31 octubre 1978

Crisis total en Alianza Popular en la votación: la mitad de los diputados se negaron a respaldar el SÍ defendido por su líder Manuel Fraga

El Congreso y el Senado aprueban la Constitución Española por amplia mayoría: 325 diputados de un total de 350

Hechos

El último dia de octubre de 1978 el Congreso y el Senado aprobaron la Constitución española.

Lecturas

El 31 de octubre de 1978 el Congreso de los Diputados aprobó el texto definitivo de la Constitución Española. El primer texto constitucional fue redactado por siete ponentes designados por la comisión constitucional del Congreso:

padres_constitucion

• D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (UCD).
• D. Gabriel Cisneros Laborda (UCD).
• D. José Pedro Pérez Llorca (UCD).
• D. Gregorio Peces-Barba Martínez (PSOE).
• D. Jordi Solé Tura (PCE-PSUC).
• D. Manuel Fraga Iribarne (AP).
• D. Miquel Roca Junyent (Convergencia Democrática de Catalunya).


Después de que elaboraran su primer texto borrador, este fue presentado a Las Cortes en enero de 1978 iniciando una cadena de debates entre enero y octubre de 1978 en el que se fueron debatiendo artículo por artículo hasta llegar a la sesión del 31 de octubre de 1978 en que se votó el texto definitivo, con importantes modificaciones al respecto del texto propuesto inicialmente por los siete ponentes (como fue la supresión de la pena muerte, que sí figuraba en el texto inicial).


La Constitución es aprobada en el Congreso por 325 votos a favor, 6 votos en contra y 14 abstenciones. En el senado lo fue por 226 votos a favor, 5 en contra y 8 abstenciones.

VOTACIÓN:

El Congreso de los Diputados marcó el siguiente resultado:

  • Votos a favor: 325 diputados (UCD + PSOE + PCE + AP + CDC + Mixto)
  • Votos en contra: 6 diputados (AP y EE)
  • Votos de ‘abstención’: 14 abstenciones (AP, PNV y UCD).

El Senado marcó el siguiente resultado:

  • Votos a favor: 226 senadores (UCD + PSOE + PCE + AP + CDC + Mixto)
  • Votos en contra: 5 senadores (AP y EE)
  • Votos de ‘abstención’: 8 senadores.
  • Ausencias: 9 senadores.


Los diputados de UCD, PSOE, PCE, AP y CDC unieron sus votos a favor de la carta magna, aunque en el caso de UCD y AP hubo varios diputados que rompieron con la línea oficial del partido, mientras que los partidos de izquierda respaldaron la carta magna por unanimidad.


Los votos negativos en el congreso correspondieron a D. Gonzalo Fernández de la Mora Mon (AP), D. Federico Silva Muñoz (AP) D. Alberto Jarabo Payá (AP), D. José Martínez Emperador (AP), D. Pedro de Mendizábal Uriarte (AP) y D. Francisco Letamendia Belzunce (elegido por la coalición Euskadiko Ezkerra que ese año ha abandonado para fundar Herri Batasuna).


Las abstenciones fueron las de los diputados D. Xabier Arzallus (PNV), D. Jesús María Elorriaga Zarandona (PNV), D. Pedro Sodupe Corcuera (PNV), D. Gerardo Bujanda Sarasola (PNV), D. José Ángel Cuerda Montoya (PNV), D. Íñigo Aguirre Querexeta (PNV), D. Marcos Vizcaya Retana (PNV), D. Pedro Morales Moya (ex UCD), D. Licinio de la Fuente de la Fuente (AP), D. Modesto Piñeiro Ceballos (AP), D. Heribert Barrera Costa (ERC) y D. Joaquín Arana Pelegrí (ex PSC).

DIVISIÓN EN AP EN CONGRESO: CINCO DIPUTADOS VOTARON EN CONTRA Y TRES SE ABSTUVIERON

consti_silva    mendizabal_uriarte  D. Federico Silva y D. Pedro de Mendizabal fueron dos de los diputados de Alianza Popular que votaron ‘NO’ a la Constitución de 1978.

A pesar de que, oficialmente, Alianza Popular era partidaria de la Constitución y su Secretario General, D. Manuel Fraga Iribarne, era uno de los redactores de la misma, un gran número de diputados de su grupo votaron en contra. Concretamente eso fue lo que hicieron los diputados D. Federico Silva, D. Gonzalo Fernández de la Mora, D. Alberto Jarabo Payá, D. José Martínez Emperador y D. Pedro de Mendizabal.  El Sr. Silva mostró su rechazo al uso del término ‘nacionalidades’. Tampoco apoyaron la constitución los diputados D. Licinio de la Fuente, D. Álvaro Lapuerta y D. Modesto Piñeiro, aunque estos optaron por la fórmula de la abstención.

