7 febrero 1996

Era hermano del ministro de Justicia, Enrique Múgica

El Comando Donosti de ETA asesina al abogado Fernando Múgica, ex presidente del PSE-PSOE en Guipuzcoa

Hechos

El 7.02.1996 D. Fernando Múgica fue asesinado de un disparo en la cabeza.

Lecturas


LOS ASESINOS

comando_mugica Los miembros del ‘Comando Donosti’ que asesinó a D. Fernando Buesa eran García Gaztelu ‘Txapote’ (autor material de los disparos), Irantzu Gallastegui y Valentín Lasarte.

EL CEREBRO

aguirre_lete El asesinato fue ordenado por Juan Luis Aguirre Lete ‘Insultxa’, miembro del Comité Ejecutivo de Euskadi Ta Askatasuna.

¿UN ATENTADO COMO REPRESALIA A LA DISPERSIÓN DE PRESOS?

CESID_Mugica_1995 D. Enrique Múgica había impuesto como ministro de Justicia una de las decisiones penitenciarias que más daño había hecho a ETA: la política de dispersión de presos para facilitar, según él, que los etarras que quisieran abandonar a la banda no estuvieran presionados por el grupo. Se especula con que ETA asesinó a D. Fernando Múgica como venganza contra su hermano.

¿UN SOCIALISTA AMIGO DE LA INTXAURRONDO?

coronel_Rodriguez_Galindo El jefe de la Guardia Civil en Guipuzcoa, el General Enrique Rodríguez Galindo, considerado uno de los máximos líderes de la lucha contra ETA se ha declarado amigo personal de D. Fernando Múgica, que estuvo presente en el acto en el que se impuso el fajín de general, a pesar de que también existen informaciones que han vinculado al Galindo en el caso GAL.

EN LA CULPA RESPONSABILIZAN AL NACIONALISMO VASCO Y AL GOBIERNO

RamonTamames1979anson_la_razon En la tertulia ‘La Mañana’ de COPE, el tertuliano D. Ramón Tamames responsabilizó del crimen al nacionalismo vasco «Lo que no es tolerable es el racismo, que está en la cabeza de muchos jovencitos y del propio Arzallus cuando habla del Rh negativo. Lo menos que podemos tener es el derecho a llamarles españoles… han tergiversado la historia y los jovencitos han aprendido esa falsa historia. Son una minoría repelente, racista y asquerosa».

Discrepó de él en la misma tertulia D. Luis María Anson, director de ABC, que defendió al PNV: «Recuerdo que ETA quería asesinar a Atutxa. ETA se reduce a una organización mafiosa necesitada de dinero. Gregorio Ordoñez fue asesinado porque pidió a los empresarios que no pagaran y a Fernando Múgica como venganza por haber dispersado su hermano a los presos de ETA en una decisión de gran valor personal cuando era ministro de Justicia».

Pero el Sr. Tamames siguió señalando en la COPE responsabilidades políticas que incluían al PSOE y a su líder D. Felipe González: «González les ha dado todo lo que han pedido y están creado un Estado dentro del Estado».

07 Febrero 1996

No hay paz por separado

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Como A Gregorio Ordóñez hace un año, a Fernando Múgica Herzog, representante histórico del socialismo vasco; le han asesinado por sus ideas. En eso consiste el gran salto adelante en la radicalización del conflicto que, según los dirigentes de HB y KAS que el otro día presentaron la campaña electoral de su partido, se ha producido en el último año: ahora matan a los candidatos de los demás partidos. Así tratan de convencer a los guipuzcoanos de la superioridad de su programa. Pero hay otro motivo, no menor, en la elección de la víctima. A Fernando Múgica le han asesinado por ser hermano de Enrique Múgica. Mejor dicho: le han asesinado porque no han podido hacerlo con su hermano Enrique, ex ministro de Justicia e impulsor en su día de la política de dispersión de los presos de ETA, contra la que ahora están en campaña los amigos de los pistoleros.En las anteriores elecciones generales, celebradas en junio de 1993, el partido en cuyas listas figuran los dos hermanos Múgica fue la primera fuerza en Guipúzcoa, y Herri Batasuna (HB), la segunda. En San Sebastián, escenario del crimen de ayer como hace un año lo fue del asesinato de Gregorio Ordóñez, el Partido Popular fue, en las municipales de mayo pasado, el partido más votado, seguido del PSOE. Herri Batasuna fue el cuarto partido de la ciudad. Cuando los propagandistas de ETA y KAS aseguran que desde el asesinato de Ordáñez se ha «intensificado el contencioso entre Euskal Herria y el Estado» ocultan que ese pueblo vasco en cuyo nombre pretenden hablar es plural, y que si recurren a la violencia no es porque carezcan de cauces democráticos de expresión,como dicen sus portavoces, sino porque saben que la mayoría no les sigue, y pretenden imponerse por la fuerza.

