22 agosto 1983

La opinión pública internacional culpa al presidente Ferdinand Marcos tachándolo de "dictador"

Brutal asesinato del líder de la oposición en Filipinas, Benigno Aquino, nada más aterrizar en su país

Hechos

El 22.08.1983 murió asesinado a balazos el político filipino Benigno Aquino.

Lecturas

El líder de la oposición filipina, Benigno Aquino, ha sido asesinado hoy en el aeropuerto de Manila, al bajar del avión que le había conducido al país después de tres años de exilio en Estados Unidos.

El asesinato fue cometido frente a centenares de periodistas de todo el mundo; Aquino descendía del avión cuando comenzaron a sonar disparos y el líder de la oposición se desplomó herido de muerte.

Poco después, la policía daba muerte a un hombre armado, al que se adjudicó la autoría del atentado.

Sin embargo, periodistas japoneses que presenciaron los hechos, aseguran que han sido las fuerzas de seguridad las que dispararon contra Aquino.

Condenado a muerte en 1977, Aquino había sido puesto en libertad en 1980 por presiones de Estados Unidos sobre el presidente de Filipinas, Ferninand Marcos, al que acusan de dictador.

El asesinato del líder de la oposición ha hecho crecer las protestas contra el régimen autoritario que gobierna Filipinas.

24 Agosto 1983

El asesinato de la alternativa en Filipinas

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El asesinato de Benigno Aquino sobre el que, mucho más que una duda, planea la creciente probabilidad de que fuera dispuesto con el conocimiento de las autoridades de Manila, es un poderoso esfuerzo para que nada cambie en el archipiélago del Sudeste Asiático; para que el hombre que se presentaba como la obvia alternativa democrática a la dictadura apenas camuflada del presidente Marcos, no interfiriera con su presencia el curso de una historia que algunos quieren tener predestinada. Las declaraciones de un periodista japonés que viajaba con Aquino en el avión que a su llegada a Manila había de convertir al importante pasajero en cadáver a los pocos segundos de haber desembarcado, son tan categóricas como ominosas. Hombres uniformados dieron muerte al político liberal al tiempo que inmediatamente después acababan con la vida del que luego presentarían a la opinión pública como el presunto asesino de Aquino.Ninoy Aquino, como se le conocía, no sólo era el jefe de la oposición posible en Filipinas, sino también el hombre albergado, preparado y dispuesto en Estados Unidos para suceder, llegado el caso, a Ferdinand Marcos. Esa posibilidad, sin embargo, coexistía con otra teoría palaciega de la sucesión sostenida por parte del núcleo dirigente de Manila según la cual al final del mandato de Marcos, en 1987 -cuando tenga 70 años, si su enfermedad no le retira antes-, le sucedería su propia esposa, Imelda, tan conocida de la jet society y tan relacionada con el antiguo régimen español. El poder permanecería, entonces, celosamente guardado en el seno del grupo que lo detenta enarbolando una ley marcial que no cesa, unas cárceles y unos tribunales de actividad acelerada, una guerra civil permanente y un bloqueo de todas las libertades públicas.No faltan los análisis de la situación general en Filipinas que indican continuamente que, a pesar de la represión, y aun tomando ésta como motor, es posible en cualquier momento una insurrección y que su resultado sena imprevisible. Para Estados, Unidos, el país que colonizó Filipinas hasta 1946 y que desde entonces ha mantenido unas relaciones especialísimas con su Estado, incluyendo 33 bases militares y una ayuda económica de la que, prácticamente, vive el país, el archipiélago es una ventana se seguridad esencial en Asia, una zona acotada que ha rendido ya servicios incalculables en todos los revueltos años de posguerra. La sucesión de Marcos y su grupo por alguien que pudiera, por lo menos durante algún tiempo, reducir las estructuras feudales y el sistema de terror de Estado y dar una apariencia de democracia al país parecía fundamental desde hacía tiempo. Benigno Aquino, jefe del Movimiento del Poder Popular (Laban), hombre de una tenacidad extraordinaria en toda una vida política que le ha mantenido muchos años en la cárcel antes de enviarle al exilio a Estados Unidos y de un valor tan demostrado como en el acto de su propio regreso -durante el viaje advirtió a los cámaras de televisión que se dieran prisa en filmarle al llegar a tierra o si no sería demasiado tarde, y se puso un chaleco antibalas al descender del avión-, era un hombre utilizable para la transición, porque sería recibido como un salvador viniendo después de Marcos, escuchado por los elementos más extremistas y capaz de implantar unos ciertos valores parlamentarios. Esta condición de alternativa única ha hecho que sus enemigos no dudaran, en efecto, ni un solo segundo en acabar con su vida.