Aquella votación causaría una ruptura interna en la Federación de Alianza Popular.

EL ‘NO’ ATRONADOR DEL DIPUTADO BATASUNO

letamendia Junto con el ala ‘dura’ de diputados de AP liderados por el Sr. Silva, también votó en contra de la nueva Constitución española D. Francisco Letamendia, el único diputado de la coalición Euskadiko Ezkerra (EE), la formación por la que pidió el voto ETA Político Militar. El Sr. Letamendia, que tras ser elegido en las listas de EE, ha acabado pasándose a las filas de la coalición Herri Batasuna, abucheó la intervención del portavoz del PNV, D. Xabier Azallus, que optó por la abstención, en lugar del voto en contra y calificó a aquel grupo de ‘neocarlista’ y no nacionalista. El Sr. Letamendia, que se definió como el único representante auténtico comunista en aquella sala (en una clara crítica a los diputados del PCE) terminaría pasándose a la formación pro-etarra Herri Batasuna después de protagonizar fuertes enfrentamientos parlamentarios con los diputados de AP.

LA ABSTENCIÓN DEL PNV EN EL CONGRESO.

arzalluz_consti D. Xabier Arzallus, defendió la decisión de que todos los diputados del PNV se abstuvieran en la votación recordando que tampoco en 1931 los diputados del PNV apoyaron la Constitución republicana. Aseguró que el PNV no ponía en cuestión la unidad del Estado español, pero que defendía un modelo diferente de concepción de Estado al que se recogía en la carta magna.

LA ABSTENCIÓN DE ERC EN EL CONGRESO.

heribert_barrera_congreso Al igual que el PNV el único diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), D. Heribert Barrera se abstuvo. La formación política ERC tenía como objetivo que Catalunya fuera un Estado independiente de España y no una ‘nacionalidad’ como recogía la Constitución, por lo que casi sorprendió que el Sr. Barrera se abstuviera y no votara directamente en contra de la carta magna.

El diputado por Teruel, D. José Ramón Lasuén Sancho, en el grupo Mixto tras ser expulsado de UCD, optó por ausentarse al igual que el Sr. Jiménez de Parga.

SENADO: LA AUSENCIA VOLUNTARIA DE TORCUATO FERNÁNDEZ MIRANDA Y JULIÁN MARÍAS «SI NO TENGO DERECHO A HABLAR, NO TENÍA SENTIDO QUE VOTARA».

En la votación del Senado estuvo ausente el mentor del Rey D. Torcuato Fernández Miranda que explicó a la periodista Dña. Pilar Urbano que su ausencia era la forma de protestar por como se había tratado en la cámara a los senadores por ‘designación real’ (cuya función queda suprimida al aprobarse la Constitución) y que si no se les concedía autoridad para hablar, tampoco tenía sentido que votaran.

Los senadores que han votado ‘no’ a la Constitución han sido D. Ramón Bajo Fanlo (PNV), D. Juan María Bandrés Molet (EE), D. Luis María Xirinacs Damians (EDC), D. Marcial Gamboa Sánchez-Barcáiztegui (Senador por designación real) y D. Fidel Carazo Hernández (Senador por designación real).

Los senadores que han votado ‘abstención’ han sido D. Rosendo Audet Puncernau (EDC), Teniente General D. Ángel Salas Lazarrázabal (Senador por designación real), D. Luis Díez-Alegría Gutiérrez (senador por designación real), D. Manuel Irujo Ollo (PNV), D. Gregorio Javier Monreal Zia (PNV), D. Ignacio Oregui Goenaga (PNV), D. Juan Ignacio Uría Epelde (PNV) y D. Federico Zabala Alzibar (PNV).

Los senadores que se han ausentado voluntariamente son D. Miguel Unzueta Uzcanga (PNV), D. Juan María Vidarte de Ugarte (PNV),  D. Mauricio Serrahima Bofill (de EDC, por designación real), D. Antonio González González (senador de AI por designacion real), D. Torcuato Fernández-Miranda (senador por designación real) y D. Julián Marías Aguilera (senador por designación real).

También estuvieron ausentes 1 senador del PSOE, D. Ramon Rubial Cavia, y 2 senadores de UCD, D. Félix Calvo Ortega y D. Aurelio Ibarrondo Fraguela.

