23 octubre 2011

Hermes Binner quedó en segundo lugar

Elecciones Argentina 2011 – Cristina Fernández de Kirchner es reelegida de manera arrolladora pulverizando a sus rivales

Hechos

El 23.10.2011 se celebraron elecciones presidenciales en Argentina en las que Cristina Fernández de Kirchner logró ser reelegida a gran distancia de votos de todos sus rivales.

Lecturas

En las elecciones presidenciales de 2011 Cristina Kirchner mejoró los resultados obtenidos en las pasadas elecciones de 2007 cuando aun vivía su marido. Las siguientes elecciones serán en 2015.

LA OPOSICIÓN ARGENTINA DIVIDIDA Y VAPULEADA:

perdedores_elecciones Hermes Binner, Ricardo Alfonsín (hijo del ex presidente Alfonsin), Rodríguez Saa (ex presidente), Eduardo Duhalde (otro ex presidente) y Elisa Carrió no pudieron hacer nada frente a Kirchner.

24 Octubre 2011

¿Cristina para siempre?

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Ha sido más que una victoria, una masacre. Cristina Fernández, la viuda, ha sido reelegida presidenta de Argentina en primera vuelta para un nuevo mandato —el tercero consecutivo del peronismo, inaugurado por su esposo, Néstor Kirchner, que falleció hace un año—, con el récord histórico de casi un 54% de sufragios, dejando al segundo, el socialista Hermes Binner, apenas con el 17%. Al mismo tiempo, la presidenta obtiene con la renovación parcial de las Cámaras la mayoría absoluta en ambas, y con las elecciones a gobernadores en nueve provincias, el control de 20 de las 24 del país. Nadie nunca había alcanzado tanto poder por la vía electoral y democrática en la historia contemporánea de Argentina.

Un crecimiento anual de cerca del 9% ha permitido a Cristina Fernández aumentar pensiones y salario mínimo, y su indudable conexión personal con los menos favorecidos, reforzada por un verbo intensamente populista, explican la enormidad de su triunfo, al que amenaza, sin embargo, la inflación, extraoficialmente calculada en bastante más del 20%. Lo esencial, con todo, es preguntarse ahora adónde va el kirchnerismo, que muchos llaman ya cristinismo. Con el control de las Cámaras, la presidenta podría plantearse, como dicen sus seguidores más radicales, una reforma de la Constitución que instaurara la reelección indefinida. Cristina para siempre, mientras que hoy solo cabe desempeñar dos mandatos consecutivos.

En la Casa Rosada niegan que la presidenta albergue semejante intención, aunque si la idea prosperara los partidarios de tal reforma aseguran con todo el aplomo que el sistema pasaría meramente de semi-presidencialista a parlamentario, donde el número de mandatos solo está limitado por la paciencia del elector. Afectaría, en todo caso, a la aversión a la multiplicación indefinida de mandatos, hasta hace una década casi universalmente compartida en América Latina.

En Argentina, el 70% del voto es peronista, como muestra la suma de sufragios de oficialismo y disidencia. Pero Fernández ha batido ese récord: ha reunificado de hecho el partido, reduciendo a la insignificancia a Eduardo Duhalde y Adolfo Rodríguez Sáa, ambos expresidentes y adversarios de la presidenta. Los peronistas que no querían optar por unos u otra, se agrupan ya en torno al poder. Nada convoca mejor al éxito que el éxito mismo.

25 Octubre 2015

Argentina descubre a su nueva Evita en Cristina Fernández

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La reelección de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta de Argentina la convierte casi en un mito para el país. Ha ganado con rotundidad, llegando a reunir el 53,8% de los votos en unas elecciones con una gran participación que roza el 80%. Es la candidata más votada desde el retorno de la democracia, en 1983. Y lo que es más sorprendente, ha remontado en pocos meses unos bajísimos índices de popularidad que prácticamente la descartaban de la carrera presidencial.

El milagro de la candidata del Frente para la Victoria empezó a fraguarse con la muerte de su marido, Néstor Kirchner, hace ahora un año. Esa desgraciada circunstancia acercó la figura de la presidenta a la calle. Cristina Fernández, todavía enlutada, lo reconocía ayer tras su triunfo: «Él es el gran fundador de la victoria».

