8 mayo 2002

Se confirma la decisión de Telefónica de retirarse de los medios de comunicación, el Gobierno busca nuevo comprador para ANTENA 3 y ONDA CERO

CANAL SATÉLITE DIGITAL (de PRISA) absorbe VÍA DIGITAL (de Telefónica), creando DIGITAL PLUS, única TV de pago

Hechos

El 8.5.2002 VÍA DIGITAL y CANAL SATÉLITE DIGITAL anunciaron su fusión creando DIGITAL PLUS.

Lecturas

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En mayo de 2002 se producía la defunción oficial de parte del proyecto del Sr. Villalonga y el Sr. García con la absorción de la Vía Digital de Telefónica por Canal Satélite Digital del Imperio. Con el apretón de manos entre don Jesús Polanco y don César Alierta se ponía fin a la “guerra digital”. Telefónica pasaría a ser socia en un 23% de Sogecable. Vía Digital había supuesta una auténtica sangria económica, “no podíamos seguir soportando pérdidas de 420 millones al año” aseguró un directivo de Telefónica en EL MUNDO. Canal Satélite Digital, pasaba a ser la única plataforma digital española.

El Sr. García arrepentido por de haber abandonado la COPE tiene muy claro quién fue el culpable de aquel fracaso: “Es el culpable directo de que todo ese invento que hicimos se haya venido abajo”.  

10 Mayo 2002

POLANCO MUEVE FICHA Y GANA

Luis María Anson

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Conviene no olvidar que el pulso no se libraba en el fondo con Telefónica sino con el Gobierno del PP. Y Polanco lo ha ganado. Polanco ha derrotado a un Gobierno con mayoría absoluta.

Maquillaje paritarios aparta, Jesús de Polanco ha ganado la partida. Se queda con el monopolio de la televisión de pago, se queda con el monopolio del fútbol, se queda con los informativos de la nueva plataforma para ejercer desde ellos la influencia política. El pez chico de PRISA, aunque es necesario reconocer la habilidad con que se ha movido Luis Abril, se ha merendado al pez grande de Telefónica. El Gobierno, con mayoría absoluta, perdió un periódico emblemático y pierde ahora la plataforma digital. ¿Explicación? Reflexionen ustedes un poco en la carrera por la sucesión de Aznar y comprenderán lo que ha ocurrido.

Emilio Azcárraga me dijo en 1996 que sólo era posible el negocio si se fusionaban las dos plataformas. Mientras presidí Televisa España abogué siempre por esa fusión. Pero, naturalmente, en aquella época estaba planteada en igualdad de condiciones. Ahora se ha producido la absorción. Se ha cedido al certero Polanco el gran negocio del monopolio. Dentro de unos años, muy pocos, el grupo que representa el magnate de los medios dispondrá todos los años de bolsas crecientes de beneficios para poner en marcha periódicos, emisoras y televisiones o para comprar lo que exista. “No está tan lejos el día en que PRISA compre la empresa editora de EL MUNDO”, decía ayer con sorna un dirigente del grupo. El fantasma del ciudadano Kane ha hecho sonar otra vez sus cadenas en las redacciones de España.

Luis María Anson

10 Mayo 2002

La fuerza de la lógica

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El acuerdo de las dos plataformas de televisión de pago, Canal Satélite Digital, del Grupo Sogecable, y Vía Digital, de Telefónica, supone el triunfo de la lógica económica y empresarial sobre el modelo intervencionista que quiso imponer el Gobierno de Aznar. Nadie puede obligar a una empresa privada a perder indefinidamente miles de millones. Por ello es de resaltar la decisión del presidente de Telefónica, César Alierta, de anteponer los derechos de los accionistas a cualquier interés político exterior a la compañía misma.

La evidencia ha demostrado la inviabilidad del modelo teórico del Gobierno para las televisiones digitales. De las tres principales ofertas previstas en la pizarra, una, Quiero TV, está en liquidación; y las otras dos, que ahora se fusionan, venían soportando importantes pérdidas, sobre todo la que lidera Telefónica. Cabían dos opciones: que una de las dos empresas quebrase, de forma que la superviviente se quedase con todo el mercado, o unir los esfuerzos de ambas. La segunda opción era la más racional: evita situaciones traumáticas y permite defender mejor los derechos de los abonados.