Se va a oscurecer, ya se está oscureciendo, la información y la investigación de, su muerte, en la que el presidente Marcos quiere involucrar con el típico recurso al espantajo de siempre a los comunistas. En definitiva, puede tratarse de una operación que sirva, al mismo tiempo, para una nueva represión gubernamental de grupos políticos a los que se pretenda acusar. Sea cual fuere la versión de Estado de este crimen, a la que, no hay que dar necesariamente demasiada verosimilitud, la oposición y los millares de personas que han desfilado llorando ante el cadáver del desafortunado Aquino, acusan directamente al presidente Marcos y a su esposa y presunta sucesora. Y anuncian ya un movimiento de reacción que podría precipitar, precisamente, esa conmoción generalizada que se trata de evitar.

Puede, sin embargo, que al presidente Marcos le que den suficientes fuerzas -y suficientes personajes comprometidos en el régimen y en su dinero- como para ,ahogar cualquier movimiento revolucionario, y que los mismos Estados Unidos no vacilaran, en ese caso, en prestarle ayuda con tal de que no se perdiera Filipinas para sus necesidades estratégicas. El presidente Rea gan, por su parte, no se ha mostrado todavía sensible a las bienintencionadas presiones de medios liberales norteamericanos que pretenden que suspenda su proyecta do víaje a Filipinas para noviembre próximo, mientras que el Departamento de Estado, al condenar el asesinato severamente, no deja traslucir la menor sospecha acerca de quienes puedan ser los asesinos, sino que se limita a desear al Gobierno filipino un pronto esclarecimiento de los hechos.

Los hechos, sin embargo, con la insobornable tozudez de la realidad, se van a esclarecer por sí mismos. O bien el régimen de Marcos inicia algún tipo de deslizamiento hacia fórmulas de gobierno menos represivas, no digamos ya democráticas, que puedan descongestionarla tensa situación política, que, desde otro punto de vista trataba de desbloquear el regreso de Aquino, o la agitación popular sólo serácanalizable con el incremento de la re presión. Las soluciones de Orden Público no pueden sustituir indefinidamente a las de tipo político, ni siquiera en medios tan naturalmente violentos como el de muchas naciones en subdesarrollo. Marcos ha despreciado la mano tendida de su jefe de la oposición in pectore. Esa mano ahora, testigo entregado en forma de cadáver al pueblo filipino, puede cerrarse un día hasta convertirse en puño.

24 Agosto 1983

La muerte tiene un precio

Fernando Pastrano

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En el mismo instante en que un dictador comete: el error de dejar de desconfiar en sus allegados comienza a cavarse su propia tumba. Esto es lo que le acaba de suceder al presidente de Filipinas, Ferdinand E. Marcos. Flaco servicio le han hecho quienes desde dentro o fuera del país le hayan soplado al oído que lo mejor para acabar con su máximo y, hoy por hoy, único rival político, Benigno S. Aquino, era terminar físicamente con su persona.

Porque Marcos es, sin duda, culpable directa o indirectamente de la muerte de Aquino. Directamente, si fueron sus órdenes las que apretaron sus órdenes las que apretaron el gatillo del asesino; indirectamente, si no fue capaz o no quiso desplegar un mínimo aparato de seguridad suficiente para proteger en el aeropuerto la vida de tan destacado huesed.

Reagan, que se ha unido a la campaña internacional de condena del atentado que, curiosamente, ha encabezado el propio Marcos, manteine su deseo de viajar en noviembre a Filipinas. A los iniciales asuntos a tratar, tales como las bases estadounidenses en el archipiélago o la penetración soviética en el pacífico, se unirá ahora la espinosa cuestión de la democratización del régimen de Manila, agravada por los sucesos del domingo.

