1 mayo 1975

Consumada la derrota de Estados Unidos en Indochina

Fin de la Guerra de Vietnam: Duong Van Minh, presidente de Vietnam del Sur, se rinde ante los comunistas el Norte unificando el país bajo el modelo soviético

Hechos

El 1.05.1975 finalizó legalmente la Guerra de Vietnam con la capitulación de Vietnam del Sur sin condiciones.

Lecturas

El final de la guerra de Vietnam

Con la capitulación de Vietnam del Sur en 1975, el Vietcong y las tropas de Vietnam del Norte alcanzaron el poder en el país. Para Estados Unidos, aliado durante años de Saigon, se acababa un capítulo poco honroso de su historia. 

Cuando en 1973 las tropas estadounidenses se retiraron de Vietnam creció la esperanza de un pronto restablecimiento de la paz. En enero, tras largas conversaciones, las delegaciones de las cuatro partes implicadas en el conflicto firmaron en París el acuerdo de paz que daba por finalizada la guerra en Vietnam.

El armisticio preveía la retirada de las unidades estadounidenses de Indochina y exigía a Estados Unidos el respeto por la independencia territorial de ambas partes de Vietnam. Una comisión internacional con representantes de Canadá, Hungría, Polonia e Indonesia fue designada para controlar los resultados acordados en las negociaciones de paz. Pero las determinaciones del acuerdo apenas resolvían el conflicto. Así, sobre todo en el sur del país, se produjeron de nuevo luchas intensas. A pesar de las numerosas violaciones del armisticio, las tropas estadounidenses continuaron su retirada del país. En marzo de 1973 las últimas unidades abandonaron Indochina. Sólo permanecieron algunos marines para controlar la embajada de Estados Unidos.

El balance de la guerra resultó desolador para Estados Unidos: el prestigio exterior de la primera potencia mundial sufrió un grave deterioro, y en el interior del país los enfrentamientos entre la Casa Blanca y los detractores de la guerra en Vietnam duraban ya años. A pesar de la superioridad numérica, las tropas estadounidenses, de Vietnam del Sur y de otros países no habían conseguido una victoria militar sobre Vietnam del Norte y el Vietcong. Entre 1965 y 1973 murieron unos 58.000 soldados estadounidenses.

Hasta 1972 las fuerzas de Estados Unidos habían lanzado sobre Vietnam del Sur un total de 3.700.000 toneladas de bombas y sobre Vietnam del Norte, 9.370.000 toneladas. La utilización de armas químicas provocó graves daños medioambientales y terribles heridas entre la población.

La información ofrecida por los medios de comunicación, que mostraban sin reservas el drama de los soldados estadounidenses, justificaba la oposición de la población a la intervención militar de Estados Unidos. La masacre de My Lai en 1968, donde se asesinaron indiscriminadamente a mujeres y niños provocó en la opinión pública una postura a favor de la retirada por parte del ejército estadounidense.

En el mes de abril de 1975, dos años después del armisticio, el gobierno de Vietnam del Sur capituló ante las tropas del Vietcong. En consecuencia los diplomátidos estadounidenses de Saigon y los últimos soldados tuvieron que abandonar el país en una dramática acción de salvamento.

El presidente Gerald Ford fue el primero en calificar como trágicos los sucesos de Vietnam. En un discurso pronunciado en abril de 1975 declaró acabada la guerra «por lo que concierne a Estados Unidos». Oficialmente en los últimos 20 años el gobierno estadounidense había invertido 352.000 millones de dólares en ayuda económica y militar a Vietnam del Sur. Por parte vietnamita hubo un total de millón y medio  de muertos. Asimismo las minas, las armas químicas y los cráteres de las bombas hicieron inhabitables grandes zonas del país.

