12 septiembre 2018

La política había negado esa misma mañana que pensara dimitir por aquel escándalo difundido por ELDIARIO.ES que la acusaba de haber tenido trato de favor similar al de la dimitida Cristina Cifuentes

Dimite la ministra de Sanidad, Carmen Montón, al descubrirse que se sacó un máster irregular en la Universidad Rey Juan Carlos

Hechos

El 11.09.2018 Dña. Carmen Montón dimitió como ministra de Sanidad.

Lecturas

El 10 de septiembre de 2018 el periódico digital ElDiario.es dirigido por D. Ignacio Escolar García, anuncia que en el mismo polémico master de la Universidad Rey Juan Carlos I en el que estuvo matriculada Dña. Cristina Cifuente Cuenca, estuvo la ministra Dña. Carmen Montón Giménez, el master dirigido por el profesor D. Enrique Álvarez Conde (ahora procesado) y que, al igual que el caso de la Sra. Cifuente Cuenca, no hay ninguna constancia de que la Sra. Montón entregara trabajo alguno de los primeros cuatrimestres que justifique, por tanto, que aprobara el citado curso.

Por la mañana del 11 de septiembre de 2018 Dña. Carmen Montón Giménez es entrevista por Dña. Pepa Bueno de la Cadena SER para mostrar que sí hizo el trabajo final de aquel master. En esa entrevista reconoce que apenas coincidió con los profesores (“no quería hacerme notar”) a pesar de que el trabajo era presencial. La ministra se muestra recelosa a dar copias de su trabajo.

Esa misma mañana de 11 de septiembre de 2018 por la mañana la periodista de ElDiario.es Dña. Laura Galaup participa en ‘El Programa de Ana Rosa’ y deja claro que las explicaciones de la Sra. Montón no le han convencido y denuncia una posible falsificación de sus notas para camuflar sus ‘no presentado’ por ‘aprobados’. A media mañana el director de ElDiario.es D. Ignacio Escolar García es entrevistado en ‘Al Rojo Vivo’ y denuncia mentiras en las explicaciones de la ministra.

A las 17.00 horas el presidente del Gobierno D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón anunciaba públicamente que respalda a la Sra. Montón Giménez: “Está haciendo un trabajo extraordinario y lo va a seguir haciendo”. A las pocas horas La Sexta Noticias (Atresmedia) que dirige D. Antonio García Ferreras anuncia que se ha hecho con el trabajo que había mostrado la Sra. Montón en la SER como ‘su trabajo final’ y que ha podido acreditar que está lleno de plagios y copias-pega de Internet, dando la apariencia de un trabajo prefabricado.

A las 21.00 Dña. Carmen Montón Giménez comparecía a los medios de comunicación para anunciar su dimisión como ministra de Sanidad. Su sustituta será Dña. María Luisa Carcedo Roces.

Es el segundo ministro que le dimite al recién llegado gobierno de D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón tras el caso de D. Màxim Huerta Hernández.


Dña. María Luisa Carcedo Roces, en política desde 1984, será la nueva ministra de Sanidad.

11 Septiembre 2018

El día en que dejé de confiar en Carmen Montón

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La ya exministra de Sanidad Carmen Montón obtuvo un máster en la Universidad Rey Juan Carlos de forma completamente irregular. Sin ir apenas a clase, con notas manipuladas, con convalidaciones no solicitadas y con un trabajo plagiado: un copia y pega sin rubor, con el que obtuvo un sobresaliente que nunca se mereció.

La entonces diputada recibió en el chiringuito académico de Enrique Álvarez Conde y Laura Nuño un claro trato de favor, fuese solicitado o no. Un privilegio por ser vos quien sois: entonces diputada del partido en el Gobierno. Para otras alumnas anónimas, el máster ni se pareció.

En esta investigación de ELDIARIO.ES, nos hemos encontrado con el clásico patrón y el comportamiento habitual de los máster regalados en la URJC: cambio de notas fuera de plazo, convalidaciones fantasma, privilegios para los alumnos VIP… No todas estas irregularidades son achacables a Montón. Pero ella sí fue la beneficiada de todas ellas.

