17 julio 2000

Desde el despido de su fundador en 1993 el semanario había ido cuesta abajo

Cierre definitivo de la revista TRIBUNA de Actualidad fundada por Julián Lago y Vicente Montiel y a la que su último propietario, Hernández Luike, no pudo reflotar

Hechos

En julio del año 2000 cerró definitivamente la revista TRIBUNA de Actualidad (en la imagen la última portada de la publicación el 17 de julio de 2000).

12 Julio 2000

Vida y muerte de un semanario

Felipe Sahagún

Leer

El cierre del semanario Tribuna, anunciado anteayer oficialmente a los 24 trabajadores que quedaban en plantilla y a otros tantos colaboradores, es el desenlace inevitable de otra revista de información general que no pudo, supo o quiso adaptarse a la nueva realidad. «La puse en marcha con 100 millones de pesetas y llegó a vender más de 200.000 ejemplares diarios y a ganar de 300 a 400 millones al año», confiesa Julián Lago, su fundador y primer director. «Fue una aventura apasionante, una utopía».

«Entramos un poco al rescate, para poder dar un toque de calidad editorial a la revista», dice Juan Hernández Luike, su último director tras adquirir en 1999 su familia el 50% de la revista. «Intentamos levantarla, pero la crisis venía de muy atrás». Vendía en los últimos meses de 14.000 a 20.000 ejemplares y perdía, según fuentes de la empresa, de tres a cuatro millones de pesetas por número.

«El sistema de subsistencia de los semanarios con unos cuantos bancos ha sido un grave problema», reconoce Hernández Luyke. El primer director, Lago, asegura que le echó Mario Conde, que supuestamente llegó a tener mucha influencia en Vicente Montiel. Cuando salió el primer número, el 2 de mayo del 88, copaban el mercado español de las revistas y/o periódicos de información general Cambio 16, El Globo, Epoca, El Independiente, Interviú y Tiempo. «Acabamos con la hegemonía de `Cambio’ y `Tiempo’», afirma Lago, que había dirigido el semanario del grupo Zeta del 82 al 87. Sólo Interviú y Tiempo siguen todavía sometidas a los controles de la OJD. La única revista de información general que ha vuelto a crecer es Interviú, que supera de nuevo tiradas de 140.000 y los 900.000 lectores. Ninguna de las otras vende más de 30.000 ejemplares.

Amigos y enemigos reconocen que la fórmula Lago dio resultado durante algún tiempo. «Hicimos una copia mejorada de `Tiempo’ y una revista muy diferente, mucho mejor en aquel momento que `Cambio 16’», añade Lago. «Apostamos por la vieja fórmula del poder, el dinero y el sexo, y acertamos». Desde el primer día le acompañaron Fernando García Romanillos como director adjunto y Carlos Carnicero, Jesús Maraña, Pedro Cuesta y Luis Díaz Güell, entre otros. Todos, igual que Antonio Gil y Manuel Benavides, gerente y jefe de publicidad respectivamente, venían de Tiempo. Algunos tuvieron antes cargos similares en Cambio.

En su primer número, Tribuna se presentaba como «una publicación rigurosa, fácil de leer, entretenida, limpia y que no hará resúmenes de lo ocurrido durante la semana». Para alcanzar esos objetivos, apostó por el periodismo de autor y la prensa de sociedad. «Retratamos periodísticamente a la `beautiful people’, la llamada gente guapa de la España del pelotazo socialista que la prensa del corazón y la más seria habían dejado de lado», comenta Jesús Maraña, actual director de Interviú y ex subdirector de Tribuna. Las hermanas Koplovitz ocuparon de 10 a 12 portadas seguidas. El idilio de Miguel Boyer con Isabel Preysler y el tinglado de los Albertos también dieron mucho juego.

Hasta el 93, en que Montiel y Lago se enfrentan y éste deja el semanario, Vicente Montiel controlaba el 76% de las acciones y Tribuna de Medios Informativos, SA, constituida a partes iguales por Antonio Gil, Julián Lago y Manuel Benavides, el 24% restante. Uno de los números de más éxito en los primeros años fue el dedicado en portada a «Los errores del Rey» durante la Guerra del Golfo. «La agenda privada de Juan Guerra», «Los Reyes del pelotazo», «Los documentos secretos del KGB» y «Las correrías de Matías Cortés» dieron también buenos dividendos.