Los problemas de la televisión digital no afectan sólo a España. En Alemania y el Reino Unido han suspendido pagos el grupo Kirch y la compañía ITV, respectivamente; en Italia se han fusionado Telepiú y Stream, en una operación pendiente de aprobación por la Comisión Europea. Las dos plataformas españolas han reaccionado a tiempo y por eso sorprende la reacción sumaria del ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos: ‘Si los monopolios públicos son rechazables, los monopolios privados son insufribles’. Fue el propio Cascos quien, en enero de 1997, indicó que ‘el mercado audiovisual español aconseja el desarrollo de una plataforma única’, aunque sin duda debía referirse a la que él patrocinaba desde el Gobierno. El modelo de crear un marco artificial de competencia sobre la base de mantener en pérdidas a las empresas es una fantasía inviable. Y así lo han entendido los inversores, que ayer saludaron el anuncio de fusión con una fuerte revalorización en Bolsa.

La apelación de Cascos al monopolio es, por tanto, mera retórica. La fusión deja a una sola empresa en el mercado de televisión de pago, pero no existe monopolio de iure, puesto que no está limitada la concurrencia. Nada impide que otra empresa invierta para ofrecer nuevos contenidos. El mercado televisivo tampoco es un espacio cerrado; las ofertas por satélite fluyen libremente. El pluralismo de la oferta es el bien mayor que debe protegerse en la operación y no puede argumentarse que la fusión reduce ese pluralismo cuando los hogares españoles reciben diariamente multitud de ofertas de televisión por satélite, dos cadenas públicas, varias autonómicas y locales y otras dos privadas, además de los numerosos canales de cable, cuando las propias plataformas ofrecen programaciones diferentes y plurales, imposibles de identificar con una única posición ideológica.

Las autoridades de competencia, en España y en Europa, deben examinar la operación hasta el mínimo detalle; y deberían ser las autoridades europeas quienes establecieran las condiciones en las que la fusión es compatible con la transparencia del mercado y el respeto al derecho de los abonados. El acuerdo, en definitiva, si es bien instrumentado, irá en beneficio de todos, incluido el pluralismo de la oferta.

10 Mayo 2002

Ordago a la grande contra un compromiso esencial de Aznar con sus votantes

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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A la cuarta va la vencida. Jesús Polanco está a punto de hacer realidad su viejo anhelo de controlar la televisión de pago en España, que César Alierta le ha puesto en bandeja al aceptar la absorción de Vía Digital por Sogecable en condiciones absolutamente favorables para el propietario de Prisa y aportando además 575 millones de euros (95.000 millones de pesetas) para el saneamiento de su filial.

Sería un error interpretar el acuerdo suscrito entre Polanco y Alierta como la penúltima batalla de las guerras mediáticas que tan arraigadas están en nuestro país o tan sólo como una astuta operación de Telefónica para desprenderse de una empresa con pérdidas astronómicas. Es mucho más que eso. El pacto de anteayer se inscribe en el imparable proceso de acumulación de poder de un grupo periodístico que sueña con ser un monopolio informativo en este país. La cuestión es, por ello, qué va a hacer el Gobierno. Si va a cerrar los ojos ante una política de hechos consumados o va a reaccionar en defensa de la competencia y la pluralidad en los medios, como hizo a finales de 1996.

Tiene mucha razón Alvarez Cascos, el único ministro que se atrevió ayer a pronunciarse sin ambigüedades sobre la operación, cuando afirma que los «monopolios públicos son rechazables y los privados son insufribles». Tras la quiebra de Quiero TV y la absorción de Vía Digital, Polanco ha logrado hacerse no sólo con el monopolio de la televisión de pago sino además con el de los derechos del fútbol, un objetivo que ya estuvo a punto de lograr hace seis años merced al Pacto de Nochebuena con el fallecido Antonio Asensio.

