7 junio 1968

El asesino murió abatido por otros guardias civiles cuando trataba de huir

El joven José Antonio Pardines se convierte en el primer Guardia Civil asesinado por ETA por el pistolero Javier Etxebarrieta Ortiz ‘Txabi’

Hechos

D. José Antonio Pardines Arcay falleció el 7 de junio de 1968 asesinado a tiros.

Lecturas

José Antonio, de 25 años, estaba regulando el tráfico en la NI con su compañero Félix de Diego, cuando un Seat 850, ocupado por los etarras Iñaki Sarasketa y Francisco Javier Etxebarrieta, Txabi, se paró junto a él. El agente vio algo sospechoso en la matrícula, solicitó la documentación y fue atrás para mirar el bastidor. Treinta años después, Sarasketa  contó: Txabi me dijo: «Si lo descubre, le mato». «No hace falta», contesté yo, «lo desarmamos y nos vamos». «No, si lo descubre lo mato». Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando el motor. Sin volverse empezó a hablar: «Esto no coincide…». Txabi sacó la pistola y le disparó. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. […]  fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos veinte años. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera”. Su compañero, Félix de Diego, fue asesinado por ETA 11 años después.

Iñaki Sarasketa y Txabi Etxebarrieta eran miembros de la organización separatista vasca Euskadi Ta Askatasuna (ETA) que llevaba tiempo amenazando a guardias civiles con asesinarles si no abandonaban Euskadi. Pero hasta el Sr. Pardines no habían asesinado a nadie. El Sr. Pardines les dio el ‘alto’ al detectar que su matricula era falsa y Etxebarrieta lo asesinó a tiros.

El hecho de que el asesino Etxebarrieta fuera abatido también a tiros cuando trataba de huir le convirtió en un héroe para todos los militantes de ETA.

07 Junio 1998

30 AÑOS DE TERRORISMO

Lourdes Garzón

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Iñaki tenía 19 años, militaba en ETA desde los 15 y dirigía la organización en Guipúzcoa. Txabi Etxebarrieta, miembro del comité ejecutivo, su mejor amigo, economista, poeta, decidido teórico de la necesidad de una lucha armada todavía sin víctimas, 23. El 7 de junio de 1968 viajaban juntos por la carretera de Madrid-Irún. Iñaki para recoger un cargamento de dinamita en Beasáin. Txabi para reunirse en el monasterio de Lazcano con Eustaquio Mendizábal, Txikia, seminarista entonces y entonces también destacado militante. Cerca de Villabona les detuvo un guardia civil que desviaba el tráfico.

«Supongo -cuenta ahora Sarasqueta, por primera vez con detalle- que se dio cuenta de que la matrícula era falsa. Por lo menos, sospechó. Nos pidió la documentación y dio la vuelta al coche para comprobar si coincidía con los números del motor. Txabi me dijo. ‘Si lo descubre, le mato’. ‘No hace falta, contesté yo, lo desarmamos y nos vamos’. ‘No, si lo descubre le mato’. Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando el motor en la parte de detrás. Sin volverse empezó a hablar. ‘Esto no coincide…’. Txabi sacó la pistola y le disparó en ese momento. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas y quizá eso influyó. En cualquier caso fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos 20 años. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera».

El guardia civil, la primera víctima de ETA, se llamaba Antonio Pardines Azcay, tenía 25 años y era gallego. De Malpica, en La Coruña. Hijo y nieto de guardias civiles. A su padre Antonio, le dijeron que su hijo «había caído en acto de servicio». «Ni sabíamos lo que era ETA entonces ¿qué íbamos a saber…? Un mes después asesinaron a Melitón Manzanas y yo pensé ‘Toño ha sido el primero, por qué no también el último’. Pero no… Fuera de mi casa no he vuelto a hablar de esto con nadie desde hace treinta años. Y ahora me cuesta tanto…».

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MANZANAS

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Sarasqueta y Etxebarrieta trabajaban, precisamente, en el atentado de Melitón Manzanas, jefe de la brigada político-social de San Sebastián. «La primera información sobre sus movimientos me la dio Jon Oñatibia, miembro del PNV y antiguo delegado del gobierno vasco en Nueva York. Fue una decisión personal, no digo que el PNV tuviera nada que ver. Supimos qué autobús cogía, a qué hora, incluso dónde solía sentarse. Yo se la pasé a Txabi… En aquella época media Guipúzcoa estaba atemorizada por este hombre, con una terrible fama de torturador. Siempre he pensado que se servía más de esa fama que de la propia tortura… El caso -dice Sarasqueta- es que fui yo quien levantó el pájaro…».

