4 marzo 1988

El presidente de PRISA, Jesús Polanco, ha realizado una oferta millonaria a Pedro J. Ramírez para la dirección de su revista

El Grupo PRISA releva a Eduardo San Martín como director de su revista política EL GLOBO y pone en su lugar a Jesús Ceberio

Hechos

El 4.03.1988 el diario EL PAÍS anunció el nombramiento de D. Jesús Ceberio como Director de EL GLOBO.

Lecturas

Ante la negativa de Pedro José Ramírez Codina de aceptar la dirección de El Globo tras una contraoferta de Juan Tomás de Salas Castellano para quedarse en Diario16, los directivos de PROGRESA (PRISA) nombran nuevo Director de El Globo a Jesús Ceberio Galardi en sustitución de Eduardo San Martín Montilla. .

Primera página

Juan Luis Cebrián

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Pero no todo fueron triunfos. Decididos a impulsar el grupo acordamos el lanzamiento de un semanario político, convencidos  de que los que existían en el mercado no cubrían las expectativas de rigor informativo exigibles a una prensa de calidad. Tras husmear entre las cabeceras libres o que podían adquirirse a un precio módico, bautizamos a la nueva publicación como EL GLOBO, y encargamos a Eduardo San Martín su botadura como director. Establecimos su sede en el mismo edificio de la SER, no escatimamos medio ni inversión algunos, tanto en equipo humano como en dotación técnica, y emprendimos la nueva aventura con un exceso de optimismo, por no llamarlo arrogancia, que nos condujo directamente al desastre. Participé activamente en las discusiones sobre las medidas que debían tomar los gestores de la revista en lo que se refería al contenido editorial; aunque la mayoría de mis recomendaciones no se tuvieron en cuenta, tampoco estoy seguro de que siguiéndolas se hubiera podido evitar la catástrofe. Al margen de que los costes se habían disparado irracionalmente desde el principio, el contenido de la publicación no acabó de satisfacer la demanda, pese a que descubrió algunas buenas exclusivas. El último movimiento dramático fue la sustitución del director por Jesús Ceberio y la convocatoria de una reunión extraordinaria, un domingo bien entrada  la primavera, para decidir las medidas que eludieran el cierre de la publicación, a esas alturas solicitado por numerosos miembros del Consejo, aunque ni siquiera había cumplido un año de vida. Yo me resistía a una solución semejante, pues sabía que era imposible asentar un semanario de nuevo cuño en menos de tres años. Pero el éxito de EL PAÍS había sido tan fulgurante que mis razones caían en descampado.