También las excusas eran las mismas. «Hice lo que me pidieron». Igual que Cifuentes, igual que Casado. Para cualquier estudiante normal, habría sido evidente que lo que pedían a Montón a cambio de ese título oficial no era el mismo esfuerzo que paga un alumno convencional.

A Carmen Montón le regalaron un título sin merecerlo. Y esto es culpa de Laura Nuño y del resto de los responsables de este chirinquito de la URJC. Pero Montón pudo rechazar ese regalo y no lo hizo. Aceptó ese trato de favor.

Conocía desde hacía algún tiempo a Carmen Montón. Nos llevábamos todo lo bien que se puede llevar un periodista con un político en activo, una relación que nunca puede ser de amistad. Pudo haber sido una buena ministra de Sanidad. Fue ella quien revirtió la privatización de los hospitales valencianos, quien ahorró millones a esa administración autonómica con su apuesta por los genéricos. Era una de las mujeres más progresistas en el gobierno de Sánchez. Era la ministra a la que odiaba todo el sector de la sanidad privada y os confieso que me caía bien.

Confiaba en su palabra, hasta que hace justo una semana me mintió. Fue en su despacho, el pasado martes, en presencia de mis compañeras Raquel Ejerique y Laura Galaup. Primero nos contó que iba a todas las clases. Cuando le explicamos que solo una alumna de cinco la recordaba, y solo por un par de días, nos dijo que se incorporó en octubre. Cuando le contamos que tampoco la recordaban los profesores nos contó que empezó en diciembre.

Una hora después nos admitió que, hasta enero de 2011, por las clases de su máster no pasó.

Siempre es más fácil publicar noticias incómodas sobre alguien al que no conoces, a quien no respetas, a quien no valoras o que te cae mal. Pero la independencia de ELDIARIO.ES también consiste en esto: en aplicar el mismo rasero a todos, sin importar quienes son. En destapar todos los escándalos, sin mirar el color.

Con Carmen Montón hemos hecho exactamente lo mismo que antes hicimos con nuestras investigaciones sobre los máster de Cristina Cifuentes y Pablo Casado. Lo mismo que volveremos a hacer la próxima vez. Caiga quien caiga, gobierne quien gobierne, ELDIARIO.ES cumplirá con su obligación de fiscalizar los abusos del poder.

Gracias a los socios por confiar en nosotros. Gracias por hacer posible ELDIARIO.ES.

11 Septiembre 2018

Lo que nos hace distintos, ministra

Raquel Ejerique

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Lo que nos hace distintos a unos y otros no es solamente decir que «no todos somos iguales», sino actuar de modo diferente. La ministra Carmen Montón, si quería ser diferente, podría haber denunciado las facilidades que le estaba ofreciendo una pequeña organización corrupta al amparo de una universidad pública, en lugar de aceptarlas. Eso es lo que haría alguien distinto que ni propone ni acepta que se le trate de manera excepcional.

Por ejemplo, en lugar de decir «hice lo que se me pidió» podría haber hecho lo que se esperaba: exigir la igualdad académica predicando con el ejemplo y no prestarse a ningún carril rápido. No hace falta ser un experto universitario para saber que empezar con el curso a medias y aprobar seis asignaturas con nota sin conocer a los profesores no es una vía normal. Tampoco es normal entregar un TFM de 50 páginas con 19 plagiadas y sacar sobresaliente.

No sé en qué universidades han estudiado algunos de nuestros políticos, pero en las públicas españolas por lo general hay un profesor por asignatura, con el que se trata, que pone un examen o trabajo al alumno, que lo entrega, y se lo devuelven con una nota. Es un mecanismo fácil y comúnmente compartido. Para una mujer como Montón, representante pública y licenciada en medicina, no debía ser tan difícil distinguir entre ir a clase y no ir, o entre presentarse a asignaturas o no, entre exponerse a ser calificada o no. Entre hacer lo que había que hacer o hacer lo que «se me pidió».