Pero no es el único empujón que ha encontrado en su escalada. La economía argentina se ha recuperado en los últimos años gracias al incremento de las exportaciones, particularmente con destino a Brasil, verdadera locomotora de la región. El incremento de precios de las materias primas ha contribuido a ese despegue.

En clave interna, la presidenta había logrado en su anterior mandato ganarse el afecto de los más desfavorecidos con programas sociales que han paliado la situación de muchas familias y con subvenciones en áreas estratégicas, caso de la energía. Pero si Cristina Fernández tuvo mano tendida hacia las clases populares, se enfrentó con puño de hierro a los críticos con el Gobierno, empezando por los medios de comunicación, como el grupo Clarín. Y por fortuna para su candidatura, la oposición, dentro y fuera del peronismo, ha llegado a las elecciones muy fragmentada.

El resultado es que hoy asistimos a una hegemonía del kirchnerismo sólo equiparable a la época dorada del peronismo. El Frente para la Victoria es la primera fuerza que logra tres mandatos consecutivos. Y si tenemos presente que Juan Domingo Perón ha sido el único presidente argentino elegido en tres ocasiones, el tándem de los Kirchner logra igualar ese récord, y lo consigue de forma consecutiva.

No es casual que, en estas circunstancias, hayan empezado a surgir las comparaciones con Evita Perón, e incluso que haya quien plantee ya una reforma de la Constitución para permitir que Cristina Fernández pudiera extender su mandato a una tercera legislatura. Ayer se vivieron en Buenos Aires las primeras escenas de culto hacia la presidenta, con centenares de partidarios peregrinando hacia su residencia con flores y retratos en los que aparece ella junto a su esposo.

Ahora bien, igual que el ascenso de Cristina Fernández ha sido sorprendente y repentino, no es osado aventurar que su beatificación podría durar lo que las actuales condiciones de bonanza del país. Hay datos para la preocupación. En caso de frenarse el crecimiento de Brasil y de China -como vienen aventurando algunos expertos-, la economía argentina se resentiría de forma inmediata, y la presidenta, que ha sido generosa en el gasto público, tendría serios problemas para controlar el déficit y la deuda. Pero la realidad, hoy, es que Argentina se postra ante su Santa Cristina.

31 Octubre 2011

En terapia

David Trueba

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La abrumadora victoria de Cristina Kirchner en las elecciones argentinas nos causa perplejidad, habituados a un trato condescendiente con la política latinoamericana. La visita de Lula para insuflar algo de orgullo a la izquierda europea en unas jornadas que tenían mucho de boca a boca al moribundo ideológico, nos debería haber llevado a cierta reflexión general. El kirchnerismo, como casi todo lo que rodea al peronismo, es indescifrable para nosotros. A veces parece hacer cierto el verso inigualable del chileno Nicanor Parra cuando escribió aquello de: «la izquierda y la derecha juntas jamás serán vencidas».

Los analistas sobre Argentina tienen una terapia inacabable por delante. Cualquier interpretación es posible, como bien dejó abierto Freud para fomentar su negociado y que no escaparan de él ni los escépticos. Los ha habido que denuncian el populismo más salvaje, la entrega al poder absoluto, la ausencia de oposición real, pero también los que destacan la progresión económica desde las cotas más bajas que marcó el corralito, la apertura de juicios contra la represión y el apoyo de los desfavorecidos. En ese panorama inescrutable, el análisis mediático no se salva. La dedicación de los Kirchner por limar el poder de algunos medios se ha visto correspondida por un trato informativo castigador, ausente en países vecinos. La familia en el poder tuvo desde el primer día la preclara vocación de invertir las derivas mediáticas. Allá donde el negocio televisivo, por ejemplo, impone una desideologización que siempre apunta hacia el neoliberalismo y la ausencia de servicio público, ellos utilizaron los medios públicos para la confrontación y divulgación de sus logros.

Capaces de poner en marcha Encuentro, un canal cultural y educativo, también situaron en la parrilla espacios como el controvertido 6,7,8,donde seis panelistas ejecutan una relectura de lo que se vocea en los medios opositores y lo desmontan con fiereza. Tras el Fútbol para todos, su variante en el terreno deportivo, es el programa más visto de la pública. Lejos de la distancia clínica, la batalla mediática se ejecuta a degüello. No hay inocentes.

