21 enero 1988

El artista valenciano hizo duras declaraciones desde LAS PROVINCIAS, el periódico de Consuelo Reyna

Desde Cataluña piden boicotear a Cobi como mascota de ‘Barcelona 92’ por las críticas de su diseñador Mariscal a Pujol y el nacionalismo

Hechos

El 21.01.1988 D. Jaime Mariscal concedió una entrevista al diario LAS PROVINCIAS en la que habló de D. Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Catalunya.

Lecturas

El 21 de enero de 1988 el periódico Las Provincias de Valencia publica una entrevista a D. Javier Errando Mariscal en la que realiza varios alegatos contra el nacionalismo catalán y el presidente de la Generalitat, D. Jordi Pujol Soley. El 2 de febrero de 1988 Dña. María Consuelo Reyna Doménech Subdirectora y copropietaria del periódico publica un artículo reivindicando las palabras de Mariscal.

LAS DECLARACIONES DE MARISCAL EN LAS PROVINCIAS

El 21.1.1988 el diario valenciano LAS PROVINCIAS que controlaba Dña. Consuelo Reyna como subdirectora desde 1972 publicó una entrevista a D. Jaime Mariscal, el diseñador valenciano de ‘Cobi’, propuesta como mascota para las olimpiadas de ‘Barcelona 92’. En la entrevista hacía una referencia directa a D. Jordi Pujol, líder de Convergencia i Unió (CiU) y presidente de la Generalitat de Catalunya.

  • – Tengo entendido que Mariscal no es así como muy nacionalista.
  • – Bueno, yo veo que el nacionalismo valenciano consiste en que la gente se une porque le gusta irse a la playa a tomarse una paella. En Cataluña es otra cosa.
  • – ¿Cómo es allí?
  • – Allí son una raza, un ‘poble’, ‘teni la nostra lengua i les nostres institucions’, etc. Valencia es más chapucera y simpática y en Barcelona es todo más traumático. (…) No paro de decir que ya está bien con eso de que ‘Barcelona es maravillosa’. Es maravillosa, pero también es horrorosa.
  • – ¿Qué es lo más horroroso en Barcelona?
  • – Que pretende tener ‘sis millions’ de personas. Y no llegan. También es horrible que haya tantos catalanes.
  • – Pero señor Mariscal, por favor.
  • – Bueno, es que lo mejor de Barcelona es su mezcla de gente, de razas, de culturas. Su vertiente de ciudad abierta es magnífica, pero el Sr. Pujol cultiva el sentido pueblerino, lo cerrado, el ‘seny’. Jordi Pujol es horrible, no mide más de 1’40 y si fuera por él todos tendríamos que hacer ‘catalanismo’, ‘patria’ y todo eso. Pero no podrá, porque allí estamos nosotros.
  • – ¿Nosotros?
  • – Personas con otro estilo, que también contamos.
  • – Si leen estas declaraciones en Cataluña, ¿no pueden tomar represalias contra usted?
  • – No, porque ya las han tomado. Yo no existo para la Generalitat, lo que me parece estupendo. El espíritu de Convergencia es terrible. Pujol se está montando una ‘película’ que no existe, y eso hay que decirlo, porque nadie lo dice y nos está jorobando muchísimo.

Tras el escándalo que se motivo por aquellas declaraciones el Sr. Mariscal aseguraría que aquello no había sido una entrevista sino una ‘charla amistosa’ con el periodista de LAS PROVINCIAS

LA CRIDA PIDE BOICOTEAR A COBI Y PUJOL LOS JUSTIFICA

Pujol_Banca_Catalana El grupo radical catalanista La Crida (integrado en Esquerra Republicana de Catalunya) pidió un boicot contra Cobi por considerar sus declaraciones un insulto hacia los catalanes. En los diarios AVUI, LA VANGUARDIA y EL PERIÓDICO de Catalunya se publicaron cartas de lectores que ratificaban esa petición de boicot contra el valenciano. El propio presidente de la Generalitat D. Jordi Pujol, también Secretario General de Convergencia, intervino en la cuestión defendiendo el derecho a ‘defenderse de los que nos insultan’.

roca_consti D. Miquel Roca, Secretario General Adjunto de Convergencia, partido que controlaba Generalitat de Catalunya consideró que, tras las declaraciones del Sr. Mariscal, no era recomendable que la mascota fuera Cobi.