01 Noviembre 1978

Una Constitución que dure

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

Es conveniente prevenirse contra los historicismos y evitar caer en el «¡Viva la Pepa!» (según llamaban a la Constitución de 1812) o en cualquier clamor patriotero, sobre este proyecto constitucional del día de San Quintín que ayer aprobaron masivamente el Congreso y el Senado. Pero no se puede ocultar la satisfacción y el entusiasmo por tener al fin, por primera vez desde 1931 y y con una guerra civil por medio, una carta democrática de derechos y deberes que presentar al pueblo español en un referéndum libre. Por eso, sin necesidad de gritar «¡Viva la Pepa!», se deben hoy dar vivas a la Constitucion.Esta doceava ley de leyes que ahora se ofrece al país porte punto final a la travesía del desierto que este pueblo inició, con muy breves paréntesis o descansos, no ya en 1936, sino con la asonada catalana de Primo de Rivera. El caso es que ya tenemos sobre la mesa un texto constitucional que devuelve la soberanía política al pueblo, organiza sus libertades formales y es reputada en algunos aspectos como una de las más progresivas (o si se quiere «modernas») entre las que rigen el occidente democrático.

Acaso sus inconvenientes pertenezcan más al campo de la psicología social que al del Derecho comparado; porque es cierto que el proyecto constitucional es largo, farragoso, en exceso detallista y envuelve el caramelo envenenado del tratamiento de autonomías como la vasca, pero ahora el auténtico y principal «problema constitucional» estriba en la necesidad de que la Constitución sea seriamente asumida por la sociedad.

Su elaboración por las Cámaras ha sido prolongada (catorce meses), y el necesario consenso ha quitado mordiente parlamentario a su debate. Tampoco en la carrera de San Jerónimo o en la plaza de la Marina Española han subido a las tribunas muchos oradores de la talla de los Prieto, Azaña, Gil Robles, Besteiro, etcétera. ni la edición de los diarios de sesiones constituiría jamás un best-seller. La transición a la democracia ha durado cerca de tres años en una labor maniobrera y de grandes paciencias en la que el lugar para la brillantez ha sido estrecho. Pero aquí estamos, por fin, en ciernes de votar libremente una Constitución democrática elaborada, contra todo pronóstico, sobre la crisis económica y entre gravísimos sucesos terroristas. Sin duda queda ya para los anales de la historia y del Derecho constitucional el caso de un país que aparta cuarenta años de autocracia sin rupturas ni desgarros profundos, sin depuraciones ni enfrentamientos civiles generalizados, cambia la forma de su Estado y se otorga una carta de libertades. ¿Quién dijo que los españoles éramos ingobernables en democracia?

Incluso los diputados y senadores vascos que han votado contra el texto constitucional (haciendo excepción de las onomatopeyas de su señoría Letamendía) han venido a reconocer que hasta para el más exigente o despechado el proyecto de Constitución instaura y sanciona la democracia en nuestro país. y cualquier género de análisis resulta ocioso.

La tarea que ahora deben afrontarlos partidos políticos es esencialmente divulgadora. Los papeles de la Constitución ya no están en las carpetas de los amanuenses del consenso o de las comisiones parlamentarias y hay que leerlos y discutirlos en las plazas. Porque -¿para qué nos vamos a engañar?- este texto constitucional es un gran desconocido a nivel popular y el peor camino que puede recorrer no es el de recibir altos porcentajes de abstención en Euskadi y sensibles en todo el Estado, sino que sea mayoritariamente aprobado por formulismo entre la rutina y el desencanto con desconocimiento y sin compromiso.

Por lo demás, las votaciones de ayer en las Cortes no tienen mayor comentario por esperadas que el que toca a tres senadores militares. La negativa de los abertzales o la última satisfacción de algunos ex ministros de Franco estaba, por así decirlo, «en el orden del día». Empero, cabe poner un punto de extrañeza sobre la votación de estos tres únicos senadores militares que además por designación real: el voto negativo del almirante Gamboay las abstenciones de los tenientes geenerales Salas Larrazabal y Diez Alegría (don Luis). Los tres sin mando de armas no pueden ser tenidos por representativos de las Fuerzas Armadas, pero por ser los únicos militares miembros de las Cortes cabría haber esperado de ellos el gesto de una afirmación a la democracia que el Ejército deberá defender en caso extremo. Las Fuerzas Armadas no podrán abstenerse en el respaldo y salvaguarda de la Constitución, y por ahí pierde sentido la votación de Salas Larrazábal y Díez Alegría. Y en cuanto al voto negativo del almirante Gamboa, habremos de explicárnoslo removiendo en la sentina de su particularísima conciencia política. A la postre las democracias liberales entrañan la ventaja de la consagración del principio volteriano enciclopedista de la defensa a ultranza de todas las opiniones, y las tres señorías militares han hecho muy bien en votar por sí y para su conciencia, privándose de votar con mavor sentido de la oportunidad histórica. Cuando menos una declaración formal de este trío de senadores -tal y como han hecho otros abstencionistas o que dieron el voto negativo- en el sentido de quede que como ciudadanos acatan la Constitución y como militares están dispuestos a defenderla sería más que conveniente en las actuales circunstancias.