Si hubiera ido más a clase (un par de veces, según una alumna, y tres veces según una profesora), se habría dado cuenta de que esa veintena de chicas que estaban en el aula hacían trabajos de hasta 17.000 palabras. Lo habría sabido y quizás así hubiera podido darse cuenta de que el suyo no era el sistema común. Hubiera visto que leían textos largos y hacían comentarios, hubiera podido comprobar cómo preparaban su trabajo de investigación. Pero no se dio cuenta o no se quiso dar o no lo pensó, solo hizo lo que se le pidió, sin darle más vueltas.

También hubiera sido distinta a «todos» si, cuando un medio puede acreditar todo esto, en lugar de huir hacia adelante en una comparecencia llena de falsedades, hubiera pensado, hubiera hecho autocrítica y hubiera pedido disculpas. Sería muy diferente si, en lugar de justificarse a sí misma, Montón hubiera sido capaz de pensar que quizás se equivocó, que quizás se aprovechó del sistema que la había elegido. Un sistema público que no es suyo, es de los ciudadanos, y que seguirá siendo nuestro mientras que los políticos se suceden.

Hubiera sido distinto también si hubiera admitido que no tiene ningún control sobre el caos de su expediente (convalidación no pedida, fecha del título errónea, nota manipulada). Algo que solo puede pasar si no has sido tú, sino otros, quienes lo han construido y gestionado. Muy distinto sería si hubiera podido contestar a algo, ministra, algún detalle al que aferrarse, más allá de unos correos sobre cómo es la matrícula. Matricularse y constar como alumna no es prueba de nada más allá de que te has pagado un máster. Del esfuerzo y el precioso camino de superación, compañeros, investigación y esfuerzo que llevan a completar 12 asignaturas y un TFM no se ha podido acreditar rastro. Así que para que nadie pueda decir que es usted igual que otros había que hacer un acto de fe y creer que toda esa documentación probatoria se ha perdido. Pero los párrafos plagiados del esfuerzo de otras mujeres no han podido caer solos en su trabajo, eso ya no hay cadena de mails que lo arregle.

Todo sería distinto si la ministra Montón no hubiera confundido adrede papeles huecos con documentos relevantes (igual que Cifuentes) y no hubiera intentado confundir al público con declaraciones ofendidas (igual que Cifuentes), mintiendo sobre lo que le dijo a los periodistas (igual que Cifuentes) o achacando todas las irregularidades a la universidad pública (igual que Cifuentes). Quizás no sean todos iguales ministra, pero usted se ha parecido mucho a aquellos que critica y nada a aquellos a los que tenía que servir.

12 Septiembre 2018

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos

Pepa Bueno

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El ministro que devolvió el divorcio a España en 1981, Francisco Fernández Ordóñez, un católico que se enfrentó a la oposición feroz de la Iglesia, decía que no hay nada más difícil que explicar lo evidente.

Lo evidente políticamente no siempre es lo que se ve. No es una verdad inmutable ni una unidad mensurable. Lo evidente es aquello en lo que la mayoría está de acuerdo por la suma contradictoria de la experiencia acumulada y las urgencias del momento. No te toca, se huele.

Y ahora mismo parece evidente que los millones de estudiantes universitarios españoles y sus familias no soportan ni media broma con el esfuerzo que les ha costado y les cuesta el máster que, solo en teoría, les abre la puerta al mercado laboral. Sean de izquierdas o de derechas. Creyentes, agnósticos o ateos. De Madrid, de Vigo o de Cádiz. Del Huesca o del Barça.

Dice Carmen Montón que para entender las grandes lagunas de su máster hay que ponerse en el año 2011. Nos ponemos, sí. La crisis nos estaba golpeando duro, se destruían puestos de trabajo como si no hubiera mañana, el máster era todavía una realidad relativamente reciente en España y con el miedo en el cuerpo no había ojos más que para caminar erguidos y contar las bajas en las oficinas públicas de empleo.

