17 junio 1986

Juan Manuel Soares Gamboa e Idoia López Riaño abrieron fuego contra el vehículo en el que viajaban los militares, en una operación coordinada por Iñaki de Juana Chaos

El ‘comando Madrid’ de ETA asesina al comandante Ynestrillas, al coronel Vesteiro y al soldado Casillas en vísperas electorales

Hechos

El 17.06.1986 fueron asesinados en Madrid el comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas, el coronel Vesteiro y el soldado Francisco Casillas.

Lecturas



17 de Junio de 1986, poco antes de las elecciones generales morían asesinados acribillados a balazos en su coche tres militares: el coronel Carlos Vesteiro, el soldado Francisco Casillas y el comandante Ricardo Sáez de Ynestrillas, este último era el objetivo de los terroristas. El comandante Sáez de Ynestrillas era especialmente conocido por su amistad con el teniente coronel golpista Antonio Tejero y aunque no participó en el 23-F sí colaboró en un primer intento de golpe, la Operación Galaxia (que fracasó al ser desenmascarada). Ynestrillas era un enemigo declarado del terrorismo, pero también del sistema democrático. Su muerte dejaba a tres hijos huérfanos.

Víctimas Mortales: Ricardo Sáez de Ynestrillas, Carlos Vesteiro pérez y Francisco Casillas Martín

LOS ASESINOS:

juana_soares_idoia El comando fue realizado por el ‘Comando Madrid’ que dirigía Iñaki de Juana Chaos, aunque los autores materiales de los disparos fueron los asesinos Idoia López Riaño y Juan Manuel Soares Gamboa. En el atentado también colaboraron Antonio Troitiño, Inés del Río e Inmaculada Noble.

En 1989 fueron juzgados Iñaki de Juana, Troitiño, Del Río y Noble por aquel crimen, siendo condenados a penas que sumaban 87 años de prisión.

En 2001 fue juzgado Juan Manuel Soares Gamboa por ese crimen y condenado a 29 años (su pena fue menor por su condición de ‘arrepentido’.

En 2002 fue juzgada Idoia López Riaño por aquel crimen y condenada igualmente a 87 años de prisión.

18 Junio 1986

PROVOCACIÓN DE ETA

ABC (Luis María Anson)

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El Teniente coronel Carlos Vesteiro Pérez, el comandante Ricardo Säenz de Ynestrillas y el soldado conductor Francisco Casillas fueron asesinados ayer en Madrid por la banda terrorista. Un comando, compuesto por una mujer y dos hombres a bordo de un automóvil ametrallaron el vehículo en el que viajaban los tres militares a la altura del número 36 de la avenida de Manzanares, según testigos presenciales del atentado. Al cierre de la campaña electoral, la banda de ultraizquierda ha uvelto a ensangrentar las calles de Madrid en un intento burdo y doloroso, de desestabilizar el sistema democrático. Un propósito en el que se enfrenta con la voluntad mayoritaria del pueblo español, firmemente dispuesto a mantener el régimen de libertades conquistado y a exigir del Gobierno eficacia contra los terroristas, que se vienen beneficiando de una política de debilidades, amnistías, extrañamientos, indultos y reinserciones.

18 Junio 1986

MORIR POR ESPAÑA

Antonio Izquierdo

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Con los asesinatos del teniente coronel Vesteiro, del comandante Sáenz de Ynestrillas y del soldado de Infantería Francisco Casillas no se pretenden desestabilizar los comicios del 22-J como se han apresurado a decir, cobardes, incapaces o simplemente estúpidos, algunos contendientes de la campaña electoral. La dialéctica política, tan ramplona, utilizó desde los primeros días de la transición este verbo tan horroroso, para buscar explicaciones a los permanentes mazazos del terrorismo rojo: primero, trataban de desestabilizar la transición; después, la solidez de las instituciones democráticas; más tarde, la convivencia en libertad… ¡Qué falta de imaginación! Este triple asesinato de la Avenida del Manzanares, como el quíntuple asesinato de guardias civiles de la calle Príncipe de Vergara, son hechos de armas realizados por comandos, con un alto grado de entrenamiento contra las Fuerzas Armadas, de donde es fácil deducir que lo que se está desestabilizando desde hace muchos años no son los sistemas políticos sino las instituciones seculares: Ejércitos, Tribunales, Cuerpos de la Seguridad del Estado… O más claro aún: España. De ahí que se dé una circunstancia anómala, aunque explicable: de alguna manera existe una coincidencia accidental entre los objetivos del rodillo socialista y los objetivos de la Guerra Sucia que mantiene ETA con España desde hace más de una década. No se olvide que un político con sobrada experiencia y documentación, el Sr. Martín Villa, acaba de decir tárdiamente, por supuesto, pero sin rodeos que el socialismo tuteló durante años a la guerrilla terrorista de ETA, como tutela, allende los mares, a las guerrillas comunistas que operan en los pueblos hispanoamericanos. No es necesario más que revisar las grandes acciones terroristas: las selectivas y las indiscriminadas para poder establecer un parangón de la furia criminal de ETA con la furia política de quienes han desarbolado y han dejado en buena parte indefensas a esas instituciones.