En un texto interno de KAS difundido hace un par de meses, los estrategas de la escalada se mostraban orgullosos de que la muerte de Ordóñez había tenido el efecto dedespertar y cohesionar a las por entonces desanimadas huestes del radicalismoviolento. Recuérdese que HB había retrocedido en todas las citas electorales anteriores (locales de 1991, generales de 1993, europeas y autonómicas de 1994), que el nacionalismo democrático había declarado la guerra al mundo de ETA y HB a raíz del asesinato del sargento de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea y que el propio asesinato de Ordóñez había abierto fisuras en HB.

Tal vez no sea el momento de singularizar. las responsabilidades de quienes, en los meses posteriores, propiciaron la desbandada del frente democrático; pero es evidente que esa desbandada se ha producido, que tal cosa ha sido interpretada por ETA y sus amigos como el resultado de pasar de las amenazas a los hechos contra políticos en activo y que ello ha favorecido el envalentonamiento de la minoría violenta. La coincidencia de todo ello con un momento de debilidad del Estado a cuenta de la reactivación del caso GAL y su desaforada instrumentalización partidista han contribuido a magnificar sus efectos.

No hay posibilidad de firmar ninguna paz por separado como por momentos ha dado la impresión de pretender algún partido o algún sector de¡ mismo. Los que ayer mataron a Fernando Múgica y hace un año a Ordóñez son los mismos que reiteradamente han pretendido acabar con la vida del consejero nacionalista Juan María Atutxa. ¿Qué nuevas atrocidades habremos de ver antes de que esos estrategas de la paz por separado comprendan que será difícil convencer a los pistoleros de que dejen de serlo mientras se les siga diciendo que la oferta de ETA «sin las amenazas sería asumible», que el estatuto «se ha agotado como instrumento político» que al nacionalismo democrático «le inquieta que HB pierda votos»?

En fin, ¿qué más tiene que pasar para que todos los partidos -y los obispos- dejen de hacer distingos sutiles entre violencia útil o inútil, discriminada e indiscriminada, y comprendan que la única frontera moralmente admisible es la que separa a los demócratas, sean o no nacionalistas, de los fascistas que asesinan a sus contrincantes?

07 Febrero 1996

ETA no va a ninguna parte, pero lo arrolla todo a su paso

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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ETA volvió a asesinar ayer. Su víctima, el abogado y militante socialista guipuzcoano Fernando Múgica Herzog: un histórico del Partido Socialista de Euskadi, últimamente en un deliberado segundo plano dentro del escenario de la vida política.

No faltarán los que, desde el entorno de ETA, tratarán de apelar a circunstancias particulares, reales o supuestas, de la biografía extrapolítica de Fernando Múgica para «explicar» el mortal atentado. Intento inútil: si lo han asesinado -todos lo sabemos- es por su pertenencia al PSOE. Y porque, precisamente porque no estaba en el proscenio de la actualidad, ofrecía un blanco más accesible.

Y por sus apellidos. También, sin duda, por sus apellidos. Porque era hermano de Enrique Múgica.

Fernando Múgica ha sido otra víctima más de ese sanguinario «comando Donosti» que ya acabó con la vida de Gregorio Ordóñez. Un «comando» que es primo hermano del que se proponía hace escasas semanas matar al consejero vasco de Interior, Juan María Atutxa. Y del que intentó hace meses acabar con la vida de José María Aznar. Y del que, según el informe del fiscal, tuvo el pasado verano en su punto de mira al propio Rey de España. Otro brazo ejecutor del mismo intento de chantajear a la sociedad española mediante el terror desatado contra aquellas personas que ella misma tiene por representativas del conjunto.

