24 diciembre 1985

El militar, considerado un afín a la dictadura franquista, mantuvo un célebre enfrentamiento con el General Gutiérrez Mellado en 1978 al que acusó de 'traidor' por apoyar la Constitución española de 1978

El ‘Comando Nafarroa’ de ETA asesina al General franquista Juan Atares Peña, de la Guardia Civil, como réplica al ‘caso Zabalza’

Hechos

El 23.12.1985 fue asesinado en Navarra el General Juan Atares Peña, de la Guardia Civil

Lecturas

Nuevo asesinato de ETA.

Hechos: El 23 de Diciembre de 1985, un día antes de noche buena, fue asesinado de un tiro en la cabeza y por la espalda el general de la Guardia Civil Juan Atarés, de 67 años de edad. Impactantes fueron las palabras de su esposa al poco de conocer la muerte de su marido «Yo les perdono, en este momento en el que la gente no habla más que de odio, seguiremos diciendo féliz Navidad a todo el mundo, porque para nosotros también ha nacido Cristo».

Víctimas Mortales: General Juan Atarés Peña

galdos_legorburu El crimen fue cometido por los asesinos del Comando Nafarroa, Mercedes Galdós y Juan José Legorburu,  que fueron juzgados por aquel crimen en 1988 y condenados a 30 años de prisión.

24 Diciembre 1985

Espiral de violencia

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

El asesinato en Pamplona de Juan Atarés Peña -general de brigada de la Guardia Civil en la reserva- es un siniestro recordatorio navideño enviado por ETA Militar al Gobierno socialista, a las instituciones autonómicas del País Vasco y de Navarra, a las Fuerzas Armadas y a la inmensa mayoría de la sociedad española. Tras las emociones suscitadas en amplios sectores de la población por el hallazgo del cadáver de Mikel Zabalza y por la energuménica comparecencia en el Congreso de los Diputados del ministro del Interior, los terroristas tratarán seguramente de presentar su crimen como una represalia política o como una venganza justiciera. Sin embargo, sólo los miserables que acepten la vergonzosa doctrina según la cual resultaría moralmente lícito discriminar, en función de la ideología de los verdugos y de las víctimas, entre las personas muertas en ese tipo de atentados podrían admitir esa coartada.Como ya indicamos en un comentario anterior (véase EL PAÍS del 19 de diciembre), los resultados de la autopsia del joven navarro no desmintieron la versión oficial dada por el Ministerio del Interior. Aunque no quepa establecer como un hecho indiscutible que Zabalza murió accidentalmente en su intento de cruzar el Bidasoa a nado, y aunque la circunstancia de que el fallecido tuviese las manos esposadas siembra considerables dudas sobre esa hipótesis, sólo la instrucción de las diligencias sumariales y el eventual pronunciamiento de los tribunales podrían invertir de signo la actual presunción de inocencia que protege a sus guardianes. Sosiéguense el ministro del Interior y aquellos de sus colegas de Gobierno que muestran ahora una hipócrita indignación ante el hecho de que otros ciudadanos sigan manejando todavía las hipótesis que les impidieron conciliar el sueño durante más de dos semanas. El Defensor del Pueblo, que levantó acta de las irregularidades cometidas en el cuartel de Intxaurrondo al aplicársele la ley antiterrorista al desventurado Zabalza, y el fiscal general del Estado, que se mostró muy cauto al pronunciarse sobre el caso, no son amigos de los asesinos, torturadores y extorsionistas de las bandas terroristas, aunque así lo insinúe el ministro Barrionuevo.

El frío asesinato del general Atarés indica la voluntad de ETA de regresar a los viejos planteamientos de provocación criminal y de manipulación de sentimientos que alimentaron su estrategia durante la década de los setenta y comienzos de los ochenta. Se trata, en última instancia, de utilizar los errores del Gobierno democrático para relanzar una ofensiva de terror que ponga de nuevo en marcha la espiral de la violencia, organice movilizaciones sociales de adhesión o de protesta, frene la reinserción social de presos y exiliados, enfrente al PNV y al Gobierno de Vitoria con el PSOE y con el Gobierno de Madrid y aumente el distanciamiento entre la sociedad vasca y las instituciones democráticas. Que los terroristas respondan a la muerte de origen incierto de Mikel Zabalza con el asesinato del general Atarés muestra la profundidad de su degradación política y moral, pero no autoriza a los medios oficiales a preparar las condiciones psicológicas para linchar a quienes discrepen de sus planteamientos sobre la lucha antiterrorista.

