28 septiembre 1974

El director de PUEBLO, Emilio Romero, culpa a Pío Cabanillas de no haber actuado sobre la revista, sino haber pasado la bola a Arias Navarro

Demoledor ataque de la revista FUERZA NUEVA de Blas Piñar de contra el presidente Carlos Arias Navarro y sus reformas

Hechos

El 26 de septiembre de 1974 la revista FUERZA NUEVA publicó el artículo ‘Señor Presidente’ de D. Blas Piñar sobre la política del Gobierno Arias Navarro.

Lecturas

El 10 de septiembre de 1974 el presidente del Gobierno D. Carlos Arias Navarro concede una entrevista a la agencia Efe en la que el presidente contestó a los sectores que criticaban sus reformas a los que el Sr. Arias Navarro califica como sectores ‘anclados en la nostalgia’ y de querer monopolizar el franquismo.

En respuesta a esas palarbas la revista Fuerza Nueva editada por D. Blas Piñar López se da por aludida y en su siguiente número, fechado el 26 de septiembre de 1974, publica un feroz artículo contra el Gobierno del Sr. Arias Navarro titulado ‘Señor presidente’ anunciando que a partir de ese momento se declaran políticamente enemigos del presidente al que acusan de estar traicionando el franquismo con el objetivo de establecer la democracia liberal en España.

Es el mayor ataque publicado en prensa española contra un presidente del Gobierno desde la II República. El ministerio de Información, D. Pío Cabanillas Gallas, al estar enterado del artículo de Fuerza Nueva rechazó impedir su publicación, pero remitió copia al presidente del Gobierno D. Carlos Arias Navarro para trasladarle a este la responsabilidad de su publicación. El Sr. Arias Navarro optó por permitir su publicación, aunque le incomodó la actitud del Sr. Cabanillas Gallas de hacer público que él no había querido valorar el artículo para trasladarle a él la responsabilidad de su publicación.

El artículo ‘Señor Presidente’ escrito por D. Blas Piñar en la revista FUERZA NUEVA era el mayor ataque escrito contra un jefe de
gobierno por una publicación española desde los años de la Guerra Civil.

EL DIARIO YA REPLICÓ EL ARTÍCULO PERO SE NEGÓ A REPRODUCIRLO

FUERZA NUEVA solicitó a su principal enemigo mediático, el diario YA, que reprodujera su artículo además de replicarlo. Pero el director del YA, D. Alejandro Fernández Pombo, rechazó hacerlo con la siguiente carta:

Muy señor mío:

Recibo su atenta carta del 4, acompañada de un escrito cuya publicación en YA me ruega.

Lamento no poder complacerte, puesto que el artículo no se ajusta a lo establecido por el derecho de réplica. Bien es verdad que ese derecho no es invocado por Vd, sino que alude al deseo de diálogo entre nuestras publicaciones. Pero yo entiendo que el diálogo entre dos publicaciones lógicamente debe hacerse a través de las páginas respectivas de una y otra. Publicar en YA su artículo nos obligaría a contestarle punto por punto y, en definitiva, a abrir una polémica cuyo interés no veo.

Lo importante es que cada cual fije en posición y, a mi juicio, las posiciones están fijadas. La de FUERZA NUEVA a través de su artículo ‘señor presidente’, del que YA se ha hecho eco. La nuestra, precisamente a través del comentario sobre el aludido artículo.

Aprovecha esta ocasión para saludarle muy atentamente suyo afmo.

Alejandro Fernández Pombo. 

LA PECULIAR ACTITUD DEL MINISTRO PÍO CABANILLAS

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Desde el diario PUEBLO se criticó la actitud del ministro D. Pío Cabanillas, que tenía fama de ‘aperturista’ ante las críticas al gobierno de publicaciones de oposición de izquierda (como la revista CAMBIO 16), pero en cambio ante el artículo de la revista FUERZA NUEVA optó por remitirlo a los tribunales por si pudiera haber cometido algún delito. Además el Sr. Cabanillas también remitió copia del artículo antes de su publicación al Presidente del Gobierno D. Carlos Arias Navarro, para que este dictaminara el secuestro de la edición por si lo consideraba pertinente, dado que era el principal atacado. El Sr. Arias Navarro rechazó esa opción y permitió que el artículo fuera publicado.

