26 enero 1987

Derrota del líder socialdemócrata Johannes Rau, del SPD y ascenso de Los Verdes

Elecciones R.F. Alemania 1987 – Los partidos de la coalición de Gobierno de Helmut Kohl seguirán en el poder con mayoría absoluta

Hechos

En enero de 1987 se celebraron elecciones legislativas en la República Federal de Alemania.

Lecturas

EL DERROTADO

Rau El líder del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) Johannes Rau, no obtuvo suficientes diputados como para desbancar a la coalición entre democristianos (CDU-CSU) y liberales (FDP) que gobernaba el país.

RESULTADOS

CDU-CSU – 222 escaños

SPD – 187 escaños

FDP – 46 escaños

Los Verdes – 41 escaños

Las anteriores elecciones en la RFA fueron en 1983.

Las siguientes elecciones serán ya en la Alemania conjunta en 1990. 

21 Enero 1987

La campaña imposible de Johannes Rau

Hermann Tertsch

Leer

Johannes Rau, candidato del partido socialdemócrata (SPD) a la cancillería de la República Federal de Alemania, tiene razones de peso para desear que concluya de una vez la campaña ante las elecciones generales del próximo domingo. No es agradable competir simulando, esperanzas de victoria que hace tiempo se perdieron, y Rau no tiene ya posibilidad alguna, según todos los sondeos, de conseguir una mayoría para arrebatar la cancillería al democristiano Helmut Kohl.Pese a su seguro fracaso en las urnas, el pundonor y la entrega estoica de que ha hecho gala le han granjeado al candidato socialdemócrata en esta campaña la simpatía y la solidaridad de la población, le vote o no. Rau ha demostrado ser un político popular, con simpatía natural, preocupación real por los problemas de la población y una abnegación en ocasiones, incomprensible ante el sinfín de zancadillas políticas de que ha sido víctima por parte de su propio partido.

En una campaña invernal gélida, con temperaturas rondando los 15 y 20 grados bajo cero, Rau ha recorrido la RFA con la ingrata empresa de pedir el voto de los alemanes para una mayoría, del SPD que desde hace meses se sabe imposible.

Su campaña se ha centrado en la reinstauración de una política social justa y solidaria en respuesta a la «ley del más fuerte» y al fomento del egoísmo que, según dice, practica la actual coalición de gobierno de CDU-CSU y liberales del FDP.

Rau ha recordado con insistencia que en la sociedad del bienestar que es la RFA hay más de dos millones de parados, 400.000 más que hace cuatro años, mientras los beneficios de la empresa privada y la banca alcanzan cotas insólitas. Rau ha advertido sobre los cada vez más claros indicios de que la tendencia al alza de la economía alemana se ha quebrado pese a los eufóricos balances de la propaganda de de mocristianos y liberales.

Nueva era de distensión

En política exterior, Rau ha defendido el establecimiento de una nueva era de distensión y cooperación con el Este, siempre desde la pertenencia de la RFA a la OTAN, frente a los llamamientos de la derecha de la CDUCSU a poner fin a la ostpolitik, a reivindicar territorios perdidos en la II Guerra Mundial y a presentar el nacionalsocialismo alemán como una anécdota más en el tren de la historia.El candidato socialdemócrata ha podido, gracias a su popularidad personal, paliar algo el catastrófico pronóstico que amenazaba con el peor resultado del SPD en la posguerra. Antes de Navidad, en Bonn se especulaba aún con que el SPD no conseguiría siquiera el 30% de los votos.

Ayer, los sondeos lo situaban entre el 35% y el 36%. Aun esto es insuficiente hasta para una hipotética coalición con el partido de losverdes, que Rau rechazó siempre y excluyó como condición para presentarse.

El candidato, actual presidente del Estado federado de Renania Westfalia, fue convencido a duras penas por la cúpula del partido, especialmente por Willy Brandt, para que se presentara. Por lealtad al partido, y pese a la oposición de su mujer, Rau, que cuenta con una cómoda mayoría absoluta para gobernar sin problemas en su Estado, se lanzó a una lucha por la cancillería en la que pronto vio que la lealtad no era recíproca.

Brandt, en contra

En el congreso de Nuremberg, en agosto, se elaboró un programa nuevo para lanzar una ofensiva socialdemócrata hacia los años noventa. Ésta no cuajó por varios motivos. Ya se había producido el primer traspié del SPD al no conseguir arrebatar el Gobierno de Baja Sajonia a los liberales en junio. Willy Brandt comenzó con una serie de manifestaciones cuyo único fin podía ser el debilitamiento del actual candidato. Al poco de lanzarse Rau por la mayoría absoluta, Brandt declaraba a un semanario alemán que para el candidato el 43% sería «un hermoso resultado».Después se producen las dos catástrofes electorales de Baviera y Hamburgo. La mayoría absoluta se hace imposible y en el SPD se abre la discusión, en plena campaña electoral, sobre una política de alianza con los verdes.

