28 diciembre 1993

Alfredo Sáenz asumirá la Presidencia al frente de una coalición de directivos de los restantes bancos

El Banco de España interviene el banco Banesto aplastando a Mario Conde, todo el Consejo de administración es destituido

Hechos

  • El 28.12.1993 el Banco de España intervino el banco Banesto, destituyó a todo su Consejo de Administración encabezado por su Presidente, D. Mario Conde, y designó a una nueva dirección encabezada por el directivo del BBV, D. Alfredo Sáenz.

Lecturas

ROJO, EL VERDUGO DE MARIO CONDE

El Gobernador del Banco de España, D. Luis Ángel Rojo, compareció ante las cámaras de TVE para explicar los motivos de la intervención del banco Banesto. Jerarquicamente él fue le responsable de la destitución de D. Mario Conde y el resto del consejo, aunque desde el entorno de los directivos cesados se insinuaba que el Sr. Rojo no había hecho más que obedecer órdenes del Gobierno del PSOE y su antiguo jefe, el ex Gobernador D. Mariano Rubio)

EL NUEVO CONSEJO DE BANESTO

Alfredo_Saenz D. Alfredo Sáez, nuevo Presidente de Banesto

  • Alfredo Sáenz (BBV), presidente
  • Epifanio Ridruejo Brieva (Banco Central Hispano)
  • Marcial Portela Álvarez (Argentaria)
  • Matías Rodríguez Inciarte (Banco Santander)
  • Ildefonso Ayala García (Banco Popular)

EL DESTITUIDO MARIO CONDE COMPARECE PARA MOSTRAR SU DESACUERDO CON LA INTERVENCIÓN

Tras unos días en silencio el destituido D. Mario Conde comparecería en rueda de prensa en enero de 1994 para mostrar su total desaprobación con la intervención del banco y considerar que no había motivos justificados para la intervención.

¿LA OPERACIÓN PP-PSOE PARA DESTRUIR A MARIO CONDE?

Narcis_Serra D. Narcís Serra

Diversos periodistas y en particular D. Luis María Anson (aunque esperara años para hacer esa denuncia) aseguraron que la intervención del banco Banesto no fue por motivos económicos, sino por una operación política planificada por el Vicepresidente del Gobierno, D. Narcís Serra, con el respaldo del PP y el PSOE para neutralizar a D. Mario Conde como personaje público.

EL MINISTRO RUBALCABA SOBRE LA INTERVENCIÓN DE BANESTO

El ministro de la Presidencia y Portavoz del Gobierno, D. Alfredo Pérez Rubalcaba, fueno de los primeros miembros del Gobierno socialista en valorar la decisión del Banco de España, decisión de la que no se podían considerar ajenos al ser el Gobernador del Banco de España un funcionario del Gobierno.

EL PRESIDENTE FELIPE GONZÁLEZ SOBRE LA INTERVENCIÓN DE BANESTO

¿POLÉMICA POR LOS DIVIDENDOS?

Dividendos 11.12.1993

29 Diciembre 1993

EL FINAL DE LA ESCAPADA

Jesús Cacho

Leer
Hace ya bastante tiempo escribí en la revista TRIBUNA, casi literalmente, que «a Conde puede ocurrirle de todo, menos que le demuestren que es mal banquero y mal empresario».

