29 agosto 1981

El General Gutiérrez Mellado responde que 'prefiere leer a Josep Pla que a Miláns del Bosch'

El General Jaime Miláns del Bosch publica desde la cárcel una carta contra el General Gutiérrez Mellado al que acusa de ser un traidor que ataca siempre por la espalda

Hechos

En agosto se difundió una carta de D. Jaime Miláns del Bosch a D. Manuel Gutiérrez Mellado publicada en el periódico YA, que además fue reproducida por los periódicos EL ALCÁZAR y DIARIO16.

Lecturas

Las declaraciones del ex Vicepresidente, General Gutiérrez Mellado cuestionando que el encarcelado General Miláns del Bosch y los otros procesados por el 23-F tuvieran «el más elemental sentido de la  ética militar» llevó al militar a lanzar un alegato escrito contra el General Gutiérrez Mellado.

28 Agosto 1981

Carta abierta al General Gutiérrez Mellado

General Jaime Miláns del Bosch Muñoz Seca

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No puedo empezar esta carta con el encabezamiento normal entre militares, de «mi querido amigo y compañero», porque a ti no te considero ni amigo ni compañero; pero, además, tendría que cambiar el adjetivo de querido por el de «despreciable», que es lo que realmente siento por ti y que, a fuer de ser sincero conmigo mismo, tengo que decírtelo.

Te escribo indignado -aunque no sorprendido, pues de ti se puede esperar todo- después de leer en los periódicos tus declaraciones. Está muy claro que ni yo ni nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti, por la sencilla razón de que no la conoces. Quiero pensar que estás loco, lo que justificaría, de algún modo, tus muy frecuentes e histéricas reacciones, que todo el mundo conoce y que quizá esta carta también te pueda provocar.

Decía que ni yo ni nadie podíamos admitir lecciones de ética militar de ti, pues ¡cómo se pueden admitir de quien -siendo oficial-, la única vez que ha combatido, en vez de hacerlo al frente de sus tropas y frente al enemigo, lo ha hecho de la sucia forma de los espías; de las dos caras; de la puñalada por la espalda! ¿No es así cómo luchaste en lo que yo llamo guerra de liberación y ahora se suele conocer por guerra civil? Es decir, luchamos en el mismo bando, pero de forma bien distinta: yo, al frente de unidades de la Legión; tú, desde dentro del bando rojo o republicano, como quieras llamarlo. Y muchas y muy importantes «fechorías» debiste de hacer cuando no solamente creo que tienes el «valor reconocido», sino que, según se dice (es vox populi), tú mismo te propusiste para una importante condecoración, que un prestigioso general rechazó diciendo: «A un espía se le paga, pero no se le condecora».

Nuestra actitud, por tanto, en la guerra ha sido bien distinta y esa misma actitud la hemos seguido, los dos, en la paz: yo siempre de frente, de cara; tú siempre actuando en la sombra y por la espalda.

En cuanto a tu valor «reconocido», también tendría algo que decir, pues creo que es preceptivo para alcanzarlo, tres operaciones con bajas en tu unidad, o una herida frente al enemigo, o un determinado período de operaciones. No sé que tengas nada de ello; pero, en fin, algo muy importante debiste hacer en la retaguardia roja cuando te lo apuntaron en tu hoja de servicios, sin pasar, tampoco, por Rusia, Ifni o Sahara.

Podría seguir dando razones para demostrar que nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti, y recordar muchas cosas que se dicen de tus actuaciones y que nunca han quedado suficientemente claras: Villaviciosa, Regimiento a Caballo, muerto en la carretera de Extremadura, etcétera, pero estimo que no es necesario.

Finalmente, quiero recordarte que no te debo nada. Ni ascensos ni destinos. Gracias a Dios tengo una hoja de servicios que hace honor a mi apellido y ésta es la que me los concedió. Intentar pedirme deudas de gratitud es confundirse tan torpemente como en el caso de llegarse a creer que el Ejército hubiese caído al suelo de haber caído tu persona en el desgraciado incidente del Congreso.