Hoy empezamos a saber que en medio de aquel desmoronamiento, unos espabilados habían montado en la Universidad Pública Rey Juan Carlos un chiringuito que engordaba el currículo de políticos sin mucho tiempo pero con gran futuro y que el invento se sostenía por la presencia activa de los alumnos anónimos que, ellos sí, asistían a clase como era obligatorio y entregaban sus trabajos en tiempo y forma. Seguro que no todos los políticos actuaron igual y que las facilidades que les dieron fueron diferentes según el caso y la desvergüenza. Es posible que la señora Montón —una política solvente con una carrera llena de aciertos— tuviera un interés sincero en aprender y simplemente “tomó” lo que le daban. De ahí su incredulidad ante lo que le está pasando y lo difícil que le resulta entender lo evidente.

12 Septiembre 2018

La oposición está en el currículum

Manuel Jabois

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Si algo se había demostrado en los anteriores casos de másteres de la Rey Juan Carlos es que es arriesgado moverse cuando no se conoce aún qué es más peligroso: lo que ya se sabe, o lo que todavía no.

Hubo un momento dramático en la entrevista que la periodista Pepa Bueno hizo a la ministra Carmen Montón en la SER; ocurrió cuando Bueno le preguntó si iba a dimitir por las irregularidades de su máster denunciadas por eldiario.es y Montón dio a entender que no lo sabía. Por supuesto, no llegó a decir eso: dijo que no había cometido ninguna irregularidad. Se insistió en la pregunta, y la ministra no pudo responderla. En ese momento, su destino estaba no solamente en el aire; lo que también estaba en el aire era su voluntad, que es exactamente en lo que consiste la política: que tengas que tomar por ti misma las decisiones de otros. Entonces, a esa hora de la mañana, Montón sabía tanto de ella como los oyentes. Se encontraba ya entonces en ese momento en que David Carradine es víctima a manos de Uma Thurman de los cinco puntos de presión de Pai Mei: uno puede caminar cinco pasos antes de desplomarse. No llegó a dos.

Más allá de las diferencias, había algo fundamental que unía los destinos de políticos tan dispares como Cristina Cifuentes, Pablo Casado y Carmen Montón; los tres denunciaron maniobras en la oscuridad para facilitarles sus másteres. Un comando universitario bajo investigación que se había dedicado en los últimos tiempos a conseguir, a sus espaldas, los aprobados a gente en puestos de poder y a cumplir la ley con quienes, por falta de recursos, de asistencia o de nota, se quedaron por el camino. Ese delicado universo siempre se saldó, por parte de los protagonistas, con la excusa de que no sabían que alguien estaba velando por ellos y, cuando se enteraron, no denunciaron. Pueden decir, como Salinger, aquello de “soy una especie de paranoico a la inversa. Sospecho que las personas conspiran para hacerme feliz”. Víctimas de la buena voluntad de desconocidos que entran en los sistemas informáticos para cambiarles las notas; dónde hay que echar la solicitud para que lo hagan con mi vida.

Este artículo, que estaba enviado a las ocho de la tarde, decía: “Al apoyo que Sánchez ha dado en el Senado a Montón hay que ponerlo en cuarentena, como cualquier noticia procedente del Gobierno; se trata, este, de un Gabinete en continua interacción con el VAR, con el estadio parado pendiente de la repetición no de la jugada sino de la reacción del público: según como sea esta, se rectifica o no”. Media hora duró la frase; Sánchez, unos minutos más. Eso sí, si la principal línea de defensa tenía que ver con la gestión de la ministra, Sánchez estaba redibujando el campo de juego que tenía que ver con la regeneración política y los anunciados cargos públicos limpios de polvo y paja: ¿por qué no tuvo Màxim Huerta la oportunidad de gestionar su cartera, si lo que importa es su trabajo y no la ética con que se haya guiado o no fuera de él? Pero sobre todo aquí se decía, caducada la frase por la realidad, que si algo se había demostrado en los anteriores casos de másteres de la Rey Juan Carlos es que es arriesgado moverse cuando no se conoce aún qué es más peligroso: lo que ya se sabe, o lo que todavía no. Ni siquiera con toda la chorra del mundo, que es como yo voy sobreviviendo en este oficio, pude saber que minutos más tarde todo se iba a cumplir por causas tan vulgares que da miedo pensar qué pasaba por la cabeza de la ministra cuando aceptó el ministerio con un máster semirregalado y un TFM plagiado, según La Sexta. Sí lo que pasaba por su cabeza cuando Pepa Bueno le preguntó si le dejaba fotocopiar el trabajo y ella dijo que no, pero no tenía problema en dejarlo para que lo leyesen. La única condición, sospechamos ahora, es que el cuarto no tuviese wifi.

