17 noviembre 1998

Fue el máximo responsable del Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE) hasta su disolución en 1994

El juez Santiago Vidal condena al librero Pedro Varela Geiss a cinco años de cárcel por vender publicaciones nazis

Hechos

El 17.11.1998 se hizo pública la condena contra D. Pedro Varela por apología del genocidio.

14 Octubre 1998

Barcelona, beligerante contra el racismo

Xavier Rius Sant

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El próximo viernes día 16, mientras se celebra en Barcelona el foro Las ciudades europeas contra la discriminación en el marco del 50º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se llevará a cabo el juicio contra Pedro Varela, propietario de la librería nazi Europa, del barrio de Gràcia, acusado de los delitos de apología y negación del genocidio e incitación a la discriminación y el odio racial, tipificados en los artículos 607 y 510 del nuevo Código Penal, que prevén respectivamente penas de hasta dos y tres años de prisión. El proceso, nacido tras las múltiples denuncias de organizaciones vecinales, políticas, antirracistas y la misma comunidad judía de Cataluña, se inició en diciembre de 1996 cuando los Mossos d»Esquadra, siguiendo instrucciones de la fiscalía y tras unos meses de discreta investigación, detuvieron a Pedro Varela y se incautaron de 20.000 volúmenes de unos 300 títulos y numerosos vídeos en los que se hacía una defensa exacerbada de Hitler y se insultaba e incitaba a la aniquilación de grupos sociales, étnicos y religiosos. Más allá de los hechos demostrados por sí solos en el contenido de los libros, panfletos y vídeos encontrados, lo más grave de dicha librería, nacida del grupo fascista Cedade -que se disolvió hace cinco años-, es que era un centro de difusión de publicaciones nazis para toda Europa, una pieza más de un silencioso entramado fascista que hacía de España un lugar seguro no sólo para el refugio de nazis, sino para el encuentro de grupos de toda Europa, que encontraban en España mayor permisividad. El proceso a Pedro Varela, en el que SOS Racisme y la comunidad judía ejercen la acusación particular con el apoyo de la Plataforma Cívica contra la Difusión del Odio, ha generado opiniones críticas desde algunos sectores jurídicos e incluso de prestigiosos historiadores, como Xavier Casals, aduciendo que lo único que se conseguirá es, en el caso de que Varela sea condenado, convertirlo en un mártir. Además, coincidiendo aquí algunos juristas claramente demócratas con los argumentos de la defensa, manifiestan la complejidad de juzgar unas opiniones, por nefastas que sean, habida cuenta del derecho constitucional a la libertad ideológica y de opinión. Se viene a decir: ¿hay que encarcelar a Varela por creer que el genocidio nazi fue todo un montaje de Estados Unidos para, desde la compasión, dar el espaldarazo a la creación de Israel? ¿Se puede encarcelar a alguien por afirmar que en las cámaras de gas sólo se desinfectaba a judíos y gitanos, que si murieron desnutridos fue por la falta de víveres del último año de la guerra debido al acoso aliado? ¿Debemos permitir que se publique que hay que limpiar Europa de negros y homosexuales? ¿Se debería tolerar, de acuerdo con este punto de vista no prohibitivo, que se publicaran libros en los que, por poner un ejemplo, tergiversando expedientes policiales y con testimonios falsos, se llegara a la tesis de que los malos tratos y asesinatos de mujeres que salen a la luz en España son sólo un montaje de grupos de mujeres para conseguir más dinero en sus divorcios, que son ellas quienes se autolesionan y que sobornan a forenses para hacer pasar como asesinatos simples accidentes domésticos, aun a costa de encarcelar a inocentes viudos? Evidentemente, el proceso a la librería Europa no impide que esta propaganda circule por otros canales y que la librería continúe abierta ahora como un simple establecimiento en el que se pueden adquirir textos de todos los colores, desde Hitler hasta Marx. No es ningún secreto que, dos años después de la intervención policial, mucha de esta propaganda nazi se ha desviado hacia Internet, otras editoriales, proyectos culturales o universitarios como Expérides y Barbarroja o hacia revistas aparentemente de temas esotéricos, que, evocando tiempos pasados bucólicos y ecológicos, siempre mejores, entroncan con extraterrestres que rescataran a los fuertes o ese prometido y esperado superhombre de Nietzsche. Afortunadamente, ni la disuelta Cedade de Varela, ni los grupos de skins, ni los nostálgicos del franquismo han conseguido, con o sin la librería Europa, articular en Cataluña un movimiento cohesionado, pues los puntos de unión de ese archipiélago de siglas no va más allá de manifestarse 700 personas en Sants cada 12 de octubre, como ocurrió el pasado lunes, y aplaudir a Ricardo Sáenz de Ynestrillas al grito de «Viva España» y «Abajo el Enano y la ikurriña». Pero la librería era un peligro como red, como trama, como punto de encuentro de skins que luego dan leña como Boixos nois o Brigadas Blanquiazules, que compran revistas que incitan a echar a los inmigrantes africanos y unos jóvenes de Sant Feliu de Codines lo aplican disciplinadamente. Si en Francia se condenó hace un año al ex comunista Roger Garaudy por negar el genocidio nazi, ahora el Parlamento Europeo ha retirado la inmunidad a Jean Marie le Pen al ser reclamado por los tribunales alemanes por negar también el Holocausto. En Barcelona, esta semana, en el juicio y en el foro de ciudades, se hablará de la universalidad de los derechos humanos, de la no discriminación y de la importancia de conocer la verdad. Mientras en la sala de vistas se interrogará a Varela, en la reunión de ciudades se homenajeará a alguien que encarna en Europa la antítesis de los genocidas: al ex general Jovan Divijak, que, siendo serbio, se quedó en Sarajevo con sus amigos musulmanes y croatas, y miles de serbios fieles a Bosnia, dirigiendo la defensa de la ciudad durante los tres años y medio de cerco en lo que ha sido el mayor genocidio de finales de siglo. Más allá de la sentencia que se imponga a Varela, lo importante es que esa Barcelona que aspira a ser multicultural y puente del Mediterráneo demuestre desde sus asociaciones y sus instituciones que es beligerante contra el odio y la negación de la historia.