«Me reconforta no coincidir con Emilio Romero»

El ministro Sr. Cabanillas fue preguntado por las criticas a su gestión de aquel asunto por parte del diario PUEBLO que dirigía D. Emilio Romero, ante lo cuál el Sr. Cabanillas aseguró que no sólo no le preocupaba no coincidir con el Sr. Romero sino que le ‘reconfortaba’.

SEÑOR PRESIDENTE

Blas Piñar

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Señor Presidente

Bien sabe Dios que nos duele el alma al tomar la pluma para escribir lo que sigue. La tentación que se escurre zalamera, invitando al silencio y a la comodidad de la murmuración irresponsable, ha tratado de amordazar la pluma – que tiene su lenguaje escrito – y dejarla inoperante sobre la mesa. Pero hay que vencer la tentación de las omisiones. Es preciso alejarse, cuando llega la hora difícil, de los carnes mudos y de la música frívola y alquilaba que pretende desorientar y aturdir, para que no se oigan ni la voz amenazante del enemigo despiadado que avanza con dinamita, haciendo correr la sangre, ni el grito de dolor de cientos de miles de españoles sacrificados por una causa nobilísima que ahora se vilipendia y escarnece. No podemos callar, por dura que sea la medida que contra nosotros pueda arbitrarse.

Señor presidente: usted nos ha aludido sin nombrarnos, unas veces en exclusiva, y otras, quizá, englobándonos en un abanico más abierto de acusaciones generales, en sus declaraciones a la Agencia EFE, publicadas el pasado día 11. Nosotros, que estamos acostumbrados a recibir golpes y a encajarlos, nos damos públicamente por aludidos.

Señor presidente: desde el 12 de febrero, desde su discurso ante el pleno de las Cortes, discurso que nosotros no aplaudimos, viene usted aireando una política de democratización del país, apelando a la mayoría de edad, propugnando el asociacionismo como cauce de participación política, haciendo profesión de fe y de lealtad al futuro y equiparando a los maximalismo de uno y otro signo.

Señor presidente: nosotros creíamos, de acuerdo con las Leyes Fundamentales del Estado – de las que por razón de su alta magistratura debe ser usted un servidor ejemplar – que España, según tantas veces ha dicho y recordado Francisco Franco, artífice del Régimen, era una democracia orgánica, por lo que, siendo democracia, el proyecto de democratización que usted propugna no puede ser otro que su transformación en una democracia inorgánica y liberal, que nosotros rechazamos.

Señor presidente: nosotros creíamos que el pueblo español había alcanzado su mayoría de edad hace muchísimo tiempo, cuando los Reyes Católicos crearon la nación y pusieron un Estado a su servicio; y que esa mayoría de edad, el pueblo español – del que tanto se habla y al que tan poco se respeta – la ha confirmado, ratificado y revalidado en numerosas ocasiones, y últimamente optando por la lucha armada y por un derroche de heroísmo, al fin de mantener su unidad, su grandeza y su libertad, durante los años de la Cruzada, de la que fue conductor Francisco Franco.

Señor presidente: nosotros creíamos que la unidad no era la uniformidad, pero también creemos que la diversidad no es dispersión, y menos aún el enfrentamiento, y que, por lo mismo, ni la solución política del partido único ni la solución política de la multiplicidad de partidos eran la nuestra, porque la nuestra, conforme a las doctrinas del Tradicionalismo y de la Falange – que nació como antipartido – está en el Movimiento, haz de Principios Fundamentales y organización, que tal manera que aquellos sin ésta se volatilizan, y ésta sin aquellos se reduce a burocracia y nómina. Por eso, señor presidente, nosotros, que hemos oído en tantas ocasiones decir al Jefe del Estado y del propio Movimiento que en éste son indispensables las ideas, la estructura, la disciplina y el Jefe, no acertamos a comprender la posibilidad de asociaciones políticas identificadas – salvo en el nombre – con los partidos políticos, ni entendemos cómo las mismas, tal y como usted las define pueden coordinarse con el Movimiento definido por Francisco Franco.