Espero tu reacción, que será, sin duda, de puñalada por la espalda. ¡Qué otra cosa se puede esperar de ti! Es tu forma de actuar y estoy preparado en todos los terrenos para ello. No me importa. Lo que me importa es mi honor y eso ni tú ni nadie puede mancharlo.

Te escribo esta carta al palacio de la Moncloa, pues se dice que tienes allí un despacho. ¡En qué estarás trabajando ahora! ¡Qué asco!».

P. D.

«A esta carta voy a darle la máxima publicidad. Al menos tanta como tuvieron tus declaraciones».

29 Agosto 1981

Ética militar

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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UNA CARTA abierta del teniente general Milans del Bosch a varios diarios pretende arrojar alguna sombra de duda sobre la honorabilidad militar de un hombre como el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, ex vicepresidente para Asuntos de la Defensa. Un encausado en la intentona golpista del 23 de febrero -como Milans del Bosch- intenta ahora enturbiar la trayectoria de ética militar de Gutiérrez Mellado mediante argumentos ad hominen que no resisten el más mínimo análisis: cuando Milans del Bosch mandaba tropas de choque durante nuestra guerra civil -o de liberación, según su gusto-, Gutiérrez Mellado cumplía servicios de información logística, encomendados por sus mandos naturales, mucho más peligrosos que los desarrollados por Milans. Con arreglo a las leyes de la guerra, éste podría haber sido hecho prisionero, en tanto en cuanto Gutiérrez Mellado habría sido pasado por las armas en razón de su arriesgada labor informativa tras las líneas enemigas. La acreditación del valor no sólo se logra al albur de las balas enemigas en un ataque de choque, sino también -y acaso sobradamente- ante la seguridad de un pelotón cuando se cumplen misiones solapadas tras una retaguardia.

Este ha sido el gran argumento -el triste argumento- de algunos militares contra el teniente general Gutiérrez Mellado. El haber servido durante la guerra civil en el servicio de información. Un servicio que, en caso de guerra, siempre es peligroso por necesidad.

El teniente general Manuel Gutiérrez Mellado ha dado suficientes lecciones de ética militar ante la Corona y el pueblo al que se debe como para que se le recuerden ahora comparativamente servicios de antaño, por otra parte, militarmente honrosos. El teniente general Gutiérrez Mellado, además, renunció a la última etapa de su carrera militar para ultimar, como cargo civil, la recta final de la remodelación del Ejército español. Sus servicios a la Corona y a la transición democrática han sido inestimables y en ellos ha rendido su sacrificio. Desde su Vicepresidencia para Asuntos de la Defensa ha soportado la más abyecta de las campañas de Prensa en detrimento de un general que -al contrario del encausado Milans del Bosch- nunca hasta ahora ha estado en situación de verse privado del tratamiento de general, que sólo se pierde, una vez alcanzado, por la separación del servicio, a la que ahora se ve abocado el primero.

Mucho ha de despreciar Milans del Bosch a sus propios servicios de información para anteponer sus trabajos de trinchera a los no menos peligrosos de la hoja de servicios de Gutiérrez Mellado, un militar y un caballero, en cuya figura -no lo dude el ex capitán general de Valencia- la entera sociedad española hubiera visto zarandeado a su Ejército si la grosería de los golpistas de febrero hubiera dado con su cuerpo en tierra.

Los días son cortos, pero la historia es larga. Es algo que parece no advertir el encausado teniente general Milans del Bosch. Como tampoco parece comprender que la ética militar también tiene una comprensión civil, siempre subjetiva -por supuesto- y no del todo comprendida por una sociedad civil amedrentada por su bando apocalíptico del 23 de febrero.

Sea cual fuere el resultado del proceso militar al que se ve sometido Milans del Bosch, hay algunas cosas que este militar no puede obviar: que su comportamiento -en el mejor de los casos- fue dudoso, que su conducta profesional fue impecable ordenando la toma de una ciudad como Valencia no atacada ni por el interior ni por el exterior, y que, tal como están las cosas, su figura no se encuentra en la mejor de las disposiciones para impartir lecciones de ética militar. Hombres más sufridos y sacrificados que él -como el teniente general Gutiérrez Mellado- podrían impartírselas.

