1 abril 2001

Pistola en mano, amenazó con suicidarse junto a su mujer, antes de entregarse

El ex presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, detenido y entregado a La Haya, tras una larga polémica

Hechos

  • El 1.04.2001 el presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, fue detenido por orden de un juez de Instrucción del Penal Central de Belgrado.
  • El 28.06.2001 Milosevic fue entregado al Tribunal Penal Internacional por parte del gobierno yugoslavo.

01 Abril 2001

Dramático final del dictador que destruyó Yugoslavia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

El banquillo o la muerte. Esta era la dramática alternativa que se le planteaba a Milosevic esta madrugada, con las tropas de la policía serbia rodeando su residencia. Al dictador serbio, al nacionalista que provocó la desintegración de Yugoslavia, al caudillo que llevó la guerra a Eslovenia, Croacia, Bosnia y Kosovo, no le quedaba anoche más elección que entregarse a las autoridades de su país para ser juzgado o morir matando. Milosevic hizo saber ayer por la mañana que no saldrá «vivo» de su domicilio si el Gobierno de Belgrado no se compromete a dejarle en libertad. Kostunica, el presidente yugoslavo, afirmó horas después que el ex dictador serbio no es «intocable» y que tendrá que comparecer ante la Justicia de su país. Kostunica, sin embargo, aseguró que «la vida de un solo hombre no vale un baño de sangre». Milosevic permanecía protegido por una milicia fuertemente armada y, al parecer, decidida a responder a cualquier intento de detener por la fuerza a su líder. Según el propio Kostunica confirmó ayer, el arresto de Milosevic fracasó el viernes por la noche, debido a la protección de una patrulla del Ejército, que impidió a la policía serbia asaltar la casa del ex dirigente yugoslavo. No hay ningún indicio, sin embargo, de que Milosevic tenga el apoyo de la cúpula militar ni de la sociedad serbia, que le responsabiliza de todos los desastres del pasado. Sólo le apoyan un puñado de incondicionales y nostálgicos, que ya no representan a nadie. Milosevic está acabado política y humanamente. Su destino no puede ser más patético. Como Hitler en su bunker en abril de 1945, Milosevic aguarda un milagro que no se va a producir. Es el punto y final.

27 Junio 2001

Camino de La Haya

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

En la cárcel de Belgrado desde abril, Slobodan Milosevic se encuentra más cerca de rendir cuentas por sus pavorosos crímenes contra la humanidad ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, en La Haya. Lo que parecía imposible hace unos pocos meses puede cumplirse en cuestión de días. El Gobierno democrático ha dictado un decreto que debería permitir que Milosevic y otros criminales de guerra serbios sean juzgados por la justicia internacional. Diez años después de que empezara la violenta desmembración del país de Tito, ver en La Haya a uno de los que más usaron de la violencia en beneficio propio producirá una intensa satisfacción moral, para sus víctimas e incluso para las potencias occidentales que en su día le apoyaron y convirtieron en parte de la solución para el acuerdo de Dayton sobre Bosnia.

No ha sido fácil. El Gobierno, uno de cuyos ministros montenegrinos votó en contra, ha optado por un decreto ante la falta de mayoría en el Parlamento para permitir este tipo de extradiciones. Pero los abogados de Milosevic intentan demostrar su inconstitucionalidad, y la situación se puede complicar. Ayer mismo, miles de ciudadanos pro-Milosevic se manifestaron en Belgrado contra la extradición. El presidente Kostunica declaró que aunque no le satisfacía el Tribunal de La Haya, había que acomodarse a sus exigencias. A nadie se le esconde que Kostunica se ha rendido a las presiones de la comunidad internacional, que exigía este gesto antes de la conferencia de donantes que el próximo viernes debería desbloquear 1.200 millones de dólares de ayuda a lo que queda de una maltrecha Federación Yugoslava. El primer ministro, Djindjic, que acabará compitiendo por el poder con Kostunica, estaba mucho más convencido de la necesidad de poner a Milosevic a disposición del Tribunal de La Haya, y, a la vez, conseguir ayuda financiera internacional que contribuya a mejorar la vida de unos ciudadanos castigados.

Un acierto de Djindjic está siendo el uso de la televisión para difundir imágenes e información sobre los crímenes cometidos por Milosevic y su régimen a una población que, en una parte importante, vivía pretendiendo desconocer esta realidad. Levantar este velo de ignorancia puede ayudar a asentar la democracia en el país. La policía secreta ha prometido hacer públicos los archivos del régimen, aunque, al parecer, Milosevic ya ha eliminado pruebas esenciales de sus crímenes.

Si Belgrado lo entrega a La Haya, Milosevic se convertirá no sólo en el pez más gordo, sino en el primer pez gordo que iría al TPI. Sería la ocasión para reforzar los medios de un tribunal cuyas instrucciones judiciales vienen tardando unos tres años por término medio. Detrás de Milosevic acabarán llegando otros criminales de todas las partes en conflicto. Cuando la supervivencia de Macedonia está en entredicho, y se intenta evitar lo que sería una nueva guerra balcánica, ver a Milosevic entre barrotes en La Haya serviría de aviso de que estos criminales acaban teniendo que rendir cuentas. La impunidad empieza a ser cosa del pasado.