Cascos pronosticó ayer que la fusión de estas dos empresas acabará como la de Endesa e Iberdrola, que fracasó por las duras condiciones impuestas por el Servicio de Defensa de la Competencia y por el Consejo de Ministros. No hay duda que así sería si el Gobierno y el PP adoptaran respecto a esta operación el mismo criterio que mantenían al inicio de la primera legislatura.

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Un giro de 180 grados

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Pero algunos dirigentes del PP ya no sólo no piensan lo mismo, sino que dicen lo contrario. Ana Mato, miembro de la dirección del partido, insinuó ayer que el Gobierno no pondrá obstáculos a la unión de estas dos empresas si no hay un perjuicio para los usuarios. Hace seis años, cuando Sogecable y Telefónica anunciaron la creación de Cablevisión, Mato habló de «monopolio de hecho», «favor político de González a Polanco» e «ilegalidad contra el pluralismo informativo». Hay encrucijadas en las que un gobernante no tiene más remedio que pronunciarse y de ahí que resulte también decepcionante el escapismo del vicepresidente Rajoy, que declaró ayer que se trata de un acuerdo privado que entra en la esfera de «la responsabilidad de las empresas», fingiendo ignorar que el pacto tiene graves consecuencias para los derechos y libertades de todos los ciudadanos.

Así lo entendió Aznar en 1996 cuando se opuso firmemente al acuerdo entre Telefónica y Sogecable para crear Cablevisión, a cuyo nacimiento dio luz verde el último Consejo de Ministros presidido por González.Aquél fue el primero de los cuatro intentos de Jesús Polanco de hacerse con el monopolio de la televisión de pago en España.No lo consiguió porque el nuevo Gobierno, con el mismo criterio que la Comisión Europea, consideró que la compañía vulneraba las leyes de la competencia. La firme actitud de Aznar, antes y después de ganar en las urnas, indignó a El País, que llegó a proponer un Gobierno de gestión presidido por Ruiz-Gallardón, como si las elecciones jamás hubieran tenido lugar.

Ya hemos aludido al segundo y más sonado intento: el Pacto de Nochebuena, por el que Polanco se hizo con el control de los derechos del fútbol, clave para el éxito de una televisión de pago. El propietario de Prisa minusvaloró entonces la capacidad de reacción del Gobierno, que puso en marcha una serie de iniciativas legislativas como el decreto sobre descodificadores y la ley de Transmisiones Deportivas para frenar a Polanco. Este reaccionó nuevamente con otro editorial de su periódico en el que tachaba de «nazi» y «fascista» a Aznar.

La tercera tentativa de hacerse con el monopolio de la televisión de pago estuvo cerca de prosperar. Fue el famoso «Pacto de Valdemorillo» con Juan Villalonga, que quedó roto por las divergencias sobre su interpretación. Las condiciones logradas por Telefónica eran entonces mucho mejores que las de ahora.

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El cuarto intento

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Y el cuarto y último intento es el acuerdo suscrito anteayer, en el que, dicho de forma gráfica, el pez chico se come al grande.Alvarez Cascos habló ayer de «altruismo» de César Alierta y no le falta razón porque Telefónica cede el control de un negocio estratégico a un competidor sin unas contrapartidas claras.

Es cierto que las pérdidas de Vía Digital iban a situarse este año por encima de los 80.000 millones de pesetas, pero la situación de Sogecable, con su cotización bursátil bajo mínimos, tampoco era nada favorable. La fusión era tan necesaria para unos como para otros. Y Telefónica, cuyos beneficios brutos superan la facturación del grupo Prisa, tiene capacidad financiera más que sobrada para haber aguantado el envite de Polanco.

No es cierto, en cambio, el argumento de que la fusión era inevitable porque no hay negocio para dos plataformas de pago. Las pérdidas que soportan Sogecable y Vía Digital son la consecuencia de una política faraónica de inversiones y de una gestión sin los pies en el suelo.

Que el brusco aterrizaje a la realidad del mercado se produzca ahora a costa de Telefónica no deja de producir extrañeza. La explicación de ese «altruismo» al que hacía mención Cascos tal vez se pueda encontrar en las propias circunstancias personales de César Alierta, que encontró un valioso apoyo en el grupo Prisa cuando este periódico informó sobre las afortunadas inversiones en Bolsa de su sobrino.