¿Qué ha pasado?», preguntaba ayer noche un íntimo amigo a un contrito Conde. «Nada», respondía el aludido, «que han ganado. Que lo que no pudieron en el 87, lo han podido ahora». Ayer, el Banco de España terminó de un plumazo con la historia de la entidad con más solera del sistema financiero Al tiempo, el banco emisor hacía realidad la ironía de acabar en el día de los inocentes con el currículum de uno de los hombres más brillantes que ha producido este país en las últimas décadas. Ayer fue uno de esos días que, para bien o para mal, marcan el devenir de un país, porque ayer feneció definitivamente una época muy reciente de la historia de España, la era de la economía del pelotazo, la época dorada del «boom». Ninguno de aquellos personajes que llegaron a ser conocidos como «los supergalácticos», está hoy «vivo», en el sentido que a la expresión darían unos hombres llamados a sentar cátedra, como representantes de un nuevo capitalismo, sobre la vieja piel de toro. El último representante de aquella «primavera de ideas y proyectos», Mario Conde Conde, feneció ayer. Todos, protagonistas de las batallas bancarias de la segunda mitad de los ochenta, han perecidos fagocitados -Conde, Abelló, los Albertos, De la Rosa, Rubio, Durán, Revilla, de alguna manera Pedro Toledo y Sánchez Asiaín, incluso los March, y muchos, muchos más- por un Laoconte que devora a sus hijos con la rapidez del relámpago y la brutalidad del trueno. Todos están hoy en sus cuarteles de invierno, manejando sus negocios privados a sotavento de la crisis, víctimas de la crisis, dejando tras sí un país más pobre, más estrecho, más «acollonado», también más peligroso para el discrepante, más inhóspito, más ultramontano. Del «boom del pelotazo» sólo queda vivo el frente político del fenómeno, formado fundamentalmente por dos, Carlos Solchaga y Felipe González. A ambos les queda cuarto y mitad ante la apisonadora de los tiempos cambiantes, pero ambos se han despedido barriendo, llevándose por delante al enemigo histórico, mandando Banesto al baúl de los recuerdos. Empezaron su reinado con Rumasa, y lo terminan con Banesto. Dicho lo cual, y para no engañar a caminantes poco avisados, hay que ir enseguida al meollo de esta tremenda historia, aunque días habrá por delante para intentar bucear en las incógnitas que se yerguen ante un asunto tan cargado de pasiones como las que, desde el 87, han rodeado a Conde. Y el meollo de este asunto, a mi entender, no es otro que las desgraciadas cifras de Banesto. Los números no le han salido a Mario Conde, y esa realidad ominosa ha gravitado como una pesadilla sobre sus seis años de banquero. Hace ya bastante tiempo escribí en la revista TRIBUNA, casi literalmente, que «a Conde puede ocurrirle de todo, menos que le demuestren que es mal banquero y mal empresario». Alejado de gran parte del «establishment», odiado por la «biutiful pipol», enfrentado a muerte con el ministro de Economía por antonomasia del felipismo, visto con recelo desde las filas de la derecha política, Conde ha ido a fallar donde no podía fallar: en las cuentas de Banesto, en la salud del banco, en la rentabilidad de una institución tan cargada de historia como esa. Cierto que abundarán las interpretaciones en clave de conspiración política -y la alegría que ayer asomaba en muchas caras del felipismo es un claro indicio de ello-, pero la verdad de los números no admite vuelta de hoja. La inspección del Banco de España no precisaba montarse a lomos de ninguna gran conspiración universal contra el banquero heterodoxo, para toparse al final del camino con la durísima realidad de esos casi 400.000 millones de pesetas de agujero. Esa realidad, siempre terca, muestra que tras el acertado saneamiento de los primeros tiempos, en los que Banesto tuvo que engullir los desperfectos causados por asuntos como Tierras de Almería, el Banco Coca, y el Banco de Madrid, el banquero gallego puso en marcha una estrategia tan valiente como arriesgada que le ha llevado a la estación término del 28 de diciembre del 93. Conde, que al final no pudo embarcarse en una fusión ventajosa, intuyó que la cuestión era crecer por encima de todo -«sacrificar rentabilidad a crecimiento»- para no quedarse a rebufo de los grandes. Se instaló así, de la mano de Juan Belloso, en una agresiva política de activo cuando ya las campanas de la crisis estaban tocando a muerto, y la mayoría de los competidores bancarios habían echado el freno con una política crediticia muy restrictiva. Banesto llegó a colocarse, en cifra de balance, a un tiro de piedra del BBV, la ansiada meta. En época expansiva, la estrategia de Conde hubiera seguramente devenido en éxito digno de libro de texto. En período de vacas flacas, se ha llevado el banco por delante. De ello habrá que colegir que la profesión de banquero no necesita de las excelencias de un Nóbel, sino de la pasión artesana y usurera del banquero clásico del manguito. Al final de su escapada, Mario Conde creyó encontrar en J.P. Morgan el antídoto eficaz para reflotar la nave embarrancada en los bajos fondos de una morosidad imparable. Aquí reside, en un gran banco norteamericano que parece haber estado jugando dos cartas en los últimos dos meses, una de las claves de la caída final del mito. La otra clave está en otro banco español que ha trabajdo duro, durante esos dos meses, para hacer cambiar a J.P. Morgan de acera. Y dicen que anoche Carlos Solchaga, con un agujero sólo este año de 3,6 billones, brindó con champán francés. Del bueno.