17 Noviembre 1998

Condena a un nazi

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL PROPIETARIO de una librería de Barcelona especializada en libros neonazis ha sido condenado a cinco años de prisión por los delitos de genocidio y xenofobia. Es la primera condena de este tipo en aplicación de los artículos 607 y 510 del nuevo Código Penal. En los principales países europeos existe desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial una legislación específica que considera delitos la apología del nazismo, la negación del holocausto y conductas similares. La ausencia de una normativa equivalente convirtió a España en una especie de paraíso editorial de los movimientos de ideología nazi. Aquí se editaban libros y folletos que esos grupos distribuían luego en sus países.La sentencia advierte que para que exista delito no basta con la difusión de ciertas ideas, sino que es preciso un elemento de incitación a la vulneración de derechos fundamentales. El artículo 510 del Código Penal castiga a los que «provocaren a la discriminación, al odio o a la violencia» por motivos racistas y similares. No se trata, por tanto, de una condena por prácticas de discriminación, que tienen otro tratamiento penal, sino de la provocación de la misma. En cuanto al genocidio, el artículo 607 considera delito no sólo los actos destinados a «destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso», sino también la difusión de «ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen» dichos actos o pretendan «la rehabilitación de regímenes o instituciones» que las amparen.

Como todo lo que tiene que ver con la libertad de expresión, no siempre es fácil trazar la frontera entre la libre opinión y el delito. Ya antes de la aprobación del nuevo código, el Constitucional concedió amparo a la ciudadana judía residente en España Violeta Friedman, ex prisionera de Auschwitz, frente a declaraciones del antiguo dirigente nazi Léon Degrelle que negaban la existencia de cámaras de gas e ironizaban sobre el holocausto. El tribunal estableció que la libertad de expresión no autoriza a difundir «un determinado entendimiento de la historia con el deliberado ánimo de menospreciar y discriminar a personas o grupos».

Pocas dudas puede haber de que ésa es una función esencial de la literatura neonazi incautada hace dos años en la librería cuyo propietario ha sido ahora condenado. Y tampoco es posible ignorar que los crímenes nazis fueron antes teorías, adelantadas en libros y panfletos por autores como cierto pintor de origen austriaco obsesionado por no poder distinguir a simple vista a los judíos del resto de los ciudadanos de Viena.