Telefónica, con el enorme poder que le confiere el ser el mayor anunciante del país, logró entonces el silencio, cuando no la connivencia, de la gran mayoría de los medios de este país. Tal vez en esta ocasión, la reacción sea la misma. Pero, por muy poderosos que sean Alierta y Polanco, no van a lograr que este periódico calle sobre la amenaza para la libertad y la competencia que supone esta operación.

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Tres objeciones insalvables

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La fusión supone, en primer lugar, una concentración de poder sin precedentes en las manos de un solo empresario: Jesús Polanco, propietario de periódicos, cadenas de radio y televisión, productoras, editoras, librerías y negocios de material educativo y didáctico.Polanco es, de lejos, el ciudadano más poderoso de este país y el único capaz de desestabilizar un Gobierno si percibe una amenaza contra sus intereses.

En segundo lugar, la operación no sólo facilita a Polanco el monopolio de la televisión de pago sino además la propiedad de todos los derechos de los equipos de fútbol profesional en España, incluidos el Real Madrid y el Barcelona. A partir de ahora, Prisa tendrá un formidable instrumento de control de los clubes, cuyos ingresos dependen en buena medida de los derechos de televisión.Y ello por no hablar de los peligros de adulteración de la competición que existen cuando hay tanto poder en tan pocas manos.

Y, en tercer lugar, Polanco carece a partir de ahora de traba alguna para imponer los precios de compra a sus suministradores, para subir o bajar las tarifas a los abonados a su antojo, para imponer sus descodificadores y, en suma, para hacer lo que le venga en gana, ya que no va a tener competencia alguna. Difícilmente se va a resistir a repetir lo que ya ha venido haciendo muchos años en Canal Plus: pagar mal, cobrar mucho y ofrecer muy poco.

En este contexto, no pueden resultar más chocantes las declaraciones de José Blanco, número dos del PSOE, que afirmó ayer que la fusión es «la solución a un problema creado por el PP». No resulta demasiado serio que un partido que ha estado criticando al Gobierno por favorecer oligopolios en los sectores de la energía y las telecomunicaciones, defienda ahora con entusiasmo la creación de un monopolio privado en los medios de comunicación.

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La doctrina del Gobierno

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Jesús Polanco se frota hoy las manos con un acuerdo con el que no podía soñar hace unos pocos meses. Pero la fusión de las dos empresas debe ser ahora examinada por el Servicio de Defensa de la Competencia y, posteriormente, aprobada por el Consejo de Ministros.

Hace un par de años, Telefónica y el BBVA llegaron a un acuerdo para hacer negocios conjuntos en Internet y banca electrónica.El Gobierno impuso tan duras condiciones a aquel pacto que sus promotores desistieron de seguir adelante, como les sucedió a Endesa e Iberdrola. De mantenerse los mismos criterios que entonces, Polanco estaría obligado a vender Canal Plus o Telefónica a desprenderse de Antena 3, ya que sería incompatible ser socios en el monopolio de la televisión de pago y, a la vez, accionistas de referencia de dos sociedades concesionarias de televisión privada. Lo mismo sucede en el terreno de la radio.

La pelota está ahora en el tejado del Gobierno y, tal vez, de la Comisión Europea, que ya se opuso a la alianza en Alemania de Berstelmann, el mayor grupo editorial, con Deutsche Telekom, al entender que la unión de un gran proveedor de contenidos con el monopolio telefónico era una amenaza para el resto del sector.La fusión de Telepiú, de Vivendi, con Stream, controlada por Murdoch, fue vetada por la autoridad antimonopolio en Italia al considerar que vulneraba las leyes de la competencia.

Y la pelota también está del lado de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que debería investigar por qué se multiplicó por cinco el volumen habitual de transacciones de los títulos de Sogecable el mismo día en que se firmaba el acuerdo.Alguien se ha enriquecido con información confidencial. No es la primera vez que ello sucede y tampoco sería la primera en que la CNMV mira para otra parte.

