2 julio 1976

Aquella 'desaparición' causaría una escisión en ETA: por un lado ETA Militar y por otro ETA Político Militar

El dirigente de ETA Eduardo Moreno Bergareche ‘Pertur’ es eliminado por los partidarios del ‘ala dura’ dentro de la banda

Hechos

El 2.07.1976 desapareció el dirigente de ETA Eduardo Moreno Bergareche ‘Pertur’ sin que nunca se volviera a saber de él.

Lecturas

El periódico LA VOZ DE ESPAÑA de San Sebastian (de la cadena de medios del Estado, MCSE) fue el primero en difundir que Moreno Bergareche había sido asesinado por sus propios compañeros de ETA, lo que le valió a su entonces director D. Jesús María Zuloaga tal número de amenazas por parte de ETA, así como sabotajes a la difusión del diario, que fue forzado – a petición policial – a retirarse del periódico, del País Vasco y acogerse a un programa de protección que incluyó el cambio de domicilio.

El que fuera dirigente y principal ideólogo de ETA político militar, Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, desapareció el 23 de julio de 1976, tras ser visto por última vez con Francisco Múgica Garmendia, Pakito, y Miguel Ángel Apalategui Aierbe, Apala, cabecillas de los Bereziak,  los comandos especiales de ETA con los que mantenía importantes diferencias ideológicas y estratégicas. Algunos testigos de la propia banda vieron cómo Apala y Pakito recogieron a Pertur en un automóvil en San Juan de Luz. Según declararon ellos mismos a la Policía francesa, lo llevaron hasta Biriatou, donde supuestamente tenía una cita a la que nunca llegó. La desaparición de Pertur se produjo en un momento de fuertes divisiones internas en ETA ante el inicio de la Transición. Moreno Bergareche, al frente del sector mayoritario de ETA político militar, ante el nuevo escenario defendía la formación de un partido político revolucionario para actuar en la legalidad, al que quedaría subordinada la organización terrorista. Esta postura llevó a los polimilis unos años más tarde a renunciar a las armas. Los comandos Bereziak, creados en 1975 para llevar a cabo atentados, se oponían. El secuestro de Ángel Berazadi Uribe, industrial afín al PNV, a manos de los Bereziak puso de manifiesto las profundas diferencias existentes en el seno de ETA político militar. Los primeros optaron por asesinar al rehén ante la imposibilidad de acuerdo con la familia y en contra de la opinión de Moreno Bergareche y de otros dirigentes. Los jefes del comando, Miguel Ángel Apalategui, Eugenio Etxebeste, Antxon, y Francisco Múgica Garmendia, secuestraron a Pertur en abril de 1976 acusándolo de cometer una “falta de seguridad” al haber enviado una carta a un preso etarra, para impedirle asistir a una conferencia de dirigentes de la banda. Allí mismo se acabó exigiendo a los berezis que pusieran en libertad a Pertur. Apenas dos meses después, el 23 de junio, volvía a desaparecer en las proximidades de la frontera francoespañola después de ser visto en el interior de un coche con dos de sus máximos enemigos en el seno de ETA.

La familia de Moreno Bergareche sostiene públicamente desde 1978 que fueron sus antiguos compañeros los responsables de su muerte. Catorce años después de su desaparición, un juzgado de Irún tramitó, a petición de la familia, un expediente para declararle oficialmente muerto. Eduardo Moreno Bergareche tenía veinticinco años cuando desapareció. Nacido en 1950 en San Sebastián, estudió en el Colegio Alemán y en los marianistas, donde fue compañero de curso de Jaime Mayor Oreja, que años después sería líder del centro-derecha vasco y ministro del Interior, así como amigo íntimo de Gorka Knorr, que fue secretario general de Eusko Alkartasuna. Formó parte también de un grupo de música denominado Los Amis. En 1972 huyó a Francia, donde se convirtió en el ideólogo más relevante de ETA político militar

LAS SOMBRAS DE ‘APALA’ Y ‘PAKITO’ SOBRE AQUELLA DESAPARICIÓN

pakito_mugica_garmendia Francisco Múgica Garmendia ‘Pakito’

25 Enero 1978

La muerte de "Pertur"

