29 octubre 1992

Crisis total en la coalición de Julio Anguita ante la actitud de nueve de sus diputados votando a favor, entre ellos Nicolás Sartorius, Cristina Almeida y Pablo Castellano

El Congreso aprueba la plena integración de España en la Unión Europea (Maastricht) con el apoyo de todos menos HB y Anguita

Hechos

El 29.10.1992 el Congreso de los Diputados ratificó el Tratado de Maastricht, con 3 votos en contra (Herri Batasuna) y ocho abstenciones (8 de los 17 diputados de Izquierda Unida, incluido el de su coordinador general, D. Julio Anguita).

Lecturas

El pleno del congreso de los Diputados de España del 29 de octubre de 1992 aprueba el Tratado de Maastritcht y por tanto la plena integración de España en la Unión Europea y en el proyecto de la Unión Monetario Única (una moneda común para los países europeos denominada ‘euro’).

El Tratado es aprobado abrumadora mayoría: 314 diputados a favor, 3 en contra y 8 abstenciones. PP, PSOE, PNV, CiU y CDS estaban de acuerdo en votar a favor mientras que los 3 diputados de Herri Batasuna, la formación afín a ETA, fueron los que votaron en contra.

El grupo más dividido fue Izquierda Unida, formación que cuenta con 16 diputados. Aunque la postura oficial de IU era ‘abstenerse’ en la votación, en el momento de votar sólo la mitad del grupo parlamentario cumplió la disciplina de partido.

Votaron ‘Sí’ a Maastritcht desobedeciendo a D. Julio Anguita los diputados D. Nicolás Sartorius Álvarez de las Asturias, Dña. Cristina Almeida Castro, D. Pablo Castellano Cardalliaguet, D. Narciso Vázquez Romero, D. Ricardo Peralta Ortega y los diputados de Iniciativa per Catalunya integrados en IU D. Ramón Espasa Oliver, D. Francisco Baltasar Albesa y D. Juan Armet Coma.

Votaron ‘Abstención’ los ocho restantes: D. Julio Anguita González, D. Antonio Romero Ruiz, Dña. María Ángeles Maestro Martín (Corriente Roja), D. José Luis Martínez Blanco, D. José Luis Núñez Casal, D. Ernesto Caballero Castillo, D. Manuel García Fonseca, D. Baltasar Garzón Garzón, D. Pedro Antonio Ríos Martínez y D. Jerónimo Andreu Andreu.

Fue polémico el voto del Sr. Andreu Andreu que declaró que quería votar ‘Sí’ pero que no lo hizo para que no fueran mayoría los diputados indisciplinados y hubiera un empate de 8 contra 8.

12 Septiembre 1992

Por qué soy partidario de ratificar Maastricht

Nicolás Sartorius

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Ensanchar la brecha y democratizar Europa es la tarea más importante de los próximos años. Pero si Maastricht se rechaza, esta posibilidad no existirá o tendrá que esperar. Nos quedaremos en el Mercado.

Quiza lo primero que hay que aclarar en el debate sobre el Tratado de la Unión Europea es que éste, sea malo o sea bueno, todavía no está en vigor. Por lo tanto, no es de recibo que se le achaquen las virtudes o las maldades de la situación por la que atraviesa España y Europa. La difícil situación que padecemos no tiene nada que ver con Maastricht. Es obra entera de la política de los gobiernos, incluido el de nuestro país. Un ejemplo: El Tratado acuerda bajar los tipos de interés, lo que es positivo para reanimar la inversión y los gobiernos están subiendo los tipos de interés. El Tratado de la Unión está teniendo dificultades para su aprobación: Dinamarca, el dramático referéndum francés, etc. Es lógico que así sea. Los gobiernos que lo han negociado han actuado de espaldas a la opinión pública y además han dado un paso insuficiente hacia adelante. Pero no nos equivoquemos; las fuerzas políticas que hoy en Francia defienden el NO son las mismas, salvo excepciones, que siempre se han opuesto al proceso de unidad europea. Y me da la impresión de que en todos los países es igual. Y hablo de partidos y sindicatos, no de personas que pueden oponerse por múltiples motivos. Si tuviese que resumir por qué soy partidario de ratificar el Tratado lo centraría en los siguientes aspectos: I.- El paso de la Comunidad Económica Europea a la Unión Europea me parece un salto cualitativo de trascendencia para el futuro. Pasar del Mercado y de lo monetario a la dimensión política me parece positivo. La timidez de este avance es otra cuestión. Ensanchar la brecha y democratizar Europa es la tarea más importante de los próximos años. Pero si Maastricht se rechaza, esta posibilidad no existirá o tendrá que esperar. Nos quedaremos en el Mercado.