24 Octubre 2011

Victoriosa autoinvención

Beatriz Sarlo

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Cuando la Presidenta salió de su casa de Río Gallegos, un grupo de vecinos quiso sacarse fotos con ella. La rodearon, la abrazaron y la despidieron con el grito de «Fuerza, Cristina». La misma expansión en la escuela donde fue a votar y también frente al aeropuerto. El entusiasmo es comprensible, pero el aliento es innecesario. Nadie más fuerte que la Presidenta en este día.

A las seis de la tarde del domingo, hay centenares de banderas en Plaza de Mayo y frente al hotel donde se espera a la vencedora. A las ocho en punto, Scioli hace su discurso: la Presidenta ha conducido este proyecto magistralmente; Mariotto es un gran compañero y amigo. Por su parte, Mariotto se acuerda de que todo comenzó con Juan Domingo Perón: Kirchner llegó para continuar esa obra. La historia no empieza cuando uno llega, dice Mariotto, y por eso todo sigue con la «Presidenta Coraje».

Contrastes. A esa misma hora, en el comité nacional de la UCR, lugar elegido por Alfonsín para recibir los resultados en el seno de la familia que desde mañana le ajustará cuentas, un pupitre y el escudo del partido: la soledad de una derrota inevitable, no sólo por la fuerza oficialista sino por los errores propios. Pro, municipalizado, se reúne en Vicente López. En el Instituto Hannah Arendt, Elisa Carrió dice: «De lo que pase ahora, nosotros no somos responsables, sino los millones que lo votaron».

A las ocho y media, la Plaza de Mayo está iluminada y colmada como corresponde a una gran noche. La Presidenta llega al Hotel Intercontinental, donde hay pleno de actores, actrices, intelectuales y políticos. Cristina Kirchner, nimbada por los focos y mostrando una emoción tranquila, escucha el canto con que la reciben: «Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo». La Presidenta reelecta empieza más dulce que nunca. Recita, casi entona, su agradecimiento «a todo lo que conforma la Argentina» (incluido Macri). El mayor agradecimiento es a El. La intensidad subjetiva aumenta hasta que comienza la parte propiamente política de un discurso que incluye, varias veces, el llamado a la unidad. Todo puede leerse o mejor verse nuevamente, porque la lectura sola no trasmite las seguridades con que la Presidenta se siente investida, pese a la abundante gestualidad emocional.

El discurso de la victoria coronó el resultado que se esperaba. La aritmética electoral coincide con la de la economía. Pero la Presidenta sacó más y fue votada con más entusiasmo que el que producen los números.

Se ha renovado la identidad justicialista. Imposible decir si el efecto será duradero. Pero lo que parecía difícil cuando la popularidad de Cristina Kirchner alcanzaba un penoso 20 por ciento, sobrevino en el año que va entre la muerte de Néstor Kirchner y estas elecciones. La Presidenta Viuda fue la protagonista y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos, que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable. En lo esencial, una autoinvención.

Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente. La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma. No compartió jamás el rol protagónico. Los focos, todos, convergieron en un solo punto.

Siendo un personaje excepcional (todo presidente lo es en su medida), la estética de la Presidenta tiene un aire de familia con las imágenes audiovisuales. A veces, un flash la asimila a una buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política: el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires; la misma ropa con brillos; un poco de sobreactuación; un poco de distancia y mucho de afectividad. Aunque la Presidenta ha enriquecido estos rasgos, se apoya en una espontaneidad que es anterior a la puesta en escena.

El liderazgo se compone de muchas vetas. Una de ellas es la capacidad de representar, en dos sentidos complementarios: representar los sentimientos de otros (los dirigidos) y representar, ante ellos, los sentimientos propios, a fin de darle un sustento crucial a la confianza. Con una mezcla de afectividad y exhibición de fuerza, la Presidenta es una figura a la vez política y humana. Este éxito de la imagen fortaleció el vínculo que la cruda economía tejía por debajo. Anudó con un lazo simbólico el intercambio entre mejoras materiales y apoyo político.