01 Mayo 1975

Rendición

J. L. Gómez Tello

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Lo que comenzó con el show político de los Acuerdos de paz de París el 27 de febrero de 1973, ha acabado en la debacle y la rendición incondicional de Saigón el 29 de abril de 1975. Exactamente la agonía de Vietnam del Sur ha durado setecientos noventa y dos días. Se ha conseguido lo que Kissinger se propuso: que entre la salida de las tropas norteamericanas en virtud de aquellos Acuerdos y el hundimiento definitivo del país aliado pasara suficientemente tiempo para que no pudiera hacerse responsable a Washington de la prevista catástrofe. POr otra parte, ¿qué importancia podía tener el que alguien recordara la solemnes promesas del Presidente Nixon de acudir en ayuda de Vietnam del Sur en caso de violación grave de aquellos acuerdos? Nixon hizo esta promesa tranquilizante en el momento mismo en que Kissinger y Le Duc Thoc ponían su firma al pie del documento exhibido en el antiguo hotel Majestic Pero Nixon tuvo que dimitir abrumado por Watergate, y hay que admitir que este escándalo político – ni el primero ni el mayor de la historia americana – ha jugado así su papel en la derrota de Vietnam del Sur y de Camboya. Kissinger aludió ayer, en su oración ante el muro de las lamentaciones por lo que Schlessinger fracasó a este hecho.

Los setecientos noventa y dos días han sido el decent interval, el decente intervalo, de que se hablaba en Washington como respuesta a las críticas que los más lúcidos hicieron a unos Acuerdos tan misterioresamente negociados como confusamente redactados. En Moscú y en Pekin se pensaba en otras cosas. Cuando Le Duc Thoc pasó por la capital soviética de regreso a Hanoi, Breznev alabó tales Acuerdos ‘como ejemplo para una pacífica y justa solución de otras situaciones conflictivas’, y en la capital de la China continental se les consideró ‘un gran paso a la distensión’. Lo que era un intervalo decente, pacífica y justa solución, gran paso hacia la distensión, sólo significó para los comunistas el mínimo de tiempo necesario para desintegrar el régimen sudvietnamita por la acción combinada de la tercera fuerza, las presiones de Washington y el reforzamiento del Ejército norvietnamita por la URSS y China. El propio Kissinger ha confesado ahora lo que podía suponerse estaba sucediendo, sin que nadie quisiera creer en las informaciones que dieron a tiempo tanto Saigón como algunos medios militares norteamericanos: el Ejército norvietnamita estaba atravesando el paralelo 17 en masa, con un enorme potencial en tanques y artillería suministrado por chinos y soviéticos.

¿Se esperaba que eliminado Van Thieu y colocado en el Palacio presidencial de Saigon un negociador, se restableciera ese acuerdo que el anterior Presidente se negaba a aceptar? No hay nada que negociar y la suerte de Saigón es cuestión de horas, escribíamos ayer aquí mismo. Es lo que ha sucedido. El Gran Minh ha tenido que aceptar la rendición incondicional. La respuesta comunista a sus proposiciones de negociación fueron ciento cincuenta cohetes disparados sobre la ciudad y el aeródromo, por el que se intentaba la evacuación de hombres y mujeres cuyas vidas estaban en ‘alto peligro’ al entrar las divisiones rojas en la capital sitiada.

El resultado es claro y no puede disimularlo la afirmación de que ‘no es cuestión de lo que sucedido en Vietnam tenga consecuencias ni en Asia ni en otras partes del mundo’, como ha dicho Kissinger. Por el contrario, los futuros amenazados deben tener muy en cuenta la serie de traiciones y capitulaciones gracias a las cualas se ha producido esta tragedia, Vietnam del Sur ha dejado de existir como nación independiente y la cuestión es saber cómo se llegará a un solo Vietnam, con bandera comunista, plan de Hanoi al que el propio Kissinger se refirió en 1973, tras su visita a Pekín. El Gobierno Revolucionario Provisional no es otra cosa que una atenta de Vietnam del Norte en el Sur, y ya se ha propuesto dar a Saigón el nuevo nombre de Ciudad Ho Chi Minh, según dice una agencia de Prensa japonesa.

J. L. Gómez Tello

02 Mayo 1975

Treinta años de guerra

LA VANGUARDIA (Director: Horacio Sáenz Guerrero)

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Vietnam no ha constituido en ningún momento un enclave estratégico de gran importancia como para justificar la perseverancia con que las grandes potencias se han empeñado en intervenir. Lo curioso es que así ha sido, y lo que es más: Vietnam se convirtió hace ya tiempo en una palabra con resonancia simbólica. La palabra Vietnam encarnaba el símbolo de la lucha revolucionaria, de la guerra contra del imperialismo capitalista; y también el combate que el débil realiza contra el poderoso, y que, a pesar de esta desproporción de fuerzas, le llevará, tarde o temprano, a conseguir la victoria final. Recordemos que el primero que utilizó la palabra Vietnam con este valor simbólico fue ‘Che’ Guevara, quien sentenciaba que en Hispanoamérica había que ‘crear uno, dos, muchos Vietnam’. Del Ulster se ha dicho que era el Vietnam de Europa.