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TESTIGO.- «Le dije a Txabi que bastaba con desarmar al guardia civil pero le disparó un tiro por la espalda y otros tres en el pecho. Una muerte inútil.»

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Del asesinato de Manzanas se enteró Sarasqueta ya en la cárcel. Muerto Pardines, Etxebarrieta y él huyeron en el mismo coche y se escondieron en una casa de Tolosa. «De la misma manera que las centraminas le habían puesto eufórico, dos horas después le hundieron en un ataque de pánico. Salimos de la casa y nos detuvo una pareja de la guardia civil. Los dos llevábamos una pistola en la cintura. Primero me cachearon a mí y no la notaron. Recuerdo que el guardia civil que registraba a Txabi lanzó un rugido. Y después, una escena típica del oeste, de las de a ver quién tira primero… El guardia civil disparó antes que yo y salí corriendo… No supe en ese momento que Txabi había muerto… Detuve un coche, amenacé al conductor y le obligué a que me llevara en dirección a Régil (cerca de Zarautz). Resultó ser un pariente lejano mío. Yo sabía que la pistola me delataba y pensé en tirarla. El conductor me pidió que no lo hiciera. Si nos detenían parecería más real que le estaba obligando. También se dio cuenta de que no tenía intención de hacerle daño, así que unos kilómetros más allá me pidió que bajara… Y continué andando…».

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TIRO DE GRACIA

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La familia de Pardines nunca ha oído este relato. Su padre, Antonio sólo sabe que su hijo dio el alto a alguien y se imagina que le dispararon desde el coche y le remataron, después en el suelo. «Y es lo que más me duele, ese tiro de gracia. Fue todo una mala casualidad. Si no le hubiera tocado a él habría sido a su compañero. Le gustaba el cuerpo, pero también influyó que en esa época no podían estudiar todos los hijos. Y él quería trabajar, tener un poco de dinero… Su primer destino fue en Asturias y estaba bien. Podía haberse quedado allí, pero le vino el empeño de ingresar en tráfico. Por la moto nada más. Le encantaban… Igual que el fútbol. Mire, aquí está en esta foto con la dichosa moto… Y después, ya en San Sebastián, conoció a una chica, tenían pensado casarse…».

Su novia se llamaba Emilia y era vasca. Viajó hasta Malpica cuando enterraron a Pardines el 10 de junio de 1968. Lo recogen los periódicos de la época que destacaban «masiva asistencia», «presencia de un importantísimo número de autoridades» y se refugiaban también en la «muerte en acto de servicio». Casi ninguna referencia a ETA. «Lógico -dice el periodista Martínez Sevilla, enviado especial de El Correo Gallego y de TVE entonces-. Estaba muy claro que nombrar a ETA no resultaba conveniente. Teníamos mucho cuidado y si se fija, en la mayoría de los periódicos se recurrió a la información de agencias». El pueblo entero acudió, pero como se acudía con la muerte de cualquier vecino. En Malpica se dedicó una calle a Pardines. «La calle del guardia civil. ¿No le mataron en el País Vasco o algo así?», preguntan los vecinos.

A Antonio Pardines padre le queda, 30 años después, un miedo irracional al terrorismo. Tenía tres hijos y ahora sólo tiene uno. El segundo murió hace unos años. El tercero. Manuel, es alcalde del Partido Popular en Malpica. «¿Cómo no lo va a tener? Perdió a su mujer con 30 años. A su hermano en la guerra civil. Después, sus dos hijos. No me tiene más que a mí. Ya no es como antes, que no se sabía nada… cada vez que oye que algún político del PP ha muerto… Yo no, no tengo miedo. Me parece absurdo. Hay una cosa que me anima. Desde lo de mi hermano, leo los periódicos con mucha atención cada vez que se publica algo sobre ETA. Nunca he vuelto a ver el nombre de Iñaki Sarasqueta. Quiero pensar, que, de alguna manera se dio cuenta ya entonces de todo este sinsentido… Lo último que supe de él fue que le habían detenido al día siguiente y que le habían conmutado la pena de muerte»

