12 junio 1992

Tras el debate en ANTENA 3, José Luis Gutiérrez protestó al columnista de EL PAÍS, Haro Teclgen, por compararle con Pedro J.

El programa ‘La Clave’ sobre Ibercorp se convirtió en una batalla entre Pedro J. Ramírez (EL MUNDO) y José Luis Gutiérrez (DIARIO16)

Hechos

  • En el programa ‘La Clave’ de ANTENA 3 TV de la noche del 12.06.1992 dirigido por D. José Luis Balbín tenía entre sus invitados a D. Pedro J. Ramírez (director de EL MUNDO) y D. José Luis Gutiérrez (Director Adjunto de DIARIO16).

14 Junio 1992

El destello del odio

Eduardo Haro Tecglen

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A veces me pregunto si volveríamos a asesinarnos en otra guerra civil. Viendo a dos periodistas, José Luis Gutiérrez y Pedro J. Ramírez en 'La Clave', mirándose como las fieras, me volvió ese pensamiento.

A veces me pregunto si volveríamos a asesinarnos en otra guerra civil. Viendo a dos periodistas, José Luis Gutiérrez y Pedro J. Ramírez en ‘La Clave’, pálidos contraidos, con sonrisas de cuchillo, riñendo por no sé qué, mirándose como las fieras, me volvió ese pensamiento.

No hay condiciones de guerra civil, ni tensión, y el mundo es otro, la situación económica del país y la sociedad es mejor. Pero si de pronto todo se hiciera Yugoslavia, o repúblicas desovietizadas; si se palestinizara la vida, volvería el crimen. Muchas veces sonrío, doy la mano y hablo con excelentes personas, educadas y cultas, que mataron en la guerra civil; que asesinaron, quiero decir, incluso antes: pistoleros fascistas; falangistas, preferirían llamarse.

No quiero decir que Ramírez y Gutiérrez se buscaran el uno al otro con sus brigadas del amanecer para darse ‘el paseo’. Es posible que los que se sulfuran en televisión descarguen por ahí, cuidado, más bien, con el vecino apacible que se quita el sombrero en el ascensor. Sí, si sé por qué discutían: quiero decir que toda esta bazofia política de Ibercorp o en torno al caso y sus gloriosos nombres implicados, y el juego del as cintas grabadas es más bien secundario.

De niño aprendí a leer los periódicos con los asuntos del estraperlo y de las maderas de Guinea y sigo leyendo los escándalos de las democracias extranjeras: son así. Su trabajo es ese: y Quevedo me enseñó cómo trabaja el dinero. Nada me parece anormal. y también saludo, sonrío y doy la mano a quienes tienen las manos sucias: por eso, quizá, me lavo tanto las manos al cabo del día.

Se donde vivo, cómo vivo, a qué sociedad me conduce mi profesión: no presumo de nada, porque quién sabe cómo seré yo a los ojos de los otros. Sé como soy a los míos cuando están cerrados y quiero dormir. Lo grave no es el escándalo, ni siquiera el silencioso el que no se destapa pero se huele. Lo grave es que aparezca el destello del odio a la madrugada, cuando uno ve aparecer en su televisor personas desmandadas. Y de esta profesión, donde todos deberíamos aprender a mirar con distancia, con alguna frialdad, sin complicaciones.

Eduarod Haro Tecglen

16 Junio 1992

'La Clave' y Haro Tecglen

José Luis Gutiérrez

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Haro Tecglen, de EL PAÍS, describió el amable y desenfadado debate entre dos compañeros, Pedro J. y el que suscribe, como una especie de Paracuellos televisivo, igualando a ambos periodistas. Hombre, mire usted... Las morfologías morales son tan disimiles que hasta el más necio pudo advertirlo,

El debate de ‘La Clave’ del pasado viernes, en el que este columnista le propinó un par de amable correctivos – a partir de una quizá involuntaria provocación – a Pedro J. Ramírez, ha suscitado los más variados comentarios. Desde el pobre maniaco-depresivo que abandona el humedecido diván del psicoanalista para perdonarme la vida, hasta el elogio entuisiasta de tantos. Sin embargo, junto a la elemental elegancia de los periódicos – ABC, YA, incluso en esta ocasión EL MUNDO – Eduardo Haro Tecglen, comentarista televisivo de EL PAÍS, el pasado domingo se metió en camisa de 625 varas, describiendo el amable y desenfadado debate entre dos compañeros, Pedro J. y el que suscribe, como una especie de Paracuellos televisivo, una sucesión de recíprocos ‘paseos al amanecer’. Trataré en estas pocas líneas de conservar el respeto hacia Haro Tecglen. No quiero pensar que algún espíritu paleo-stalinista se ha apoderado de la pluma de Haro, hasta llevarle a tratar de entender el mundo utilizando esa trigonometría para memos apoyada en los escleróticos binomios de las dos Españas, porque entonces le ocurrirá lo mismo que en aquella inolvidable ocasión en la que aseguró que Canción triste de Hill Street era una maquiavélica iniciativa imaginada en las vacernas de Langley, sede de la CIA. Haro no enteinde nada.