12 Septiembre 2018

Decisión responsable de Carmen Montón

LA RAZÓN (Director: Francisco Marhuenda)

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La ministra de Sanidad, Carmen Montón, ha presentado su renuncia para no perjudicar al Gobierno del que formaba parte. Es un ejercicio de responsabilidad que le honra, por más que creamos que se trata de una cesión más a esta época de excesos, donde ha dejado de tenerse en cuenta la presunción de inocencia, sustituida por una suerte de justicia callejera que reclama cabezas y mancha honorabilidades sin causa justificada, demasiadas veces, al impulso de la pugna política partidista. Ante simples sospechas no confirmadas, a la ministra Montón no le ha servido de nada ni su buen desempeño profesional, ni su trayectoria personal impecable, mucho menos su palabra. Y así, cualquier persona con una trayectoria pública, cualquier representante de la vida política, social, económica y cultural de este país puede ser víctima del celo inquisitorial que se ha instalado en una opinión pública que reacciona a estímulos pasionales y desprecia la realidad informada. Parte de responsabilidad, sin duda, la tienen los propisos partidos, que han participado sin disimulos en este tipo de persecución del adversario. Es momento de reflexionar.

12 Septiembre 2018

'Caso Montón': un Gobierno sin crédito

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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Resulta tan dantesco como preocupante que escasas horas después de que el presidente del Gobierno hiciese público su explícito respaldo a la ministra de Sanidad; de que el secretario de Organización del PSOE saliera al paso para acallar el clamor interno socialista que pedía su cese; y de que la portavoz parlamentaria defendiera su rigor y seriedad; Carmen Montón tuviera que dimitir. Se trate de una decisión forzada o voluntaria, la imagen de una ministra que anuncia con amarga sonrisa su renuncia por las irregularidades que afectan a su máster proyecta la imagen de un Gobierno que hace agua, de un Pedro Sánchez que en 100 días ha asistido como si fuese un espectador a la caída de dos de sus ministros por motivos de flagrante ausencia de ejemplaridad. No solo se trata del Ejecutivo más débil de la democracia por número de escaños, sino que con sus bandazos y dimisiones pierde crédito a diario.

Montón ni siquiera asumió su responsabilidad; al contrario, la rehuyó. Su acto no fue de contrición, sino de mal entendida lealtad. La ministra dimite «con la tranquila conciencia» de no haber incurrido en ninguna acción reprobable, y lo hace para no causar mayor deterioro en el Gobierno. Si su intención era no salpicar a Sánchez, llega 100 días tarde.

12 Septiembre 2018

Doble récord

Luis Ventoso

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Cierto, la acumulación de casos de corrupción en el PP se había vuelto hedionda, con exdirigentes destacados desfilando por la cárcel. Por su parte el PSOE también arrastraba su costra: el robo de los ERE de los parados andaluces por importe de mil millones, el mayor escándalo de nuestra democracia; o los hitos de mangancia de sus rapaces sindicalistas mineros. Podemos, con solo un lustro de vida, también se esforzaba por no ser menos que la maligna «casta» y se sumaba alegre a la corte de Rinconete y Cortadillo: Monedero cayó en el minuto uno por bucanero fiscal; Errejón, que sigue impartiendo empalagosas lecciones, trincó el dinero de una beca sin trabajarla; Espinar, tan social, se embolsó 30.000 euros comerciando con su vivienda protegida; y el líder supremo Pablo, tan feminista, cobra de Irán, uno de los regímenes más machistas y opresivos del orbe.