29 Agosto 1980

Un extraño concepto del honor

Jaime Miralles

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Se me pide mi opinión sobre la carta del general Milans del Bosch. Su calificación jurídica, por elemental, carece de interés y sin duda a estas horas estará actuando ya el juez competente del poder judicial.

En cambio, llama la atención el concepto del honor del que dan muestra los responsables de la rebelión del 23 de febrero, si se atiende a algunos precedentes más o menos próximos.

Don Diego de León, que se sublevó siendo Isabel II, y contra el regente Espartero, perdió y no negó en ningún momento su conducta, aunque fue fusilado horas después.

Galán y García Hernández militares que se sublevaron contra la Monarquía en 1930, perdieron y no negaron en ningún momento su conducta, aunque fueron fusilados horas después.

El general Sanjurjo, que se sublevó contra la República el 10 de agosto de 1932, siendo director general de la Guardia Civil, no negó en ningún momento su conducta y no fue fusilado horas después porque le indultaron.

El general Goded sublevó en 1936 contra el Gobierno de la República no negó en ningún momento su conducta, aunque fue fusilado después.

El general Batet capitán general de Burgos en 1936, que no se sublevó contra el Gobierno de la República, fue juzgado en consejo de guerra y fusilado horas después.

Todos ellos, con convicciones políticas diversas y opuestas eran hombres de honor.

Los más caracterizados sublevados el 23 de febrero niegan o disimulan su conducta, pretenden implicar falsamente a la Corona y en otros casos dicen que fueron engañados.

Individualmente la contemplación de estos datos produce cierta perplejidad respecto a los diversos conceptos posibles del honor. Y más teniendo en cuenta que la pena de muerte ha sido abolida por la Monarquía parlamentaria y democrática contra la que se sublevaron los golpistas del 23 de febrero.

Jaime Miralles

01 Septiembre 1981

La carta

Carlos Luis Álvarez Álvarez 'Cándido'

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El teniente general Miláns del Bosch debió escribir una carta no al teniente general Gutiérrez Mellado, sino a todos los españoles. Una carta disculpándose. Pero ya que la ha escrito al teniente general Gutiérrez Mellado quisiera recordar un lugar de Tácito en ‘Los Anales’ donde el noble germánico habla así a los soldados que le habían traicionado: ‘Sepamos: ¿A qué cosa no os habéis atrevido estos días? ¿Qué nos habéis gastado y violado? ¿Qué nombre podré dar yo a esta Junta? ¿Os llamaré soldados? ¿Llamaré ciudadanos a los que con tanto exceso menospreciaron la autoridad del Senado? Más, ¿qué podré llamaros habiendo violado las leyes y la razón de las gentes?»

Ese es el hecho, y los demás, divagación. Y más divagación todavía cuando por ‘temor a’ empañamos el juicio que consigue el discernimiento. Por desgracia, la carta del teniente general Miláns del Bosch, que parece un tam-tam convocando a lo irrazonable, está falseada por los acontecimientos de sedición con los que en primera instancia parece comprometido. Nada resultaría tan beneficioso para la sociedad española y para el Ejército que la ética del teniente general no se hubiera quebrado el día que ocupó Valencia. Lamentablemente, Miláns del Bosch ya no es dueño en su ética de aquel día, a no ser que se trate de una ética absolutamente original. Su ética de aquel día está ahora en manos de los jueces.