Jesús Cacho

29 Diciembre 1993

LA CONJURA DE LAS CIFRAS

Ernesto Ekaizer

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Un hombre que está constantemente con problemas monetarios, que tapa un agujero mientras destapa otro, y que se ve obligado a hacer un perpetuo malabarismo para pelotear sus deudas, tenderá a creer, después de cada nuevo éxito en aventar la catástrofe inminente, que es un genio financiero.

«El negocio de la banca debe ser sencillo; si es dificil es que está mal», escribió el economista inglés Walter Bagehot en su célebre Lombard Street.Cien años después de esta definición y de una gran revolución bancaria, elcaso Banesto supone la confirmación trágica de esa idea.La decisión adoptada ayer por el Banco de España no ha sido un rayo en cielo sereno. En octubre pasado, precisamente, la inspección redactó un informe voluminoso según el cual los morosos y la maraña de operaciones internacionales detectadas exigía, un año exacto después de concertado un primer plan de saneamiento, un nuevo programa de dotaciones para salvar el patrimonio del banco. Entre una cosa y otra, los inspectores han evaluado en torno a los 400.000 millones las nuevas necesidades de Banesto para tapar agujeros. La glotonería del banco, por así decirlo, se ha tragado los 100.000 millones de la ampliación de capital anunciada por la entidad y por J. P. Morgan a mediados dé agosto pasado y requiere apoyos por otros 300.000 millones. Como lo sugiere cualquier crisis bancaria, estas cifras sólo son el aperitivo.

La formación del pozo de pérdidas sin fondo de Banesto tiene, lógicamente, fuentes diversas. En lo inmediato, la colosal expansión de préstamos (el banco pasó de una inversión crediticia de 1,03 billones a finales de 1987 a más de 2,5 billones en la actualidad) en el peor momento, en el umbral de la crisis económica, con lo que la entidad sigue soportando un impacto brutal de impagados. Por otro lado, la metodología de Mario Conde y sus colaboradores, que de manera ininterrumpida han sostenido en autocartera directa o indirecta una colosal parte del capital del banco. Esto quiere decir que han detraído recursos multimillonarios del flujo financiero para aplicar a compras de acciones del propio banco con nula rentabilidad.

Todos los grandes bancos padecen los problemas de morosidad, pero la diferencia es que Banesto no posee el fuelle para encajarlos; es decir, su cuenta de resultados no da para nada. El problema de Banesto es que, tras siete años, después de los colosales saneamientos de 1986 y 1987, el modelo de gestión de Mario Conde ha perpetuado una rentabilidad negativa; esto es, Banesto es una entidad en pérdidas, a las que se unen las dificultades de insolvencias. Un cóctel explosivo.

Mario Conde presentó un nuevo programa de saneamiento estos días, pero carecía de las exigencias radicales que pidió el Banco de España. J. P. Morgan (cuyo vicepresidente, Roberto Mendoza, se dejará caer hoy por Madrid) respondió, a pesar de las grandes comisiones que el banco americano se ha embolsado, que no ponía dinero adicional para sanear. Las otras vías para malvivir estaban bloqueadas: la fusión entre Banesto y el Totta & Acores, para apuntar al banco español todos los beneficios del portugués, estaba paralizada por la acción contraria del Gobierno luso; el tercer tramo de la ampliación de capital (400 millones de dólares) se hallaba virtualmente cancelado; surgían nuevas dificultades (el 28% del capital de la Unión y el Fénix acaba de ser cedido, en documento oficial, por Banesto a AGF a cero peseta más créditos de 21.000 millones para tapar agujeros, amén de las pérdidas de Unión y el Fénix, que serán de 13.000 millones en 1993, y los ajustes retroactivos a 1992, por importe de entre 15.000 y 20.000 millones; y para terminar, la decisión de vender el 1,9% de Banesto que posee la aseguradora).