Primero, igualando a ambos periodistas. Hombre, mire usted… Las morfologías morales son tan disimiles que hasta el más necio pudo advertirlo, por mucho que se pretenda residenciar la respetabilidad en vanos intentos de contención gestual. Las cientos de llamadas de felicitación a este periódico parecen confirmarlo. Después, eso de los ‘paseos’ no es más que una sandez emandada de la más patética insularidad intelectual. EL único paseo al amanecer que hubo es el que, tras el debate, dimos cuando nos fuimos amigablemente de copas hasta el alba. Un respeto para todos, hombre…

José Luis Gutiérrez

18 Junio 1992

Un debate

José Luis Balbín

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Mereció la pena. Pese a la virulencia, los españoles que hayan asistido a la discusión tienen hoy una opinión algo más contrastada de dónde está la ración correspondiente de verdad o, por lo menos, el mayor descaro en la porción de mentira.

No podía convocar a un debate sobre las escuchas telefónicas y los medios de comunicación sin empezar por Pedro J. Ramírez o Jesús Cacho – alternativamente, para que nadie pudiera sospechar de conchabamiento – y Juan Tomás de Salas, que están, si no en el ojo, en la cola del huracán. Hubo la inmediata respuesta afirmativa de Pedro J. y la excusa cortes de Juan Tomás. En vísperas del debate mismo, llamada del patrón del Grupo16 explicando cuanto lamentaba no poder asistir, y proponiendo sustitutos por parte de la empresa. Estoy habituado a tales excusas precisamente por parte de las personas que deberían protagonizar los debates convocados. A menudo están justificadas, pero no lo está menos el criterio de que no es lo mismo el protagonista que su representante. En tales casos suelo rechazar la alternativa o, por lo menos, pido la autorización del resto de los invitados que aceptan participar sin condiciones, no vaya a ser que cada uno corra turno dentro del escalafón por cuestión de jerarquía en relación con el de enfrente y acabe resultando un debate entre el bedel del cuñado de la secretaria del primo del jefe de sección, y su homólogo del a opinión contraria. Eso es lo que intentan hacer mucho los políticos, que calibran hasta el rifículo si el secretario general del partido minoritario de oposición da el nivel suficiente para discutir con el adjunto al adjunto para mensajes lentos del suyo, partido enel poder. No suelo entrar en tales disquisiciones que dicen muy poco de la confianza en sí mismo de los tales políticos y del respeto que a los ciudadanos deben para defender públicamente sus ideas en igualdad de condiciones con los adversarios. El espectador uede no saber de información clasificada, pero si huele rápidamente donde hay tongo.

No fue el caso de ‘Escucha que algo queda’. El director de EL MUNDO no tuvo inconveniente en que ‘Grupo16’ estuviera representado por cualquiera de sus figuras notorias y estuvo dispuesto a participa el director adjunto de DIARIO16, José Luis Gutiérrez, hombre que, efectivamente, no se amilana fácilmente. Mereció la pena. Pese a la virulencia, los españoles que hayan asistido a la discusión tienen hoy una opinión algo más contrastada de dónde está la ración correspondiente de verdad o, por lo menos, el mayor descaro en la porción de mentira.

Estaba también Antonio de Senillosa, el de la gallardía analítica del 24-F, que a mí me pareció contradictorio. Advirtió antes de comenzar, amistosamente, que había algo de endogamia periodística y que habría mucho protagonismo de mis colegas, y dijo después, en público que se me notaban preferencias, no sé por qué, supongo que porque le pareció que interrumpía más a unos que a otros. Soy el periodista que menos recurre a periodistas: cada vez tengo más clara la falta de interés de algunos políticos y me temo muy íntimamente que las preferencias eran del propio Senillosa, a saber por qué razones. Tampoco entiendo sus quejas por falta de oportunidades de intervención, si previamente se quejaba de mi manera de intentar conseguir que todos pudieran hablar, no uno sólo.

En suma, que me quede, se quedaron todos los espectadores con ganas de conocer mejor lo que del asunto general pensaban el ingeniero Figueras Vidal, el juez Morán, el detective De la Torre y el miembro de IU Santiso. Pero el debate mereció la pena. Hay quien opina que tal tensión es un contraproducente. Yo, que soy un no violento militante, pienso que más contraproducente es el silencio a que los divinos coordinados condenan a los miserables mortales.

José Luis Balbín