MONEDA COMUN.-II.-

Una vez implantado el Mercado Unico -enero 1993- no veo por qué es negativo caminar hacia una moneda única -el ECU- para 1999. Resulta atractivo pensar que dentro de unos pocos años los europeos vamos a tener una moneda común, con la trascendencia que, ello tiene, pues exigirá profundizar la unión en todos los sentidos. Es negativa la independencia excesiva que se otorga al futuro Banco Central Europeo; por otra parte no mayor que la que hoy gozan los bancos centrales nacionales. En todo caso, un mercado único exige, a medio plazo, una moneda única. Mejor que ésta sea europea y que no sigamos bailando todos alrededor del marco. III.- La convergencia que diseña el Tratado no es la de González-Solchaga. Maastricht dice: bajen el precio del dinero, reduzcan la inflación, sitúen el déficit no más allá del 3% del PIB, homologuen sus tipos de cambio. El Gobierno no cumple nada de esto y además quiere situar el déficit en un 1% del PIB, lo que es un desatino. ¿Por qué es negativo que descienda la inflación o el precio del dinero? Otra cosa es cómo lo haga cada Gobierno. Maastricht no tiene la culpa de que la evasión fiscal en España sea monstruosa o que seamos incapaces de gastar con austeridad o que en Italia el déficit se haya disparado por la política clientelar durante 40 años. IV.- El Tratado carece de un diseño de convergencia real y éste será uno de los grandes caballos de batalla de los próximos años. No sólo queremos tener una moneda única sino sobre todo un nivel de vida común. España está unos 20 puntos por debajo de la media Europea. La cohesión está reconocida en el Tratado, y se ha acordado más presupuesto comunitario y más fondos para los países «pobres» -entre ellos España-. Las resistencias de los «ricos» a dar dinero son fuertes y más ahora con la crisis. Hay que presionar con fuerza cara a la cumbre de Edimburgo para que se cumpla lo acordado en Maastricht. Pero hay que preguntarse ¿habrá más dinero para la convergencia real si se rechaza el Tratado? Me temo que todo lo contrario. V.- Lo más negativo del Tratado, en mi opinión, es no haber aumentado suficientemente los poderes del Parlamento Europeo. El déficit democrático subsiste y ésta es una cuestión que debe quedar definitivamente resuelta en 1996 o incluso antes, 1994, pues, en mi opinión, el Parlamento europeo no debería aceptar la entrada de nuevos países -sobre lo que tiene derecho de veto- si no queda colmado este déficit. No obstante, el Tratado aumenta los poderes del Parlamento, incluyendo la codecisión en algunas materias y estableciendo un sistema de investidura de la Comisión Europea. Lo que ocurre es que si no se ratifica el Tratado, las cosas quedarán como ahora, que es la situación peor en este sentido. VI.- El Tratado incluye como política social a 11 países, pues Inglaterra no aceptó la Carta Social. No creo que Major lo hiciese porque era poco avanzada. En todo caso, la dimensión social ha sido la gran ausente de la construcción europea. Ahora por lo menos se contempla gracias a la presión de los sindicatos. No es de extrañar que la CES, incluyendo a UGT y CCOO den un «Sí» crítico al Tratado. ¿Qué pierden los trabajadores con este Tratado? ¿Es que están bien ahora sólo con el Mercado Unico? ¿Acaso el Tratado no crea una plataforma para luchar en una dimensión más real, europea, por los intereses de los trabajadores?

