17 diciembre 1979

El diario PUEBLO había criticado un manifiesto políticos y periodistas franquistas en apoyo de EL ALCÁZAR, al que el Gobierno de UCD quiere retirar toda la publicidad institucional

El director del diario PUEBLO, José Ramón Alonso, denuncia haber sido amenazado por el director de EL ALCÁZAR, Antonio Izquierdo

Hechos

El director del diario PUEBLO, D. José Ramón Alonso, en un artículo del 17 de diciembre de 1979 que había sido amenazado por el director de EL ALCÁZAR, D. Antonio Izquierdo.

Lecturas

D. Antonio Gibello (columnista de EL ALCÁZAR en 1979) habla con J. F. Lamata sobre las presiones del Gobierno Suárez contra el diario:

Gibello_publicidad_alcazar_mp3

manifiesto_alcazar

La decisión del Gobierno de la UCD presidido por D. Adolfo Suárez, de retirarle la publicidad institucional al diario EL ALCÁZAR, el periódico que más ferozmente atacaba al Sr. Suárez, causó un manifiesto de apoyo a ese diario.

El manifiesto decía lo siguiente:

EL DOCUMENTO: EN FAVOR DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

EL ALCÁZAR, 12-12-1979

Enterados por el editorial de EL ALCÁZAR del día 23 del pasado noviembre del cerco establecido contra el mismo desde las esferas de la Administración, los abajo firmantes, convencidos de que la libertad de expresión es uno de los pilares básicos de la democracia, de la convivencia y del desarrollo de las naciones, hacemos pública nuestra protesta. Queremos con ella hacer patente el firme repudio a la censura, que en este caso se manifiesta en forma de acoso constante a un diario y a sus colaboradores, en la seguridad de que no es suficiente para remediar esta situación la constante prueba de mesura y ponderado ejercicio de la Justicia de que vienen haciendo gala los Tribunales ante las constantes querellas – pasan de cincuenta – promovidas por la aparición de informaciones, críticas y comentarios relacionados con la acción de la Administración, ampradas y justificadas en la legítima expresión de la opinión personal y colectiva, sino que debemos exigir al Ejecutivo el cumplimiento del artículo 20 de nuestra Constitución. En el ejercicio de los derechos que en tal norma se contemplan, el Poder debe abandonar la práctica de solapadas coacciones, tales como la retirada de publicidad oficial, la marginación de los periodistas que considera incómodos en determinadas rueda de prensa y actos oficiales, la exclusión de informaciones que se ofrecen o facilitan a otros medios, y otras acciones más propias de un sistema de dirigismo de la opinión que de un Estado de corte moderno y occidental.

En defensa del derecho ciudadano a una información plural, manifestamos esta protesta invitando a cuantos sientan igual amor a la libertad a sumarse a ese escrito de desagravio al periodismo español, manifestando su adhesión al contenido del mismo.

10 de diciembre 1979

Juan Aparicio, José Utrera, Federico Silva Muñoz, Blas Piñar, Gonzalo Fernández de la Mora, Luis Jaudenes García de Sola, Gregorio Marañón Moya, Ricardo Alba, Vintila Horia, Juan Vallet de Goytisolo, José María Ruiz Gallardón, Antonio Gibello, Luis Álvarez Lovell, José Antonio Campoy, Manuel Funes, Julio Merino, Emilio Romero, José Luis Sáenz de Heredia, Luis Peralta, Alberto Vasallo, Ernesto Giménez Caballero, Eustadio Galán, Javier Carvajal, Leopoldo Eulogio Palacios.

Aquel manifiesto fue burlamente comentado en el periódico PUEBLO. Periódico que en la práctica era propiedad del Estado y a cuyo director designaba el Gobierno de UCD, de hecho, su director, D. José Ramón Alonso, era un reconocido ‘suarista’.

UNOS TEMAS POLÉMICOS

PUEBLO, 15-12-1979

alonso_contra_izquierdoSe ha planteado también en estos días un serio tema en torno a la libertad de Prensa. Un combativo diario de la tarde sostiene que le ha sido retirada determinada publicidad oficial ‘por orden del Gobierno de UCD’ – mal podría ser otro, en estos momentos – y que eso constituye un atentado contra la libertad de expresión. Pero ¿desde cuándo la libertad de expresión y la publicidad oficial son una sola y misma cosa y pueden mezclarse en lo que parece un manifiesto? El colega en cuestión hace años que tiene algo así como el privilegio de los edictos oficiales, de los cuales inserta páginas enteras, y jamás desde estas columnas nos hemos quejado por ello ni hemos pedido que esa publicidad se reparta por sorteo, como sería nuestro derecho. Otra cosa también diferente, y que en nada atenta contra la libertad de expresión, es que alguna publicidad oficial se reparta con criterios también oficiales, y esté en aquellos medios que acatan la Constitución vigente y no en donde se la ofende. ¿Cuál de estos criterios sería el más cierto?

