31 octubre 2022

Elecciones Brasil 2022 – El presidente Bolsonaro derrotado por la mínima por Lula al frente de una coalición de la izquierda y el centro-derecha

Hechos

  • El 31.10.2022 se hicieron público los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil.

31 Octubre 2022

Vuelve Lula

Pepa Bueno

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El expresidente brasileño gana a la ultraderecha en un país políticamente fracturado

Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, ya es presidente electo de Brasil. Tras 12 años fuera del poder, el próximo 1 de enero de 2023 volverá por tercera vez al palacio de la Alvorada, la sede del Gobierno en Brasilia, tras haber ganado las elecciones por 1,8 puntos (50,9% frente al 49,1%), con el 99,98% escrutado. El Partido de los Trabajadores (PT) suma 13,3 millones de votos más que en las presidenciales de 2018, mientras que Jair Bolsonaro logra solo 401.000 más. Será el inicio de un tiempo nuevo en el que a la resurrección del expresidente izquierdista, que llegó a estar preso un año y medio por una condena por corrupción de la que fue finalmente exonerado, se suma el desafío de la reconstrucción de un país gravemente fracturado. El Ejecutivo del ultraderechista Bolsonaro, en su constante y peligrosa polarización, ha deteriorado la calidad democrática de la mayor economía de América Latina. El desprecio hacia instituciones como el Tribunal Superior Electoral, los constantes ataques a las mujeres y a las minorías y la defensa cerrada que el presidente ha hecho del uso de las armas pusieron en riesgo la convivencia en un país de 214 millones de habitantes. Toca ahora a Lula recuperar los valores perdidos y superar una división que, como demuestran los comicios, es profunda y con capacidad para cortocircuitar políticas futuras. No se trata solo de sacar de la pobreza a 33 millones de brasileños. Ni de salvar de la destrucción a la Amazonia, tras años de abandono del Estado y desinversión de los organismos encargados de protegerla. La tarea es aún más ardua. Lula deberá convencer a los brasileños de la necesidad de aunar esfuerzos e iniciar una reconstrucción nacional.

Será crucial un gran acuerdo entre las fuerzas democráticas. Lula, cuyo triunfo culmina un ciclo de victorias en la izquierda latinoamericana, ha dado un paso en ese sentido con la elección de su vicepresidente, Geraldo Alckmin, un veterano político del centroderecha que fue su rival en las elecciones presidenciales de 2006. El PT es uno más, aunque el más importante, de una coalición que integra a otras nueve fuerzas políticas de distinto color, todas ellas unidas por el deseo de terminar con los años de Bolsonaro. El desafío será, en cualquier caso, titánico. Bolsonaro tendrá el mayor grupo parlamentario del Congreso, lo que supone uno de cada cinco escaños, y la gobernación de São Paulo, el Estado más rico y poblado del país. El nuevo gobernador, Tarcisio de Freitas, es un militar, exministro de Bolsonaro, nacido en otro Estado, Río de Janeiro. Se espera de ese frente una férrea oposición al Gobierno de izquierdas con el que deberá convivir en Brasilia. Y este es otro de los grandes retos del fundador y líder del PT. Es imprescindible para Lula quebrar el cerco de la ultraderecha si pretende avanzar en sus objetivos y garantizar la estabilidad de su Ejecutivo. Deberá, para empezar, acercar posiciones con los sectores moderados de la derecha, incluidos aquellos que un día llegaron a apoyar al presidente derrotado en las urnas.

Bolsonaro tiene un deber inexcusable: reconocer claramente y con prontitud el resultado de las elecciones y, con ello, que la mayoría de los brasileños ha dado la espalda a sus propuestas más extremas. En ese reconocimiento debe estar incluido el propio Lula, a quien el ultraderechista ha atacado ferozmente todos estos años. Pero Bolsonaro, como Donald Trump, solo ha conseguido apoyo para un mandato. Es hora ya de que Brasil dé por cerrada una etapa tan tóxica como la del derrotado en las urnas y que, de la mano de Lula, vuelva por la senda de la convivencia.