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EL PERDÓN

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A Sarasqueta le detuvieron en la iglesia de Regil. «Llegué al pueblo por la noche y pregunté por el cura. Le conté que me buscaban y me escondieron. Pasé allí toda la noche, muerto de frío. Primero en el púlpito y después en el confesionario. Por la mañana me descubrió el sacristán. Entraron también unas mujeres y me acerqué para no asustarlas. Les pregunté a qué hora empezaba la primera misa, cosas así… El sacristán aprovechó y salió. Yo detrás. Ya estaba la iglesia rodeada. Nunca he visto tan cerca la muerte… Pero no me mataron, sino que me llevaron a Martutene y se celebró un consejo de guerra sumarísimo. El primero desde la guerra. ¿Qué podía esperar? Unos días después me comunicaron que había sido conmutada la pena de muerte por cadena perpetua y me trasladaron a Ocaña. Entré negro desde el cuello hasta los pies. De los golpes. Entonces me di cuenta de lo feos que son los presos comunes».

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Iñaki Sarasqueta pasó nueve años en la cárcel, hasta la amnistía de junio de 1977. Ya no milita en ETA y condena la lucha armada.

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Gloria, la madrina de Antonio Pardines, que también vive en Malpica, se acuerda de la conmutación. «Entonces, nosotros éramos su única familia en el pueblo. El padre estaba destinado en Alicante y sus hermanos vivían con él. Después del entierro llegó un cura de San Sebastián y preguntó por el párroco de Malpica, por don Benigno. Nos dijo que venía en nombre de la familia de Iñaki para pedir nuestro perdón. Dos días después nos enteramos del indulto… ‘Nosotros no podemos perdonarle, le dijimos, el único que puede es su padre y no sé si querrá…’. Creíamos que había muerto en un accidente y a mitad de camino, cuando íbamos a recoger el cuerpo nos enteramos de la verdad… ‘Han sido los separatistas’, nos dijeron… ‘Y ¿qué quiere decir eso?’, preguntamos. ‘Los de ETA’¿Me puse tan mal que no pude continuar camino y me volví a Malpica… A su padre, se le volvió la vida del revés. Nunca se recuperó…».

A Iñaki Sarasqueta también le cambió la vida. Pasó nueve años en la cárcel. Hasta la amnistía de mayo de 1977 que indultaba parcialmente a 19 presos de ETA con delitos de sangre y los extrañaba fuera de España. Primero a Latinoamérica, después, gracias a la intervención del PNV, a Europa. «Curiosa manera de llamar al destierro. Yo lo pasé en Oslo. Sólo un mes. Salí con 29 años. Me casé en la cárcel y ni siquiera había hecho el amor hasta entonces. Tuve que aprender a ser un ciudadano. Estoy orgulloso, eso sí, de haber organizado desde dentro la primera huelga general de Euskadi en 1974. Fui un luchador irreprochable y un militante hasta hace diez años. Pero en 1974 me enteré del atentado de la calle del Correo, en Madrid. Murieron 12 personas y hubo otros 62 heridos. Me negué a creer que hubiera sido obra de ETA. Me parecía una acción tan típicamente fascista… Fue el comienzo. El País Vasco está mejor ahora que hace 30 años. De eso no hay duda por mucho que algunos imbéciles se empeñen. Y a eso no ha contribuido en nada absolutamente la lucha armada. Ni tampoco el terrorismo de Estado, por supuesto. Nos han asqueado hasta el extremo de sentir una tremenda vergüenza el día del asesinato de Miguel µngel Blanco».

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EGIN

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Cuando salió de la cárcel volvió a su antiguo trabajo en una fábrica de máquinas de coser. Después, cinco años en Egin, como corrector. Abrió una tienda y se dedicó a la importación de seda china. «Un fracaso, la dejé encargada a unos exiliados vascos, porque me parecía que necesitaban una mano, y me arruinaron. Una decepción más». Otra, Sarasqueta dejó hace mucho de reconocerse en la ETA que encontró después de la cárcel. «Continúo siendo marxista revolucionario. Creyendo en la soberanía del pueblo vasco, en igualdad con la del resto de España y de Europa. Pero los últimos 20 años de muertes no han servido más que para desinteresar al pueblo vasco. Hace 20 años, pedir el derecho de autodeterminación era ser un traidor. Hace 15 pedir la amnistía, también. Ahora estamos en eso. La única iniciativa que me parece viable es la unión de los sindicatos ELA y LAB, quizá sea una forma de aglutinar a la sociedad y dar un paso en la pacificación. Pero para este viaje no hacían falta unas alforjas tan llenas de dolor.