El Estado de Derecho no debe nunca utilizar ese infame lenguaje. Recordemos, por otro lado, que los atentados de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) contra dirigentes, militantes o simpatizantes de ETA con residencia en Francia no han hecho sino contribuir a esa envilecida táctica de enfrentar cádaveres frente a cadáveres. Las sangrientas aplicaciones de la ley del Talión no sólo resultan incompatibles con los supuestos eticopolíticos sobre los que descansa una sociedad civilizada, sino que, además, actúan como balones de oxígeno para las debilitadas estructuras del terrorismo. La amenazada unidad política y organizativa de los violentos y la socavada solidaridad emocional para su causa de significativos sectores de la comunidad nacionalista, dos hechos indiscutibles hasta la muerte de Zabalza, recibirían una ayuda inestimable de sucesos externos que pusieran en duda el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas. Porque la tolerancia gubernativa hacia las torturas, la práctica de represalias generalizadas a cargo de incontrolados (como ocurrió el pasado domingo en Pamplona) o declaraciones como las realizadas últimamente por el torpísimo Barrionuevo trabajan en favor del terrorismo.

Era una opinión generalizada que ETA pasaba por sus horas más bajas. La colaboración de las autoridades francesas había dispersado el grupo dirigente de la banda terrorista, reducido en grado notable la impunidad con que sus miembros se movían en el santuario transpirenaico y mermado su capacidad operativa para la destrucción y la muerte. La reinserción social de la plana mayor de ETA Político-militar y de algunas personalidades de ETA Militar, tan prestigiosas como Yoyes, había desactivado parcialmente la eficacia emotiva del principio de solidaridad con los presos y los exiliados, ganando seguidores para la democracia y dividiendo a los violentos. La menor potencialidad desestabilizadora de los atentados terroristas y el arraigo de las instituciones vascas de autogobierno limitaba considerablemente el margen de maniobra de ETA y aumentaba su aislamiento social.

Cabe temer que la muerte de Zabalza, las paranoicas reacciones del Gobierno socialista ante el descubrimiento de su cadáver y el asesinato del general Atarés detengan o incluso inviertan esa tendencia. Al Gobierno se le ha ido de las manos, y en el espacio de un mes, todo el proceso político del País Vasco.

24 Diciembre 1985

No han matado a un hombre: han matado a un símbolo

Antonio Izquierdo

Leer

Don Juan Atarés, General de la Guardia Civil, fue asesinado de un tiro en la nuca y dos en la espalda, en la plaza del Castillo, de Pamplona. Televisión Española, al dar la noticia de ‘su informativo’ de las 15 horas no tuvo una sola palabra de condena para el execrable atentado, pero se cuidó de recordar que don Juan Atarés, en las vísperas de la Constitución tuvo un incidente con don Manuel Gutiérrez Mellado, entonces Vicepresidente del Gobierno para Asuntos de la Defensa, hecho por el que fue procesado, juzgado, absuelto por el presunto delito de insultos a un superior y arrestado a seis meses por considerarse los hechos constitutivos de falta. También recordó Televisión Española la solidaridad que mostró el Teniente General Milans del Bosch con el procesado, a la hora de rubricar la sentencia, y de don Juan Atarés con don Jaime Milans del Bosch tras los históricos sucesos del 23 de febrero de 1981. TVE llevaba tres o cuatro días utilizando toda suerte de servicios informativos para mostrarnos las manifestaciones antiespañolas en las que se escuchaba el grito bronco amenazante, pesado, unánime de “¡guardia civil, garrote vil!”. Tal vez por esa razón se vio obligada a intentar verter sobre el cadáver todavía caliente del heroico soldado, una especie de sombra traducida en semblanza disciplinaria, pero se cuidó de no condenar, como digo, a ETA o de recordar las ejemplaridades que pueden extraerse de esa ‘hoja de servicios’ que ayer se cerraba con tres impactos de bala, 9 mm. ‘Parabéllum’.

La inicua actitud de TVE en su informativo de las 15 horas puede sintetizarse sin proposición de sus autores, en el más hermoso epitafio que podría inscribirse sobre la tumba del General de la Guardia Civil, don Juan Atarés: “¡No han matado a un hombre. Han matado a un símbolo!”. La historia, que será inapelable para juzgar las declaraciones y conductas de esta aciaga hora, reservará un lugar de honor, el sitio que le corresponde, a don Juan Atarés, no sólo por su muerte en la plaza del Castillo, de Pamplona, a manos de unos vulgares asesinos, tantas veces glorificados, sino por sus limpias, claras y directas rebeldías, cuando se fraguaba, en la conspiración y el silencio, un futuro que a todas luces resultó infinitvamente peor que cualquier pasado. Sé que no sobrarán curas párrocos que lancen al pueblo una oración fúnebre en favor de este caballero. Pero don Juan Atarés sí fue acorralado, apresado, detenido, torturado por la vileza de la prensa, la radio y la televisión y, en última instancia, muerto en la Cruz en que agoniza España dirigida por una banda de exaltados, frívolos, irresponsables, Pilatos, Herodes y Caifás… Me limito a rezar en este día de paz por su eterno descanso para tenerle muy presente en las responsabilidades que, como español, puedan serme exigidas en esta hora.

Antonio Izquierdo