01 Noviembre 2022

La corrupción gana elecciones

Ramón Pérez Maura

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El escenario político es para echarse a temblar, pero a mí me preocupa mucho más cómo es posible que el pueblo devuelva el poder, aunque sea por la mínima, a un político tan profundamente corrupto. Algo falla en nuestra democracia
La hipocresía y la doble moral de la izquierda mediática siguen imponiéndose en el análisis de la realidad que nos ocupa. La campaña tendenciosa y el análisis sesgado de los resultados en las elecciones de Brasil a los que tanto contribuyeron los medios se explican por una encuesta de la Universidad de Santa Catarina, una entidad pública que se encuentra en la ciudad de Florianópolis, en el Estado de Santa Catarina, Brasil. Según el estudio de esa universidad, el 52 por ciento de los periodistas brasileños se consideran de izquierda. Lo que sería razonable si el 48 por ciento restante se consideraran de derecha y se parecería mucho al resultado de las elecciones presidenciales del pasado domingo. El problema es que a ese 52 por ciento hay que sumar un 26 por ciento que se declara de centro izquierda y un 2 por ciento que dice ser de extrema izquierda: total un 80 por ciento. Y para que todo sea todavía más distorsionado, sólo el 2,5 por ciento se declara de centro derecha y el 1,4 por ciento de derecha. Ni el 4 por ciento en total.
Como es lógico por la dimensión del país, todos los medios de comunicación resaltaban ayer la victoria de Lula en Brasil y su vuelta al poder. Pero prácticamente ninguno destacaba que era la vuelta de un político condenado a prisión en 2017 por varios casos corrupción de los que nunca ha sido absuelto. Se le excarceló por un tecnicismo, pero jamás fue exonerado de culpa. Antes de verse obligado a ceder el poder en 2016 por la corrupción también de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, el Partido de los Trabajadores (PT) organizó la trama de corrupción más grande en la historia de Iberoamérica en la que se empleó para cimentar el poder del PT a la petrolera estatal Petrobras, un sucio sistema de blanqueo de dinero conocido como Lava Jato y a la constructora Odebrecht que fue financiando campañas de políticos izquierdistas por toda Iberoamérica, a cambio de inmensos contratos para la compañía cuando esos políticos alcanzaban el poder.
El dirigente más notable al que alcanzó toda esa corrupción, el líder histórico del partido que puso esa trama en marcha, se llama Luiz Inácio da Silva y es universalmente conocido como Lula. Nadie le señala ahora como un hombre profundamente corrompido que va a estar al mando en un país en que la economía española, nuestros grandes bancos y corporaciones, se juegan muchísimo.
En los dos últimos años del PT en el poder con Rousseff, la economía se contrajo un 3,5 por ciento en 2015 y un 3,3 por ciento en 2016. En los cuatro años de Presidencia de Jair Bolsonaro, dos han sido de pandemia con graves consecuencias para la economía. Aún así tuvo el año pasado un crecimiento del 4,6 por ciento, fruto de una reforma fiscal y una desregulación. Durante la pandemia gastó mucho en ayudas sociales y eso hubo que compensarlo después recortando el crecimiento de esas ayudas, o el crecimiento del número de funcionarios.
La realidad es que con unos medios centrados exclusivamente en las políticas de corte conservador en materias morales y ninguneando los éxitos económicos del presidente, era lógico que al final se impusiera el candidato de la izquierda, cuyo paso por prisión sólo se mencionaba de manera tangencial para presentarlo como un mártir, jamás como el delincuente condenado que fue. Ahora, el Foro de Sao Paulo, una agrupación sin estructura, que reúne a toda la ultraizquierda de Iberoamérica con la concurrencia de Podemos, gobierna prácticamente todo el subcontinente, con las únicas excepciones relevantes de Ecuador, Uruguay y Paraguay. Y el gran promotor de ese Foro fue Lula.
El escenario político es para echarse a temblar, pero a mí me preocupa mucho más cómo es posible que el pueblo devuelva el poder, aunque sea por la mínima, a un político tan profundamente corrupto. Algo falla en nuestra democracia.