15 octubre 1940

Exiliado en Francia, fue capturado por los nazis y entregado al General Franco para su ejecución

El régimen franquista asesina a Lluis Companys, último presidente de la Generalitat de Catalunya, acusándole de las muertes en Barcelona

Hechos

El 15.10.1940 murió fusilado Lluis Companys en Barcelona por orden de un Consejo de Guerra.

Lecturas

Este 15 de octubre de 1940 el ex presidente de la Generalitat de Catalunya, D. Lluís Companys ha sido fusilado a las 6.30 de esta madrugada en el castillo de Montjuich. Companys comenzó su vida en las filas de la Unión Republicana. En 1917 salió elegido concejal por el ayuntamiento de Barcelona, al tiempo que su amistad con Francesc Layret y D. Salvador Seguí le llevaba a preocuparse por los problemas sociales, encargándose de la defensa de los sindicatos únicos, enfrentados con los sindicatos libres de la patronal, en conflicto abierto a tiros.

Esta actividad hizo que fuera detenido y deportado a Menorca, en noviembre de 1920. Diputado desde 1921, sufrió diversos encarcelamientos durante la Dictadura. En 1931 se integró en la nueva formación política Esquerra Republicana de Catalunya, dirigida por Francesc Macià, desempeñando un relevante papel en la proclamación de la República en 1931.

A la muerte de Macià le sustituyó al frente de la Generalitat y en 1934 apoyó la revolución de octubre lo que le valió una condena a 30 años.

Indultado por el Gobierno del Frente Popular en 1936, volvió ap residir la Generalitat y tuvo que hacer frente al Alzamiento del 18 de julio, en el que se negó a armar a los anarquistas aunque más adelante tuvo que incluir ministros anarquistas en el Gobierno de la Generalitat.

Tras la caída de Cataluña en manos de la derecha franquista, se refugió en Francia donde fue arrestado por la Gestapo. Juzgado por ‘incitación a la rebelión’, se le condenó a muerte. Ha sido ejecutado. Su última voluntad fue morir descalzo para morir pisando tierra catalana y gritando ¡Visca Catalunya!.

LA FICHA POLICIAL DE COMPANYS EN MADRID

 Entregado por las tropas alemanas – que lo habían detenido en Francia – a la España franquista, el Sr. Companys fue trasladado a Madrid, donde en la Dirección General de Seguridad, fue sometido a los malos tratos y vejaciones que caracterizaron la época de la represión. En su ficha policial se le acusaba de ‘rojo’, ‘separatista’ y ‘masón’. Además para los franquistas, el Sr. Companys era culpable de los cerca de 8.000 asesinatos a manos de las milicias comunistas y anarcosindicalistas en Cataluña durante los cinco primeros meses de la Guerra Civil si que la Generalitat pudiera impedirlos.

Un Consejo de Guerra sumario le Condenó a Muerte. Antes de su ejecución se le concedieron dos actos de piedad: uno, poder ser visitado por su hermana para que se despidiera de ella, y dos, que su ejecución no se realizara en Madrid, donde había estado detenido, sino en Barcelona, así como morir descalzo para poder morir tocando tierra catalana.

La última foto del president

 Esta fue la última foto del político independentista catalán en el momento en el que era trasladado por guardias franquistas, un camino que le llevaría a la muerte por pelotón de fusilamiento.

¿INGRATITUD?

 Porcioles

Le hermana del Sr. Companys, en declaraciones a la prensa lamentó que algunas figuras que, según ella, habían salvado la vida durante la Guerra Civil a manos de las milicias del PSUC, CNT o FAI gracias a la piedad de D. Lluis Companys que intercedió por ellos, ahora, en plena dictadura franquista, no le hubieran devuelto el favor. Entre las figuras señaladas por el Sr. Companys destaca el político franquista catalán D. Josep María Porcioles, que sería alcalde de Barcelona con el régimen franquista.

18 Octubre 1976

La última carta

Lluis Companys

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Carta de despedida de Companys a su esposa, Carmen Ballester, escrita días antes de su ejecución.