02 Febrero 1988

Un perrito que nace caliente

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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En el fondo, es evidente que aquí subyace una de las especialidades de determinadas corrientes nacionalistas: la facilidad con que se asigna la etiqueta de buenas o malas, gratas o no gratas, genuinas o falsas a personas o cosas desde su caprichosa concepción de lo que es y debe ser Cataluña.

La mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona es un perrito que nadie conoce todavía, pero que está rodeado de una gran polémica. Su creador, Javier Mariscal, efectuó unos días antes de la elección definitiva del boceto unos comentarios despectivos sobre los catalanes en general y sobre el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en particular. Lo hizo en privado, durante un acto social en Valencia, pero trascendió. Mariscal no ha acudido al recurso facilón de desmentir al periodista que lo divulgó, si bien esbozó la excusa de que todo había sido «una charla relajada y en broma», añadiendo que lo publicado traiciona su propia manera de pensar, pues no se considera anticatalán.Cuando una semana después ese diseño fue elegido definitivamente mascota de Barcelona 92, algunos sectores nacionalistas iniciaron una movilización cívica que ya no va dirigida contra Mariscal, sino también contra el perrito -que nadie ha visto por cuestiones de patente internacional- y, en el fondo, contra la misma estructura organizativa de los Juegos. Como ya es público, existe un contencioso sistemático para capitalizar los posibles éxitos de Barcelona 92. Los socialistas, que gobiernan el municipio, se han visto sometidos a un chantaje: o acceden a compartir el protagonismo o, en caso contrario, otras instancias políticas y administrativas de Cataluña, gobernadas por los convergentes, se encargarán de deslucir los resultados. El primer frente de batalla consistió en las acusaciones nacionalistas de que Pasqual Maragall no conseguiría que la lengua catalana fuese una de las oficiales de los Juegos. El Comité Organizador y el alcalde de Barcelona lo garantizaron, pero eso generó más resquemor que satisfacción, hasta el punto de que Pujol rechazó la posibilidad de firmar personalmente el convenio lingüístico de los Juegos, por considerar ahora que era una mera cuestión «sectorial».

Con las declaraciones de Mariscal, que tanto el Comité Organizador como los socialistas catalanes han criticado, se ha abierto una nueva brecha. El pasado domingo, Convergéncia dedicó al tema una parte de la reunión de su máximo organismo de dirección, y Miquel Roca sentenció luego ante los medios informativos que la elección de la mascota «no era pertinente» debido a las frases pronunciadas por su autor.

Jordi Pujol, más cauteloso, recordó ayer en una conferencia de prensa que los representantes de la Generalitat siempre habían preferido otros diseños, aun antes de los comentarios de Mariscal, pero a continuación mostró sus auténticos argumentos al decir que «un país tiene derecho a defenderse y a rechazar de manera colectiva los insultos que se le hacen». Inmediatamente, la Crida ha asumido la dirección del boicoteo y ha colocado en la calle un manifiesto pidiendo una postura activa, mientras recomienda textualmente «expresar de forma gráfica (pintadas, adhesivos … )» el rechazo a Mariscal, a su mascota y, ya sin disimulos, «a Barcelona 92». El objetivo es intentar que el COOB reconsidere la decisión y elija otra mascota que no sea de ese autor. Para ello proponen también una campaña de protestas telefónicas, que bloqueará la centralita del Comité Organizador de los Juegos.

Independientemente de que Mariscal cometiera una incorrección, no parece lógico juzgar la calidad e idoneidad de la obra de un artista por lo que dice en las recepciones o en sus arrebatos de frivolidad. Con tal criterio, hace años que la obra de Salvador Dalí, por poner un ejemplo próximo, hubiera debido ser arrojada a las tinieblas exteriores. Conviene recordar que Miquel Roca dice que ni siquiera desea ver la mascota de Mariscal, pues su rechazo a ella es previo a sus posibles cualidades. En el fondo, es evidente que aquí subyace una de las especialidades de determinadas corrientes nacionalistas: la facilidad con que se asigna la etiqueta de buenas o malas, gratas o no gratas, genuinas o falsas a personas o cosas desde su caprichosa concepción de lo que es y debe ser Cataluña.

Por otro lado, es imperdonable la manipulación de fondo que están efectuando unos sectores que apenas disimulan la tentación de hacer peligrar el éxito de los Juegos, por mucho que constituyan una ilusión colectiva y una oportunidad de proyección internacional de la moderna Cataluña, ante la idea de que sean otros quienes asuman su protagonismo. Se trata, en fin, de una cuestión completamente desquiciada, que no es ajena, al fin y al cabo, a la inmadurez, la irresponsabilidad y el escaso sentido común que adornan a muchos de nuestros profesionales de la política, igualándoles en tontería a determinados artistas que pretenden ser graciosos.

