18 diciembre 1984

Garaicoetxea será reemplazado por José Antonio Ardanza, que sí cuenta con el visto bueno del EBB

Cambio en la jefatura del Gobierno vasco: El PNV fuerza la dimisión de Carlos Garaicoetxea como lehendakari

Hechos

  • El 18 de diciembre 1984 D. Carlos Garaicoetxea Urriza fue forzado a poner su cargo a disposición de la ejecutiva (Euskadi Buru Batzar) del PNV que preside D. Román Sodupe Olaizola.

Lecturas

El 18 de diciembre 1984 D. Carlos Garaicoetxea Urriza fue forzado a poner su cargo a disposición de la ejecutiva (Euskadi Buru Batzar) del PNV que preside D. Román Sodupe Olaizola, perteneciente al sector de D. Xabier Arzallus Antia.

La Asamblea Nacional del PNV reunida de forma extraordinaria ese mismo día 18 comunicó que ‘aceptaba la dimisión’ del Sr. Garaicoetxea Urriza, lo que llevó a este a comparecer en rueda de prensa el día 19 de diciembre de 1984 para aclarar que su dimisión no había sido voluntaria sino forzada.

El 21 de diciembre de 1984 el PNV designa a D. José Antonio Ardanza nuevo candidato a lehendakari.

El 19 de diciembre de 1984 el ABC publica en su portada que don Carlos Garaicoetxea (PNV) ha puesto su cargo a disposición del partido, es décir, que ha sido él el que renuncia. Pero en EL CORREO se lee que ha sido su partido quién le ha cesado, que es lo correcto. DEIA, el periódico oficial del PNV, parece enarbolar el lema “a rey muerto, rey puesto”. Pero aquello no puede considerarse un grave desatino.

roman_sodupe2 D. Román Sodupe, presidente del EBB del PNV, encabezó las presiones para forzar la dimisión de su ‘compañero’ Sr. Garaicoetxea, que ese mismo año había sido reelegido, teoricamente, por cuatro años.

19 Diciembre 1984

Un 'lendakari' modernizador

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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La eventual dimisión de Carlos Garaikoetxea como presidente del Gobierno vasco culmina la crisis del Partido Nacionalista Vasco (PNV), iniciada con los enfrentamientos de Xabier Arzallus con el lendakari y agravada por el conflicto entre la instituciones autonómicas y las diputaciones a propósito de la ley de Territorios Históricos, que regula la distribución del poder en la comunidad autónoma. La asamblea del PNV celebrada el pasado fin de semana zanjó definitivamente el litigio, en un sentido favorable a las reivindicaciones de las diputaciones. La asamblea encomendó la instrumentación de esta decisión al Consejo Nacional del PNV (Euskadi Buru Batzar), que ha resuelto imponer su disciplina a todos los militantes del partido, incluidos los que ocupen cargos electivos.De esta forma, la voluntad de los electores vascos que votaron en los últimos comicios autonómicos unas listas del PNV encabezadas por Garaikoetxea quedaría parcialmente burlada por la resolución de una asamblea partidista. No se puede olvidar que Garaikoetxea aceptó la candidatura a lendakari bajo la doble condición de quedar liberado durante su mandato de la obediencia partidista y de que la ley de Territorios Históricos fuera aplicada de acuerdo con la interpretación del Gobierno de Vitoria.

La Constitución consagra el papel esencial de los partidos en la conformación del sistema parlamentario, pero la confianza otorgada por los ciudadanos a las listas que concurren a las elecciones no es ajena a los candidatos que encabezan las candidaturas. Baste con recordar las especiales condiciones, de gran repercusión popular, en que se produjo la aceptación por Garaikoetxea de, su designación como lendakari para confirmar hasta qué punto los 450.000 ciudadanos vascos que dieron su apoyo al PNV el 26 de febrero pasado votaban una opción – que expresamente incluía la propuesta de un candidato concreto a la presidencia del Gobierno vasco.No cabe descartar la influencia de los agravios y conflictos personales en las actitudes adoptadas por los grandes protagonistas en este conflicto. Sin embargo, las claves de la crisis no se pueden reducir a interpretaciones psicologistas o de lucha por el.poder, sino que exigen un análisis de ese laberinto vasco -expresión con la que Julio Caro Baroja ha titulado uno de sus últimos libros- en el que se ha desarrollado. La disputa en torno a los problemas hacendísticos y de competencias entre la diputaciones y el Gobierno autónomo no puede prescindir del hondo arraigo de las provincias -por comparación, por ejemplo, con Cataluña- en el País Vasco. Frente al bizcaitarrismo de Arana, que parecía entender Euskadi como una laxa confederación de las provincias euskaldunas, Garaikoetexea encarna un esfuerzo modernizador del sentimiento nacionalista, que apuesta por la fuerza de las instituciones autonómicas frente a la dilución del poder en las provinciales.