LA DEFENSA, EUROPEIZADA.-

VII.- Es cierto que el Tratado no saca a Europa de la órbita OTAN en materia de defensa. Y que la UEO, si bien se diseña en una dirección más europea, no alcanza una naturaleza autónoma de aquélla. Pero el Tratado no supone ningún retroceso en este sentido sino más bien un tímido avance. De entrada, porque las cuestiones de seguridad y defensa se europeizan y se vislumbra una futura defensa común europea. VIII.- En fin, el Tratado de la Unión tiene luces y sombras, pero globalmente es aceptable. España no puede rechazarlo o quedarse al margen sin dañar gravemente los intereses de sus ciudadanos. La impresión es que los españoles desearían votar en un referéndum para decir mayoritariamente sí al Tratado. Me parece una posición muy sensata. Y a aquéllos que no les gusta el Tratado que piensen que éste se tiene que revisar y renegociar en 1996 y se sacará más fruto si se ratifica Maastricht y de aquí a entonces somos capaces de unir, a nivel de Europa, a todas las fuerzas políticas y sociales que están decididas a dar una gran batalla por la democratización y, la cohesión económica y social de Europa.

Nicolás Sartorius

31 Octubre 1992

Maastricht, un capítulo cerrado en la historia de IU

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La votación en el Congreso de los Diputados del Tratado de Maastricht sacó a la superficie las discrepancias en Izquierda Unida. Ocho votos a favor, ocho abstenciones y una «ausencia», la del diputado Jerónimo Andreu, que decidió no votar para no dejar en minoría a Anguita, conformaron una situación inhabitual en los grupos políticos españoles. Lo cierto es que el gesto de Andreu y el hecho de que once parlamentarios de la coalición hayan decidido poner su cargo a disposición de Anguita, así como la equilibrada intervención de éste en el Congreso, hacen presagiar que se quieren evitar enfrentamientos irreversibles. Todos los sectores de IU saben que hay algo aún más importante que su posición frente a Maastricht: un proyecto político común de izquierda real. En aras de conseguir su desarrollo, críticos y oficialistas -que han restado importancia al resultado de la votación deben afrontar un diálogo profundo para que nadie quede al margen de IU. Un primer paso para conseguirlo debe ser que Anguita confirme en sus puestos a los once parlamentarios.

31 Octubre 1992

La democracia interna e IU

Pedro Calvo Hernando

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En Izquierda Unida se está produciendo una experimento de democracia interna que podría resultar ejemplar, en el caso de que se desarrollara sin ruptura. Oficialistas y renovadores saben que corren el riesgo de arruinar expectativas electorales, que son bastante brillantes, por aquello del castigo de los electores a los partidos con divisiones internas. Pero deben saber también que si se libran del demonio de la división y la ruptura, la apuesta de democracia interna en que está metidos podrían proporcionarles buenos dividendos en las urnas. Los españoles entenderían seguramente lo que todo ello tiene del factor de credibilidad. Se habla incluso de un proceso de decantación desde las bases partidarias de las personas que hayan de figurar en las listas electorales de IU para las diversas instituciones. Eso sería revolucionario y además constituiría la mejor de las demostraciones de que esa formación habría optado por cumplir fielmente el artículo sexto de la Constitución, que exige a los partidos una estructura democrática en su interior. Naturalmente, es mucho mas complicado y problemático un desarrollo en libertad de la vida interna de los partidos que la habitual sumisión de todos al ordeno y mando de los aparatos o de las cúpulas. Pero es infinitamente mucho mas atractivo, mas democrático, mas enriquecedor. La renovadora Isabel Vilallonga ha dicho ayer que en IU deben caber todos los que están a la izquierda del PSOE. Me parece una decisión o una pretensión muy razonable, seguramente la única que justifica de verdad su existencia. Y no cabe duda de que la mejor forma de «estar» es de una manera organizada con una definición clara de cuales son los fundamentos tanto de su coincidencia con el conjunto ideológico y programático de IU como de su propia especificidad como corriente interna diferenciada. La diversidad de posiciones en la votación parlamentaria sobre Maastricht, la carta de los once parlamentarios de la minoría renovadora, el tono de las declaraciones de unos y otros, son hechos que provisionalmente permiten albergar la esperanza de que los responsables de IU van a ser capaces de rizar el rizo de la democracia partidaria interna. Pero el dato definitivo será reacción de la mayoría coagulada en torno a Julio Anguita sobre la constitución formal de la corriente interna «Nueva Izquierda», que lidera Nicolás Sartorius. Si son capaces de convivir sin rupturas y de cooperar en un mismo proyecto desde visiones plurales, los de IU habrán descubierto el Mediterráneo y habrán prestado un memorable servicio a la causa de la regeneración democrática de este país.