Señor presidente: nosotros creíamos que el futuro o es una consecuencia del pasado o es una ruptura con el mismo. Pero no entendemos, o quizá nos sorprenden entender, lo que usted ha querido decir con esa proclamación repetitiva, por utilizar una de sus palabras, de lealtad al futuro, que por sí solo es el vacío, y que, de no serlo, usted no califica como la perfección y el normal y homogéneo desarrollo de un sistema político cuyo nacimiento, viabilidad y vitalidad arranca de los ideales y las banderas que los signan del 18 de Julio.

Señor presidente: nosotros creíamos que el maximalismo de cierto signo, al que usted, sin duda, nos atribuye, no era malo ni antiexcluyente. Me gustaría que usted señalase un solo párrafo de nuestros discursos, conferencia o artículos en el que nos hayamos colocando en la heterodoxia doctrinal del Régimen, en que hayamos atacado alguna de las Leyes Fundamentales y en especial los Principios del Movimiento, en que hayamos exaltado a alguno de sus enemigos o minimizado o despreciado a los que nos dieron la doctrina y el ejemplo. Por eso, no entendemos y rechazamos, que usted, tomando palabras ajenas, nos ponga en el mismo lugar y nos equipare con la ETA y con el Partido Comunista.

Señor presidente: nosotros creíamos y seguimos creyendo que usted actúa de buena fe, que trata de servir a España en esta hora incierta, y que, por tanto, no actúa movido por ‘ambiciones personales que, como es lógico, siempre tenderían a revestirse de coartas ideológicas’. ¿Por qué públicamente – y como contraste – nos echa en cara ambiciones personales a los que no comulgamos ni con sus ideas ni con su programa? ¿Es así como entiende usted el pluralismo político, la democratización y la mayoría de edad del pueblo español? ¿Por qué nos ofende desde su puesto de gobernante? Admito que usted nos crea equivocados. Pero que nos dejemos llevar de ambiciones personales los que venimos escuchando insultos, calumnias, difamaciones, prohibiciones y amenazas por mantener unas ideas que consideramos consustanciales con España, es inadmisible. Usted ha hecho esa declaración que nos duele; pero el estilo no es suyo; debe ser un amanuense distinguido y retórico que cuela lo que más le acomoda.

Señor presidente: usted, sin duda, se refiere a nosotros cuando habla de la ‘incomprensión y reticencia de algunos sectores proclives a anclarse en la nostalgia’ y nos imputa un ‘intento monopolizador’. Es una pena que su amanuense no haya encontrado frases más originales y distanciadas de las que acostumbra a usar en escritos no oficializados. Son las frases de los que nos increpan a diario. Pero usted sabe que, si hay nostalgia entre nosotros – que, por otra parte, no deja de ser un sentimiento respetable – es por la paz que estamos perdiendo; por el orden moral que hoy se quebrantaba; por la tranquilidad de los españoles, que se ha transformado en zozobra; por las vidas no sólo de los que velan por la seguridad de los ciudadanos, sino de los ciudadanos que caen sin otras lamentaciones que las puramente verbales y el consabido eslogan publicitario de serenidad y democracia; por el honor del país quebrantado en tantas latitudes y de tantas maneras, sin una reacción gallarda que nos alcance le respeto que la nación y el pueblo, tan mayor de edad, merecen y exigen.

Señor presidente: usted, al aludir a las ‘fórmulas apriorísticas de incorporación de la juventud a la tarea nacionales’, al referirse a ‘equivocas atribuciones de representatividad’ por parte de ‘un sector más o menos controlado y dirigido’ ha dado un golpe rudo y exterminador a una de las obras, no por deteriora menos querida, del Movimiento: la Organización Juvenil. Usted la ha descalificado, abrogado con lenguaje oficial, discriminado ante la opinión pública. Si usted ha sido capaz de comportarse así con algo tan querido de Franco, tan metido en la entraña del Sistema, tan vinculado a la Secretaría General y a un ministro de su Gobierno, ¿cómo puede extrañarnos los piropos que nos dirige en sus declaraciones a la Agencia EFE?