Piense cada cual lo que quiera, pero mucho sería pedir que ante el insulto diario el Gobierno ponga la otra mejilla y que haga el tonto cotidianamente. Por otra parte, la lista de los firmantes no parece la mejor posible para defender la libertad de expresión, porque bastantes de quienes allí firman son notorios enemigos de ella. Cuando una Prensa se margina de la Constitución tiene pocas razones para pedir que le llegue la publicidad del Poder al cual combate sin descanso y con pasionales argumentos. ¿Qué se invoca el artículo 20 de la Constitución? Este dice en sustancia que la libertad de Prensa ‘no puede restringirse con ningún tipo de censura previa’. Y conste que no aplaudimos que a ningún diario, se cual fuere, se le prive de recursos para su existencia. Sólo decimos que la agresión al Poder constitucional no debe merecer un premio. ‘Los ayatolas’ firmantes deben reconocerlo.

 —

17 Diciembre 1979

CHANTAJE CONTRA LA PRENSA

José Ramón Alonso

Leer

En nuestro número de pasado sábado, y dentro del comentario ‘Unos temas polémicos’ dedicábamos un leve juicio crítico a un diario que reclama se le reparta o adjudique la publicidad oficial, y que además ilustraba su reclamación con un alegato o manifiesto en defensa de la libertad de Prensa, con lista de firmantes en la cual aparecían algunos que jamás creyeron en esa libertad ni de manera alguna la defendieron. Era la nuestra una opinión legítima, que además argumentaba que el vespertino en cuestión recibe de hecho toda la publicidad de edictos oficiales, y que jamás hemos protestado contra tan raro privilegio. El cual a veces consiste ni más ni menos que en páginas enteras.

Hace aún pocos días otros comentarios críticos fueron contestados con agravios personales absolutamente extraños al tema. Ahora el director de este diario ha recibido descortés y tremendista llamada del director del vespertino en cuestión – el de las páginas de edictos oficiales – exigiendo el nombre del autor del comentario y amenazando con represalias tremendas. Aquí todos los comentarios sin firma conllevan la responsabilidad del director, y en realidad el contenido entero del diario, como dispone la todavía vigente ley de Prensa. A un editorial se le contesta con sensata réplica, máxime cuando se afirma defender ‘la libertad de la Prensa’. Lo que no se hace es llamar al domicilio de otro director, amenazarle groseramente y decirle que ‘eso se resuelve de hombre a hombre’. Se ve que el amenazador tremendista no se ha mirado al espejo. No sólo hay que saber valorar las expresiones y conservar las buenas maneras, sino fijarse en la talla y en el peso.

Pero desde esta columna me doy por amenazado: de unos, con improperios y groserías; de otros, con personales alusiones a la paliza correspondiente. ¡Pues sí que viene buena la libertad de la Prensa! No inspiran pavor ni los unos ni los otros, unidos en la mala educación; pero la amenaza personal ya es tema más grave y que merece reflexión seria. Y no por temor al furioso canijo, sino por recibir acaso el correspondiente envío de matones a sueldo. Si ustedes saben que quien esto escribe se encuentra en un hospital será porque el vespertino colega le ha medido las costillas con la v ara de dirimir libertades de Prensa. Parece que eso de volver a la decimonónica partida de la porra está teniendo mucho éxito.

Me doy por amenazado, y no me asusto, pero cómo periodista lo lamento. Las polémicas o son civilizadas – es decir, tienen digna respuesta – o se convierten en pelea de gallofos en cualquier plazuela. Sobran en nuestro oficio las amenazas, las bajas calumnias, las estacas, las navajas, los improperios… ‘No es eso, no es eso’. Aparte de que para allegar publicidad oficial acaso sobre eso de ‘nos veremos de hombre a hombre’ y todas sus posibles consecuencias.

Triste es que a algunos colegas se les esté subiendo la chulería a la cabeza, arrastrados por el grosero calor de sus polémicas. Razones, sí; improperios y amenazas deben desterrarse para siempre. Aparte de que quien escribe recuerde los versos inmortales de Quevedo:

No he de callar, por más que con el dedo
Ya tocando la boca, ya la frente
Me representes o silencio miedo

Ni el silencio, ni el miedo, ni las amenazas telefónicas, ni las guapezas van a impedirme que escriba cuanto siento. Aquí la democracia seguirá siendo defendida, pese a quienes traten de silenciarnos con el agravio, la estaca, la coacción o el improperio. Ya no existe, sépanlo lo iracundos coaccionadores, la censura de Prensa. Que reciban o no la publicidad oficial es cosa  de ellos. Repártanse también los productivos edictos, y todos quedaremos contentos. Y hasta pronto, o hasta una cama en La Paz, si el caso llega. La partida de la porra pretende dictar su ley de Prensa.

José Ramón Alonso