Aznar, consecuente con el programa del PP de 1996 de lucha contra los monopolios, ya ha demostrado en más de una ocasión que no le tiembla el pulso a la hora de defender los derechos de los consumidores y de enfrentarse a los grandes poderes económicos.No dudó en hacerlo en una fusión como la de Endesa e Iberdrola, impulsada desde el propio Gobierno según los medios de Prisa, a la que impuso drásticas condiciones que aconsejaron a sus gestores deshacer la operación.

¿Consultaron Alierta y Polanco a Aznar antes de cerrar la fusión? ¿Lo hicieron con Rato u otro miembro del Gobierno? ¿Tienen alguna promesa de que el Ejecutivo será benevolente con la operación? Las preguntas quedan en el aire, pero, como dice el refrán, obras son amores. Al Gobierno se le juzgará no por lo que diga sino por lo que haga ante esta fusión, que es un órdago a la grande de Polanco.

No es una casualidad probablemente que el acuerdo fuera anunciado anteayer media hora después de la resolución del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre el juez Gómez de Liaño. Polanco podía haber demorado hasta el día siguiente la firma de la fusión, pero no lo hizo. Quería desquitarse de la humillación que para él ha supuesto que Liaño pueda volver a vestir la toga. Y quería hacer una exhibición pública de su poder.

Polanco ya ha demostrado el respeto que le merecen los Gobiernos elegidos democráticamente cuando sus intereses se ven amenazados o coartados. Quiéralo o no, Aznar se ve ahora en la tesitura de consentir esta fusión o defender los principios de la pluralidad y la libre competencia. Dicho con otras palabras, el presidente del Gobierno se enfrenta al crudo dilema de acabar su mandato con un Polanco más poderoso y una sociedad menos plural que en 1996 o refrendar uno de sus más esenciales compromisos electorales y ser coherente con las mismas convicciones que le han llevado a renunciar a seguir en el poder.

10 Mayo 2002

Polanco sobre Aznar

Federico Jiménez Losantos

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Ni siquiera el día en que Polanco ha conseguido finalmente el monopolio del fútbol y de la televisión de pago en España con permiso de Bruselas, si llegara a producirse , ni siquiera en esa jornada que marca su triunfo contra Aznar en la parte de sus infinitos negocios que más le preocupaba, ni siquiera cuando su reforzada situación de hombre más poderoso de España ha quedado plasmada en las cabeceras de todos los periódicos, además de en los suyos, con esa foto triunfal para la que ni siquiera ha tenido que echarse al agua, tal que Fraga en Palomares o Mao en el Yang tse Kiang, como el caluroso día que pactó la Plataplof con Villalonga en la piscina de Valdemorillo; ni en esa jornada de apoteosis ha tenido don Jesús un breve y displicente gesto de disculpa, no digamos ya de perdón o de piedad, hacia su víctima favorita: Javier Gómez de Liaño. Dos editoriales, dos, lleva perpetrados su prestigioso libelo contra el juez. Pero ojo con según qué armas, que las carga el diablo. Toda esa argumentación sobre los antecedentes penales podrá ser usada debería serlo contra el verdugo mayor de Liaño, el innombrable Tecucigalpa.Para antecedentes fiscales, judiciales, académicos y penales, los del ejecutor de la venganza polanquiana. ¿Cuándo sabremos a qué país sirve y a qué Fisco no paga? ¿Cuándo iniciará el Constitucional el proceso de rehabilitación completa de Liaño y cuándo podremos abrir el proceso por presunta prevaricación de los que condenaron de forma tan clamorosamente injusta a Liaño? Con el argumentario clementino o praderil de los dos editoriales paiseros sobre los antecedentes penales de cierto juez, no el que ellos dicen, hay material más que de sobra para empezar y para terminar una causa no general pero amplísima, desde las alcantarillas de las mafias peronistas hasta el generalato levantisco de Cámpora. Y más.