02 Febrero 1988

Están disgustados

María Consuelo Reyna

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Realmente, resulta gracioso ver a los catalanes tan superirritados porque Mariscal se ha permitido una leve, levísima crítica.

Angelitos míos, que pena tienen, qué disgustados están con las declaraciones de Mariscal sobre Cataluña. La Crida ya ha empezado a hacer carteles contra él. Convergencia lo ha condenado. Y Jordi Pujol ha dicho que ‘un país tiene derecho a defenderse y a rechazar todos los insultos que de manera colectiva se le hacen’.

¿Ven, queridos míos, cómo escuece cuando alguien insulta y se mete donde nadie le llama?

Imagínense la inmensa paciencia que hemos tenido nosotros, que estamos teniendo, cuando no sólo se nos insulta, sino que además se nos dice que ni existimos ni tenemos legua, ni tenemos cultura, ni arquitectura, ni pintura, ni literatura, ni nada de nada. ¿Cabe mayor insulto que ese?

Pues, cada vez que hemos ejercido el ‘derecho a defendernos’ a ‘rechazar los insultos que de manera colectiva se hacen’ se nos ha llamado fascistas, extrema derecha, burros, incultos y todo lo que se les ha ocurrido. Y aún hay tontos en Valencia que les siguen la corriente y que dicen que es verdad, que cerrados somos de no reconocer a la madre Cataluña ‘mediadora de todas las gracias’.

Realmente, resulta gracioso ver a los catalanes tan superirritados porque Mariscal se ha permitido una leve, levísima crítica.

¿Qué hubieran hecho si alguien hubiera intentado inmiscuirse en su política? ¿Correrlo a palos por la ciudad?

La gota

A propósito. ¿imaginan a Jordi Pujol negociando con un jurado que hubiera negado la existencia de una narrativa catalana? En Cataluña, claro.

María Consuelo Reyna.

11 Febrero 1988

Cataluña y el 'caso Mariscal'

Jordi Sole Tura

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Lo más grave del caso Mariscal es que con este asunto se ha conseguido crear en Cataluña un clima de auténtica histeria y de irracionalidad entre amplios sectores, que quizá sirve a los intereses de la actual mayoría de gobierno de la Generalitat, pero que puede tener consecuencias incalculables para la convivencia cívica y el ejercicio de la libertad de expresión.

Una vez que el presidente Pujol ha dado solenmemente por zanjado el case Mariscal, quizá podemos analizar lo ocurrido con serenidad, más allá de la ira de la indignación que muchos hemos sentido estos días.Creo sinceramente que lo que acaba de suceder en Cataluña es el episodio político más grave de los últimos años y o más preñado de consecuencia negativas. Hay quien dice que el presidente Pujol y su partido han decidido poner fin a la campaña porque han temido que se les fuese de las manos, pero y, creo que si han decidido terminarla es porque han conseguido casi todos los resultados que buscaban.

El primero es, sin duda crear un estado de tensión colectiva y de confusión de la opinión que les reporte buenos dividendos electorales. Cosas como ésta ocurren cada vez quo se avecina una campaña electoral y siempre hay alguien que por activa o por pasiva ofende , Cataluña y debe ser contundentemente contestado por los grandes defensores del amenazado pueblo catalán, es decir por el presidente de la Generalitat y su partido. Ya estamos acostumbrados a esto, porque aparece con la regularidad del fenómeno natural.

El segundo objetivo es más serio y peligroso. Se trata de aprovechar todo lo que pueda desestabilizar al Comité Organizador de la Olimpiada de Barcelona porque Convergéncia Democrática de Catalunya no lo controla. Desde que se inició la campaña por la candidatura olímpica de Barcelona, la actitud de Convergéncia y del Gobierno de la Generalitat ha sido de reticencia contenida o explícita, y en todo caso, de pasividad en los asuntos que requieren una mayor y más activa colaboración entre todas las instituciones. En estos meses hemos asistido a un rosario de maniobras, de acusaciones veladas o abiertas y hasta de negativas a asumir las responsabilidades específicas de la mayona que gobierna la Generalitat-, que han culminado, de momento, en esta campaña contra la mascota olímpica. Todo parece indicar que lo que Convergéncia discute no es la Olimpiada, sino su control, y para ello parece dispuesta a lo que sea, llevando la tensión al límite con cualquier pretexto.