A mí querida esposa:

Esposa mía, la más buena y querida de las esposas, te escribo la víspera del Consejo de Guerra. Pienso que podré entregarle a Ramona unas cuartillas que he redactado y, en todo caso, conocerás las conversaciones verbales de los últimos momentos. Como esta carta y una para mí hija María, que os llegarán cuando sea posible.

No haría falta que repitiera lo que te cuento en la cuartilla aludida. Pero lo he hecho para ti, vida mía. Conozco tu bondad y te quiero tanto que una de las cosas que más me preocupan, querida Carmen, eres tú. En aquella cuartilla expreso mi más absoluta confianza en ti y quiero que no olvides que tienes que ser previsora con respeto a tu salud, que necesitas cuidados y que yo te recomiendo, te ordeno, que no abandones.

Si mi hijo vive, creo que no te faltará ayuda de mis hijos. Por otros conductos (quizá mi defensor) recibirás quizá otra carta expresión de mi amor, pues aprovecharé todos los conductos que disponga.

Reacciona, repito, contra el abatimiento. Relaciónate, distráete. Así lo quiero. Busca la compañía de alguna familia, quizá más tarde, cuando sea posible, la de mis hermanas. Haz lo que te digo porque así yo, tu Lluis, ya no padeceré. Así deseo que lo hagas, amor mío. Busca también el consuelo de las creencias y lo encontrarás.

Me siento sereno y tranquilo. Es Dios el que ha dispuesto las cosas y las decisiones para darme este destino y esto me llena de una serenidad extraordinaria. Le doy las gracias, pues, ya que todos hemos de recorrer el mismo camino, me ha reservado un fin hermoso para Cataluña y para mis ideales, que revaloriza mi humilde persona. Tú que me quieres y tienes que querer el recuerdo que yo pueda dejar, has de comprender esto.

No admitas pes, condolencias, ni llores. Levanta cabeza. Esta muerte, que afrontaré plácida y serenamente, dignifica. Vida mía, moriré queriéndote. Llevaré tu retrato conmigo. Y el último recuerdo será para ti y para mis hijos con el amor a Cataluña.

Te besa, tu esposo, Lluís.

18 Octubre 1976

Murió un presidente

CAMBIO16

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El día 15 de octubre de 1940 moría, fusilado, Lluis Companys, el segundo presidente de la Generalitat de Cataluña. Vetada y deformada por la versión oficial, su figura ha entrado como ninguna otra en la leyenda popular. Las librerías catalanas exponen carteles con su característico aspecto y varias editoriales preparan biografías. El nicho 7.182 del cementerio de Montjuich recibe estos días un caudal de visitas poco frecuentes.

Como la de una anciana que acudió con un ramo de claveles rojos, los depositó delante de la lápida de la familia Companys y lo comentó a esta revista: “Murió descalzo para pisar por última vez tierra catalana”. Mientras tanto, el Gobierno Civil de Tarragona ha prohibido dos conferencias a Andreu Abelló, uno de los políticos que siguieron de cerca al ‘president’ durante la República, la guerra y el exilio. Y el de Barcelona ha hecho saber a la oposición que no tolerará actos conmemorativos multitudinarios.

“Pasarán muchos años antes de que volvamos a ver esta plaza”, le comentó Companys a Abelló la víspera de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, delante del palacio de la Generalitat. Se equivocaba en lo que a él se refiere. El 13 de agosto de 1940 la Gestapo le detuvo en un hotel de París y le entregó a la policía española. Estuvo un largo mes en los calabozos de Gobernación, en Madrid, y el 3 de octubre quedó internado en el castillo de Montjuich. La sentencia dictada el 14 de octubre le condenó a muerte ‘por su actuación como presidente de un Gobierno legalmente constituido”, comenta Abelló, que conserva el acta del juicio.