La cuestión de fondo es la misma que en la de la Nochebuena del 96 y la del invierno del 95, cuando Polanco lo intentó con Cándido al frente de Telefónica y Aznar se lo impidió. Que un empresario quiera ser el dueño, es decir, el amo de todo, es normal. Lo grave es que el Gobierno le deje. O lo aplauda. ¿Alguien recuerda todo lo que dijo Aznar desde 1989 contra el despilfarro de la televisión pública, la competencia desleal con las privadas y el trato de favor a los medios de comunicación favorables al Gobierno y la indeseable concentración de poder en una mano? Convendrá recordarlo.

14 Noviembre 2002

Unica condición

Federico Jiménez Losantos

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Eso de las condiciones que dicen que le han puesto a Polanco para absorber a Vía Digital me hace mucha gracia. Bueno, maldita la gracia que me hace, pero mucha. La única condición, previa a todas las demás, que hay que ponerle a Polanco es que se avenga a cumplir alguna. Y como el pasado y el presente demuestran que jamás lo ha hecho, que nunca ha cumplido lo que la legalidad o el Gobierno manden porque cree estar y está por encima de la ley, cabe temer que en el futuro va a hacer lo mismo mientras le dejen, y la clamorosa prevaricación acumulada del antenicidio prueba que le dejarán. Tonto sería de no aprovecharse. Y tonto, lo que se dice tonto, no es.

Se dice, por ejemplo, que la Nueva Sogecable deberá compartir contenidos, sobre todo fútbol y cine, con la competencia, mayormente las compañías de cable. Bien. Pero también se sabe que hace dos años que Polanco debería haber puesto a la venta las sesenta emisoras de Antena 3 y no lo ha hecho. Ni aunque el Tribunal Supremo se lo haya ordenado y después le haya ordenado al Gobierno que le obligue a cumplir la sentencia. No lo hace y el Gobierno le deja que no lo haga. ¿Por qué pensar que ahora será diferente? ¿Va a cambiar Polanco? No. ¿Va a cambiar el Gobierno? Tampoco.¿Por qué extraña razón debemos suponer entonces que, esta vez, Prisa sí va a obedecer? Dirá o hará como que obedece, pero en la práctica hará lo que le dé la gana. Otra cosa es que, a diferencia de lo que ocurre con Telefónica, que quiere salirse de los medios cuanto antes, los cableros se empeñen en entrar y en disputarle legalmente las películas y el fútbol a Sogecable y hasta determinados servicios tecnológicos a Telefónica. Como no hay peor cuña que la de la misma madera, Eugenio Galdón puede hacerle la vida a su antiguo patrón un poco menos amable de lo que tiene por costumbre.Pero incluso si no están muy encima, Polanco los colocará de nuevo a todos boca abajo. Bueno es el Don.

Cuanto más se mira, más pasmosa y espeluznante resulta esta operación de ayuda financiera y caución monopolista por parte de Aznar al gran enemigo de la derecha política española, que además -Arzalluz y González mediante- lo es también de la España constitucional.Y, por favor, no nos vengan con que Polanco era millonario con Franco, su señora lo mismo y Juan Luis becario del régimen; también Fidel Castro era alumno de los jesuitas, hijo de propietario español y lector de José Antonio Primo de Rivera. Por sus hechos, no por sus antecedentes, los conoceréis. Pero es que en el caso de Polanco, sus antecedentes son sus hechos. Y los hechos demuestran que no admite condiciones sino que las pone. A Gallardón no le parecen mal. A Ana Botella, tampoco. ¿Y a Aznar? A la vista está.

30 Noviembre 2002

Más intervencionismo

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El Gobierno hizo público ayer un catálogo de 34 condiciones para autorizar la operación de concentración entre Vía Digital y Sogecable (esta última, participada por el Grupo PRISA, editor de este periódico). Sin prejuzgar la decisión que adopten las compañías afectadas en defensa de sus legítimos intereses, hay que destacar que el texto gubernamental impone una panoplia de condiciones exorbitantes por su cuantía y detalle y rezuma intervencionismo en todo su articulado. Un intervencionismo que tiende a convertir a la televisión de pago en un sector tan regulado o más que los sometidos a tarifa, como la electricidad o el gas; que impone a empresas privadas condiciones propias de compañías públicas o de titulares de una concesión del Estado, y que, en suma, pone entre interrogantes el liberalismo que predica el Ejecutivo.