Es comprensible que esa guerra se haya convertido en un mito. Y puesto que la caída de Saigón se daba ya como algo inevitable, poco menos que cosa hecha, es lógico que se destaque, en cambio, la trascendencia que supone el fin de una guerra de 30 años – ¡treinta años! – en la que han combatido varias generaciones.

Recordemos que todo comenzó cuando el pueblo vietnamita creó la Liga Patriótica para la Independencia de Vietnam (Vietminh) con el fin de organizar las luchas contra el invasor japonés. Las fuerzas de Ho Chi Minh aprovecharon la capitulación nipona para declarar en 1945 la República Independiente en Vietnam. Francia no estaba en modo alguno dispuesta a aceptar la pérdida de Indochina, y así fue como se desencadenó la primera parte de la guerra, de signo netamente colonial.

Europa había ganado la guerra contra el Eje, pero los países europeos iban a perder sus imperios. La segunda guerra mundial consagró la hegemonía de los Estados Unidos y de la Unión Soviética, dos potencias sin colonias y que, lógicamente, iban a favorecer el proceso desconolonizador, del que esperaban obtener importantes beneficios de toda índole. Francia, al igual que otros países, trató de oponerse por la fuerza de las armas a ese irresistible impulso independentista, pero Francia estaba condenada a perder la guerra de Indochina.

A raíz del conflicto de Corea, Estados Unidos estableció una firme política de contención en torno a la República Popular de China. Foster Dulles elaboró en aquel entonces una filosofía conocida con el nombre de teoría del dominó y que conoció singular fortuna, puesto que su vigencia se mantuvo hasta el viaje de Nixon a Pekín. De ahí, pues, que los norteamericanos, casi sin percatarse de ello, se vieron envueltas en una guerra que les sería funesta en todos los sentidos. La trampa – tan sólo Nixon, gracias a Kissinger, encontró la solución para retirarse sin perder el honor – consistió en que el orgullo de la enorme superioridad norteamericana no podía tolerar un revés; el ‘yo no seré el primer presidente de Estados Unidos que pierda una guerra’ tendría catastróficas consecuencias.

Ho Chi Minh y Giap pronto tuvieron en Vietnam, en Asia y en el mundo entero un prestigio que jamás alcanzó ningún dirigente o militar de Vietnam del Sur. A este respecto, la caída de Chang Kai Chek contenía enseñanzas que cayeron en saco roto. Frente a la moral y a la filosofía que los norteños imbuían a los campesinos – seguían el ejemplo chino y no el soviético – en el Sur solamente recibían ayuda material – armas y dólares – y aumentaba la corrupción. El subsiguiente erro que cometieron los norteamericanos fue el de enviar un cuerpo expedicionario; la lucha adquirió entonces la fuerza mítica de una guerra contra el invasor extranjero. Y Estados Unidos perdió así una guerra que no había declarado.

Cuando Nixon formuló en 1969 la doctrina de Guam y en 1972 estrechaba la mano de Mao, la suerte de Vietnam del Sur estaba echada. La caída de Saigón ha sido el desenlace lógico. Después de treinta años de guerra, esperemos que esa nueva etapa que ahora comienza esté presidida por el signo de la paz en el sureste asiático, tan torturado, y en el mundo entero.

10 Mayo 1975

La gran derrota

Vicente Gallego

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A lo largo de su intensa y breve historia nacional los Estados Unidos no habían conocido la derrota en el campo de batalla. El Vietnam representa su gran humillación militar. Guerra sumamente cruenta, insidiosa, privada de grandeza y con una extensa y honda estela de estragos de amplio espectro. En el trágico escenario de la lucha se han perdido virtudes y se han aprendido vicios ruinosos, ha sido arrasada la moral, la conciencia se ha convertido en dura roca, los expedicionarios bélicos traficaban en drogas con la metrópoli, se multiplicaron los degeneraciones. Hubo millares de desertores. Guerra sin nobleza, atormentada por inútiles sacrificios humanos.