El pasado domingo, a una semana de los comicios, Brandt abre públicamente el debate sobre su sucesión en la presidencia del SPD y no oculta sus preferencias por Oskar Lafontaine o Gerhard Schroeder frente a Rau. Éste trata estos últimos días de la campaña de mostrar optimismo, y oculta su malestar con su ágil sentido del humor.

Mucho se especula en Bonn sobre si las intenciones de Brandt son o eran desde un principio la incineración política de Rau para dar paso en el SPD a una nueva generación más combativa y capaz de integrar al movimiento de los verdes en un nuevo SPD de izquierda de nuevo tipo, que Rau, socialdemócrata tradicional, no podría dirigir. Cierto es que Rau no es combativo y parece temer el conflicto, que sus necesidades de armonía difícilmente pueden competir con la ansiedad de poder, un poco zafia, del canciller Kohl.

26 Enero 1987

El Tirón de Kohl

Editorial (Director: Luis María Anson)

Leer

La coalición liberal conservadora ha obtenido una nueva victoria en las elecciones alemanas de ayer, a pesar del moderado retroceso de las dos democracias cristianas (CDU y CSU). El triunfo de la coalición, después de cuatro años de gobierno, es una noticia de resonancia europea y un motivo de reflexión para la clase política española. La alianza del centro derecha democristiano y el minoritairo Partido Liberal se sitúa en torno al 53 por 100 del voto popular, mientras el socialdemócrata SPD, primer partido de la oposición permanece en el estancamiento, quizá con un pequeño retroceso. El avance de los ‘verdes’ es, en principio, de 2,5 puntos (desde 5,6 a 8,1 por 100). El voto nuevo – más de tres millones de jóvenes – no ha beneficiado a la izquierda en su conjunto, aunque haya reforzado al ecologismo verde.

La coalición ha vuelto a ganar, después de gobernar en un período de crisis y recuperación. YU ha ganado porque ha sabido practicar una política de claridad. Esta es la primera enseñanza a retener. Claridad en las opciones defensivas que los alemanes, divididos por ochocientos kilómetros  de telón de acero, consideran antes que cualquiera otra materia, económica o política, con un patriotismo de supervivencia, bien distinto al de muchos europeos de retaguardia. El neutralismo de Brandt han costado la derrota a Rau, el más atlantista de los socialdemócratas disponibles.

En el terreno económico, las propuestas del centro izquierda tenían pocas bazas que arrancar: Kohl ha conseguido que los precios bajen un 1,1 por 100 en diciembre, con un marco fortalecido y un índice de paro que en los momentos peores apenas ha rebasado el 9 por 100.

Helmut Kohl es un hombre de muy escaso atractivo físico, nada ocurrente en las ruedas de Prensa, incapaz para la exhibición personal. Y, sin embargo, su tirón que es el de su política y el de sus cifras, ha vuelto a manifestarse ayer en Alemania. Decimos esto porque pensamos que una democracia incipiente tiene muchos ejemplos que anotar en la admirable democracia germana. La izquierda española ha puesto a su frente a un hombre de incuestionable tirón popular que, no obstante, no logra detener el deterioro de varios índices báiscos de la economía nacional. Los grandes problemas – modernización industrial, reforma de la enseñanza, inseguridad ciudadana – permanecen intactos o agravados. Entretanto, la derecha, tras la retirada de Fraga, se debate en una discusión perfectamente trivial sobre los problemas de imagen de éste o aquel candidato. Kohl y Genscher, hombres poco preocupados por su propia imagen, ajenos a las florituras del verbo, han vuelto a triunfar en la primera potencia de Europa por su fiabilidad en el terreno de los hechos.

26 Enero 1987

La Alemania que necesitaba Europa

Manuel Blanco Tobio

Leer

Ayer, domingo, se celebraron elecciones generales en la República Federal de Alemania. Esu n buen momento para hacer una reflexión europea y reconocer que la RFA, nacida en 1949 en medio de una Europa incierta y con todos sus pecados descargados sobre los alemanes como chivos expiatorios, ha alcanzado el más alto nivel de su prosperidad, la recuperación de su prestigio como nación seria y solvente y la confirmación de sus instituciones democráticas. Todo ello puede considerarse como una medalla al esfuerzo y a la voluntad de un país que llegó casi a estar condenado ‘in pectore’ (en el ‘pectore’ de Morgenthau) a convertirse en mustio collado patatal.

