5 abril 2004

El ciclista Jesús Manzano rompe la omertá sobre el dopaje al reconocer públicamente que consumió EPO cuando formaba parte del equipo de KELME

Hechos

Fue noticia el 5 de abril de 2004.

05 Abril 2004

Limpiar el deporte

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Las revelaciones del corredor Jesús Manzano sobre el dopaje en el ciclismo superan la idea del fraude en el deporte para alcanzar un indecente grado de horror y perversión. Tras confesar que por dos veces se ha sentido a las puertas de la muerte, se refiere con minucia al consumo de un arsenal farmacológico: EPO, hormona del crecimiento, anabolizantes de toda clase, autotransfusiones de sangre, insulinas de última generación y corticoides, además de los productos inhibidores que permiten burlar los controles. Alrededor se descubre un mundo de jeringuillas, de un mercado negro donde se trafica a precios elevados con sustancias prohibidas, de directores que actúan como tiranos y de médicos sin escrúpulos.

En un ámbito donde Jesús Manzano se refiere al uso del denominado pote belga -un cóctel salvaje que incluye heroína y cocaína- quizá se comprendan mejor los comportamientos adictivos de algunos corredores y las dramáticas circunstancias que han rodeado los recientes fallecimientos de Chava Jiménez y Marco Pantani. La respuesta general del ciclismo ha sido el encubrimientos de las atroces prácticas que lo dominan y un victimismo pueril.

Estamos cada vez más próximos al deporte basura. No tiene sentido aceptar como fascinante, ni como tolerable, la búsqueda del éxito sobre la mentira, el fraude y la utilización de los atletas como cobayas. Eso significa todo lo contrario de los valores sociales que pretende el deporte. Al nuevo Gobierno también le espera una tarea sustancial en este campo. España se distanció hace años de las duras medidas, en algún caso de carácter penal, que se aplican contra el dopaje en Francia e Italia. Por el camino han estallado sonoros escándalos, como los protagonizados por el esquiador Johan Muehlegg, el atleta Alberto García y ahora Manzano. Precisamente porque el deporte español se ha convertido en una potencia planetaria, el Estado tiene que establecer las máximas medidas de control y castigo a los tramposos. Desentenderse de esta obligación sería colaborar, aunque sólo fuera por omisión, en el degradante paisaje que ha descrito Jesús Manzano.