21 septiembre 1976

El nuevo Presidente de la agencia pública es hermano del Director General de RTVE, Rafael Ansón

El Gobierno Suárez designa a Luis Mª Anson Presidente y Director de la agencia EFE: inicio del gran salto de la agencia pública

Hechos

En septiembre de 1976 D. Luis María Anson fue designado Presidente de la Agencia EFE (asumiendo también las funciones de director), reemplazando a D. Carlos Mendo.

Lecturas

El Gobierno de Adolfo Suárez González nombra a Luis María Anson Oliart presidente de la Agencia Efe y el periódico El País de Juan Luis Cebrián Echarri publica un artículo en el que recuerda que Anson Oliart había escrito los artículos ‘Cobardía Moral’ (20-05-1975, ABC) y ‘Carne de Gallina’ (15-05-1976, Ya) en el que criticaba a Suárez González y los franquistas que querían ocultar que lo habían sido.

El 28 de septiembre de 1976 el consejo de administración de la Agencia Efe acepta la renuncia de D. José María Alfaro Polanco como presidente de la agencia y nombra para sucederle al periodista D. Luis María Anson Oliart, respaldado por el Gobierno de D. Adolfo Suárez González.

El Sr. Anson Oliart asumirá también la dirección de la agencia (en sustitución de D. Carlos Mendo Baos) pasando a ser ‘presidente-Editor’ de la agencia de noticias del Estado.

El nombramiento de D. Luis María Anson Oliart en Efe se produce sólo dos meses después de que también a instancias del Gobierno su hermano D. Rafael Ansón Oliart sea designado director general de RTVE.

D. Gonzalo Rodríguez del Castillo entra el Consejo de Administración en representación del Instituto Nacional de Industria.

El nombramiento de D. Luis María Anson Oliart por parte del Gobierno es llamativo si se tiene en cuenta que este había escrito recientemente dos artículos que podrían considerarse críticos contra el Gobierno: ‘Cobardía Moral’ (20-05-1975, ABC) y ‘Carne de Gallina’ (15-05-1976, Ya) en ambos criticaba a los jóvenes políticos franquistas que trataban de ocultar su pasado de colaboración con la dictadura. Una descripción en la que encajaba el Sr. Suárez González.

Fusión de Presidencia y Dirección General

Al contrario de su antecesor en la presidencia de EFE, D. Carlos Mendo, D. Luis María Anson acumula en su nombre tanto la presidencia como la dirección de la Agencia pública, con lo que asumirá todo el poder ejecutivo. La designación se produce tan sólo unas semanas después de que el Sr. Anson publicara un artículo en el diario YA muy critico contra los franquistas que están ‘borrando’ a toda prisa todos sus vínculos con el régimen anterior. Una acusación que parecía dirigida al gobierno Suárez, el mismo gobierno que ahora le ficha para dirigir EFE.

Por su parte D. Gonzalo Rodríguez del Castillo ha sido desginado Consejero de EFE en representación del Instituto Nacional de Industria.

15 Septiembre 1976

Carne de Gallina

Luis María Anson

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Negociar desde la debilidad significa radicalizar al contrario en sus exigencias. El poder, incluso en los pueblos más civilizados se disputa siempre a dentelladas y a los hombres endebles se les termina desplazando de forma irremediable. Extraer vino generoso de las agrestes vides políticas de vana ilusión. En la conquista del poder se lucha siempre sin cuartel, disputando el terreno palmo a palmo.

El observador imparcial que contempla la blandenguería de una parte considerable de la actual clase dirigente española puede vaticinar si la reacción no se produce de forma inmediata su inevitable derrota. Hace un año denunciaba yo en un artículo titulado ‘Cobardía moral’ a los no pocos franquistas que temerosos y acollonados, corrían con las vergüenzas al aire, vivo todavía su jefe, hacia posiciones que consideraban triunfadoras de futuro. A pesar de la torpeza de mi pluma, se anticipaba en aquel escrito el radiante espectáculo del miedo y del entreguismo que hemos contemplado en los últimos meses con la alocada huida de las ratas que saltan a la desbandada de la nave del viejo régimen.

