24 noviembre 2003

El acuerdo inicial para una candidatura de consenso entre PP y PSOE se rompió cuando los populares quisieron impulsar una moción de los alcaldes contra el Plan Ibarretxe

El alcalde de A Coruña, Francisco Vázquez, desbanca a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, de la presidencia de la FEMP

Hechos

Votación para la presidencia de la FEMP

  • D. Francisco Vázquez – 14.328 votos (PSOE+IU+CiU+PAR+PA+IC+CHA)
  • Dña. Rita Barberá – 12.624 votos (PP + Coalición Canaria)

24 Noviembre 2003

El PP rompe la unidad

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La jugada con la que el PP rompió ayer el consenso alcanzado en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) fue demagógica, inoportuna, sectaria y descarada. Ese consenso, al que se habían sumado todas las fuerzas políticas de España, excepción hecha del PNV, ausente de la FEMP, otorgaba la presidencia al socialista Francisco Vázquez, alcalde de A Coruña, y la vicepresidencia, a la popular Rita Barberá, de Valencia. Pero, llegado el momento de ratificar en votación ese pacto, el PP se sacó unilateralmente de la manga una declaración de condena al plan Ibarretxe. No era el momento ni el lugar para ello. La FEMP se dividió y, al final, se presentaron dos candidaturas a la presidencia y la comisión ejecutiva: una liderada por Vázquez y otra por Barberá. Ganó la socialista, con el apoyo de IU, CiU, PAR y otras fuerzas.

Al añadirle a una declaración institucional de apoyo a la Constitución una condena expresa del proyecto de Ibarretxe, el PP hizo una maniobra de objetivos evidentes: ensuciar un acto que iba a constatar la victoria del PSOE, por 200.000 votos más que el PP, en las municipales del 25 de mayo; intentar abrir una brecha entre la izquierda constitucionalista y los nacionalistas catalanes de CiU y ERC, y continuar crispando el clima político. Así lo vio la mayoría de los asistentes a la cumbre de la FEMP, que rechazó la moción del PP. «Sí a la Constitución, no al plan Ibarretxe, no a esta moción», dijo la alcaldesa socialista de Lasarte, Ana Urchueguía, que no sólo está amenazada por ETA y enfrentada al nacionalismo radical vasco, sino que en 2001 enterró a su primer teniente de alcalde, asesinado por la banda terrorista. Como ella, los delegados del PSOE, incluido Francisco Vázquez, cuyo españolismo está fuera de duda, hicieron bien en rechazar la jugada del partido del Gobierno.

En estos momentos de extrema polarización política en España, el consenso sobre una candidatura única que se había alcanzado en la FEMP, que incluía al PSOE, el PP, IU, CiU y fuerzas regionalistas, era un esperanzador rayo de luz. Surgía así un ámbito de diálogo, negociación y pacto. Abortarlo de inmediato fue una nueva muestra del camino emprendido por el PP: la instrumentalización partidista de la unidad de España, los símbolos nacionales y la Constitución. Es un camino que le da buenos réditos electorales, pero que, como demuestran los resultados catalanes, ahonda las fracturas de este país, radicaliza las posiciones y nos empuja a un peligroso choque de nacionalismos.

El PSOE, que con casi ocho millones de votos fue el partido más votado el 25 de mayo, presidirá la FEMP a través de Vázquez. Es de justicia que así sea, y ello supone la visualización de la primera victoria obtenida por Zapatero, que es, quizá, el efecto que quiso impedir el PP. Con su actuación, el Partido Popular rechazó la integración y optó de nuevo por la confrontación, por acentuar lo que divide y no lo que une.