ANTENA 3 ficha a Juan Ramón Lucas Fernández para liderar las mañanas, pero su programa es aplastado por Mª Teresa Campos (TELECINCO)

Siempre cayó bien Juan Ramón Lucas. Desde que desembarcó en la Ser, donde su sonrisa y encanto personal empapelaban los pasillos, hasta hoy, día en el que afronta un espacio llamado De buena mañana en Antena 3. Entre una imagen y otra, sin embargo, han transcurrido algo más de 16 años, ya que pese a que esa cara amable sigue siendo casi la misma, el presentador, el profesional, ha emprendido un viaje sin retorno a las antípodas, o si se quiere a las quimbambas. Al menos, tal y como está planteado actualmente su nuevo programa. Y como no quiero prolongar esta agonía, diré rápidamente lo que pienso con un ripio asonante que no tiene mayores pretensiones: De buena mañana es una castaña.

Creía sinceramente que, dada su dilatada trayectoria en informativos, Juan Ramón Lucas aportaría un espíritu más periodístico a su nueva aventura. No ha sido así. Es más, tengo incluso la sospecha de que han prevalecido otros intereses antes que los suyos a la hora de escoger los contenidos. No sólo me asiste la evidencia de lo que hasta ahora se ha visto en la pantalla. También sé, por ejemplo, que el equipo que le rodea es prácticamente el mismo que el de Alicia Senovilla la pasada temporada, lo que tampoco deja mucho margen para acometer empresas más serias y de mayor calado.

El peor problema, con todo, es que se percibe con claridad que este programa no se lo cree ni quien lo presenta. Inmerso en un decorado que es obra, al parecer, de los prestigiosos diseñadores Hansel y Gretel, a Lucas se le ahoga la voz cuando habla de Mar Flores, se pierde entre papeles cuando trata sobre la relación entre el Príncipe Felipe y Eva Sannum y hasta se ve obligado a preguntar a una pitonisa sobre su porcentaje de aciertos a fin de salvaguardarse en lo posible del ridículo. Mal asunto.Antena 3, por tanto, vuelve a estrellarse con el muro levantado en el horario matinal por María Teresa Campos (Tele 5), a quien sólo le hace falta cambiarse de peinado para dar un nuevo aire a su programa. Los datos, además, avalan este hecho, dado que Lucas ha sido prácticamente doblado en audiencia por su competidora.

Las conexiones con Matías Prats, los titulares de prensa el más sólido, la noticia de que los profesores de Religión aportan parte de su sueldo a los obispados , la encuesta telefónica o el seguimiento del juicio por el asesinato de Rocío Wanninkhof no pueden ocultar la vertiente más vulgar y oligofrénica del marujeo y la ausencia en todos los órdenes de un poco más de categoría. Y no todos los días van a derruir las Torres Gemelas para recordar viejos tiempos. Me hubiera gustado escribir algo distinto, pero en fin, Juan Ramón, qué quieres que te diga si no es hasta luego.

El magazine matinal que presenta Juan Ramón Lucas sigue, de momento, gozando de la confianza de los directivos de Antena 3. Cada semana que comienza se abre un interrogante sobre su continuidad, pero si hemos de interpretar algunos de los signos del programa de ayer, estaría bien que dejaran consolidar una alternativa que da dos horas de información y debate interesante y un apartado más rosa que debe ir encajando.

A lo largo de hora y media, interrumpido tan sólo por la conexión con las noticias que sirve Olga Viza, Lucas propició un debate con Jesús Gil en el que participaron el propio alcalde de Marbella, Cristina Almeida, Eduardo Inda y Jorge Verstrynge. A esa hora, no había una competencia entre fórmulas idénticas. En La Primera de TVE se ocupa Manuel Torreiglesias de nuestra salud, y María Teresa Campos tiene su propio argumento con mayor atención a la sociedad que a la política y un estilo más vocinglero.

La gracia del debate de Lucas reside en que, entre el interesante pero algo soso desayuno de TVE y la tertulia de María Teresa Campos, en la que se permiten bastantes alegrías en el cotilleo, él crea una fórmula intermedia en la que intenta la polémica, pero no lo hace gratuitamente.

En el debate sobre Gil invitó a Eduardo Inda, que ha investigado desde EL MUNDO todas las trapacerías de Jesús Gil; a Cristina Almeida, que ha abandonado su estilo demagógico y estuvo contundente pero sensata, y a un patético Jorge Verstrynge que cada vez que extendía la mano se encontraba con un cálido apretón de don Jesús, como si formara parte de su familia.

Verstrynge se presentó como asesor de Francisco Frutos para pasmo de propios y extraños. Parece una extravagancia que un comunista necesite los consejos de un hombre que considera a Jesús Gil un chivo expiatorio. La teoría de Verstrynge, que tiene una trayectoria de derecha a izquierda espectacular, se apuntaba a la de Mario Conde de que «el sistema» no permite que haya gente que se adentre en el campo de la política si no está arropada por los partidos que mantienen la hegemonía.

Con esas armas, poco podía hacer en contra de los argumentos de Eduardo Inda y de Cristina Almeida, que defendió la investigación periodística y la actuación de la Justicia como la única posibilidad, en democracia, de hacer frente a los abusos de Gil. Por su parte, Verstrynge arguyó que no se puede confiar en la Justicia española, cosa que podría tener sentido decir a propósito de casos menos flagrantes que el de Gil.

Por supuesto, las palabras más duras se cruzaron entre Jesús Gil y Eduardo Inda, pero tampoco faltó a la cita la concejala del PSOE de Marbella Isabel García Marcos con la que Gil tiene una relación fuerte en términos políticos y dialécticos. Lucas animó y a la vez templó un debate que dio color a la mañana.