Marcos, conscientemente o no, acaba de permitir la desaparición de su recambio político, el único recambio – liberal y moderado – válido para las Filipinas de nuestros días.

Todo error tiene un precio, y Marcos va a tener que pagar más temprano que tarde el asesinato de Aquino.

23 Septiembre 1983

Las campanas de Manila

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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OTRA DICTADURA que no sabe cómo desprenderse de sí misma. Marcos, cuya policía mató a 11 personas en las manifestaciones que pedían su dimisión el miércoles, habló el jueves para anunciar que aumentaría su represión y regresaría a la ley marcial: repite a Pinochet. Marcos gobierna hace 12 años, y centró su campaña en la fundación de una nueva sociedad, hoy, esa sociedad sólo puede emplear al 25% de la.población activa, el 90% de los salarios está por debajo de los 100 dólares mensuales, y las gentes se matan, de hecho, por un puesto de trabajo. En Marcos se persontifica el hambre. Y las secuelas del hambre: la corrupción de la primera familia y del grupo que la rodea, las luchas tribales y religiosas, la dependencia de Estados Unidos, cuyas bases en ese punto determinante de Asia son primordiales para sus intereses.Hay un nudo continuo de conspiraciones y contraconspiraciones. Aun antes del asesinato de Benigno Aquino, en agosto, se descubría.ya la operación Perro Loca (Mad Dog), para matar a los principales enemigos del régimen, incluyendo los moderados. Moderado era Ninoy Aquino, y en él se centraba la salida de una opción centro, patrocinada en gran medida por Estados Unidos y que hubiera podido cuajar en las elecciones parlamentarias del año próximo. El asesinato de Ninoy ha dejado la vía expedita para los militares quequieren suceder a Marcos.

El centrismo parece desmoronado sin su líder. Diosdado Macapagal, que ahora reaparece -fue presidente hasta 1969, y es un anciano-, no tiene más oportunidades que las de añadir su antiguo prestigio a la campaña de la oposición. El movimiento United Nationalist Democratic Organization (UNIDO, siglas elegidas por su valor en español) favorece las manifestaciones de masas, pero no quiere que vayan más allá de lo posible. El partido comunista está notablemente inquieto también: teme que se produzca una situación militar, que se vaya a unas matanzas en las que sus militantes serían las primeras víctimas y que desharían por mucho tiempo la posibilidad de una normalización. Reagan ha visto trastocarse todos sus planes de futuro en la zona, de extrema importancia para la seguridad norteamericana. Un militar que podría hacerse cargo de la situadón es Fabián Ver, actual jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor. El rumor le hace sospechoso directo de la muerte de Aquino. Por eso otros señalan a Juan Ponce Enrile, actual ministro de Defensa.

Uno y otro, -sobre todo Ver- favorecerían la sucesión de Imelda Marcos. El presidente dictador, Ferdinand Marcos, padece una disfunción renal que le,condena, por lo menos, al retiro. El ejemplo de Perón con Isabelita podía ser aprovechado. Pero Imelda declaró el 19 -dos días antes de la manifestación que acabó en sangre- queirenunciaría a la política en 1984, y que lo que quiere es marcharse. Razones: su sensibilidad humana y el haber advertido «que no tiene credibilidad». Es extraño que haya esperado hasta estas fechas, después de la larga experiencia de tragedia que ha presidido como consorte activa. Pero algo le recuerda ahora todos los días esa condición de acusada: ese mismo día 19, a mediodía, doblaron las campanas de todas las iglesias de Manila. Todos los días a esa hora tocan 21 veces, la misma cifra del día en que fue asesinado Aquino. Puede ser una pesadilla para un asesino católico. La orden la ha dado el cardenal Jaime Sin, que marcó claramente su distanciamiento del régimen y su acusación al negarse a formar parte de la comisión de encuesta formada por Marcos para esclarecer el asesinato.

La vía propuesta ahora por los moderados para atajar el problema es la de la constitución de un Gobierno provisional de civiles, la dimisión de Marcos y la preparación libre de las elecciones del año próximo. El poder no acepta. La dictadura no sabe disolverse a sí misma, tiene demasiado miedo. Prefiere el estallido: sigue creyendo que las annas son suyas y que ése es el terreno en el que tiene más posibilidades.