Señor presidente: tengo la seguridad de que nosotros no tenemos ningún propósito monopolizador, y que, desde luego, no monopolizamos la verdad. La verdad es demasiado grande para que nosotros la poseamos y monopolicemos. Lo hemos dicho muchas veces: es la verdad – la que nos hace libres y por tanto, dignos – la que nos posee a nosotros, y a la que nosotros, llenos de imperfecciones, modestamente pero ardorosamente servimos. En cualquier caso, aunque sería un mayúsculo e inalcanzable propósito el de monopolizar la verdad, sería más disculpable que monopolizar de hecho el error, acumular errores tras errores, corromper el alma del país, dejarlo a la intemperie, y obligarle o a rehacer su historia combatiendo o a sumirse en la esclavitud y la barbarie sin esperanza.

Señor presidente: no le preocupe demasiado si nuestra posición y nuestra manera de pensar son ‘legítimos en el ancho espectro del deseable pluralismo político’ porque, como usted dice acertadamente, tal posición y tal manera de pensar son incompatibles con la responsabilidades públicas asumidas por el Gobierno’. Estamos convencidos. Pero fíjese bien: es usted y no nosotros, el que nos arroja a la cara la incompatibilidad, el que nos excluye, el que niega que podamos ser escuchados y atendidos si tuviéramos razón. Si nuestra actitud ‘no interfiere ni puede interferir la acción de Gobierno’, es usted el que nos elimina; el que, después de llamarnos maximalistas y ponernos en el mismo lugar que a los asesinos de Carrero Blanco, de taxistas, policías, guardias civiles y ciudadanos de toda clase y condición, nos rechaza olímpicamente, públicamente, oficialmente y con desprecio.

Señor presidente: muchas gracias, porque la claridad ilumina y hace que las decisiones se tomen sin dudas ni inquietud. No autoexcluimos de su política. No podemos, después de lo que ha dicho, colaborar con usted, ni siquiera en la oposición. No renunciamos a combatir por España, pero hemos comprendido que nuestro puesto no está en una trinchera dentro de la cual se dispara contra nosotros y se airean y enarbolan estandartes adversarios.

Señor presidente: en un diario catalán, que no se destaca precisamente por su adhesión al Régimen, se decía: ‘Arias ha mojado su dedo índice, lo ha levantado y ha dicho ‘Por ahí’. Pues bien, nosotros no queremos ni obedecerle, ni acompañarle. Pero fíjese bien en quienes le acompañan y adónde le acompañan. Piense si le dirigen o le empujan. Y no se lamente al final si contempla cómo ese tipo de democratización que tanto urge se levanta sobre una legión de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa democratización se inicia, los que se sacaron de los escombros, el 13 de septiembre, del corazón mismo de la capital de España.

Blas Piñar

28 Septiembre 1974

Señor Presidente

YA (Director: Alejandro Fernández Pombo)

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Con estas dos palabras, generosamente prodigados a lo largo de tres columnas, una publicación tan representativa como FUERZA NUEVA de los que – haciéndole demasiado favor – podríamos llamar pensamiento ‘ultra’ se dirige al señor presidente del Gobierno para decirle: nos excluimos de su política, no colaboraremos con usted ni siquiera en la oposición, no queremos obedecerle ni acompañarle.

No nos gusta polemizar; preferimos exponer nuestras opiniones y que el lector compare; tampoco el presidente del Gobierno necesita defensa, ni nadie nos la ha pedido. Pero lo singular del ataque, aun en una publicación tan singularizada como aquella a la que nos referimos, la pasmosa irresponsabilidad que revela, merece un comentario que estimamos de interés general.

