9 septiembre 1993

El director de la revista negoció con el asesor de Conde, José Antonio Segurado, la operación que evitara el cierre de la publicación

El Banco Banesto compra el 50% de las acciones de la revista ÉPOCA de Jaime Campmany, salvándola de la quiebra

Hechos

El 9.9.1993 el diario EL PAÍS publicó que el banco Banesto (presidido por D. Mario Conde) había comprado el 50% de las acciones de la empresa editora de la revista ÉPOCA.

Lecturas

En septiembre de 1993 el Banco Banesto presidido Mario Conde Conde acepta suscribir hasta el 50% de DINPE S.A., la empresa editora de la revista Época a través de la sociedad Corinen (que es propiedad de la sociedad Aguas Limpias, propiedad al 100% de la corporación Banesto) para aportar capital a la revista y reforzar a Jaime Campmany Díez de Revenga, que mantiene el control del resto del capital de DINPE S.A. El Sr. Campmany seguirá ejerciendo como director-propietario de la publicación.

07 Abril 1997

MARIO CONDE Y MI SUEGRA

Jaime Campmany

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En mi casa, quien más defiende a Mario Conde es mi suegra, Dios y ella sabrán por qué. A mi suegra todavía le dura aquella devoción nacional que se levantó hacia Mario Conde, cuando del Rey abajo todos íbamos a contemplar cómo le hacían doctor honoris causa por la Universidad Complutense y cuando todos los jóvenes retoños de las buenas familias le tenían como modelo y dechado. Unos años más con Mario Conde en la cresta de la ola, y todos los aspirantes a yuppies y ejecutivos en este país habrían aparecido bajo una gruesa capa de gomina y con chaleco de baja pechera. Las opiniones de mi suegra suelen levantar algún estupor y oleaje contrario en mis hijos, en mi mujer y en mí mismo, pero luego comprobamos que no anda tan lejos como parece de lo verdadero y de lo justo. Desde luego no parece oportuno defender a alguien que está siendo juzgado por los jueces.  Que lo defiendan sus abogados, que en este caso es él mismo, quizá desgraciadamente para él porque, como alguien recordaba hace poco, el abogado que se defiende así mismo tiene a un tono por cliente. Pero tampoco es que mi suegra se vaya a poner la toga ni vaya a romper a escribir en los periódicos.

Yo no sé que haría o qué no haría Mario Conde en la presidencia de Banesto. Tampoco sé que habrá sido de los seiscientos millones de Argentia Trust. Pero ante la falta de pruebas, si tuviera que hacer una adivinación, estaría dispuesto a poner en el fuego la mano de Felipe González a que los seiscientos del ala fueron a para r a manosde los socialistas con Antonio Navalón por enmedio o sin Navalón por enmedio, Chiqui Benegas arriba o Chiqui Benegas abajo. Y claro está que los gatupeños que Mario Conde haya hecho en Banesto, si es que los hizo, debe pagarlos, igual que deben pagarlo los organizadorez del socialismo responsable de la corrupción y el pelotazo. Y ahí es donde mi suegra hace hincapié.  «Bueno, ya van a meter en la cárcel a Mario Conde, y los socialistas, en la calle, y Felipe González ¿de rositas? Pues, hijo, aquí para que haya justicia habrá que esperar a que las trompetas anuncien el Juicio Final.

De Mario Conde puedo decir, sin que esto tenga nada que ver con sus peripecias judiciales, porque no se trata de poner mi firma ‘contra el acoso’, que con él sólo tengo yo motivos de respeto y gratitud. Cuando presidía Banesto, Mario Conde, a través de la sociedad Corinen, entró en el capital social de esta revista, nada menos que con el cincuenta por ciento. Y puedo decir en su honor y en honor de la verdad que jamás intentó entrometerse en los criterios del Director, ni solicitó una sola información sobre él, positiva o negativa, elogiosa o censuradora, sobre el Banco ni sobre cualesquiera otras personas o entidades. Y éso a pesar de sufrir una persecución, evidentemente injusta en ocasiones, por parte del Banco de España, del gobierno socialista y del propio Felipe González con el presumible beneplácito de José María Aznar. Me gusta afirmar públicamente esta circunstancia porque sobre la entrada de Mario Conde (a través de Corinen)  se aventuraron entonces varias hipótesis, y ahora puedo deir rotundamente que todas eran absolutamente falsas. Ni en la administración ni en la orientación ideológica ni en los criterios de la direción intervino nunca Mario Conde ni nadie de su entorno o por su encargo.

