21 febrero 1995

Luis María Anson endurece la campaña contra el juez instructor del 'caso GAL'

ABC acusa al juez Baltasar Garzón de cobrar de los fondos reservados para irse de vacaciones al Caribe

Hechos

El 8.2.1995 el diario ABC publicó en portada que el juez de la Audiencia Nacional, D. Baltasar Garzón, había cobrado de los llamados ‘fondos reservados’.

Lecturas

08 Febrero 1995

Garzón: Vacaciones en el caribe, pagadas en parte con Fondos Reservados de Interior

Editorial (Director: Luis María Anson)

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Ahora resulta que Baltasar Garzón realizaba viajes de placer pagados con fondos que deberían haber sido destinados a la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. ABC publica hoy documentos que demuestran cómo se utilizaron fondos de Interior para pagar parte de unas vacaciones del polémico magistrado en la República Dominicana. Está claro para la opinión pública que la investigación GAL debe llevarse a cabo hasta sus últimas consecuencias, caiga quien caiga, pues en el Estado de Derecho, sólo desde la ley, sólo con la ley , se debe combatir a los que la infringen. Quienes estuvieron detrás de los GAL han tenido suerte de que la instrucción del caso haya recaído en Baltasar Garzón, un juez torpe jurídicamente y con demasiados flancos descubiertos, pues sólo hace unos meses estaba en político y era el número dos del Ministerio del Interior. Cualquier otro juez de la Audiencia Nacional hubiera resultado más eficaz que Garzón. Por otra parte, cada vez está más extendida la opinión del aprovechamiento que está haciendo el Gobierno del ‘caso GAL’ que le perjudica, pero menos que otros asuntos, para desviar la atención de aquellas cuestiones que restan votos al PSOE: el paro, la crisis económica, el desmoronamiento de la peseta, los impuestos crecientes, la inseguridad ciudadana, el despilfarro público. Los casos de corrupción como los de Roldán y Rubio, los subsisdios para la compra de votos con grave deterior para la democracia, las concesiones a Pujol y Cataluña en perjuicio del resto de los españoles. También se subraya en medios políticos responsables que la imprescindible investigación de los GAL, grupo que dejó de matar hace diez años, no debe distraer a investigación de ETA y sus encubridores que siguen matando, no a pistoleros etarras, ino a víctimas inocentes, la última de las cuales ha sido el representante de la mayoría popular en San Sebastián, Gregorio Ordoñez. Echa en falta la opinión pública que no se dediquen en Prensa, radio y televisión al menos los mismos espacios con que se atiende a los incitadores y encubridores del ‘caso GAL’ a la investigación e información sobre HErri Batasuna, Jarrai y quienes manejan los hilos de la banda mafiosa ETA.

09 Febrero 1995

La antepenúltma maniobra contra el juez Garzón

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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La acusación era estúpida. En realidad, ni siquiera era en la práctica una acusación contra el juez Garzón. Porque, si el Ministerio del Interior hubiera pagado parte de los gastos de un viaje privado del juez y no le hubiera pasado a éste la correspondiente factura, estaríamos ante un delito de malversación de fondos públicos cometido por quien estaba a cargo de ese asunto dentro del propio Ministerio: Rafael Vera. Garzón sólo puede abonar las facturas que se le presentan al cobro. Pero es que, además, el juez ha presentado las facturas que prueban que él abonó todos los gastos que hizo en ese viaje, cosa que avala también la dirección del hotel donde se alojó.

La acusación es, en efecto, una tontería. Pero lo que no es ninguna tontería es que se haya presentado a bombo y platillo precisamente en estos momentos. Quienes han filtrado y presentado de ese modo a la Prensa la historia de esa factura han obrado con evidente mala fe, tratando de dañar la imagen pública del juez.

Si esa supuesta factura no es una falsificación pura y simple, y aunque se trate sólo del fruto de un chanchullo realizado por alguien para cobrar lo que ya otro ha pagado -de hecho, aparece como «Relación de los Gastos en el Servicio de Protección al Juez Garzón Real», o sea, no de gastos suyos, sino de los policías que le acompañaban-, sólo puede proceder de un lugar: los archivos del Ministerio del Interior. ¿Cómo ha hecho el viaje desde esos archivos hasta la Redacción del diario que la ha reproducido? ¿Descendió bruscamente el volumen de los archivos sobre fondos reservados coincidiendo con el cese de Rafael Vera en la Secretaría de Estado? ¿O es tal vez ahora cuando empiezan a perderse los papeles? Ayer, el ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, en un ejercicio de escapismo abochornante, dijo que su departamento «no tiene nada que ver» en este asunto y que no piensa abrir ninguna investigación al respecto. Pero, si se trata de un documento salido de sus archivos secretos, ¿cómo puede pretender que eso no le concierne? Y, habiendo de por medio un posible delito de revelación de secretos (art. 367 del Código Penal) y otro de malversación de caudales públicos (arts. 394 y ss.), ¿no tiene curiosidad por saber si alguien de su departamento los cometió, y si fue así, quién? ¿O es que ya lo sabe y no quiere que nos enteremos los demás?