La cuestión de las alianzas con las restantes fuerzas del arco parlamentario español podría estar implicada, también en la crisis. Las propuestas de Garaikoetxea -respaldadas por la ejecutiva del PNV- para negociar un acuerdo de legislatura con los socialistas, fórmula que permitiría desbloquear el actual empate de votos en el Parlamento vasco, llevan implícita la aceptación de que la vía estatutaria es el único cauce de consolidación y desarrollo de la autonomía vasca. No deja de ser alarmante que algunos sectores influyentes de la dirección del PNV asocien sus eventuales pactos con la derecha española con la legitimación de la auto . nomía en los derechos históricos de los territorios forales, aludidos en la disposición adicional primera de la Constitución. Llevando esa premisa hasta sus últimas consecuencias, resultaría que Coalición Popular estaría dispuesta a apadrinar al ala del nacionalismo vasco cuyos planteamientos doctrinales ponen en duda que la Constitución sea el marco supremo de la convivencia estatal y que subordinan la soberanía popular encarnada en las Cortes Generales a unos imprecisos derechos históricos anteriores a la transformación del País Vasco en una sociedad industrial y moderna. Pero las paradojas no,concluyen con ese respaldo que la derecha autoritaria española proporciona al arcaicoforalismo. Un significativo sector de los nacionalistas que han defenestrado a Garaikoetxea se muestra contrario a la vigorización de las instituciones comunes del País Vasco y ha promovido un reforzamiento de las diputaciones de las tres provincias.

Quedan por conocer los efectos a corto y medio plazo de la eventual dimisión de Garaikoetxea sobre la unidad y la estabilidad del PNV. Un peculiar sistema electoral otorga a cada provincia idéntica representación, con independencia del censo de electores y de afiliados, en el Parlamento de Vitoria y en los órganos de dirección del PNV. Aunque el PNV sea numéricamente mucho más poderosci en Vizcaya que en Guipúzcoa y en Alava, las tres provincias se hallan igualadas a la hora de tomar decisiones. Si el conflicto dentro del PNV alcanza grados superiores de exasperación, pudiera ocurrir que las contradicciones entre los nacionalistas vizcaínos, de un lado, y buena parte de los nacionalistas guipuzcoanos, alaveses y navarros quedaran fuera de todo control previsible.

20 Diciembre 1984

Lo importante es el futuro

DEIA (Director: Félix García Olano)

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Euzkadi, y muy especialmente el PNV, viven momentos difíciles. El cese/dimisión o dimisión/cese de Garaikoetxea, según sean explicados en diferentes versiones, ha supuesto un impacto emocional en algunos sectores de la opinión pública, a pesar de que era una de las posibilidades que se barajaban desde que la actual crisis entró en su recta final.

Todo el proceso que se ha vivido ha sido transparente, al margen de los mecanismos internos que son propios de la política en cualquier país y a los que no tiene acceso el gran público. Por eso, a partir de ahora, la posición más positiva no es quedarse agarrotados en el ayer, sino encararse esperanzada y activamente en el mañana.

La historia está todavía tan próxima que hace falta perspectiva para descubrir qué es lo que ha sucedido y, sobre todo, qué consecuencias tiene para el futuro. Quizá cuestiones que se debatían con técnicas, en el fondo estaban encubriendo problemas mucho más de fondo, relacionados con las propias concepciones del partido nacionalista y del poder. Tiempo habrá de analizar los distintos argumentos, una vez separados los hechos de las emociones, las ideas de los personalismos, los juicios de los prejuicios, las lealtades racionales y críticas de las fidelidades ciegas, para quedarnos, si se puede, con la verdad desnuda.

Pero lo que este país reclama con urgencia es que se desbloquee la actual situación, que se termine el juego de las réplicas y las contraréplicas, de las declaraciones y las intoxicaciones, para poner las manos en el arado y recuperar un ritmo creciente de trabajo.

Como paso previo, habrá que intentar desdramatizar el actual momento. Al margen de las opiniones que cada persona o cada grupo tenga de lo que se acaba de vivir, hay que asumir con toda naturalidad sin histerias, la dinámica de los partidos demoráticos, en los que existen debates. Todo debate supone fricciones y desgastes. Pero una reacción ajustada, adulta y madura es realizar el esfuerzo de desdramatizar estas tensiones. Algunos países europeos han vivido crisis y relevos muy importantes, que han sido asumidos por la sociedad y los militantes de los partidos sin ningún trauma.

Y junto a ese esfuerzo de distensión, y como una segunda existencia, para mirar esperanzadamente el futuro, hay que propiciar la unidad. La unidad no sólo no es uniformismo, sino que exige el respeto por el pluralismo y la aceptación de las reglas de juego democráticas. Desde esa posición de búsqueda de la unidad en lo esencial, y al margen de pequeña política de clanes o grupúsculos hay que reconocer aquí y ahora, que hay muchos más factores ideológicos de unión que de separación dentro del nacionalismo. Esto es algo que todos los miembros de la familia nacionalista deben reflexionar seriamente.

Es la hora de la esperanza activa. Esperanza que se debe construir también desde un esfuerzo de diálogo, permanente y profundo. Desde la experiencia anterior hay que evitar que se acumulen problemas sin resolver por falta de comunicación.

Por encima de algunos cansancios y decepciones se debe tomar la decisión por salir de la actual situación de parálisis. No se puede perder un minuto más.

Este país puede y debe funcionar y quienes a partir de ahora tengan la responsabilidad de gobernarlo lo deben realizar ya, sin más dilaciones que el tiempo justo del relevo.

Finalmente sería injusto no dedicar unas líneas de gratitud a Carlos Garaikoetxea, que ha liderado este país en momentos difíciles. Es verdad que los juicios definitivos los hace la historia, pero desde nuestra perspectiva actual tenemos que reconocer su amor al país, su voluntad de servicio y también los aciertos en su gestión. Esta gratitud debe hacerse extensiva a sus distintos equipos formados por hombres en los que Euzkadi sigue confiando.