El ser humano es falible. Se sabe desde que el viejo sapiens camina por el planeta. Pero existían dos personas que no se habían percatado: Sánchez y Rivera, quienes se pasaron el ciclo final del maloso marianismo pregonando que con sus partidos nacería el político angélico. Sánchez convirtió la regeneración en su coartada para llegar al poder. España iniciaría con él la era sin mácula de su progresismo.

Una vez más el gran Sánchez no midió bien sus palabras y ahora suma un nuevo récord. El primero fue el mayor descalabro electoral de la historia del PSOE. El segundo llegó con su segundo intento en las urnas, cuando logro batir su toña anterior. El tercero ya forma parte del Libro Guinness: primer presidente español que se ve forzado a echar a dos ministros en solo tres meses en el cargo. El Gobierno «bonito» se nos va quedando en chamuscadito. La secuencia de los hechos de ayer constituyó una ridícula rectificación, como casi todo en este ejecutivo igualitario, paritario, exhumador y metepatas. A las cinco de la tarde, nuestro presidente no votado se ponía estupendo en el Senado y afirmaba que «la ministra de Sanidad está haciendo un trabajo extraordinario y lo va a seguir haciendo». Cinco horas más tarde, la ministra extraordinaria dimitía por su extraordinaria trampa para hacerse con un máster chanchullero. El lunes, la señora Montón se había puesto brava y retaba a la prensa con un enérgico «no todos somos iguales», en alusión a que la izquierda progresista y exhumadora es de una pasta moral pura, y jamás caerá en los vicios de la pérfida derechona. Hoy Montón ya es historia. Cuando a las ocho y media de la tarde se supo que había fusilado 19 de las 52 páginas de su trabajo de fin de máster, Sánchez ya no pudo sostenerla.

Ahora algunos politólogos zurdos y avezados explicarán que todo es una hábil jugada de Sánchez, pues al echar a su ministra gana fuerza moral para arremeter contra Casado sobre sus estudios. Pero no se confundan: aquí el que ha pinchado es Sánchez, el que ha tenido que echar a dos ministros bonitos por corruptelas es Sánchez, el que comienza a parecer un modelo hueco envuelto en celofanes de propaganda es Sánchez, que por eso no atiende a la petición de elecciones.

Y habrá nuevas y emocionantes sorpresas…

12 Septiembre 2018

Las mentiras delataron a Montón

ABC (Director: Bieito Rubido)

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a ministra de Sanidad, Carmen Montón, se vio forzada anoche a renunciar a su cargo tan solo cuatro horas después de que el presidente del Gobierno la respaldase públicamente e insinuase que no impulsaría su dimisión. El escándalo generado por otro máster prefabricado y falsario de la Universidad Rey Juan Carlos ha sido el origen de esta renuncia, pero la causa definitiva es que Montón ha mentido a la opinión pública. En ese máster no solo no concuerdan las fechas a las que se acogió Montón para dar veracidad a la teoría de que realmente sí lo cursó, sino que además la propia Universidad admitió ayer que se modificaron algunas de las notas de la ya exministra, transformando por arte de magia el «no presentado» de una asignatura en un aprobado sobrevenido. Además, hay serios indicios de que Montón plagió su trabajo de fin de máster. Del escándalo en que el catedrático Enrique Álvarez Conde convirtió algunos de los cursos que organizaba ya se sabe demasiado para demérito de esa Universidad. La diferencia respecto a otros casos radica en que Montón ha mentido públicamente ofreciendo una información deliberadamente incompleta y opaca con el único objetivo de sobrevivir como ministra. No ha sido posible, porque en este caso su engaño ha sido combatido con datos objetivos, y porque su intención de derivar toda la responsabilidad de las irregularidades hacia los organizadores del máster ha causado una fuerte convulsión en el PSOE y en el Gobierno. La presión interna ha podido esta vez con Sánchez, que ha vuelto a manejar una crisis profunda con una enorme incoherencia e improvisación y ha convertido la rectificación sistemática en una pésima costumbre de este Gobierno sin rumbo. Con la caída de Montón y la salida de Màxim Huerta cuando no llevaba ni una semana en Cultura, son ya dos los ministros destituidos del Ejecutivo en cien días, poniendo de manifiesto que ni el Gobierno de Sánchez era tan bonito, ni era oro todo lo que relucía.