Cuando sucesos como el de la calle del Correo, que toda España llora, piden que nos agrupemos alrededor de la autoridad, que por definición representa la garantía del orden, ¿es esa otra actitud la que procede? Se alega que la política del Gobierno es la causa del clima que hace prosperar la subversión; ¿pero acaso ésta se mantuvo inactiva cuando desde el Poder se seguía una política del Gobierno es la causa del clima que hace prosperar la subversión; ¿pero acaso ésta se mantuvo inactiva cuando desde el Poder se seguía una política muy diferente y más afín a la que piden los detractores de la actual? Lo que ellos hacen, trasladando el asunto a ese terreno, es hacerle el juego a la subversión; ¡qué más querría ésta sino que el Gobierno perdiese los nervios, escuchase a los ‘ultras’, se endureciese políticamente (otra cosa completamente distinta es el necesario rigor en la represión de la subversión) y renunciase al programa expuesto por su presidente el 12 de febrero! Entonces es cuando, a nuestro juicio, estaríamos es el camino más directo para que sobre el país cayeran todos los malos. Cambio sin riesgo, ha proclamado el Presidente francés. Su negativa a todo cambio evolutivo es el riesgo y el desastre seguros.

Pero esto es lo que no se debe si se puede hacer. La represión de la subversión es un asunto policiaco y judicial; la evolución política es un asunto diferente. No sólo no se deben mezclar, sino que hacerlo sería, como decimos, el peligro mayor. En la evolución política los españoles nos jugamos nuestro porvenir. Interrumpirla sería hacer pagar a la inmensa mayoría las culpas de una minoría de criminales. Entre el pueblo español y esa minoría y entre lo que corresponde a uno y a otra debe existir una línea de separación neta, tajante, y los que pretenden bórrala hacen, inconscientemente, el peor servicio al os valores de paz y tranquilidad que pretenden defender.

Además ¿en qué se apoya la pretendida contradicción entre el espíritu del 12 de febrero y unos Principios que, naturalmente, se quiere que evolucionen, pero que por eso mismo son acatados, respetados y servidos mejor que lo hacen quienes, con su aparente ciega fidelidad; no consiguen más que inmovilizarlos y secarlos? ¿No ha sido el propio Franco quien condenó “cualquier criterio cerrado y excluyente” y afirmó que el “dinamismo político continúa”, en aquel memorable mensaje de la navidad de 1972, tan manifiestamente ratificado en el que pronunció el 30 de diciembre del año siguiente, en las circunstancias que siguieron el atentado que costó la vida al almirante Carrero Blanco?

El presidente del Gobierno puede estar tranquilo. En su doble empeño le acompaña la inmensa mayoría de nuestro pueblo, que desea asegurar la paz futura; tanto en el programa para adaptar el régimen a las exigencias políticas del momento como en enfrentarse a los que (sin que pretendamos equiparaciones injustas) tratan de detener esa evolución, ya sea criminalmente, ya sea, como en este caso, con el arma de la pluma, no por incruenta menos dañina.

30 Septiembre 1974

"SEÑOR PRESIDENTE"

M. Ballesteros Barahona

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«Señor presidente», y al pobre espectador de contrabarrera, en la corrida de feria provinciana, por poco si se lo come el crítico taurino del diario YA.

  • – Señorita, sólo dos palabras, por favor. Y la chica con ganas de broma, se revuelve y le suela: «Señor presidente». ¡Gol!
  • – Reunión de la comunidad de vecinos. Los ascensores, que no van ni a la de tres. El propietario del sexto B, planta primera A, segundo piso interior, se levanta y dice: «Señor presidente…» Y los ascensores siguen subiendo y bajando cuando les da la gana.
  • – El letrado se había aprendido de pe a pa los fundamentos jurídicos de su defensa. Se levanta y dice: «Señor presidente…» El fiscal acude rápido: «¡No porcede!». Y al defendido se le ponen los pelos de punta.
  • – Junta General del Real Madrid, CF. Asunto: fichaje de un oriundo de Corea del Norte. Total, sesenta millones de pesetas. El socio fundador se incorpora y dice: «Señor presidente». Don Santiago se quita el puro de la boca y suelta: «Aquí, de política, nada». Y el coreano oriundo, en la mismísima calle.
  • – Reunión ordinaria del Comité del Partido Comunista, sección Vallecas. Como siempre, en la parroquia. El curita se levanta y grita: ¡»Señor presidente!» Y el señor Agapito, el responsable, le atiza: «¡Fascista!».
  • – Cumbre en el Mercado Común. El representante italiano se incorpora: «Monsieur le president». Y neustras naranjas, que ni a la de tres.
  • – Conferencia Episcopal. Ponencia cuarta bis: «Los sistemas IBM y la encuesta socio-político-religiosa en el mundo de hoy mismo». El obispo auxiliar de Valdemorillo se inclina y dice: «Dominus presidentiae». Y monseñor suelta: «Política habemus».
  • – Que conste que cualquier parecido con personas o cosas es siple coincidencia.