Pero lo más grave del caso Mariscal no es esto. Lo más grave es que con este asunto se ha conseguido crear en Cataluña un clima de auténtica histeria y de irracionalidad entre amplios sectores, que quizá sirve a los intereses de la actual mayoría de gobierno de la Generalitat, pero que puede tener consecuencias incalculables para la convivencia cívica y el ejercicio de la libertad de expresión. El asunto adquirió su auténtica dimensión política cuando el propio presidente Pujol dio vía libre a la protesta organizada declarando que Cataluña había sido agredida por las confusas declaraciones de Javier Mariscal y que como país tenía derecho a defenderse. En medio de la marea desatada, Javier Mariscal tuvo que someterse a una humillante entrevista en TV3 para pedir excusas y publicar un artículo autocrítico en el diario AVUI, en el que afirmaba que, pese a su concepción universalista de la cultura, no era anticatalanista. Una vez pasadas estas horcas caudinas, el señor Roca Junyent consideró que la autocrítica era suficiente y el señor Jordi Pujol declaró ante la televisión que ‘como presidente de Cataluña» consideraba que las excusas públicas del señor Mariscal eran suficientes y daba el asunto por concluido.

Creo que con esto nos basta para entender la gravedad de lo ocurrido. Pero hay más. En realidad, el asunto Mariscal es el primer episodio o, si se quiere, el ensayo general de una línea de actuación política ya anunciada hace meses por el propio presidente Pujol. En la fiesta anual de Convergéncia Democrática de Catalunya de 1987 hizo una alusión a Galinsoga, que casi todo el mundo relacionó con el reciente nombramiento de un director de diario, insinuando que, al igual que se había hecho en los años sesenta con aquel periodista, su partido estaba en condiciones de echar de Cataluña a quien se propusiera. Galinsoga era, no se olvide, el exponente de una dictadura totalmente hostil a Cataluña y ahora estamos en democracia y tenemos la autonomía. También hay que recordar que cuando Carlos Jiménez Villarejo fue designado fiscal jefe de la Audiencia Territorial de Barcelona el presidente Pujol declaró que era un nombramiento ofensivo para Cataluña, porque el señor Jiménez Villarejo es uno de los dos fiscales que llevaron el caso de Banca Catalana. Y más recientemente ha expresado igualmente su reticencia ante el nombramiento del señor Somalo como nuevo presidente de la Audiencia Territorial de Barcelona, porque al parecer no coincide con su orientación política ni es catalán de origen, aunque haya vivido y trabajado en Cataluña durante muchos años. Lo que cuenta no es, pues, el valor profesional de cada uno ni la trayectoria de lucha por las libertades democráticas. Lo que cuenta es la fidelidad estricta al propio presidente Pujol y a su orientación política. Y lo que inicialmente sólo pareció una amenaza ahora se ha convertido en realidad, hasta forzar una autocrítica pública como condición para la absolución solemne.

A partir de ahora queda, pues, claro que para ser considerado catalán no hasta ya con vivir y trabajar en Cataluña, sino que además se requiere manifestar fidelidad al presidente Pujol por activa o por pasiva, es decir, absteniéndose de criticarlo o exponiéndose a la reprobación pública en caso de hacerlo, a menos que se tengan las espaldas muy cubiertas. La definición exacta de lo que es ser catalán queda, pues, en manos del propio presidente Pujol, que puede decidir si una persona es hostil a Cataluña o no y puede otorgarle o negarle el perdón, con las consiguientes consecuencias personales y profesionales.

Uno de los aspectos esenciales del Estado de derecho es que todo ciudadano tiene derecho a pensar y a expresarse libremente. Esta libertad de pensamiento y de expresión tiene un límite, que es el posible perjuicio que pueda causar a otra persona, pero para ello se establecen los mecanismos jurídicos que permiten al posible perjudicado pedir satisfacción ante los tribunales. Lo que está excluido es que alguien pueda convertirse en juez y parte, que alguien pueda exigir a otro que cambie de opinión mediante la coacción física o moral. Ésta es una línea divisoria clara y objetiva y una garantía esencial contra la arbitrariedad. Pues bien, en este caso la línea divisoria se ha borrado, la parte se ha convertido en juez y hemos caído en la pura y simple arbitrariedad. A partir de ahora, ¿quién puede sentirse seguro? ¿Qué profesional de la información, por ejemplo, puede estar seguro de que una crítica suya contra el presidente de la Generalitat o cualquier alto dirigente del Gobierno o del partido mayoritario no va a ser considerada una ofensa contra Cataluña y no le va a exponer a la reprobación y a la autocrítica pública para poder conservar su puesto de trabajo?