Cuando el Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC) dictó sus diez condiciones para la fusión, el ministro del ramo tecnológico, Josep Piqué, no dudó en reputarlas de «muy duras». Y mientras distintas fuentes gubernamentales aseguraban que, de acuerdo con la tradición, el Gobierno no haría otra cosa que convertirlas en doctrina, lo que a la hora de la verdad ha hecho es multiplicarlas. Como los panes y los peces, las diez condiciones se han convertido en 34.

Al ya duro catálogo del TDC, que se supone elaborado para garantizar la apertura del mercado a otros operadores y evitar perjuicios indebidos a los consumidores, se le agregaron todas las limitaciones imaginadas y por imaginar: las de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), las alegaciones de la competencia (el sector del cable), los apuntes de las asociaciones de consumidores, etc.

Tal afán sumatorio es difícilmente compatible con la necesidad de encauzar la televisión digital por parámetros de solvencia empresarial y fortaleza competitiva en un marco europeo. Lo cierto es que se ha engendrado un modelo caracterizado por un régimen de tarifas reguladas, una desmedida discrecionalidad en las competencias de vigilancia atribuidas a la Administración, y por la consiguiente reducción al mínimo del margen de maniobra de empresas al fin y al cabo privadas en un sector que se suponía liberalizado.

Para ilustrar las anteriores conclusiones basten tres ejemplos, a simple título indicativo. Uno es el sistema de fijación de precios del servicio, que deberá ser «determinado anualmente» por el Servicio de Defensa de la Competencia, una mera dependencia del Ministerio de Economía, previo informe de la CMT. Otro es el extremo casuismo con el que se pretende regular la oferta de la plataforma resultante, de manera que se prohíbe la venta de paquetes a terceros operadores cuando la compra a las grandes distribuidoras se realiza a través de paquetes formados por productos de desigual calidad. Y el tercero es la prohibición taxativa a los accionistas de referencia de Sogecable de establecer acuerdos estratégicos con cualquier compañía del Grupo Telefónica en el ámbito de medios de comunicación distintos a la televisión de pago y a la operación de concentración que se contempla.

El Gobierno ha exorbitado las condiciones específicas que deberían asegurar la apertura del mercado a terceros competidores y garantizar la defensa del consumidor. Al concebir la plataforma resultante como una mera autopista tutelada por sus servicios, como si se tratase de una compañía pública o de una concesionaria, le ha impuesto exigencias que olvidan la esencia de la operación: una fusión entre empresas privadas.

El Análisis

¿UN REGALO ENVENENADO?

JF Lamata

Un consejero de Sogecable me comentó una vez que tal vez el Gobierno al autorizar la absorción de VÍA DIGITAL por CANAL SATÉLITE DIGITAL de Sogecable estaba haciendo un regalo envenenado a Sogecable, porque junto con VÍA DIGITAL venían todas sus deudas, que eran un elevado cargo que costaría caro a las arcas del Grupo PRISA.

Sin embargo, no es necesidad de ver conspiraciones raras. Aunque ‘el clan’ liberal anti-rojo (Losantos in company) usará aquella fusión como excusa para demostrar lo ‘blando’ que era el Gobierno Aznar contra PRISA, lo cierto es que vender VÍA DIGITAL era lo único que podía hacer Telefónica. El invento VÍA DIGITAL estaba quebrado. Empezó gafado con el transfuguismo de uno de los primeros socios, D. Antonio Asensio, que se pasó a PRISA en el célebre ‘Pacto de Nochebuena’, obligando al gobierno al intervencionismo. A principios de 2002 otro de los socios de VÍA DIGITAL, EL MUNDO, había declarado la guerra a Telefónica, empresa cuyo presidente tenía pinta de estar un poco harto de jaleos mediáticos. Pero, por encima de todo, es que la realidad demostró que no había mercado para dos plataformas. O la cerraba o la vendía. Y lo primero no lo libraba de las deudas. Optó por lo segundo.

J. F. Lamata