Todos los españoles querríamos que una figura querida y respetada en el Ejército como el teniente general Miláns del Bosch que honró su vida como soldado por muchos años entre el obedecer y el mandar, quedara a salvo de la sombra que echa sobre su conducta el infame espectáculo del 23 de febrero. Y que, sin componer necesariamente el rostro ético, resultase al fin, por más ilustre, menos fingido. Si puede ser así no se encamina a ello la carta que ha enviado al teniente general Gutiérrez Mellado y luego, o simultáneamente, a los periódicos. En esa carta no hay un solo razonamiento o prueba que sostenga su ciega prosa. ¿Puede haber siquiera un enemigo de la Constitución, fuera de quienes se han inclinado por el insulto ignorante y vengativo y maldicen de una libertad sin la cual no podrían ofenderla, que considere esa carta de Miláns del Bosch como un modelo de ética?

Comprendo que es indispensable que este artículo dure menos de un minuto. Pero comprendo también que la armonía en España y dentro del Ejército no se logrará torturando una vez más por causa del miedo la sensata espontaneidad de la evidencia.

29 Agosto 1981

Pluma hipócrita

Juan Blanco

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¿Cómo se puede recurrir a la defensa? Los acusados no tienen derecho a defensa durante el juicio y mucho menos en la prensa. Deben aguantar sráficamente las tarascadas y si protestan se les organiza la operación «desove» se les ignora o se les insulta como al teniente general don Jaime Miláns del Bosch Ussía, quien, sin conocer el paño, intenta defender su honor en una carta a las agencias de prensa y periódicos con el ruego de su publicación, apelando a su caballerosidad y su sentido del noble oficio de la información, cosa más difícil de cosas bien difíciles de encontrar en esta profesión desde que se sembró el odio y el revanchismo. Y, claro, el silencio o el insulto de que este estercolero que responde al nombre de DIARIO16.

YA, como siempres, es aparte, ¡faltaría más al pontificante diario de la Editorial Católica!, y recoge la carta, pero antes la censura, la deja como el facé descafeinado, ni fría ni caliente, sino tibia, la censura, en suma, ¡oh, manes de don Gabriel Arias Salgado, don José Ibáñez Martín, señor Abada Ojuel y demás padres y hermanos lejos de los gabinetes de tijera y lápiz rojo para el cine, el teatro, los libros y la prensa, todos ellos adscritos a la Santa Casa por nóminas, ramas colaterales y hasta por ideología! Ahora, cuando el Teniente General Miláns del Bosch escribe para defender su honor cae en la cuenta el periódico sedicente católico de que ‘por ese camino se va a una escalada de insultos’, a sacar a la calle los trapos sucios (¿pero no querían y han clamado siempre por la luz y los taquigráficos?) y a dar carnaza a las fieras’. ¡Pero, ¿qué es eso de que ‘los riesgos son evidentes para la propia institución de las Fuerzas Armadas, para la estabilidad política (ahí duele) y, en definitiva, para la sociedad española?’

¡Ah, no, señores de la Editorial Católica! Nada de tapujos ni guardar ropa socia. ¡Que cada palo aguante su vela! Hay que abrir las ventanas, de par en par, para que entre aire limpio y fresco que despeje esta atmósfera turbia y pestilente que nos ahoga. No, señores de la Editorial Católica, no valen ahora su censura de prensa ni sus recomendaciones a la templanza. Perdieron la ocasión de hacer una y otras cuando recogieron las declaraciones del señor Gutiérrez Mellado en la página 13 de su edición del 21 pasado. En aquella ocasión, al contrario, destacaron un recuadro, con titulares propios, otro tipo de letra y fuera dle texto general, los tres ataques más duros del señor Gutiérrez Mellado al teniente General Miláns del Bosch, al general Armada y al Teniente Coronel Tejero. ¿Por qué no practicaron la censura entonces? ¿Por qué no recordaron entonces que ‘el patriotismo es virtud esencial de los ejércitos y aquí nos jugamos entre todo el destino de España’? ¿Por qué en aquella reciente ocasión no le señalaron al señor Gutiérrez Mellado que no «debió elevar juicios de valor en un relato sumarial al negar a su compañero de armas (sic) la virtud de la ética militar»?

Ya está bien, señores de la Editorial Católica, de salir con moralinas a destiempo y no olviden que la subida al púlpito está vedada a monagos y sacristanes.