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA INFORMACIÓN facilitada por la familia de Eduardo Moreno Bergareche acerca de las sombrías circunstancias que rodearon la muerte del dirigente de ETA (rama político-militar), durante el mes de julio de 1976, y su sospecha de que el asesinato pudo ser cometido por algunos de sus compañeros, integrados entonces en los grupos armados autónomos (bereziak) y, más tarde, fusionados con ETA (rama militar), ha dado lugar a una airada respuesta y un enérgico desmentido de los dirigentes de la organización terrorista que, con sus atentados y asesinatos, continúa tratando de desestabilizar la normalización democrática en España y los avances del País Vasco hacia la autonomía.La reacción era inevitable. Algunos de los informadores tenían con el fallecido Pertur no sólo relaciones familiares, sino también vinculaciones políticas. El hermano de la víctima, militante de uno de los partidos que hoy forman Euskadiko Ezkerra, citó en la conferencia de prensa la conocida frase de que la «verdad es siempre revolucionaria » para justificar sus declaraciones. Pero también es una vieja tradición de las organizaciones grupusculares y violentas considerar a la política como una actividad plenamente autónoma, desvinculada de las reglas de la moral de la sociedad circundante y de las normas de pensamiento lógico y de preocupación por la veracidad inherentes a una mentalidad racional.

Las revelaciones de la familia Moreno Bergareche empañan seriamente la imagen de sí mismos que los etarras han tratado de perpetuar inútilmente desde el inicio de la transición a la democracia. Y la carta póstuma de Pertur, escrita poco antes de su asesinato, es un triste recordatorio de la dialéctica infernal que mueve a las vanguardias armadas, que se sitúan fuera de la vida cotidiana -de trabajo y de esfuerzo- de ese mismo pueblo cuya representación y defensa arbitrariamente se arrogan. La violencia llama a la violencia y la sangre llama a la sangre; y esas pulsiones homicidas, proyectadas primero hacia los adversarios, terminan por dirigirse hacia el interior del grupo y hacia los propios compañeros. No es una historia nueva. Ni los etarras han inventado la vanguardia y la violencia, ni los dramas sangrientos de los ajustes de cuentas fratricidas entre revolucionarios aislados de la lucha popular son exclusiva suya. El argumento de que la eventual responsabilidad de la muerte del dirigente de ETA (político-militar) recaería, en todo caso, sobre militantes aislados y no sobre la organización es una falacia pueril, pues son esas estructuras las que engendran el fanatismo y la locura de los «incontrolados».

Por lo demás, cuando Pertur escribía, doce días antes de su desaparición, que la organización exiliada de ETA había sido transformada «no en un colectivo de revolucionarios, sino en un Estado policía, donde cada uno sospecha del vecino y éste del otro», y cuando señalaba que no podía zafarse «de esa dinámica infernal de las conspiraciones, del infundio, de la mentira, de esa dinámica que tiende a eliminar rivales políticos, no por medio del debate político, sino a través de sucias maniobras» estaba, a la vez, relatando con frases parecidas una experiencia semejante a otras ocurridas en distintas latitudes y épocas, y prefigurando lo que sería esa hipotética «Euskadi independiente y socialista» conquistada por la fuerza de las armas de los etarras.

Por lo demás, la muerte de Pertur, primero, y el encarcelamiento en Francia de Apala, después, sirvieron de consigna política y humanitaria para movilizar en el País Vasco, en el último año y medio, a decenas de miles de ciudadanos. Es un tema para la reflexión recordar que tal vez un sector de los organizadores de esas manifestaciones, que comportaron la pérdida de vidas humanas y el enconamiento de los odios, sospechaban que ni Eduardo Moreno Bergareche había sido asesinado por servicios paralelos o grupos ultraderechistas, ni Miguel Angel Apalategui estaba por completo libre de que alguien pudiera imputarle responsabilidades por esa muerte.

Finalmente, señalemos que la respuesta de ETA militar, al acusar de chantaje político a la familia de Pertur y reprocharles su instrumentalización al servicio de la derecha y la «contrarrevolución», pertenece al repertorio de frases hechas habituales en estos casos. Y que la réplica de los acusados saca de su propia sencillez toda su grandeza: «Nosotros, y el pueblo, tenemos derecho a saber toda la verdad. »