11 septiembre 1981

Los catalanistas culpan al diario valenciano LAS PROVINCIAS de haber fomentado la animadversión contra el intelectual

Atentado terrorista en Valencia contra el intelectual Joan Fuster, partidario de que al idioma valenciano se le denomine ‘catalán’

Hechos

El 11.09.1981 la prensa informó de un atentado con bomba contra el domicilio de Joan Fuster.

Lecturas

CATALANISTAS CULPAN AL DIARIO LAS PROVINCIAS

 Desde el sectores catalanistas se acusó al periódico valencianista LAS PROVINCIAS de ser culpable del atentado por hacer campaña desde sus páginas contra los intelectuales valencianos que consideraban que a la lengua de esa comunidad había que denominarla ‘catalán’. Ese periódico por ejemplo, había sido muy crítico con el Sr. Manuel Sanchis Guarner, que también había sido víctima posteriormente de un atentado terrorista.

 El diario valenciano LAS PROVINCIAS propiedad de Dña. María Consuelo Reyna (que ocupaba el rango de Subdirectora y estaba considerada próxima a los dirigentes de UCD en Valencia, D. Fernando Abril Martorell y D. Manuel Broseta) hizo una campaña en contra de que el idioma de la comunidad valenciana se denominara ‘valenciano’ frente a los que, como el Sr. Fuster, defendían que se denominara ‘catalán’.

02 Octubre 1981

A Joan Fuster, ileso

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Y con esta ya van dos. Hace un par de años, en la calle de San José, en Sueca, los enemigos mortales de Joan Fuster le dejaron la primera bomba de aviso en la ventana. El regalo destrozó cristales, persianas, maderas y derribó estanterías con libros. Ahora, los asesinos frustrados han vuelto de madrugada con el mismo encargo. Esta vez no se trataba de un artefacto de fabricación casera, sino de algunos kilos de Goma 2 distribuidos en las rejas y programados aviesamente para que estallaran con un minuto de intervalo, con el propósito de cazar al escritor. Todo muy profesional.De pronto, Joan Fuster, al salir ileso en segunda instancia, se ha encontrado con su propia posteridad. Los enemigos ya le han rendido un homenaje a su manera, en estética perversa, una bomba es la consagración definitiva para un intelectual, la prueba de que ha llevado al hueso donde está la verdad guardada por los verdugos. Pero las bombas de Sueca también han despertado a los amigos del escritor, que se han echado a la calle para celebrar que esta vez tampoco haya muerto. Así están las cosas en el País Valenciano. Cualquiera creería que la simple erudición levanta tan bajas pasiones o que un legajo medieval es capaz de mover la dinamita.

Joan Fuster se ha impuesto el trabajo histórico de decir a los valencianos lo que son realmente, según su opinión. El mismo ya es un prototipo de una clase de gente de esa tierra. Flaco, irónico, inteligente, volteriano de café, educado en la socarronería arrocera, trabaja en la soledad de la mesa-camilla con las pestañas abrasadas por las dioptrías y sin levantarse del sillón frailero ha despertado la conciencia de un pueblo en un circuito cultural. Pero también ha destapado odios como de rosario de la aurora. Por supuesto los que le han colocado las bombas en la ventana no han leído un solo libro suyo. Todo es más simple.

En el terreno de las ideas, Joan Fuster representa una opción del pueblo valenciano, una señal de identidad, un banderín de enganche hacia una forma de entender la propia historia que, a su vez, tiene consecuencias económicas, políticas y sociales. Joan Fuster es el caso más genuino del poder de la inteligencia. He aquí cómo el trabajo de un investigador, la simple labor de esta especie de monje laico y erudito, enterrado entre códices y botellas de whisky, se abre paso a través de las cuartillas, repercute en las cabezas de una minoría de jóvenes intelectuales y se expande por círculos universitarios penetra en la guitarra de algunos cantantes y salta lenta pero forzosamente a la calle. Los partidarios de Joan Fuster se mueven por las ideas. Los enemigos de Joan Fuster han comenzado a trabajar con Goma 2. Este es el debate planteado en el País Valenciano. Aproximadamente lo de siempre.

Ahora, los amigos de Joan Fuster van a ir a la plaza de toros de Valencia a protestar cantando contra la violencia, a decirle lo mucho que se alegran de que se haya librado otra vez y a reafirmarse en sus convicciones. Después de tantos años de transición no hay más remedio que empezar de nuevo por la primera lección: el séptimo, no matar. Aunque el contrario sea más inteligente que tú.