Y hasta la semana que viene.

Si nos deja don Pío.

El director

30 Septiembre 1974

El país

Emilio Romero

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El artículo publicado por FUERZA NUEVA destinado disentir con las recientes manifestaciones del Presidente del Gobierno al director de la Agencia EFE, no tiene otra significación que el hecho desacostumbrado de la Prensa española de objetar directamente a la más alta autoridad del poder ejecutivo, y de haber escogido para el disentimiento cuestiones de naturaleza constitucional, que en determinados momentos podrían afectar al artículo segundo de la Ley de Prensa, donde se establecen los límites de la libertad de expresión. Con elegancia política personal que te enaltece, el Presidente Arias, que conoció el texto antes de la autorización de distribución de la Revista – requisito obligado a toda publicación, mediante los ejemplares de depósito – no ordenó el secuestro de la publicación al amparo de las medidas precautorias que establece la propia Ley en beneficio de la Administración. Después, los Tribunales serán los encargados de otras acciones, si las estimaran procedentes. La actitud del señor Arias Navarro era, además de ejemplar, coherente. Pero cuando sometieron el texto a su conocimiento le ponían ante una prueba innecesaria y arriesgada, que además, se constituía en precedente de hechos de cualquier origen, que podrían repetirse. Eran objeciones y disentimientos a sus propias manifestaciones, y entre secuestrar la publicación o autorizar su distribución, eligió el Presidente esto último – sin perjuicio de las acciones posteriores – por razones, como queda bien claro, de elegancia y de honestidad política. Quien no teme no se oculta y solamente la Ley – en un Estado de Derecho como el nuestro – dirá su última palabra ¿pero por qué el Ministerio de Información, que tiene todas estas competencias y atribuciones, puso en ese brete al Presidente, mostrándole el texto y comprometiéndole en una decisión? Cada Palo debe aguantar su Vela, y ese Palo irrevocablemente pertenecía a los servicios jurídicos del Ministerio.

Es frecuente en los últimos tiempos la publicación de textos que inciden o afectan al mencionado artículo segundo de la Ley de Prensa, y ante ello es preciso afirmar que lo que distingue a un Estado arbitrario de un Estado de Derecho es la aplicación de las leyes, y que los textos por los que se ordena un país no pueden ser nunca papel mojado. Otra cosa es que las leyes parezcan anticuadas, o sean insuficientes y hasta inconvenientes. En este caso, el gobernante debe proceder a remitir a los legisladores las propuestas de reformas oportunas. Todo antes de que sean letra muerta, asunto de tanta tradición en nuestro país. La Ley de Prensa actual, con todas sus imperfecciones – y cuyo texto fue redactado en 1966 por el actual ministro de Información – hace posible la crítica, mientras que impide el desmadre. Y como el desmadre no es una buena recomendación para la buena salud política del país, o se reforma la Ley – si ello fuera conveniente – o se aplica. Pero nunca su olvido o su arrumbamiento.