Companys llegó a la presidencia del gobierno autónomo de Cataluña tras una dilatada vida política. Fue concejal de Barcelona en 1917, diputado a Cortes por Sabadell en 1920 y fundador de la Esquerra Republicana, el partido mayoritario de Cataluña al que llegó defendiendo la causa de los rabasaires, los campesinos de la vid, y de los trabajadores de la CNT, en numerosos juicios. En octubre de 1932 fue elegido presidente del Parlamento, tras la aprobación por las Cortes españolas del Estatut.

Andreu Claret penetró la semana pasada en el histórico hemiciclo, cerrado a cal y canto desde 1939, con una única y solemne excepción: la visita de Franco, en 1951, con ocasión de una bienal de arte hispano-americano. El polvo y la telarañas cubren la butaca que Companys ocupó durante todo el periodo republicano, en el banco del Gobierno, que no es azul sino de terciopelo granate, y el sillón de la presidencia. Teo, ordenanza del Parlamento y hoy empleado del museo de Arte Moderno que alberga el palacio, recuerda las llegadas de Companys, su verbo vehemente y la adhesión que concitaba con sus discursos públicos desde el balcón del Parlamento.

Ramona, hermana de Companys, que no partió para el exilio, tuvo que ir al consulado alemán, el 9 de octubre de 1940, para converse de que no había sido todavía fusilado. Tuvo que esperar varios días para obtener el primer pase para el castillo, cuatro días antes del juicio y cinco y cinco antes de la ejecución. La noche del 14, el juez defensor la recibió con palabras definitiva’. Se precipito al castillo y consiguió ver a su hermano que intentó tranquilizarla desde un ventanal de la capilla: “Si quisieran matarme estaría en capilla”. Pero al alba, a las 6.30, Ramona pudo ver cómo un pelotón de ejecución conducía a Companys al foso célebre de la montoña y pudo oír el último ‘Visca Catalunya’ del presidente que tantas veces lo había pronunciado desde el palacio de la Generalitat.

La noticia ocupó tres líneas en los periódicos de la época. A los ocho días LA VANGUARDIA titulaba a toda página “Hoy llega a Barcelona el ilustres reichfürer de la policía alemana.

16 Octubre 2004

Companys

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Ayer se inició, con un homenaje en los fosos de Montjuïc, la rehabilitación oficial de la figura del segundo presidente de la Generalitat republicana, Lluís Companys. Detenido en Francia por la Gestapo y extraditado sin asomo alguno de legalidad de la Francia ocupada a la España franquista, Companys fue condenado en un consejo de guerra sumarísimo que duró una hora escasa y fusilado seis días después -ayer se cumplieron 64 años- por «rebelión militar», la figura seudojurídica que permitió al régimen salido de la sublevación franquista juzgar a los gobernantes legítimos como si hubieran sido ellos los sublevados.

A instancias del Ejecutivo de Pasqual Maragall, el Gobierno se ha comprometido a legislar para restablecer «la dignidad y el honor» de Companys y de cuantos sufrieron procesos impropios de un Estado de derecho. La rehabilitación no tiene que ver con la gestión de un dirigente de partido con claroscuros -la desgraciada rebelión del 6 de octubre o el desbordamiento en sus intentos de controlar el descontrol, pero también la lección de dignidad humana y política ante el pelotón de ejecución-, que deben ser evaluados por la historia. Se rehabilita al único presidente de un Gobierno legítimo y democrático que fue fusilado por los fascismos precisamente en razón del cargo que ocupaba durante la II República.

Además de su nula legalidad, el fusilamiento se dobló en ofensa a la ciudadanía catalana que lo eligió, y por extensión, a la española. La Generalitat actual es la única institución republicana restablecida durante la transición, en la figura de Josep Tarradellas, que fuera consejero de Companys. Por eso, rehabilitar a quien la presidió supone restituir la plena dignidad institucional al único hilo conductor que une a la actual democracia española con su precedente más reciente. La anulación a todos los efectos políticos y jurídicos de este proceso y de todos los instruidos por los tribunales irregulares de la dictadura o algún gesto de valor moral e histórico equivalente constituía una asignatura pendiente de la transición. Aprobar sin alharacas esa asignatura es simplemente culminar la reconciliación ya cristalizada, sin contradecirla ni cuestionarla.