero murió asesinado el 15 de noviembre de 2008 a patadas en una discoteca de Madrid «El Balcón de Rosales».

18 Noviembre 2008

Muerte en la discoteca

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer
No se puede admitir que la brutalidad homicida se instale en las puertas de los locales de ocio

Un pequeño tropiezo dio lugar a una brutal paliza que reventó el corazón y mató a un joven de 18 años, Álvaro Ussía Caballero, en la madrugada del sábado en una céntrica discoteca de moda en Madrid. Los tres guardias de seguridad que cometieron la agresión han sido detenidos y puestos a disposición judicial. Uno de los amigos de la víctima empujó a una chica en la pista de baile, que resultó ser la novia de uno de los porteros, y éstos decidieron expulsar a los que causaron el contratiempo. Hubo discusión, golpes y, finalmente, un muerto.

Lo que resulta dramático es que no sea nada nuevo. La única diferencia, frente a los dos magrebíes que han muerto este año a manos de los responsables de seguridad de distintos locales de ocio -uno en Alcorcón y el otro en Fuenlabrada, en la Comunidad de Madrid-, es que ocurre en un local de la capital y que esta vez la víctima no es un inmigrante. Como lo fue también el ecuatoriano que murió en Barcelona en 2002, tras ser apaleado y arrojado al mar por los porteros de un local nocturno. La pregunta sigue desde entonces abierta: ¿cómo es posible que los que, supuestamente, tienen que velar por la seguridad sean los responsables de semejantes abusos?

Es tarea del Estado, tal como establece la Constitución, proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades del individuo y garantizar, al mismo tiempo, la seguridad ciudadana. La extrema dificultad de garantizar esa seguridad en grandes locales, donde miles de personas se reúnen los fines de semana para divertirse, debería obligar a las autoridades competentes a regular la letra pequeña de una actividad, la de los porteros de discoteca, que resulta imprescindible para salvaguardar el derecho de cualquier ciudadano a pasarlo bien sin que lo muelan a palos.

Establecer la formación que resulte necesaria y reivindicar la licencia que acredite su competencia, sentar de manera transparente sus funciones, fijar con claridad sus responsabilidades y las de las empresas que los contratan, regular su relación con las fuerzas de seguridad y todo un sinfín de normas de actuación son aspectos que reclaman con urgencia una reglamentación. Las instituciones del Estado tienden cada vez más a actuar bajo el brillo de los focos y a golpe de grandes escándalos. Con un reglamento riguroso y un control eficaz de su cumplimiento, es muy posible que no se hubiera tenido que lamentar ahora el comportamiento de los porteros que causaron la muerte a un joven de 18 años.

18 Noviembre 2008

Álvaro Ussía

Alfonso Ussía

Leer

Los Ussía formamos una familia corta e independiente. Todos somos parientes y nuestro árbol es común, pero las ramas nacen y crecen cada una a su aire. Álvaro es un nombre habitual entre nosotros. Tengo un hermano Álvaro, un sobrino Álvaro y un primo hermano Álvaro. Pero no conocía a quien desde ahora es también nuestro Álvaro, como todos los jóvenes, era ejercer su derecho a estar con sus amigos y divertirse.

El suceso ha sido estremecedor de una crueldad, una chulería y una brutalidad insuperables. Poco después de haber matado a Álvaro, dos de sus homicidas – probablemente calificados por el juez de asesinos – se jactaban de haber puesto en su sitio a ‘uno de esos’ que entre otras cosas son sus clientes. Sin ‘esos’ y sin lo que consumen ‘esos’ no serían contratados por los propietarios de las discotecas, que también son responsables de la salvaje agresividad de sus empleados. Y como en todas las historias reales, tristes y de un final desgarrador, se vislumbra una luz, que en este caso, ilumina a todo un tronco familiar. La reacción de la fmailia de Álvaro Ussía, que no siente deseos de venganza sino de justicia y la entereza de todos los suyos, que han cumplido con la norma de llorar su inmenso dolor en silencio y con una dignidad insuperable. «Nuestra familia tiene fuertes convicciones cristianas, y sólo queremos que se haga justicia para que otros padres no tengan que experimentar nuestra tragedia». Me he sentido orgulloso de compartir el mismo apellido y el tronco de nuestro árbol común.
Por sus amigos, que eran legión, y sus declaraciones, se intuye que Álvaro Ussía Caballero era un tipo estupendo, simpático, alegre, deportista y lleno de buenas esperanas. Además, guapo y ligón, según algunas de sus amigas. Demasiado para tres orangutanes de la selva de cemento. Y anda por ahí, ignoro si feliz con las consecuencias de su acción o apesadumbrada por los hechos, la mujer que encendió la chispa de la bestialidad. Allá ella con su conciencia, que de tenerla se me antoja negra y nubosa para toda su vida.

Los porteros que asesinaron a Álvaro – el resultado de la autopsia es devastador – sumaban ya doce denuncias por agresión. A pesar de ello los propietarios del local los mantenían en sus puestos y la empresa de seguridad a la que pertenecían no los había puesto de patitas en la calle. Se reúnen en la muerte de Álvaro muchos responsables que algo tendrán que decir o justificiar ante la Justicia. Lo que nadie duda es que hay que cambiar las normas que permiten que matones sin escrúpulos ni dominio de si mismos, sean los que hagan guardia en las puertas de las discotecas, que son lugares de diversión y esparcimiento. Los jóvenes van a esos sitios a hablar con sus amigos, a ligar, a beber y a divertirse. No a someterse al riesgo de la muerte por un empujón involuntario a una histérica.

Nuestra familia es peculiar y distante. Cristina. Nos han enseñado a perdonar y a no concederle valor alguno al rencor y la venganza. Otra cosa es la Justicia. No nos conocemos entre todos a pesar de nuestra proximidad, y ahora lo lamentamos. A la madre y hermanos de Álvaro, a sus familiares más cercanos a sus muchos amigos les mando el mayor de mis abrazos les mando el mayor de mis abrazos y los míos. El roble de las ramas independientes sigue en pie, y hoy nos pide estas palabras que dejo junto a su tronco en forma de elegía.