Esto no tiene nada que ver, claro está, con la simpatía de mi suegra por él ni por la defensa que de él hace. Como antes he dicho, esa defensa nace de la comparación con otros personajes que, tan encumbrados o más que Mario Conde, y mucho más sospechosos que él, o autores declarados de fechorías obviamente más graves que las que puedan se atribuídas a Mario Conde, andan por ahí sueltos y hasta ahora libres de tener que rendir cuentas, ¡y que cuentas!, a la justicia. Por lo demás, todo lo que suponga que la ley sea igual para todos, y sea inexorable para los poderosos, y lo sea de manera evidente y a los ojos del pueblo, venga en buena hora. Y olé

Jaime Campmany

El pacto entre Campmany y Segurado

Luis Herrero

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Jaime Campmany había seguido la estela anteriormente marcada por EL MUNDO y TRIBUNA insistiendo en la publicación de datos y episodios sobre los asuntos ya tratados en el diario de Pedro Jota y en la revista de Julián Lago.

Campmany no tenía (al menos que se sepa) ninguna relación especial con Mario Conde y mucho menos con Banesto. Pero si tenía (tal vez algo más que una vieja amistad) con el asesor personal de Mario Conde. José Antonio Segurado y Jaime Campmany se conocían de los tiempos de la dura brega política de Segurado y se veían con alguna frecuencia. Cuando la crisis económica comenzó a hacer mella en el mercado publicitario de las revistas de información política, el director de ÉPOCA pensó en el barbado libreal como posible intermediario ante Conde.

EL primer encuentro formal se produjo en el restaurante Príncipe de Viana.

– ¿Crees que podrías ayudarme, José Antonio? _ Preguntó Campmany

– No lo sé, no lo sé. Déjame que lo consulte y ya te diré algo. En principio no suena mal. Puede ser una opción interesante…

José Antonio Segurado lo habló con Mario Conde ese mismo día. No debe sorprender tanta rapidez: asesor y asesorado hablaban todos los días del año por teléfono, sin ninguna excepción. Además despachaban de oficio una vez a la semana y, a instancias de Conde, tantas veces como fuera menester fuera de programa. Pocos días después, Segurado estaba en condiciones de dar una respuesta a Campmany:

  • Hay una gente a la que puede interesar

Desde el primer momento se supo que la gente a la que se refería el asesor de Conde eran fiduciarios del grupo Banesto que se habían camuflado en una empresa llamada Corinem. Lso rumores eran insistentes, a pesar de lo cual Campmany jugaba al despiste.

  • Creo con sinceridad – declaró – que Banesto no posee directamente ninguna acción de la sociedad aunque tampoco lo puedo desmentir de manera tajante.

La operación se realizó mediante una ampliación de capital, con una prima de emisión cercana a los 800 millones de pesetas que fue cubierta en su totalidad por la empresa Corinem. Los nuevos socios pasaron a controlar el 50% de ÉPOCA. Era verdad que ni Conde ni Banesto figuraban entre los nuevos accionistas, pero no lo era que Campmany estuviera en la inopia respecto a los compromisos que había contraído con el banquero. Para empezar, se reunía todas las semanas con Segurado para hablar del a marcha de la revista.

Las referencias críticas a Conde, que hasta entonces habían menudeado, desaparecieron de las páginas de ÉPOCA con la misma naturalidad con la que, un día, se le devolvió un original a un columnista despistado.

Pero el dato fundamental, el compromiso más serio, no hacía referencia al tratamiento informativo sobre Conde. El único pacto explícito que convinieron José Antonio Segurado y Jaime Campmany durante la negociación fue a propósito del Rey.

  • Sólo hay una condición, Jaime, sólo una –advirtió el bróker de la operación.
  • ¿Cuál?
  • Hay que cuidar esmeradamente la información sobre la Familia Real.

El mensaje era claro como la luz y el pacto se cumplió hasta el final. De esa forma, pocos meses después del verano de 1992, lso medios informativos que se habían distinguido por una línea crítica con el Rey quedaron controlados de alguna forma, por Mario Conde.