En ETA se ha operado una transformación, y es importante que todos seamos conscientes de ello para no dejarnos llevar por clichés propios de otros tiempos y otras circunstancias.

Hace unos años, los dirigentes de ETA -o al menos algunos de los más influyentes de entre ellos- llegaron a ser conscientes de que habían perdido la guerra (lo que percibían como guerra). Concluyeron que sólo les cabía aspirar a la firma de un armisticio «honorable», acordado a cambio de determinadas compensaciones políticas, algunas a corto plazo, otras en forma de promesas de cara a un futuro más o menos próximo. Ese planteamiento, que tuvo su cénit en las conversaciones de Argel, pero que se prolongó aún por unos años gracias al predicamento de algunos dirigentes de Herri Batasuna, como Iñaki Esnaola, Txema Montero o Patxi Zabaleta, se fue diluyendo poco a poco. Los restos, casi briznas, han sido barridos del mapa de un plumazo en los últimos tiempos, así que ETA ha logrado recuperarse del golpe que sufrió en la redada de Bidart.

Quienes ahora tienen la sartén por el mango en el independentismo armado vasco han impuesto tesis abiertamente maximalistas. Ya no les interesa obtener representación en los parlamentos y las instituciones. Les da igual que se restrinja su círculo de influencia electoral, o incluso social. No les importa que huyan a escape de su vecindad los sectores «intermedios». Han decidido instalarse en su trinchera particular, para demostrar desde ella que son capaces de mantener «el contencioso» y hacer la vida imposible a todos los demás, así estén entre esos «demás» la inmensa mayoría de sus compatriotas. Así tengan que poner en su lista negra a cuantos no les dicen amén.

Es una estrategia cruel, injusta e inhumana. Pero, sobre todo, es una estrategia profundamente errónea, porque ignora la realidad política y social española actual. Nuestra sociedad está dispuesta a lamentar en lo más hondo cada muerte, y a dolerse infinitamente por cada atentado. Pero no a cambiar su rumbo por ello. Al contrario. Tómese el ejemplo de la política de dispersión de presos: buena parte de las voces que se levantaban en favor de una reconsideración de esa política, así fuera limitada -la nuestra entre ellas-, se acallaron deliberadamente en cuanto se produjo el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Sencillamente, porque nadie está dispuesto a aceptar que se decida nada, ni a dar alas a nada, en función de un chantaje. La relación de fuerzas está en ese punto: por muy alto que apunte, ETA ya no está en condiciones de herir de muerte a la democracia española. Los tiempos en que eso cabía -con la espiral terrorismo-golpismo- quedaron definitivamente atrás.

Ha sido espléndida la unidad con que todos los partidos democráticos han respondido al asesinato de Fernando Múgica. Pero esa unanimidad es compatible con un reexamen sereno, pero autocrítico, del grado de eficacia que tiene hoy la lucha anti-terrorista.

Hay motivos para pensar que se puede hacer más. Para deducir que fue un error unificar los ministerios de Justicia e Interior, cuando parece obvio que cada uno de ellos reclamaba atención exclusiva al más alto nivel. Y para admitir que es necesario recomponer el alto mando policial de la lucha antiterrorista, que quedó semi-desarticulado -no necesariamente por culpa de Belloch- cuando éste asumió la cartera de Interior e introdujo cambios de personal sin duda imperiosos. Y para reconocer que debe intensificarse la labor de coordinación -e incluso de información- a escala internacional, vistas las llamativas carencias puestas al desnudo por la resolución del Consejo de Estado de Bélgica en contra de la extradición de dos presuntos colaboradores de ETA.

Los partidos políticos también deben extraer sus propias lecciones. Los unos para que no confundan el cierre de filas contra el enemigo colectivo con el aplauso acrítico a cuanto proceda del Gobierno -del que sea: del de ayer, del de hoy o del de mañana-; los otros, para que sus muy legítimas discrepancias no acaben apareciendo como un distanciamiento del necesario frente común.

Cada cual ha de actuar de modo que a ETA no pueda caberle la menor duda: así no va a conseguir nada. Salvo la muerte de algunos y el sufrimiento de muchos. Tanto ajenos como propios.