Tribuna ofreció muchas de las mejores firmas del periodismo de opinión de la época: Fernando Onega en política; Jesús Cacho en economía; Antonio Burgos y Víctor Márquez Reviriego, en todo; Alvaro Pombo, en literatura; Andrés Aberasturi, en su mundo, que no es pequeño; Enrique Vázquez, en la vida; Carlos Boyero, en cine; Bernardino Hernando, en cultura…

Hernando y el autor de este obituario, que no ha faltado ni una sola semana a la cita con los lectores en la sección de internacional, son los únicos supervivientes de la etapa fundacional que siguieron firmando hasta el último número. Lago y los directores que le siguieron, Romanillos (93-96), Antonio Pérez Henares (96-99) y Juan Hernández Luike (99-2000), dieron por bueno casi sin excepción el dicho de Rupert Murdoch de que «la información internacional no vende periódicos». En la única referencia a la Guerra del Golfo en portada se ve a un marinerito español despidiéndose besuconamente de su novia.

Ni la caída del muro de Berlín consiguió una portada, aunque, eso sí, la revista compró trozos suficientes del muro para repartirlos gratuitamente después entre los lectores. No fue ninguna tontería. El grupo Zeta respondió con toda su artillería, regalando películas, libros y toda clase de quincalla con la que no podía competir Tribuna. Tampoco es esa, obviamente, la razón principal de su crisis y cierre.

«Los actuales semanarios han dejado de ofrecer periodismo de autor y no aportan nada», asegura Lago. «La información de los diarios en el fin de semana ha hecho mucho daño a las revistas, pero yo creo que han sido sobre todo los suplementos dominicales, no las revistas de los periódicos». Para Maraña, «la fundación de `Tribuna’ coincidió con la época de las vacas gordas de los semanarios y la crisis coincide, a partir de mediados de los 90, con las televisiones privadas, un aluvión de productos de fin de semana en los diarios y la recesión económica en España».

Cuando el fenómeno de la beautiful perdió interés, los semanarios no dieron un salto adelante en investigación ni supieron encontrar fórmulas de especialización como en Italia para mantener el interés de los lectores. En su cierre han influido muchos factores, pero el principal es que sus dueños, los propietarios, quisieron ganar millones en poco tiempo sin revertir un duro en inversiones en la revista y, cuando llegaron las vacas flacas, no supieron qué hacer.

Romanillos, del 94 al 96, apostó por una fórmula más seria, un tono más reposado, un periodismo menos arriesgado y el análisis, pero no funcionó. Pérez Henares (96-99) optó por una combinación de la fórmula Lago y la fórmula Romanillos, y tampoco funcionó. Sus esfuerzos profesionales y los del equipo, debilitado por reducciones de plantilla desde el 94, frenaron la crisis pero no resolvieron sus causas. Empresarialmente, el declive de Tribuna va de la mano del declive del grupo Montiel (Semana, As y Ama), que ha ido vendiendo en los últimos años las joyas de la corona.

El Análisis

¿SEGUÍA VIVA?

JF Lamata

Cuando la revista TRIBUNA cerró en el año 2000, a pesar de haber contado con importantes periodistas como D. Antonio Pérez Henares ‘Chani’, la revista ya había quedado prácticamente olvidada y pocos sabrían que seguía en los quioscos. El periodo de relevancia de TRIBUNA fue entre 1989-1993. A partir de la salida del Sr. Lago los siguientes equipos no lograron que mantuviera el alza de sus años anterior. Cierto es que la línea de publicar escándalos por parte del Sr. Lago le valió alguna que otra demanda de figuras como D. Miguel Boyer o Dña. Amparo Muñoz, pero logró atraer algo de atención. Si esto añadimos el hecho de que en 1996 D. Vicente Montiel, el propietario de la revista, había prescindido de su medio más relevante, el diario deportivo AS (vendido al Grupo PRISA) en 1996, revelando que su situación económica no debía ser del todo boyante. En 1999 el Sr. Montiel le pasó la revista D. Enrique Hernández-Luike, experto en las revistas de motor, pero sin experiencia en las revistas de información política. El final de la revista TRIBUNA entraba dentro de una secuencia lógica.

J. F. Lamata