24 febrero 1987

Es cardenal arzobispo de Madrid-Alcalá, considerado del sector conservador de la Iglesia católica, reemplazará al progresista Díaz Merchán

El obispo Ángel Suquía es elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal española

Hechos

En febrero de 1987 monseñor D. Ángel Suquía fue elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal.

Lecturas

En la reunión de la Conferencia Episcopal Española del 24 de febrero de 1987 D. Ángel Suquía Goicoechea, cardenal arzobispo de Madrid, es elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal en sustitución de D. Gabino Díaz Merchán, presidente desde el 23 de febrero de 1981.

La vicepresidencia recaerá en D. Elías Yanes, arobispo de Zaragoza y el cargo de secretario en D. Fernando Sebastián.

Como vocales quedan los obispos de Tarragona, D. Ramón Torrella, de San Sebastián, D. José María Setién y de Valencia, D. Miguel Roca.

Unos días antes del cónclave en el periódico Diario16 el sacerdote D. Abel Hernández publicaba una nota advirtiendo contra ‘los obispos ultras’, identificando como tales al obispo de Orihuela-Alicante D. Pablo Barranchina Estevan, al obispo de Sigüenza-Guadalajara, D. Jesús Pla Gandía, al obispo de Cuenca, D. José Guerra Campos, al obispo de Orense, monseñor Temiño y el cardenal primado arzobispo de Toledo, D. Marcelo González Martín. Ninguno de ellos formará parte de la Ejecutiva de la Conferencia Episcopal de monseñor Suquía.

Monseñor Suquía ocupará la presidencia de la Conferencia Episcopal hasta febrero de 1993.

EL OBISPO DÍAZ MERCHÁN SE DESPIDIÓ CON ADVERTENCIAS SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL

diazmerchan

Monseñor Díaz Merchán: «La democracia corre peligro de reducirse a caricatura, reducida a las votaciones periódicas y a la dejación de las responsabilidades cívico sociales en manos exclusivamente de los líderes políticos (…) Nuestro pueblo atraviesa un momento difícil y complejo (…) instaurada la democracia en las leyes, el pueblo está falto de experiencia y de maduración político-social. Nos preocupa el vacío de instituciones sociales operativas en nuestra sociedad. El pueblo español corre el riesgo de convertirse en masa fácilmente manipulada sin capacidad crítica desgajad de su conciencia cristiana por la propaganda de pautas culturales paganas, que por mil medios se insinúan  entra peligrosamente en el camino del vacío moral, sin más estímulos que el egoísmo o el placer inmediato».

 

25 Febrero 1987

Suquía

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Ángel Suquía es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. Los vientos florentinos del Vaticano azotan a la Iglesia española. El prelado elegido es un hombre hábil que se mueve con destreza en las más altas esferas eclesiásticas, aun a costa de que su imagen se deteriore en las bases agitadas de su propia diócesis. No es fácil, explicar la irresistible ascensión de este clérigo guipuzcoano. Desde su rectorado del seminario de Vitoria rehuyó cualquier posicionamiento político; pasó fugazmente por las diócesis de Almería y Málaga, y ocupó la sede arzobispal de Santiago sin suscitar entusiasmos. No se compromete con nadie, y sus ideas son tan desconocidas que ni siquiera se puede desconfiar de ellas. Pero en conjunto pasa por representar al sector más reaccionario del episcopado.Su elección de ayer fue laboriosa. Cinco votaciones. Las tres primeras, ganadas por Díaz Merchán, aunque sin el número suficiente de los dos tercios necesarios. En el quinto escrutinio superó por dos votos la mayoría absoluta y por seis a su oponente, el arzobispo Elías Yanes. Estos dos prelados finalistas indican que los obispos buscaban, al fin, un presidente de relevancia polémica y de talante conservador.

No puede negársele a Suquía una cierta audacia para hacerse presente en los medios de comunicación. Sus declaraciones e intervenciones semanales no han rehuido la confrontación y el trato hostil que da a grupos de la Iglesia que de él disienten y a decisiones e instituciones del Estado que no le placen. El acento de su discurso es espiritualista. Nunca se le vio rodeado de colaboradores críticos. Pertinaz en su actitud monologante, buscó refugio en la autoridad de las instancias superiores. No pretende disimular su simpatía por los grupos más inmovilistas, compactos y poderosos de la Iglesia actual.