Hubo cambios en su discurso. Un llamado a todos, completamente abstracto, porque nunca se reunió con nadie, excepto en media docena de visitas a asociaciones empresarias y, por supuesto, en las inauguraciones, donde los miembros de las burguesías locales ingresaban al círculo mágico que rodea a la Presidenta en sus excursiones por el territorio. Un llamado especial a la juventud. Los entendidos traducen: «juventud» es, en términos concretos, la guardia de hierro de La Cámpora. Pero los no entendidos traducen probablemente de otro modo. Escuchan el mejor sonido de las palabras: el futuro es de los jóvenes, cosas por el estilo. Un llamado a la solidaridad entre sectores. Hugo Moyano escucha el ruido del machete con el que planean cortarle la reelección en la CGT. Pero miles escuchan que la Presidenta pide solidaridad con quienes no tienen trabajo, trabajan en negro, cobran por convenio. Escuchan que a ellos les prometen esa solidaridad. Se consolida el lazo: habla de nosotros, nos habla a nosotros.

La Presidenta hizo centenares de discursos, usó sin límites ni prudencia republicana la cadena nacional. Dicen que el rating baja cuando expone durante demasiado tiempo. Pero no se trata de escuchar un discurso entero, sino más bien de preparar fragmentos, planos, cortas secuencias que se multiplican luego en los informativos, en los diarios y en las redes sociales.

Se alcanzó la saturación ambiental de discursos: Cristina hablándoles a «todos» (¿quiénes son todos?); diseñando el futuro con planes etiquetados como «2020», o consignas mnemotécnicas como «industrializar la ruralidad» (dejó un poco de lado, para no cansarse ella misma, la «cadena de valor»). Estos fragmentos de sonidos se diseminan, repetidos por cada uno de los candidatos. Crean sentido común: ella dice esas cosas mientras las muestra en concreto, al inaugurar fábricas abiertas o cerradas, puentes, tramos de carretera, usinas atómicas, escuelas, hospitales terminados o a medio terminar. La inauguración no es un acto para ser verificado, sino para ser comunicado. Es un acto simbólico.

Para no asustar a las capas medias, la Presidenta moderó su retórica. Hubo palos para el sindicalismo (que caen bien a esos votantes) y el sarcasmo consuetudinario para la prensa (no dijo qué piensa hacer a partir de hoy). Así como las campañas publicitarias tienen un título, la que condujo al triunfo podría llamarse «Cristina, paz y amor». Boudou demostró ser un gran aporte a la buena onda. El también parece salido de la televisión, de un viejo casting para La Banda del Golden Rocket.

Funcionaron otras dependencias del dispositivo oficial. El Gobierno está haciendo inversiones considerables en cultura, cine y televisión, que ofrecen trabajo a guionistas, actores, directores de arte, músicos, fotógrafos. En algún momento habrá que examinar estas inversiones y la transparencia con que se deciden los contratos. Hay mucho dinero en juego, flotando por áreas grises, atravesadas por intereses proclives a mecanismos de cooptación, cosas que se dicen a media voz. Pero, a partir de los festejos del Bicentenario, la cultura se convirtió en una pieza orgánica. Se asentó el convencimiento de que con la cultura había mucho para ganar. El peronismo es poroso. Y, en la cultura, el kirchnerismo ha aceptado todas las incorporaciones, sin pedir otra cosa que cristinismo puro.

Los resultados de estas elecciones presidenciales no se alcanzan sólo con subsidios, miniturismo, bolsas de shopping o plasmas. Juzgar la adhesión al peronismo sólo por motivos económicos siempre le impidió a la oposición descubrir sus verdaderas peculiaridades. Está claro que si falla la economía, fallarán las urnas. Pero definir su predominio sólo como distribución sistemática o al voleo y obediencia produce el mismo efecto de mal foco. Cristina Kirchner tiene ahora la iniciativa. Se verá qué hace con su capital.

La novedad, por primera vez en la historia electoral argentina, es el lejano segundo lugar del Frente Amplio Progresista, dirigido por Hermes Binner y muy heterogéneo. Sobre esta construcción, circulan las nuevas preguntas. La principal es si podrá recorrer el largo camino que recorrió su inspirador uruguayo, y romper una hegemonía, aunque la tarea exija una paciencia extraña a las costumbres políticas nacionales.