Este episodio, como ayer subrayaron Alvarez Cascos y el propio juez Garzón, no es sino una pieza más -estúpida, pero no menos estúpida que otras-, de la campaña puesta en marcha desde hace semanas para minar las posiciones de la Justicia en su intento de esclarecer quién, cómo, con qué dinero y por orden de quién cometió toda una colección de delitos, veintitantos asesinatos incluidos.

En el centro de esa campaña hay, como se demuestra una y otra vez, un hombre: Rafael Vera. Un hombre cuyo historial se está demostrando paralelo al de un buen colega suyo: Luis Roldán. Hace tres días, el ex secretario de Estado aseguró que haría público un escrito demostrando que el singular aumento patrimonial de su suegro no fue tan extraño como atípico. Hasta ahora. La locuacidad demostrada en anteriores ocasiones se ha vuelto ahora completo mutismo. Si para estas alturas no hay ya una «comisión Vera» investigando las irregularidades de su patrimonio familiar, es tan sólo en la medida en que el propio Vera ha logrado gracias a los GAL unir su futuro al del Gobierno. El mismo se lo recuerda cada tanto: «Mi caída arrastraría la del Gobierno».

No es una afirmación: es una amenaza. Y es por temor a esa amenaza por lo que el partido del Gobierno, algunos de sus presidentes autonómicos, varios ministros y muchos de sus parlamentarios están empeñados en defender a Vera, Sancristóbal y los otros, en atacar a Garzón y en descalificar el «corporativismo» del Poder judicial. Se defienden entre ellos. Es lógico: les une el mismo miedo a la verdad.

09 Febrero 1998

González tocado del ala

Consuelo Álvarez de Toledo

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Realmente, fue como una puñalada trapera dentro del más estricto respeto parlamentario. Felipe González no se lo esperaba. A ver, Rubalcaba, Gil, Moncloa toda, qué garambainas hacéis que no le habíais contado «al jefe» las últimas declaraciones de Jordi Pujol en el Financial Times. Porque, enteraos chicos, que a González lo que publique ABC se la trae floja, y más ahora que se ha convertido en el periódico de Argote y sus defendidos. Y lo que diga EL PAÍS, pues, a mandar. Y lo que sale en EL MUNDO, ya se sabe, que es furor de Pedro J. y sus locos amigos.

Pero lo del Financial Times, eso no lo puede soportar el estadista de La Moncloa. Que en ese mundo mundial de la modernidad occidental salga su Pujol del alma y diga cosas tan feas como que «González está tocado del ala», es demasiado para el cuerpo.

En pleno sudor de los alerones, después de haber escondido la cabeza como vulgar avestruz, perdidas las plumas de su soberbia de pavo real, muerta la gallina de los huevos de oro de su mayoría absoluta, percibido en sus discursos como loro de repetición, cansado de revolotear como el colibrí sobre la recuperación que nunca acaba de llegar, encerrado en su jaula de oro de La Moncloa como calandria envejecida, rodeado de pájaros, de todo tipo de pájaros de mal agüero y carroñeros, la referencia de José María Aznar a las opiniones de Jordi Pujol sobre el estado de tocamiento del ala del presidente del Gobierno era, francamente, muy dura.

De Jordi Pujol, ya se sabe lo que es un nacionalista, nunca se puede esperar lealtad. Pero que le hiciera esta jugada en vísperas de un debate que creía pactado y bien pactado, a González, veterano en tantas lides, le pilló por sorpresa. Quizá la cuestión esté en el menú que ofreció Jockey para la cumbre político-gastronómica entre Pujol y Aznar. En Jockey se come un pollito de grano deshuesado inconmensurable. Pues así quedó el presidente del Gobierno tras el Debate: para los restos, sin alas y en un puro hueso. Eso sí, todavía duro de roer.

Consuelo Álvarez de Toledo