Sarasqueta se interesó por ETA a los quince años. «Sabíamos que nos gustaba el Che Guevara y Cuba, y poco más… Esto que voy a contar suena a chiste, pero es para que se haga una idea de cómo eran las cosas. Poco antes de la muerte de Pardines preparamos un atentado contra El Correo Español-El Pueblo Vasco. Yo me había encargado de buscar la dinamita, pero se hizo mal y les explotó a los chicos del comando. Les ingresaron en el hospital y pensamos que sería más fácil sacarlos de allí y mandarles al exilio. Uno de los dirigentes tuvo una idea. ‘Lo mejor es que entremos vestidos de curas’. ‘¿De curas?’, pregunté, ‘pero por qué’. ‘Mira, tienen una entrada especial, lo pone ahí. Sala de curas…’. Era la entrada de emergencia, claro. Éramos muy jóvenes, ya lo he dicho. A los diecinueve estaba liberado y no vivía en casa».

En la casa de Sarasqueta se refugió Argala después del atentado contra Carrero Blanco. Su madre le escondió. «Argala fue quien hizo clic, quien mandó a Carrero por los aires. A Argala lo mató luego el Batallón Vasco Español. Tampoco podemos olvidar eso. El problema es que nos acostumbramos a juzgar la lucha armada según la condición de las víctimas. Si era un chivato o un sinvergüenza, bueno, estaba bien… Es mentira. Nunca, desde hace veinte años, ha estado bien».

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APOYO

LA FAMILIA PARDINES

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Manuel Pardines, alcalde de Malpica, hermano de Antonio, tiene la costumbre de enviar un telegrama a la familia de cada nueva víctima de ETA. «Cuando me entero de un atentado se me revuelve algo dentro. Ya he perdido la cuenta de los que hemos mandado desde entonces. Y no estoy seguro de que sirva para mucho, pero en cualquier caso, supongo que pasado el primer momento, será un consuelo. Nosotros no lo tuvimos. No sabíamos ni quién había sido ni por qué y mucho menos qué pintaba Antonio en todo eso. Cuado mataron a mi hermano, yo estaba con unos amigos, jugando una partida de cartas. No recuerdo más. Sólo que se me cayó el mundo encima».

Antonio era el mayor. «A los 18 años, cuando además has perdido a tu madre, un hermano mayor lo es todo. Venía a vernos cuando tenía permiso, me llevaba a dar una vuelta, y me daba dinero, porque él era entonces el único que lo ganaba. Si hasta pensé en hacerme yo también guardia civil. Me lo quitaron de la cabeza entre todos, porque como él trabajaba, los pequeños podíamos estudiar. Después de su muerte, recuerdo unos meses de odio terrible. Luego recapacitas y te das cuenta de que el odio no es la solución. Te queda el dolor, claro. En esa época toda era distinto. Pasamos tres o cuatro años de luto, sin salir casi a la calle. Creo que mi padre nunca terminó de recuperarse. Ahora tiene 79 años y continúa preocupándose por mí, como si yo fuera todavía un crío».

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SU PADRE.- «Antes de la muerte de Antonio nunca habíamos oído hablar de ETA».

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Antonio Pardines se crió en San Ciprián, Lugo, en Santiago y en Santa Pola, en Alicante. Según los destinos del padre, guardia civil, hijo de guardia civil, hermano de guardia civil, viudo desde los 30, que crió a los tres hijos con la ayuda primero de una tía y, después, de su segunda mujer.

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LA NOVIA

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Su madrina, Gloria, recuerda a Antonio de pequeño, todavía con la tía, empeñada en que comiera huevo duro. Y el padre, «déjalo, que coma lo que quiera, que nunca ha tenido los caprichos de la madre». A Malpica, sólo iba en vacaciones, a casa de los abuelos. La última Semana Santa que pasó allí Antonio llevó también a Emilia, su novia. Antonio, el padre se retiró poco después de la muerte del hijo, con 51 años. Se construyó una casa a la entrada del pueblo y la familia entera volvió a Galicia. «No -dice su padre- no estaríamos aquí si no hubiera pasado lo que pasó. Lo que más siento es lo poco que pudo disfrutar. Si él no quería más que jugar al fútbol en su equipo de Santiago y montar en moto. Y ni a eso le dio tiempo».

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LA CASA.- del padre está llena de fotografías de Pardines, de pie, en la moto. Guarda hasta los papeles de sus destinos.