Ayer, a las cinco menos diez de la tarde, cuando Luis Ángel Rojo le entregó el acta de intervención a Mario Conde en la plaza de Cibeles, éste estampó su firma fresco como una lechuga. Conde sigue siendo, aparte de Morgan-Corsair, el primer accionista particular (casi un 4%) de Banesto: deberá tener cuidado con lo que haga y diga en defensa de sus propios intereses.

A esta altura ya no puede engañarse a sí mismo según aquella frase del barón James de Rothschild: «Un hombre que está constantemente con problemas monetarios, que tapa un agujero mientras destapa otro, y que se ve obligado a hacer un perpetuo malabarismo para pelotear sus deudas, tenderá a creer, después de cada nuevo éxito en aventar la catástrofe inminente, que es un genio financiero».

Ernesto Ekaizer

30 Diciembre 1993

LA EXPLICACIÓN

Pablo Sebastián 'Aurora Pavón'

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¿Ha intervenido el Gobierno Banesto para salvar la entidad como tal de su crisis interna, que el Banco de España dice que era muy grave y los gestores de Banesto coyuntural, o simplemente para hundirlo y repartir entre los banqueros amigos de Felipe González los dominios y el negocio de este banco?

El presidente del Gobierno desapareció. Dio a sus fieles, los más mansos de la camada -nada de Rubio o de Solchaga, sino a Solbes y a Rojo, la orden de intervenir Banesto y se esfumó a bordo de un helicóptero, dicen que del Trueno Azul, y se perdió casi diez horas del mapa español mientras Narcís Serra, el urdidor de la intervención de Banesto, no era capaz de explicar en el Congreso dónde estaba el presidente y lo que había pasado o lo que iba a pasar. La bomba bancaria de González, cuando las cosas le iban de mal en peor en el PSOE y en la política nacional -las cuentas del Estado están más en quiebra que las de cualquier banco- ha sido fulminante y ha levantado un hongo gigantesco a su alrededor de imprevisibles consecuencias. De momento, la Bolsa cayó en picado y la cotización de las acciones de primeros bancos del país, algunos de esos que hoy son juez y parte en Banesto, alguaciles de la intervención, cayeron más que las de Banesto el día de la intervención. ¿Y por qué la Comisión Nacional del Mercado de Valores no suspendió la cotización en Bolsa ayer de estos bancos? Muy serios y aplastantes deben ser los argumentos que el ministro de Economía y el Gobernador del Banco de España han de presentar hoy al Congreso de los Diputados para justificar la intervención de un banco nacional, tal y como se ha hecho. Y para explicar cómo se ha metido en el corral ajeno a los zorros de la competencia de Banesto a registrar y urgar las cuentas de un competidor, que más de uno de los «visitantes» de Banesto querrá para sí (el BBV y Santander se relamen) o repartírselo con los demás. ¿Ha intervenido el Gobierno Banesto para salvar la entidad como tal de su crisis interna, que el Banco de España dice que era muy grave y los gestores de Banesto coyuntural, o simplemente para hundirlo y repartir entre los banqueros amigos de Felipe González los dominios y el negocio de este banco? El llamado saneamiento oficial debe ir acompañado de la supervivencia de la entidad. Menudo papelón el de Solbes y Rojo en el Congreso y menuda oportunidad hoy la de José María Aznar. Para empezar, quien debería informar a la Cámara es el presidente González, que es el autor material y el responsable directo de la situación. Y si el presidente no quiere dar la cara ante tan grave acontecimiento -bien empiezan las comparecencias de González acordadas en el impulso democrático PSOE-PP, que la dé don Narcís, el urdidor de la operación. Esperemos, pues, a ver qué sale de la explicación oficial. Aunque, de momento, ya ha salido algo: un cierto pánico internacional, ante la sospecha de inseguridad jurídica en el mundo financiero español, que deja traslucir la gravedad de la crisis económica española en los mercados internacionales y cómo las gasta, a la desesperada y sin buscar soluciones «pacíficas» o «pactadas», este Gobierno que se vistió de socialista en el Día de los Inocentes, para tapar de puertas adentro su reforma salvaje del mercado laboral y los múltiples problemas de la corrupción, del PSOE y de la economía nacional. Hay que esperar a ver qué explicación da el Gobierno y qué dice Mario Conde sobre la intervención. Hay que recopilar los datos de tan espectacular golpe de mano de Felipe González, que llegó con Rumasa y que a lo mejor se va con Banesto -Conde no quiere parecerse a Ruiz Mateos en su reacción ante la intervención- o ver si este golpe de mano le sirve al presidente para ganar tiempo y para aguantar, echar carnaza fácil y aguantar un poco más. Para vestirse de rojo en el XXXIII Congreso y que no le llamen sus «compañeros» neoliberal.