Miembros de la Ejecutiva socialista y del Gobierno han sido determinantes a la hora de impulsar esta dimisión. La idea era simple: al sacrificar a Montón, se deja en pésimo lugar al líder del PP Pablo Casado, afectado por una investigación penal sobre un máster similar. De hecho, el PSOE impulsó en Madrid una moción de censura contra Cristina Cifuentes y ahora no era creíble sostener artificialmente a la ministra. Sin embargo, ni las condiciones del máster de Casado son iguales que el de Montón ni, sobre todo, consta que Casado haya mentido a la opinión pública. Esa es la diferencia que debe pesar sobre el PSOE cuando quiera emplear el ejemplo de Montón para atacar a Casado. La ejemplaridad responde a criterios subjetivos que los ciudadanos dirimen en las urnas, pero la mentira flagrante no tiene un pase en un cargo público.

13 Septiembre 2018

Doble responsabilidad

EL PAÍS (Directora: Soledad Gallego Díaz)

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El ‘caso máster’ no se puede cerrar en falso solo con la dimisión de la ministra

La ya exministra de Sanidad, Carmen Montón, ha tomado la única decisión posible: presentar su dimisión como consecuencia de las irregularidades en su máster y tras haberse revelado que había copiado gran parte de su trabajo final. Su renuncia era inevitable porque, si bien podía alegar que desconocía las trampas que se habían cometido para obtener su título, el tosco copia y pega con el que elaboró su trabajo, que incluye tesis doctorales e incluso fragmentos de Wikipedia, resulta injustificable y, sobre todo, no podía eludir su papel en el plagio. El nivel de exigencia de responsabilidades en política es y debe ser muy alto, y no basta demostrar que se es una gestora eficaz, como ocurría con Carmen Montón, que en 100 dias de gobierno impulsó una medida tan importante como la la recuperación de la sanidad universal.

Por encima de la justificada dimisión de Montón, existe una responsabilidad inexorable: la de los gestores de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), presentes y pasados, porque permitieron que creciese sin ningún control el cerrado Instituto de Derecho Público, un pozo de corrupción investigado por la justicia, que se ha convertido en un grave problema para la imagen de este centro de enseñanza, para sus 2.000 trabajadores y sus 45.000 alumnos, que han visto cómo se devaluaba el valor de sus títulos. Fallaron las inspecciones internas y externas y no solo en el terreno académico, ya que la justicia está investigando desviaciones de fondos del responsable del Instituto, Enrique Álvarez Conde.

La universidad pública ha sido uno de los principales ascensores sociales en España porque garantiza la igualdad de oportunidades. No ha ocurrido eso ni con Cristina Cifuentes, que se vio obligada a dimitir, ni con Pablo Casado, cuyo caso ha sido trasladado al Supremo, ni con Carmen Montón. Estos escándalos, además, no han sido revelados por la universidad como consecuencia de sus controles internos, sino por los medios.

El Instituto de marras estuvo abierto 15 años durante los mandatos de tres rectores diferentes —Pedro José González-Trevijano, actualmente magistrado del Tribunal Constitucional a propuesta del PP; Fernando Suárez, afectado por un escándalo de plagio de sus propios trabajos académicos, y Javier Ramos desde 2017—. Los tres concedieron una autonomía total a un centro de enseñanza adscrito a su universidad, que regalaba títulos a algunos privilegiados, «con una posición relevante en el ámbito político o institucional», como ha escrito la magistrada que investiga el caso en su exposición al Tribunal Supremo. La justicia se pronunciará, pero eso no va a solucionar los problemas de la URJC. No existe un caso Montón, Casado o Cifuentes. Existe un caso Universidad Rey Juan Carlos.