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La casa del padre está llena de fotografías del hijo. En el comedor, con la moto, un retrato, de pie. Se guardan hasta los papeles de los destinos, cuando estuvo en Asturias, cuando se marchó a SanSebastián, cuando ingresó en tráfico. Su madrina guarda también los recortes de los periódicos que hablaban del entierro. «Se nos llenó la casa de militares. Vino el gobernador civil y ni me acuerdo de cuántas personalidades. Y todo el pueblo, porque los Pardines siempre han sido muy queridos. Su padre, tan fuerte toda la vida, tan decidido, no volvió a levantarse después de ese golpe».

A los Pardines no se les ha vuelto a quitar ETA de la cabeza y a Manuel, el alcalde, más de una vez le recomiendan los compañeros. «Manolo, no vuelvas solo por la noche a ver si…». Gloria, la madrina de Toño, la que no sabía después de la muerte del ahijado de quién hablaban en el cuartelillo cuando le decían lo de «han sido separatistas», es capaz de enumerar las últimas víctimas una por una. «Irene Villa, Enrique Casas, Ordóñez, Miguel µngel Blanco… ¿No parece que estemos en mitad de una guerra?».

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EL PNV Y LA MUERTE DE MELITON MANZANAS

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Iñaki Sarasqueta descubre en parte uno de los secretos mejor guardados de la historia de ETA. Jon Oñatibia, miembro del PNV y antiguo delegado del Gobierno vasco en Nueva York, le proporcionó «la primera información para el atentado contra Melitón Manzanas», ocurrido el 2 de agosto de 1968. El autor material del asesinato del jefe de la brigada político- social de San Sebastián no se ha conocido nunca. La polícia acusó a Izko de la Iglesia y a otros militantes condenados a muerte, un año más tarde, en el proceso de Burgos. Entonces, en círculos cercanos a ETA siempre se pensó que Txabi Etxebarrieta iba a ser el encargado de matar a Manzanas. Quizá por eso, 30 años después, el culpable sigue siendo una incógnita.

Sarasqueta matiza que la colaboración de Oñatibia fue personal y al margen de su militancia en el PNV. Lo cierto es que Melitón Manzanas causaba terror en Guipúzcoa y gozaba de muy poca simpatía en la calle y en las organizaciones clandestinas, incluido el PC, que en Mundo Obrero, tras el atentado, le describió como un «torturador de comunistas, católicos, socialistas y otros demócratas».

Hasta su muerte, en Irún cuando entraba en su domicilio, a Manzanas se le consideraba un símbolo de la represión franquista. Durante la República fue detenido por sus simpatías hacia el alzamiento. En 1936 fue liberado e ingresó en el cuerpo de policía. Periódicos como Le Monde le acusaron de haber colaborado durante la Segunda Guerra Mundial con la Gestapo, de ser el autor de la desaparición de varios antifranquistas y de torturar a dirigentes de organizaciones políticas como Ramón Rubial o el escritor Martín Santos.

La mayoría de los partidos clandestinos callaron. Sin embargo, el PNV, que en todas las publicaciones editadas en el exilio había denunciado las «atrocidades» cometidas por Manzanas, condenó el atentado e hizo correr una serie de rumores en los que descartaba la autoría de ETA y aseguraba, según se publicó en Euzko Deya, el periódico oficial del partido, que la muerte de Manzanas se debía a un asunto de «faldas».

¿Quién era Jon Oñatibia? Un destacado militante del PNV que en 1956 fue nombrado delegado del Gobierno vasco en Nueva York hasta los años 60. Como titular de ese cargo, pertenecía también al servicio de información y propaganda del propio PNV. Un organismo que, según se dice, colaboraba indirectamente con la CIA. En esos años regresó y a caballo entre el País Vasco y Nueva York, organizó los primeros cursos para estudiantes americanos en la Universidad de Oñate, su pueblo natal.

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HISTORIA SANGRIENTA

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Carrero Blanco.- 20 de diciembre de 1973. Un comando de ETA hace volar el coche del presidente del Gobierno (nombrado el 8 de junio de ese año), el almirante Luis Carrero Blanco, mientras circula por una calle del centro de Madrid. El Dodge Dart negro en el que viajaba Carrero Blanco se elevó a una altura de 20 metros pese a sus 2.300 kilos de peso. El trágico asesinato del presidente supuso el final del continuismo político del régimen franquista, encarnado en su figura. Calle del Correo. 13 de septiembre de 1974. Un comando coloca una bomba de gran potencia en la cafetería Rolando, en la céntrica calle del Correo de Madrid, que causa la muerte a 12 personas y hiere a otras 62. Fue el primer atentado cuyo objetivo era un local público frecuentado por policías y el primero con un elevado número de víctimas.