Un teniente coronel, un comandante y un soldado de Infantería han caído acribillados en una acción terrorista perfectamente calculada. El comandante era amigo mío: Ricardo Sáenz de Ynestrillas ha conocido una triple persecución: la de la Justicia por unos hechos que luego quedaron convertidos en la pura nada; la de los columnistas de los medios informativos y la del terrorismo. Las dos últimas fueron igualmente implacables. Ricardo Sáenz de Ynestrillas – le conocí de muchacho – tenía una vocación militar pura, como inmaculado era su amor a España, a la que sirvió con pasión desde mucho antes de ingresar en la Academia General Militar. Tres hombres – dos jefes militares y un soldado de Infantería – han sido los últimos objetivos de ETA. Los tres estaban unidos por el vínculo de la milicia. Utilizar su sacrificio en política sería indecoroso. No sería honrado. Se muere por algo: ETA elige sus víctimas en función de claras razones, de elementales razones: los cinco guardias civiles de la calle Príncipe de Vergara y los tres militares de la Avenida de Manzanares no van a desestabilizar las elecciones. Tampoco alterarán el pulso de unas Fuerzas Armadas acostumrbadas a ser permanenetmeente golpeadas por la guerrilla, mientras el aparato partitocrático especula intenciones o inventa causas. Han muerto por ser españoles y por ser soldados. Han muerto por España. Han muerto por la Patria, eso que ya no se lleva, como el cabo Noval. El monumento al cabo Noval todavía puede leerse esta inscripción impetratoria: “¡Patria, no olvides nunca a los que por ti mueren!”. La feliz sociedad que levanta verbenas para escuchar discursos trágicos o que capta la voluntad popular mediante artilugios y métodos ajenos a toda tarea de creación hace mucho que se olvidó de la Patria… ¿Cómo no iban a olvidarse de los que mueren por ella?

Antonio Izquierdo

19 Junio 1986

RICARDO SÁENZ DE YNESTRILLAS

Rafael García Serrano

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Ayer cayeron tres soldados de España, otros tres, qué franciscanismo, el teniente coronel Vesteiro, el comandante Ynestrillas y el conductor Francisco Casillas. No tengo noticia, en el momento de escribir, de si ha sido firmado oficialmente este penúltimo acto terrorista, pero la caligrafía, en cualquier caso, es ETA. Políticos y pueblo coinciden en esta apreciación, si bien el pueblo lo asegura con iracundo recochineo y en perjuicio y burla de las apacibles razones políticas.

“Tratan de sabotear las elecciones”, argumentan los periódicos.

Como si para sabotear unas elecciones hiciera falta recurrir a tan bárbaros métodos. Por otra parte las elecciones quienes preferentemente las sabotean son los propios políticos, que las convierten en un carnaval ridículo, en una feria de fotogenia, en el concurso de Sir Spain, en un circo de varietés. Las elecciones se desacreditan por sí solas, a poco que se observe con fría objetividad su desarrollo, su biología, su atroz monotonía que hay que aliviar con gentes del espectáculo, troteras, danzaderas, payasos y tontos.

Las elecciones no necesitan de sangre para desacreditarse. Les basta con su pirrilera dialéctica, con los fuegos de artificios de las promesas, con las mentiras gordas que transforman al chatillo Felipe en una especial de Pinocho monumental.

El terrorismo no pretende desestabilizar ni el clima electoral, ni mucho menos el democrático, que le va como el agua al pez, ni por asomo al Gobierno socialista. El terrorismo sólo busca dos objetivos: acochinar al pueblo y conquistar la libertad de Euzkadi. El terrorismo es la fórmula de una guerra que el Ejército no entiende, o no quiere entender, que tanto da para los que conocemos sus obligaciones constitucionales. Recuerdo cuando a la Falange Española le apodaron los humoristas burgueses y monárquicos Franciscanismo Español (e incluso Funeraria Española) por no ejercitar la represalia con la celeridad que requerían estos pistoleros de café, copa y puro, urgidos de una fuerza que, aunque revolucionaria les defendiera o ellos creyeran que les defendía (Al final se salieron con la suya y la Falange fue el acompañamiento coreográfico de un Estado que en gran parte regían ellos, del mismo modo que rigen éste con el acompañamiento coreográfico de los socialistas, cuya tendencia al magisterio de la buena mesa y la buena vida ya viene por lo menos desde la oronda humanidad de don Indalecio Prieto).