De una elección así, los únicos responsables son quienes la han decidido. Con ella, el episcopado español confirma las sospechas de involución y enclaustramiento manifestadas durante los últimos años en la Iglesia jerárquica. Y los católicos comprometidos con el cambio ético y democrático pueden haber quedado sin interlocutores. La denuncia de las injusticias, el compromiso con los pobres, la tolerancia y la convivencia civil son causas que pueden verse relegadas. Para muchos, esta elección confirmará la sospecha de que la Iglesia es la de siempre, aquella en que sus intereses institucionales prevalecen sobre los valores de una sociedad libre. Pero, a fin de cuentas, los obispos tienen al presidente que se merecen, pues ellos lo han elegido.

25 Febrero 1987

Suquía, presidente

YA (Director: Ramón Pi Torrente)

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Los obispos españoles tienen desde ayer un nuevo presidente. Se trata de Ángel Suquía, arzobispo de Madrid que ha conseguido en buena lid la cosecha de votos que le sienta por un trienio en el sillón presidencial de la Conferencia Episcopal. En cierto modo se trata de la historia de un nombramiento anunciado, puesto que su nombre figuraba con fuerza en los pronósticos que venían haciéndose públicamente en los últimos días.

Con Suquía se abre indudablemente una etapa nueva en la historia de la Conferencia. Y no sólo por la significación de su persona, sino también porque su nombramiento se inscribe en una renovación prácticamente total de los puestos rectores de la Conferencia Episcopal. De hecho ya es conocido el nombramiento de monseñor Yanes como nuevo vicepresidente y, también, el de los prelados que componen el renovado Comité Ejecutivo.

Desde esa perspectiva de conjunto, la nueva configuración de la Conferencia se perfila ya como una operación sabiamente equilibrada en la que las distintas líneas y tendencias se alternan y se complementan mutuamente con un resultado de novedades a la vez de continuidad. Tal parece el signo que cabe deducir de los nombramientos hasta ahora conocidos.

En los días que han precedido a estas elecciones, han contrastado el barullo de la opinión pública con la serenidad que se apreciaba en los ámbitos de la Conferencia de los obispos. Ha contrastado también el afán de colgar etiquetas en las solapas de cada uno de los presuntos candidatos a la presidencia con la tendencia de los comentarios.

Es precisamente el temple y el pulso con que dirija el programa pastoral de la Confernecia lo que se convertirá en la prueba del talante de su etapa presidencial y es una página que está hoy abierta y en blanco y que irá escribiéndose con el paso de los días. Por si pudiera convertirse en aviso para críticos y agoreros, él mismo se ha apresurado a decir que se identifica totalmente con el discurso pronunciado hace dos días por Díaz Merchán en la apertura de esta misma asamblea, al que este periódico ya dedicó un comentario editorial, y que acepta tanto el diagnóstico de los problemas del momento que en él se hace como las propuestas pastorales que entraña.

Mientras que se abre ante la presidencia de Suquía un compás de espera, de respeto y de esperanza, parece justo de toda justicia reconocer y ponderar la labor hecha por su predecesor, Díaz Merchán, en los seis años que le ha tocado llevar el timón de la Conferencia Episcopal. Seis años que empezaron a contar al día siguiente del 23-F, que conocieron la visita pastoral del Papa a las Iglesias de España, que contaron con la subida al poder del socialismo y que han significado una verdadera travesía del desierto para el catolicismo español. Seis años, en una palabra, que han puesto a prueba la solidez de la Iglesia y que, a juzgar por recientes estudios sociológicos, han confirmado su solvencia moral como institución en la opinión de los españoles. Es indudable que en esta solvencia cuenta mucho la independencia que la Iglesia ha sabido mantener en los últimos años con respecto a la política, la orientación moral y religiosa que en textos y documentos de gran solidez ha emanado la Conferencia Episcopal, la acentuación de un liderazgo colectivo que ha dado respuesta seria y competente a las grandes preguntas sociales y morales de la actual sociedad española.

El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, hombre de reconocida bondad y gentileza, ha agradecido a su predecesor en el cargo, a quien ha calificado de excelente patrón, el haber dejado en sus manos una nave bien pertrechada y con las máquinas a punto. Es símil elocuente que obliga a desear al nuevo capitán acierto en la singladura que le toca patronear desde ahora.