La hora de la paz es sombría y amenazadora para la torturada población de la antigua indochina, caída en las terribles fauces comunistas. Estremece recordar las tres décadas de intenso martirio que viene sufriendo aquella población desventurada. La presencia bélica de los Estados Unidos constituyó una creciente tragedia para los indígenas porque la soberbia del poderoso RO acepta la contrariedad y, menos aún, que su voluntad véase derrotada. Por esa vía del orgullo nacional, profundamente herida por la lucha de los ‘viets’, la escalada bélica fue rápida, creciente y terrible. Inmenso fue el estupor que en el ánimo metropolitano engendraba su impotencia bélica.

“Tendremos que enviara nuestros boys al Vietnam”, decía ilusionado Richard Milhous Nixon cuando era Vicepresidente de los Estados Unidos. A la sazón ocupaba Eisenhower la Casa Blanca. Había rendido Francia la batalla en su vieja colonia, justamente el 1 de junio de 1954. El jefe del Gobierno de Londres, Churchill, no quiso que Inglaterra interviniera como Washington pretendía. A partir de entonces la presencia de las armas norteamericanas en el escenario del conflicto se multiplicó en hombres, material y gastos. Pero aún crecía más en violencia y estragos. En enemigo amparábase en las sombras nocturnas para hacer sus marchas a través de los bosques. La aviación resultaba impotente en aquella lucha. Entonces los bosques fueron defoliados, los árboles se convirtieron en acusatorios esqueletos, pero la aviación iluminando con poderosos focos el campo, pretendía impedir las marchas de un enemigo enormemente insidioso y tenaz que sabía filtrarse por escondidas veredas.

Todo ha sido asombroso en aquella increíble lucha. Sobre los escenarios en litigio la aviación norteamericana arrojó casi cuatro veces más toneladas de explosivos que todos cuantos cayeron nen los frentes de batalla durante la segunda guerra mundial. Casi 7.600.000 toneladas de bombas fueron lanzadas sobre Vietnam – del Sur y del Norte – sobre Laos y Camboya.

Los sucesivos presidentes de USA pretendieron la victoria final en el campo de la lucha; todos hicieron supremos sacrificios para conseguirla, pero la impotencia resultaba total y el ánimo popular norteamericano era resueltamente hostil a la continuación de la desesperante lucha. La crisis moral pública, los estragos del frente, la tremenda corrupción, el amargo y desesperante espectáculo de los repatriados hicieron imposible la continuación de una campaña sin esperanza alguna de victoria. Tocóle al presidente Nixon desenlazar, como fuera, la aventura que había propugnado como vicepresidente. El desventurado Vietnam de los tristes destinos era presa segura del comunismo; los caminos para éste se abrieron aún más.

Indochina ha impuesto tremendos sacrificios inútiles. Los Estados Unidos que pagar una grave y dolorosa contribución de sangre: 360.000 bajas entre muertos y heridos. En dinero la campaña les ha costado 140.000 millones de dólares. Francia, por su parte, tuvo 92.000 muertos y consumió 93.000 millones de francos, contabilizados en moneda revalorizada. Estas cifras denuncian la magnitud del desastre, pero es infinitamente peor el estrago que, principalmente, alcanza a los Estados Unidos. Aludo a la corrupción moral antes señalada, a la profunda desmoralización en que caían los destinados al escenario vietnamita.

Los acuerdos de Ginebra de 1954 pretendieron poner el conflicto un fin honorable. Nunca se sabrá si ese desenlace era o no posible. Creo que no. Los comunistas no aceptan fórmulas de compromiso porque su mentalidad es totalitaria. Hanoi en 1945 y Saigón nueve años después les marcaban el camino de la victoria total. Los ‘viets’ necesitaron siete años para entrar en Hanoi; los del Norte han tardado veinte en llegar como conquistadores a Saigón.

La tragedia de Indochina queda consumada, lo que representa una nueva y magna preocupación para el llamado mundo libre.