30 Septiembre 1981

Carta abierta a Joan Fuster

Federico Jiménez Losantos

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He sabido por la prensa, señor Fuster, del atentado sufrido, creo por segunda vez, en su domicilio, parece que como represalia por las acciones de otro grupo terrorista, Terra Lliure, justamente el que hace pocos meses me secuestró y tiroteó por un delito parejo al suyo: opinar libremente acerca de la lengua, la cultura y la política.

No soy exactamente un entusiasta de sus posiciones ni tampoco le supongo fascinado por las mías. Tampoco vamos a discutirlas. Yo he afirmado en su momento lo que creía o quería, tal y como usted viene haciendo hace años. A mí me han pegado un tiro, pero no me han dado razones para cambiar de ideas. Y estoy seguro de que usted, contemplando los destrozos en su biblioteca, tampoco habrá encontrado materia suficiente que tuerza su opinión.

Hay sin embargo un hecho que añadido a lo que he ido reflexionando en este tiempo, me ha puesto en la íntima obligación de dirigirle esta carta. Y es ese movimiento de adhesiones hacia su obra o significación política, en el que, junto a personas de buena voluntad que en su día se hicieorn igualmente solidarios conmigo, me ha parecido advertir un cierto alineamiento o atrincheramiento político-cultural que me ha recordado las mismas adhesiones que de modo incondicional se me hicieron, así como la sensación de agrupar belicoso e impermeable para los que se supone están del otro lado.

En bandera

Yo creo que, pasado el momento del enojo y la rabia, a cualquier persona con un cierto sentido de la estética tiene que atragantársele el verse convertido en bandera de unos contra otros.

Y sobre ese desasosiego estético, que entre hombres de letras ha de invocarse en primer lugar, quiero llamar su atención sobre la responsabilidad política que indudablemente cae encima del que se ve convertido en símbolo de una lucha. Y que, flanqueado por sus incondicionales, movilizando un sector de opinión, inevitablemente actúa como legítimador directo o indirecto de las acciones criminales de otros grupos que añaden a las ideas que les faltan el salvajismo que les sobra.

Me preocupa en extremo esa legitimación silenciosa de los intelectuales hacia las acciones terroristas que no afectan a su grupo, sino al de la ideología contraria. Y espero que comparta conmigo el sentimiento amargo de ver cómo lo que en torno nuestro o con excusa nuestra se produce en ese atrincheramiento progresivo de dos bandos, que desgraciadamente, no son sólo de opinión.

Intelectuales

Hay quien cree que los intelectuales somos obviamente y por necesidad demócratas. Me temo que estamos lejos de obrar con el valor que la situación de nuestra democracia exigiría. Más aún, creo que tanto en Cataluña como en Valencia empieza a suceder, como en otras partes de España, donde se ha llegado a asumir o interiorizar el terrorismo como una lotería negra de la opinión, un impuesto de balas y metralla que no resulta absolutamente intolerable cobrado sobre opiniones ajenas.

Yo sé que usted entenderá mejor que nadie entenderá que, tras de haber recibido la visita del plomo o la dinamita, lo último que pretende uno es insistir en ese triste protagonismo impuesto. Pero no creo que se pueda asistir impunemente al espectáculo de manifestaciones que vitorean a héroes tales como los que me reclaman para usted otra suerte macabra.

No sé si con este espíritu de rechazo al rencor podríamos llegar a algún acuerdo sobre el respeto a la libertad y a la igualdad lingüísticas. Acaso esté usted mejor dispuesto que yo para abordar esta complicada cuestión que algunos intentan zanjar por la tremenda.

Lo que sí me parece importante es la afirmación conjunta de que a nadie y bajo ningún concepto, ni en Barcelona como a mí, ni en Valencia como a usted, se le quiera hacer pagar por sangre su pensamiento. Y que la palabra, en la lengua que sea, es la única arma legítima de toda cultura, construida en la discusión libre, que es la forma más respetuosa del diálogo.

Acaso no juzgue usted oportuno responder a esta carta. En cualquier caso, puede estar seguro de que no hay tras ella otra cosa que la reflexión en conciencia sobre una situación que, por habernos afectado de forma paralela, tal vez pudiéramos, sacando algún fruto de nuestra triste legitimidad, contribuir a evitar para otros.

Sea cual sea su actitud reciba usted mis respetos.