Lo peor del caso es que esto haya podido ocurrir en una sociedad pluralista y tolerante como la catalana, que un sector de la opinión catalana haya asistido al desarrollo del caso con pasividad y otro sector haya tenido una actitud beligerante contra Javier Mariscal y el COOB. Éste es el último de los resultados que se querían obtener. Y la explicación del mismo hay que buscarla en el tipo de identidad nacional catalana que el nacionalismo gobernante está forjando, una identidad de pueblo asediado, de pueblo encerrado en sí mismo, siempre pendiente de un enemigo exterior dispuesto a quitarnos lo nuestro, como si nada hubiese cambiado respecto al pasado dictatorial, a pesar de la Constitución, del Estatuto de Autonomía y de la Generalitat. Para los que la propugnan, esta constante dialéctica del amigo y el adversario exige la defensa a ultranza, la unidad sin fisuras en tomo a los dirigentes del país y lo justifica todo, incluso la limitación del pluralismo político y cultural.

Por eso, lo que está en juego, lo que hay que defender, es la idea misma de una Cataluña plural, diversa y tolerante, a prueba de irracionalidades colectivas y de mesianismos y capaz de asumir con tranquilidad todas las implicaciones del pluralismo, entre ellas, el derecho a la frivolidad. Ésta es, a mi entender, la principal enseñanza de lo ocurrido y la principal advertencia de lo que puede ocurrir si las cosas no cambian.

Jordi Sole Turá

16 Marzo 1988

Guau, guau

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA MASCOTA que creó el diseñador Javier Mariscal para los Juegos Olímpicos de 1992 ha levantado una considerable polémica, tanto dentro del mundo de las artes plásticas y gráficas como en el político: el líder del grupo municipal barcelonés de Alianza Popular la ha calificado de «absolutamente horrorosa e impresentable». Probablemente los ediles conservadores de Barcelona se hayan precipitado en su juicio, pero es posible que su actitud esté traduciendo de alguna manera la perplejidad producida en un gran número de ciudadanos por el diseño dado a conocer ayer.Es verdad que los dibujos olímpicos de Mariscal aparecen cargados de valentía, sentido rupturista e innovador. Pero el simple deseo de romper o de innovar no puede convertirse en factor determinante de la bondad o maldad de una obra. Y las fronteras entre lo innovador y la extravagancia están por definir. Por lo demás, son muy serias las dudas sobre la futura eficacia del perro mariscaliano como símbolo de un gran acontecimiento olímpico, es decir, como prenda y mercancía para la cultura de masas.

La mascota de Mariscal quiebra una tradición impuesta desde que los Juegos Olímpicos tienen mascota, desde Múnich 1972: el mimetismo con la línea de Walt Disney. Y quizá habría que recordar al diseñador, y a sus patrones, que los experimentos conviene hacerlos con gaseosa antes que con el buen champaña. La cultura de masas debe mucho a la estética de Disney, y, con todos los respetos a la línea de Mariscal, no parece que la criatura por él engendrada sea por el momento capaz de sustituir, pongamos por ejemplo, al ratón Mickey. Conviene, pues, asegurar, antes que nada, que la innovación va a ser más fructífera que el estilo que viene a sustituir. Si no lo logra, habremos cosechado fracaso sobre fracaso, porque es toda una generación de diseñadores la que culmina su salida a la palestra mundial en esta ocasión. Y con ellos se trataba de dar a conocer también un clima cultural de modernidad atento a la moda, al grafismo, a las artes plásticas, con cuna barcelonesa y enraizamiento en otras ciudades de España, desde Vigo hasta Madrid. Es difícil reconocer, sin embargo, en el perro de Mariscal el símbolo del nuevo diseño español, por mucho que el animalito en cuestión termine por caer simpático y pueda hasta funcionar como mascota dentro de cuatro años. El prurito de huir de la horterada vergonzante que representó el Naranjito del Mundial de fútbol de 1982 puede haber hecho caer a los responsables de los Juegos de Barcelona en un posmodernismo bueno para asombrar a los menos avisados y malo para vender camisetas y llaveros, que es de lo que se trata.

Fue lamentable la reacción de los círculos del patrioterismo que encarnan determinados catalanes ante las declaraciones de Mariscal sobre Cataluña, y en su día tuvimos ocasión de expresarlo así. Pero el mismo derecho de libre expresión que le asistió a Mariscal le asiste ahora al público para calificar el perro que ha engendrado. Y no estamos seguros de que no se le pueda ladrar.