11 noviembre 2007

Estebanez iba a a una manifestación de Democracia Nacional (anti-inmigración) mientras que Palomino iba a una manifestación antifascista que consideraba 'nazis' los postulados de sus rivales

El soldado Josue Estebanez asesina a Carlos Palomino cuando ambos se dirigían a unas manifestaciones de ideologías opuestas en Legazpi

Hechos

El 11.11.2007 murió asesinado D. Carlos Javier Palomino Muñoz de una puñalada propinada por Josué Estébanez de la Hija.

Lecturas

Democracia Nacional se desmarca del asesinato pero se muestra comprensivo con el asesino:

 La organización política Democracia Nacional, al ser señalada por los medios de comunicación se apresuró a convocar una rueda de prensa en la que su dirigente, D. Juan José Pérez, responsable de Relaciones Exteriores del partido, aseguró que su partido no tiene «nada que ver» con el asesinato y resaltó que esta formación está sufriendo un «linchamiento político totalmente irracional y absurdo» con el objetivo de «criminalizar» su oposición a la «inmigración ilegal y masiva que padece España». El Sr. Pérez explicó que el autor del apuñalamiento no es militante de Democracia Nacional pero, eso a pesar de condenar todo asesinato se mostró comprensivo con la actuación del asesino: «se sintió rodeado por comunistas de ultra izquierda».

13 Noviembre 2007

Malas causas

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Un adolescente de 16 años fue asesinado en Madrid el pasado domingo, en el curso de una reyerta entre un joven neonazi, soldado profesional, y un grupo de muchachos que se proclamaban antifascistas. Más allá de la condena enérgica de este crimen, del que el único responsable es quien lo cometió, quizá convendría recordar que su lado más trágico reside en que se produjo en el contexto de un enfrentamiento entre grupos minoritarios que, sin embargo, invocan causas de resonancias históricas. Estremece pensar que unos centenares de personas, en su mayoría adolescentes, puedan movilizarse convocados por consignas racistas y xenófobas. De igual manera, hay algo inquietante en que, para hacer frente a los anteriores, otros adolescentes puedan corear el grito de «A por ellos, como en Paracuellos», convirtiendo en ejemplar un episodio siniestro de nuestra historia.

El artículo 21.2 de la Constitución es taxativo, y hoy existe suficiente jurisprudencia en el sentido de que no se puede utilizar la autorización administrativa para limitar de manera indirecta el derecho de manifestación. El lema bajo el que Democracia Nacional convocó la concentración del domingo es sin duda execrable, pero esta formación contaba con las autorizaciones necesarias para llevarla a cabo. Otra cuestión es lo que deba suceder con futuros permisos, en particular si se llegara a probar que el agresor es militante de Democracia Nacional o de cualquier otro grupúsculo de similar ideología. El hecho de que se dispusiera a asistir a la concentración armado con un machete da idea del riesgo que representan estas convocatorias.

Por más que se rechacen lemas como los que encabezaron la manifestación del domingo, la manera de hacerles frente no puede ser, en ningún caso, que un grupo de jóvenes se proponga reventar el acto. El derecho de manifestación se rige por la ley, y ni siquiera un lema como el exhibido por Democracia Nacional o un ideario político como el de los partidos ultraderechistas autorizan a actuar al margen de ella. El riesgo mayor al que se pueden enfrentar los sistemas democráticos no es que una minoría de ideología neonazi o similar se manifieste dentro de la ley, sino que el enfrentamiento entre minorías acabe arrastrando a sectores cada vez más amplios de la ciudadanía.

12 Mayo 2009

La actitud de un valiente

Ricardo Sáenz de Ynestrillas

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Hasta hoy nunca me he pronunciado sobre los sucesos de Legazpi de hace poco más de dos años en los cuales un joven antifascista, como les gusta llamarse, resultó muerto al agredir a un soldado español en la estación del metro de Madrid. Carlos Palomino -o «el pollo», así se llamaba el militante «antifascista»- y otros muchos redskins habían acudido al Legazpi esa mañana con la intención de agredir a cuanto simpatizante encontraran -«a la caza» le llamaban ellos- del acto que el partido Democracia Nacional iba a celebrar allí aquel día.

Mi opinión, entonces, en este mismo blog fue ésta, por desconocer la forma y el modo en que los hechos se desencadenaron ( ), pero ahora que los veo, puedo opinar con más criterio. Poco me importa lo políticamente correcto. Siempre he defendido la Verdad y la Justicia y pretendo seguir haciéndolo.

Hoy he podido ver por primera vez el vídeo, grabado por las cámaras del metro de Legazpi de Madrid, el 11 de noviembre de 2007

En él sale con total claridad cómo un solo hombre, rodeado por más de una veintena de macarras y redskin presumiblemente armados, que le acometen una y otra vez y que le increpan y arrojan todo tipo de objetos y artilugios, es capaz de defenderse como un hombre ante semejante turbamulta.

En el vídeo no se ve ataque alguno por parte de Josué Estébanez, ni abuso sobre inocentes niños e ingenuos menores. Se le ve defenderse con necesaria determinación. En el vídeo se ve, sí, que cuando Josué observa llegar a la horda de guarros empuña algún objeto con la intención de proteger su vida y defenderse de sus agresiones. No se esconde al final del vagón en una esquina, como una rata cobarde disimulando y mirando para otro lado: quienes conocemos la actitud de estos miserables en las calles, en grupos siempre muy numerosos y bien pertrechados y armados, siempre, con navajas y cuchillos varios, sabemos que esconderse y disimular le hubiera costado la vida.

Sin embargo, Josué actuó como un valiente soldado. Empuñando un arma defensiva se acerca a una de las puertas, asegurando así su posible evasión. Se mantiene firme en medio del numeroso grupo de guarros antifas que le rodean y le increpan, hasta el punto en que uno le agarra de la pechera y forcejea con él. Josué sabe que desde el momento que la distancia física desaparece y se ha pasado de los insultos verbales a los hechos, su vida corre grave peligro. Por ello tiene la obligación de ser resolutivo. No se mete con nadie, no habla con nadie. Sólo reacciona ante el riesgo inminente de peligro para salvar su integridad física y su vida.

Acorralado hasta el final se mantiene firme. Un hombre solo frente a más de una veintena de violentos sharperos que ya habían acudido a Legazpi con la intención deliberada y predeterminada de «cazar» al facha. Se equivocaron. Un valiente les plantó cara y, por defenderse, salvó su vida. Todos mis respetos para este valiente soldado. Josué merece la libertad cuanto antes.

Ricardo Sáenz de Ynestrillas