Aurora Pavón

12 Enero 1994

MARIO CONDE

Jaime Campmany

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No sé si Mario Conde salvará sus inversiones en Banesto y su prestigio como gestor y como banquero, pero indudablemente ha puesto a salvo el temple de su ánimo y el frío dominio de sus emociones en una situación que tiene que resultar para él tan grave como gravosa.

No es fácil encarar la adversidad y tal vez la injusticia y la prepotencia con la serena frialdad, la contención y la compostura verbal y gestual con que Mario Conde ha salido al procenio después de la ocupación de Banesto, esa operación que se presenta cada vez más confusa y sospechosa. No sé si Mario Conde salvará sus inversiones en Banesto y su prestigio como gestor y como banquero, pero indudablemente ha puesto a salvo el temple de su ánimo y el frío dominio de sus emociones en una situación que tiene que resultar para él tan grave como gravosa.

En su comparecencia de ayer ante la Prensa adquirieron estimable valor tanto sus afirmaciones como sus silencios, sus referencias y sus alusiones. Expuso las cifras de Banesto, sus problemas y posibles soluciones con una claridad que es muy de agradecer en medio de una polémica de números más que de opiniones. Ahora se nos plantea a los españoles una primera cuestión de credibilidad. ¿A quién creer? O nos creemos el demoledor informe del Banco de España o nos creemos el esperanzador informe de Mario Conde. Hasta ahora los únicos datos que andaban en danza eran los que había ofrecido don Luis Ángel Rojo, y esos datos, después, fueron sufriendo una inflación pesimista a medida que la bola de nieve rodaba por los círculos financieros y por los medios de comunicación. Primero eran doscientos o trescientos mil millones de pesetas de agujero. Luego, el agujero se hizo ya de medio billón. Más tarde se convirtió en setecientos mil millones, y últimamente se habla de casi un billón de pesetas. Los datos que ofreció Mario Conde dejan esa cantidad en cifras ‘no significativas’.

Fue claro en la exposición de esas cifras y discreto en lo demás. Las reiteradas preguntas de los informadores no lograron arrancarle juicios de valor, suposiciones, convencimientos de lo que ya son secretos a voces, ni certidumbres morales indemostrables. Sus palabras no cruzaron ningún momento la raya de las afirmaciones documentadas y de los datos comprobables. Bien es verdad que dejó entender aspectos significativos de este seísmo económico-político de este escandaloso bochinche, con las palabras imprescindibles y con los silencios necesarios. Silencios sonoros. Abandonó desde el primer momento toda tentación de hacer un alegato de acusaciones. Las acusaciones subyacen silenciosas, en la machacona testarudez de las cifras. Felipe González y las autoridades del Banco de España insisten en que la decisión de intervenir Banesto es una decisión estricta técnica y financiera y no política. Pero si técnicamente la medida no se tiene en pie, habrá que buscar su justificación en otra parte. ¿En dónde?