El que ni el Gobierno ni el Ejército comprendan la intención secesionista del terrorismo es error que pronto pagaremos muy caro si no se rectifica a tiempo. La dosis de franciscanismo del PSOE se comprende: los etarras son compañeros suyos en la marcha hacia el poder. Los socialistas – ya burgueses en la oposición – no se atrevieron jamás a luchar como los etarras, pero los aplaudían y brindaban por ellos con el champán de la esperanza al compás que los otros se marcaban muescas en los culatines de sus pistolas y metralletas. Martín Villa nos ha recordado ahora que esta complicidad duró hasta el momento de ganar las elecciones. Por mi parte, yo sospecho que aún perdura. ¿A quién se defiende? ¿A quién, si se le detiene, se le retiene? ¿A quién se aplica la ley estricta salvo a los sublevados de manos blancas del 23 de febrero de 1981 u otros complós más o menos inventados con fines éstos sí, electorales? ¿A quién se beneficia con extrañamientos, vacaciones pagadas, turismo en Cabo Verde y otros lujos insólitos para delincuentes? ¿A quién se castiga más, a los etarras o a los guardias del Orden público en cumplimiento de su misión? Nos andan todavía dando la monerga con la España peregrina y más de sesenta mil vascos han tenido que huir de los baskos y refugiarse no en el extranjero, sino en Levante, en Andalucía, en Castilla y en otras tierras españolas. Pero de esto no dicen ni mu, aunque tienen facilidades para mugir. Felipe evocaba en un mitin a Olof Palme, pero no a los asesinados con los cuartos de Olof Palme.

Ayer me decía un amigo:

  • -Pero ¿dónde se refugia el comando Madrid, que no hay forma de echarle mano?
  • -¿Qué sé yo? ¿Y por qué no en el despacho de Serra o en el de Barrionuevo? ¿O en el complejo de la Moncloa? Convendrás que allí no se les ocurre buscarlos ni a los mismísimos Barrionuevo o Serra… No tienen tanta imaginación. Son Fouchés de guardarropía, Napoleones de pacotilla, Sherlock Holmes de aluvión, Canaris de agua dulce.

Ricardo Sáenz de Ynestrillas era amigo mío. Recuerdo perfectamente la última vez que le vi, el pasado otoño, que me hizo el honor de venir a visitarme al hospital. Venía alegre, como siempre, lleno de noticias, repleto de esperanzas, seguro de sí mismo, con fe en la victoria. Recuerdo, también, la primera vez que hablé con él en el Colegio Mara, donde yo daba una conferencia – acaso porque no me la diesen, que así de impertinente era uno cuando tenía fuelle – y hablamos de repente como viejos amigos y camaradas, como si nos conociésemos más aún que desde la infancia, desde siglos. Entonces me presentó a una muchacha guapa, joven, sonrientes, dulce, que era su mujer, Carina, cuyo recuerdo tengo ante mí de manera imborrable en esta triste mañana del entierro de su marido, así como su impresionante entereza y dignidad. Se ha negado a estrechar manos sucias, a recibir a personas indeseables para su marido, para ella, para sus hijos en cuya apreciación de personas non gratas coincidimos muchos españoles.

De oficial y de jefe era ese ejemplar típico en nuestros Ejércitos de hombre alegre, confiado, inabatible. A un teniente amigo mío le dijo su comandante.

  • ¿Qué cómo le veía en la guerra? Pues siempre ganándola, seguro, y siempre jovial, sonriente, el alma tranquila, la mente clara, lo mismo en la bonanza que en plena tempestad. El oficial perfecto.

Así era Ricardo Ynestrillas, a quien han tenido que tumbar a traición junto a sus compañeros. Le veré eternamente como aquella triste mañana de hospital:

  • Levanta el ánimo, Rafael, que tú eres de los que los verán venir. Del o que vendrá con ellos.

Dios dé el eterno descanso a Ricardo y a sus camaradas, y a nosotros nos lo niegue hasta, etcétera… Es lo que nos queda por hacer.