Hostil a todas las dictaduras de izquierda o de derecha, yo he militado modestísimamente, desde mis iniciales balbuceos políticos, a los diecisiete años, en la oposición de verdad al franquismo, en aquella de los años duros, cuando a la persecución acompañaba el silencio y en la de los últimos tiempos, cuando muchos de los antiguos perseguidores se aupaban con prisa y sin vergüenza en el carro del futuro. Tengo sobre mis espaldas una abultada biografía de multas, expedientes, procesos y exilios. Pues, bien: eso me permite recordar sin pelos en la pluma, porque la verdad nos hace libres que aquí n ose ha producido el 25 de abril: que Franco no murió como Petain en la derrota, sino en el poder; que no fue colgado de las piernas como Mussollini sino que sufrió larga agonía en su lecho de Jefe de Estado; que los vencedores de 1939 no tienen que pedir perdón por haber ganado la guerra; que sólo los cobardes podrían avergonzarse de las banderas cubiertas de sangre y de gloria en lso campos de batalla; que entre los leales a Franco hay muchos hombres honestos y ejemplares de los que el país no puede permitirse el lujo de prescindir; que organizar el futuro deshuesando a los franquistas y excluyéndoles como propugna un sector de la oposición, constituiría un erro de fondo porque la Monarquía es de todos (idea esta, por cierto, no muy nueva para mí, ya que su defensa pública en 1966 me proporcionó la primera sanción de la ley de Prensa y un largo año de residencia en el Lejano Oriente).

La cobardía moral de la clase gobernante – no de toda, claro, pero sí de una parte considerable – contituye una de las dificultades máximas para conseguir el pacto nacional. Me atrevería a afirmar que se encuentra entre los grandes problemas con que el presidente del GObierno se encara. Adolfo Suárez en un hombre flexible y muy enérgico. Nadie que le conozca podrá negarle estas cualidades. Pues bien, el presidente debe transmitir cuanto antes su energía y su valor a los numerosos gobernantes que a muy diversos niveles están agallinados, claudican y se amorrongan sin luchar, han perdido la dignidad del poder, cuartean el principio de autoridad se avergüenzan de lo que fueron bagan sin cesar como tiernos corderos flagelándose con estolidez sus propias carnes y ofician la ceremonia de la confusión mientras se les baja la sangre a los zancajos y se les empinan los testes hasta la garganta.

Una buena parte de la clase gobernante, en fin, es carne de gallina y sólo carne de gallina. O se la hace reaccionar o se prescinde de ella. Porque de tanta y tanta collonería no se puede esperar una negociación seria, sino la rendición sin condiciones. El Gobierno necesita articular una urgente campaña que devuelva la fe y el valor a los que tienen la responsabilidad de defender al Estado. Es grotesco achicarse ante una oposición astillada en cuyos albañales desaguan también muchas corrientes corrompidas. El tema tiene una dimensión no sólo política, sino anchamente social. Porque los conservadores españoles que constituyen muy posiblemente la mayoría del país están como aturdidos ante la debilidad y el amilanamiento de muchos de sus dirigentes y permanecen encerrados en sus casas sin dar la réplica en la calle a las manifestaciones socialistas.

Que dos seres espectrales como Carrillo y la Pasionaria constituyan un problema nacional demuestra hasta qué punto fallan los mecanismos de resistencia en la sociedad española. No me importa desencadenar las iras de esas revistas izquierdosas que imparten a su capricho credenciales democráticas o bendiciones rojas. Carrillo y la Pasionaria son dos cadáveres históricos que se descomponen con incesante rumor en la cripta de los tiempos pasados. El Rey Juan Carlos, dando una lección soberana de madurez político y de sentido de la realidad ha llevado al Gobierno a la generación del silencio a hombres jóvenes que por razones de edad significan la superación de la guerra civil. El partido comunista, sin embargo, parece empeñado en recrear el clima de aquella contienda, instalando en la España de la reconciliación a dos símbolos del choque fraticida: Carrillo y la Pasionaria. En lugar de hablar de pasaportes se debiera plantear crudamente la verdadera cuestión: ante el gesto del Rey incorporando al poder a la generación que no hizo la guerra, la única alternativa patriótica para Carrillo y la Pasionaria es la dimisión. Si continuaran aferrados a sus puestos, el Rey debería ordenar que se desenterrasen los cadáveres de Calvo Sotelo y Pradera, sentándolos a una mesa con Carrillo  y la Pasionaria, para que las cuatro momias resuelvan el futuro de España. Traer a nuestro país a estos dos personajes sin recordarles que la dimisión prevía constituye un elemental deber de patriotismo, significa retormar a la política de mausoleo. Es como representar ante el pueblo español la escena del Comendador. Los comunistas de las nuevas generaciones se merecen dirigentes mejores que Carrillo y la Pasionaria. Con Tamames, con Sartorius y con tantos otros comunistas jóvenes tal vez se abriera una posibilidad constructiva de diálogo.