Por lo demás, sobre esta constitución ya se ha escrito y debatido casi todo y sólo resta, insistamos, darla a conocer, preparar al país para que el referéndum aporte votos «útiles», votos de reflexión. Porque lo fundamental de las constituciones democráticas no reside en su mayor o menor efectividad jurídica o en el mucho o poco entusiasmo que susciten al ser promulgadas, lo que hace buena a una Constitución democrática es que dure.

01 Noviembre 1978

La Constitución

DIARIO16 (Director: Miguel Ángel Aguilar)

Leer

Tras un largo, complejo, laborioso y a veces duro proceso de elaboración, los españoles contamos desde ayer con un texto definitivo de Constitución, respecto del que hemos de pronunciarnos el próximo día 6 de diciembre. Todo hace presumir, y las sesiones de ayer en el Congreso y el Senado pueden haberse convertido en un ensayo general del referéndum constitucional, que el pueblo español refrendará masivamente la defintiiva plasmación de la democracia en esta norma jurídica de rango superior.

Los ‘noes’ que en las Cortes ha recibido el proyecto eran, en términos generales, los esperados, con alguna que otra excepción más o menos pintoresca. En cualquier caso, y por encima de algunas respuestas individuales inesperadas, el refrendo de las fuerzas políticas ha sido abrumadoramente positivo. Y la única variante, si no fuera porque también era esperada, sería la del Partido Nacionalista Vasco, que, por otra parte, ha dejado abierta la puerta a la actitud constructiva en el periodo posterior a la aprobación de la Constitución, acatando de antemano las reglas del juego de esta. Se lee el recién aprobado proyecto de Constitución y no hay más remedio, a poca sensibilidad ciudadana que se tenga, que sentir vergüenza por aquella farsa constitucional que fueron las llamadas ‘leyes fundamentales’ del periodo franquista. Es otro mundo, surgido directamente de la pluralidad española, el que fue entrevisto en las explicaciones de voto efectuadas por los principales líderes de los partidos políticos, comenzando por el propio representante del PNV, Xabier Arzallus, cuyo lenguaje parlamentario dista muchas leguas del de sus mítines vasquistas. Adolfo Suárez, Pérez Llorca, Felipe González, Joan Reventós, Jordi Pujol, Santiago Carrillo y Fraga Iribarne convergieron desde distancias recíprocas muy  considerables, en un aval generalizado hacia cuanto supone para España este fundamental paso legislativo.

El proyecto de Constitución, tanto en sus virtudes como en sus defectos, responde a una exigencia de realismo, de no hacer una ley de esta trascendencia por encima de la sociedad que ha de hacer de ella letra viva. Pragmática, realista y esencialmente a la altura del grado de cultura y civismo demostrado por nuestro pueblo a la salida de la dictadura, la futura Constitución ofrece de antemano una imagen de viabilidad esperanzadora.

Memorias de un maldito

Jorge Verstrynge

1999

Leer

Y también todo fue de perlas en cuanto a mi previsión de que, en algún momento, alguno de los socios más ultras se quitaría la máscara oponiéndose al texto constitucional en público. Paradójicamente el disparo no vino de Fernández de la Mora ni de Martínez Esteruela – o sea, de donde yo esperaba – sino de Federico Silva, presidente de AP y prohombre de la democracia cristiana más conservadora, al que yo consideraba personalmente moderado y a quien debieron calentar. Lo cierto es que, aprovechando un viaje de Fraga al extranjero realizó una declaración pública negando la posibilidad de un voto favorable al texto constitucional.

Poco a poco no quedó ni un solo magnífico: su actitud contraria a la Constitución les había desacreditado, contrariamente a Fraga, cuyo crédito había aumentado con cuantos votos de diputados había logrado aportar a la votación de la Constitución. Ese mismo crédito democrático le permitía – y le exigía – prescindir de todos esos cadáveres políticos. Finalmente, estos últimos ya no podían contar con influencia alguna en sus bases, ya que habían sido marginadas por mí, cuando no expulsadas.