La prisa, más bien el frenesí, con el que se toma la medida de la intervención; el desprecio, no explicado hasta ahora, con el que se descarta el plan de saneamiento de Banesto, avalado por JP Morgan; la actitud aparentemente desinteresada del presidente del Gobierno y la pasividad desentendida del jefe de la oposición, o sea, esa indiferencia con que González y Aznar se quedan mirando al techo en el momento de la intervención; el misterio que rodea la venta caudalosa de acciones durante la mañana del día 28; las plusvalías de las fusiones, disfrutadas por otros bancos que ahora pasan por bien gestionados y capaces de salvar Banesto; el rechazo de Mario Conde a la proposición de vender sus acciones horas antes de la intervención; la entrega de Banesto a los administradores de la competencia y algunas otras circunstancias son elementos de juicio muy importantes para llegar a una conclusión razonable en esta marimorena bancaria.

De momento, aquí sólo se ve con claridad la catarata de este nuevo Iguazú que han desencadenado nuestros socialistas sobre el país cuando la economía y la política de la nación se les viene abajo con más peligro y gravedad que los números de Banesto.

Jaime Campmany

Memorias (Una página difícil de arrancar)

Alfonso Guerra

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La primera perla de limpieza vino de la mano de los amigos economistas. Años atrás el Gobierno había concedido – a pesar de mi oposición – una ficha bancaria a Ibercorp, entidad pilotada por Manuel de la Concha y Javier Soto, que formaba parte del clan de amigos de Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, Miguel Boyer, ministro de Economía cuando se otorgó la autorización y Carlos Solchaga, ministro de Industria cuando se otorgó la autorización y de Economía cuando estalló el escándalo de las irregularidades del grupo financiero y se descubrió que estaba complicado el propio gobernador del Banco de España. Solchaga manifestó solemnemente que pondría la mano en el fugo por Mariano Rubio. El presidente aseveró lo dicho con palabras parecidas. El Banco de España acabó por intervenir Ibercorp después de múltiples intentos de que algún banco lo comprase y Mariano Rubio terminó dimitiendo del cargo. La investigación mostró que la inspección del Banco de España conocía con anterioridad las irregularidades del grupo. Fue el primer indicio claro de que las operaciones económicas turbias no estaban en el aparato, sino que más bien vivían de los conmilitones de sus acusadores.

Un asunto lateral que había de producir mucho ruido fue la intervención por el Banco de España del Banco Español de Crédito, cuyo presidente era Mario Conde. No se trata de que no hubiera razones para la intervención, pero tal parece que la iniciativa tuvo su motivación en la negativa de Conde a hacerse cargo de Ibercorp. Acudieron a Conde el clan de los amigos, Mariano Rubio y Carlos Solchaga, antes de que estallase el escándalo con objeto de taparlo. Él no aceptó y se vengaron con la intervención. Claro que encontraron razones, irregularidades – semejantes a las de Ibercorp – para hacerlo, pero la elección tuvo su origen en la operación de los puros en Ibercorp.

El Análisis

¿INTERVENCIÓN POLÍTICA?

JF Lamata

La intervención de Banesto fue el mayor golpe de efecto del Gobierno felipista desde la expropiación del holding RUMASA. El ex presidente de Banesto, D. Mario Conde, consideró que aquello fue una intervención política, y, sin duda sería política sin consideramos que detrás de cada paso del Banco de España está el Gobierno. Desde hacía tiempo que al Gobierno felipista y a su ministro de Economía, D. Carlos Solchaga, en particular, se le atribuían ganas de crear una concentración bancaria. En 1991, ante la fusión del Banco Central por el Hispano, EL MUNDO publicaba que el siguiente paso era que el Santander absorbiera Banesto.

El Sr. Conde atribuyó primero una gran influencia de aquella decisión de ‘intervenir’ a D. Mariano Rubio, el ex gobernador, para luego, años después, responsabilizar al interventor y subgobernador D. Miguel Martínez, que querían entregar el Banesto al BBV (aunque al final quién se lo quedó fue el Banco Santander). En todo caso, su teoría de que todo fue mera intervención política hubiera sido más creíble si no se hubieran encontrado irregularidades en el manejo de los fondos, pero teniendo en cuenta que las irregularidades aparecieron a tutiplen llevando el banquero a la cárcel, habrá que concluir que si de verdad la intervención fue política, habrá que reconocer que el banquero engominado se lo puso bastante fácil.

J. F. Lamata