Después parece oportuno referirse al discurso del 12 de febrero pronunciado por el Presidente Arias en las Cortes y que está siendo utilizado como una Biblia arrojadiza y no como un serio programa de Gobierno – que es lo que es – y que fue recibido con aprobación prácticamente unánime de todo el país. AL presidente nunca le va a hacer daño la crítica, aunque sea tan espectacular como la expresada por FUERZA NUEVA, sino aquellos intérpretes particularismos de sus textos que utilizan a diario la voz moderada de Arias Navarro, con inmoderadas descalificaciones, denuncias o desahucios. EL Presidente del Gobierno no es un hombre de grupo o de Partido y por ello su objetivo político será siempre el de la integración y el de la paz entre las familias políticas del Régimen, mientras que muchos de los que jalean lo del ‘espíritu del 12 de febrero’ son una determinada actitud parcial que, acogiéndose a la sombra de textos felices, los convierten en textos desafortunados y excitantes, haciendo indirecta e injustamente partícipe al Presidente de situaciones beligerantes. Este es un pésimo servicio a quien tiene el encargo más difícil y delicado de esta hora de España, y sobre cuyas nobles espaldas han echado el Consejo del Reino y el Jefe del Estado nada menos que el temible ‘tiempo sucesorio’. Sobre estas duras y apasionantes responsabilidades, las circunstancias propias o internacionales han volcado problemas muy grave que no se presumían, cuyo tratamiento exige tareas arduas y difíciles. Los temas de la inflación, con su cortejo de elevaciones de precios y de desacomodo social; la tensión del Sahara; las siempre difíciles relaciones con la Europa política y económica; la evolución del Régimen, mediante tres grandes temas que están ya en los Parlamentos; las preocupaciones por la salud de Franco, etc, deben hacer reflexionar a todos los impacientes de monopolios políticos encubiertos de liberalismos de fachada, respecto a que la colaboración más leal al Presidente es la de sumarle adhesiones y no restárselas; la de contribuir a presentar su figura como integradora de todas las gentes ‘que no se autoexcluyan’, en lugar de ofrecerlo como un paladín brioso a la caza obsesiva de antiliberales. Y dejar que la propia Presidente Arias sea, con su comportamiento, y con sus actos, el intérprete de sus ideas y de sus palabras. La tres grandes manifestaciones del Presidente en lo que va de año tienen un común propósito y guardan una evidente coherencia. Son las masas corales orquestadas las que sacan de quicio las cosas.

Cualquier Gobierno que aspire a desarrollar su tarea en el servicio objetivo al bien común, debe tener también  buen cuidado en librarse de las especies liberales que lo animen, porque lógicamente, va a sufrir, sin comerlo ni beberlo, la reacción de los irritados o perseguido por los liberales. Todo esto parecerá un contrasentido, un disparate, si se lee en un país europeo que tenga tradición liberal, pero aquí se plantea, sencillamente, porque carecemos de ella. Aquí lo liberal, o lo progresista, o lo moderado, o lo reformador, o lo conservador, han sido siempre posiciones atrincheradas. En nuestro siglo pasado los liberales tienen tantos muertos a sus espaldas como los carlistas; y en nuestro siglo actual los liberales fueron resortes eficaces para acabar primero con la Monarquía y luego con la República. En España hay que echarse a temblar cuando aparece una entidad cultural, social o política regida por liberales, inevitablemente siempre hay un mecanismo de admisión constituido por descalificaciones personales o por bolas negras. España, que es para tantos extranjeros un país mágico, ha utilizado bastante más las bolas negras que las bolas de cristal. Se dice todo esto solamente para adoptar una actitud de objetividad histórica y de honestidad política. Los liberales, en nuestro país, no son una solución frente a los totalitarios. Vienen a ser, por el contrario, la misma cosa con diferente presentación. Los totalitarios nos quieren hacer felices con la justicia: y los liberales nos quieren hacer dichosos con la libertad. La sutil diferencia entre unos y otros es que los primeros nos someten al silencio y los segundos no nos dejan hablar.

Nadie entre los que ahora claman al cielo contra el artículo de FUERZA NUEVA ha sido nunca tan tenazmente vapuleado y agredido por esa publicación como este periódico y mi persona. No pocas de las desfiguraciones personales que todavía he de soportar, procedentes de personas y de instituciones a las que tanto admiro, respeto y celebro me han venido de esa revista. Pero hay que remontarse sobre todas esas anécdotas, y pensar más elevadamente, cuando están en juego tantas cosas serias. EN medio de una falta de comedimiento general – la pequeña historia de un artículo desafortunado y las masas corales orquestadas con inhabilidad e impudor – procede ofrecer al Presidente, sin gorjeos liberales, y sin petrificaciones políticas, el estímulo a su tarea. El jefe de Estado merece un panorama político más en consonancia con su sacrificio personal: y el Príncipe de España necesita tesoros de confianza en la gestión y en el realismo de los políticos y no una crónica frecuente de enredos y enfrentamientos.

Emilio Romero