Enrique Casas.- 23 de febrero de 1984. El senador socialista es asesinado en plena campaña electoral vasca mientras entra en el portal de su domicilio en San Sebastián. Casas optaba a la presidencia del País Vasco por el PSOE. Fue el primer atentado contra un candidato electoral tras el restablecimiento de la democracia en España.

Hipercor.- 19 de junio de 1987. ETA acomete la acción más sangrienta hasta el momento en el supermercado Hipercor de Barcelona. En total, 21 muertos y 45 heridos. Cuando explotó el coche bomba en el garaje, se encontraban más de 500 personas en el edificio. Dos de los autores, Domingo Troitiño y Josefina Ernaga, fueron detenidos el 9 de septiembre de ese año y condenados a 794 años y a una indemnización de más de 1.000 millones de pesetas.

Casa cuartel de Zaragoza.- 11 de diciembre de 1987. Más de 50 kilos de explosivos en un coche bomba aparcado frente a una casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza causan hacia las 6.10h la muerte de 11 personas, entre ellas cinco niñas de entre 3 y 12 años. El edificio y cuatro familias quedaron destrozadas.

Masacre en Vic.- 29 de mayo de 1991. Los terroristas dejan caer por una rampa un automóvil cargado con explosivos sobre una casa cuartel en Vic (Barcelona) hacia las 19.35h. Varios niños estaban jugando en el patio del cuartel en ese momento. Murieron 10 personas, entre ellas 4 escolares.

Irene Villa.- 17 de octubre de 1991. Entre las 7.50h. y las 11.30h, ETA siembra el terror en Madrid con tres atentados consecutivos en el barrio de Aluche. En el primero moría un teniente, en el tercero un comandante pierde las piernas. En el segundo, a 300 metros del primero, son heridas una funcionaria del Estado, Mª Jesús González, y su hija de 13 años, Irene Villa, a la que el atentado le amputa las dos extremidades. Desde aquel atentado, Irene Villa se convirtió en la hija de la España que rechaza los acciones de ETA. Hoy puede andar y continúa sus estudios.

Gregorio Ordóñez.- 24 de enero de 1995. El portavoz del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián y candidato del PP a la alcaldía donostiarra, Gregorio Ordóñez, es asesinado de un disparo en la nuca por un encapuchado mientras almuerza con tres compañeros en un bar del casco viejo de la capital. Ordóñez siempre aseguró que los terroristas no le asustaban. «Esos asesinos y sus acólitos no me van a callar, porque soy radical en dos cosas: en la lucha contra ETA y contra la corrupción, así que sólo me callarán matándome». Fue el primer muerto de la nueva generación del Partido Popular, encabezada por José María Aznar.

Coche bomba en Vallecas.- 11 de diciembre de 1995. Seis trabajadores civiles de la Armada que circulaban en un furgón militar mueren al estallar un coche bomba con 60 kilos de explosivo conectado por control remoto. Las imágenes de los heridos, más de 30, y de la gente que había alrededor, fueron las más impactantes. Asesinato de Tomás y Valiente. 14 de febrero de 1996. El catedrático de Derecho, ex presidente del Tribunal Constitucional y miembro del Consejo de Estado es asesinado en su despacho de la Universidad Autónoma de varios disparos. Este asesinato causó gran conmoción entre los universitarios. En muchos centros se suspendieron las clases y se convocaron concentraciones de protesta. De esta acción terrorista surgieron las manos pintadas de blanco y el grito de «¡Basta ya!».

Miguel Ángel Blanco.- 12 de julio de 1997. ETA cumple un siniestro ultimátum después de secuestrar, 48 horas antes, al concejal del PP en el Ayuntamiento de Érmua, Miguel µngel Blanco. A las 16.40h, el concejal es abandonado en el valle de Oztaran con dos tiros en la cabeza. Las manifestaciones callejeras en toda España que protestaban por este asesinato batieron récords. Nació el «Espíritu de Érmua».

Concejal del PP en Sevilla.- 29 de enero de 1998. Alberto Jiménez Becerril, edil de Hacienda del Ayuntamiento de Sevilla, y su esposa, ambos de 37 años, son asesinados de un tiro en la cabeza. Con este doble crimen, ETA sacaba fuera del País Vasco su guerra contra el Partido Popular.