El Gobierno, pues, debe poner en su sitio con claridad y sin acoquinarse a la oposición. Y a la vez debe explicar a los franquistas que la legitimidad que suponía la guerra civil para ocupar los cargos públicos terminó con Franco. De cara al futuro no existe otra legitimidad que la de los votos. Los franquistas honestos saben que el pueblo español no está dispuesto a continuar pagando los salarios de la corrupción y que la guerra hay que ganarla ahora en las urnas. Para esa tarea se necesitan anchas bases organización moderna y fe en el triunfo electoral. En otro caso se harían ciertos los versos de Ercilla.

«Y habiendo ya contado la victoria de los contarios hados rebatidos quedaron vencedores los vercidos».

El futuro, en fin, es ya un viento huracanado. El temporal que nos sacude no podrá ser dominado por los débiles y pusilánimes. Se escucha ya el rumor sordo del revanchismo, la agitación de un mar oscuro y profundo a punto de embravecerse. La clase gobernante española está enferma de miedo en no pocos sectores. Si no se la resana a tiempo volveremos a contemplar quizá en este otoño tan próximo cómo caen otra vez ensangrentadas las hojas de la historia de España.

Luis María Anson

22 Junio 1977

Cambiar la información oficial

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA AGENCIA oficial Efe trata de renovar su imagen, en estos días, con ocasión de un cambio de domicilio. La Radiotelevisión estatal sufre una andanada de críticas, tras los retrasos y deformaciones de los datos y cifras electorales. También hoy se debate, en los altos niveles del Poder, la creación de una Secretaría de Estado para la Información, que concentraría no sólo la dirección de los medios de comunicación oficiales, sino el sistema de portavoces por el que el Gobierno informaría a los contribuyentes.Una cosa parece clara: la transformación profunda que está sufriendo este país no puede correr paralela a la congelación de los usos y costumbres del franquísmo eq el terreno informativo.

La información del viejo régimen partía de tres supuestos: «Los medios de comunicación de masas son instrumentos al servicio del Estado. La información y la crítica deben ser dosificadas por los Gobiernos. El debate abierto puede ser dañoso para los intereses patrios y, por tanto, limitado al mínimo.»

Frente a esos criterios, las democracias occidentales defienden que la información plural, contrastada y promovida libremente a iniciativa de los ciudadanos, está al servicio de la sociedad y es necesaria para mantener un Estado de Derecho; que la vigilancia crítica es el mejor antídoto contra la arbitrariedad o la corrupción; y que el Estado debe informar puntual y transparentemente a quienes nutren su presupuesto -es decir, a los ciudadanos- de sus programas, decisiones y contabilidades.

El Gobierno ha legalizado en los últimos veinte meses a la casi totalidad de las tendencias políticas, ha convocado y llevado a cabo unas elecciones legislativas, ha abierto un diálogo entre Madrid y las regiones, ha roto el último bloqueo diplomático, ha ensanchado los márgenes de libertad y ha excarcelado a casi todos los presos políticos. Pero, sin embargo, el aparato informativo del Estado permanece intacto: con sus vicios, sus inercias y sus corruptelas.

La antigua Prensa del Movimiento, la RTVE y la agencia Efe deben ser objeto de una remodelación radical que las ponga al servicio de la comunidad, lejos de las tendencias y las parcialidades. Pero no en la versión de una Secretaria de Estado, con las mismas caras y servilidades del pasado.

Hace pocos días, ocho partidos políticos publicaban una iniciativa para intervenir razonablemente en el cambio de nuestra televisión. Creemos que, al margen del proyecto, lo pertinente era señalar la necesidad del cambio, y la oportunidad de un debate nacional sobre algo que afecta -y a veces intoxica- la conciencia de millones de españoles. Los medios de información del Estado no pueden quedar a merced del Gobierno, de ningún Gobierno en un país democrático. Un estatuto jurídico que garantice su imparcialidad e independencia es necesario cuanto antes.