Ya era tiempo de que el pueblo germano, al menos el instalado en uno de los dos Estados alemanes, el de la RFA, alcanzase pacíficamente esa plenitud en una Europea que la admira y la respeta y a la que incluso ha dejado de temerle. Ya no es la Alemania galáctica de los más de 300 Estados, desesperación de casi todos sus grandes hombres ni tampoco la Alemania. El Tigre le contestó: “No, pero los alemanes han estado aquí dos veces” (y aún faltaba una).

Mucho después de 1945, cuando hacía años que las ruinas de Europa habían dejado de humear, persistía el miedo a Alemania, por remota que pareciese su recuperación, le temían los franceses, le temían los ingleses y, sobre todo, le temíanl os rusos, que se ponían nerviosos cada vez que creían haber oído rumor de espuelas al otro lado del Elba. Ese miedo residual o reflejo – debemos añadir que bien justificado – fue suficiente para malograr en la Asamblea Nacional Francesa – tras el más dramático de sus debates el proyecto de Comunidad Europea de Defensa. Y en tiempos mucho más recientes que ustedes recordarán, sólo la sospecha de un resurgimiento del pangermanismo hizo dar un respingo incluso a Andreotti.

De cuando en cuando, en Moscú agitan el espantajo del militarismo alemán, que no es más que criatura de su obsesión por mantener todo lo más separadas que se pueda a las dos Alemanias: pero el mundo entero está convencido de que los alemanes han entendido que aun estando tan anatómicamente pegado a la URSS (Hay unos minutos de autobús desde Hamburgo a una base aérea rusa), ha sabido mantenerse en calma, sin histeria. No era ni podía ser fácil el papel de país europeo occidental interpuesto entre el Este y el Oeste. La RFA parecía la menos indicada para hacer ese papel y, sin embargo, esa RFA lo hizo y bien, donde más se cirspaba Europa, implantando en su comprometido espacio una zona de estabilidad y distensión.

Nadie se hacía ilusiones, tampoco sobre la democratización de la RFA. La gente recordaba bien la breve y dramática historia de la República de Weimar (1919-1933), habiendo sido tan poca su experiencia en libertades democráticas y tan notorios sus hábitos autoritarios. Y, sin embargo, nadie discutiría hoy seriamente la democracia federal, como tampoco su estabilidad política y su salud económica. Lo que se temía era que la RFA resultase en una ‘Unregierbarkeit’ (ingobernabilidad), pero estuvieron mucho más cerca de eso la IV República Francesa o la I República italiana.

La afortunada trayectoria política de la RFA fue obra de una magnífica generación de hombres de Estado que incluyen a Adenauer, Erhart, Kiesinger, Brandt, Schmidt y Kohl. Adenauer y Helmut Schmidt, sobre todo, encarnaron de una manera sobresaliente dos fecundas pasadas de la RFA por la derecha el primero y por la izquierda el segundo. Ambos más que ningún otro quizá, integraron a su país en Europa y en el mundo, y ambos contribuyeron decisivamente a la más histórica de las reconciliaciones, la de Francia y Alemania, piedra angular de las comunidades europeas.

EL que no se repitiese la desdicha de la República de Weimar, desgarrada por las tensiones igualmente irresponsables de la derecha y de la izquierda, se debe a la moderación y disciplina de los nuevos partidos políticos que surgieron en la posguerra. El más peligroso de todos ellos hubiese sido, sin duda, un partido socialista de corte clásico de Bebel, Sheidemann y Braun, y ese peligro lo vio pronto y bien el patriarca del socialismo alemán entonces, Kurt Schumacher, cuando en la otra Alemania vio a Grotewohl y a su partido socialista de izquierdas deslizarse hacia la fusión con los comunistas. El vuelo de Shcumacher a Berlín para persuadir a los jóvenes socialistas de que no fuesen con Grotewohl fue decisivo para que la RFA tuviese una izquierda nueva y constructiva, pulida, por último, en Godesberg. Un partido socialista revolucionario, unido a los comunistas, habría llevado al país al caos revolucionario.

Cierto es que por todo ello los alemanes han pagado un precio muy lato. Han tenido que despedirse de la ilusión de ver reunificada a la nación alemana, han tenido que aceptar un papel político que no se corresponde con su poderío económico y han acabado resignándose a vivir con los cohetes nucleares soviéticos en la boca del estómago. Desde 1949, la RFA está cuerpo a tierra delante de las últimas alambradas de Europa y oliéndole el aliento a los cañones rusos.

Es lógico que el carácter de los alemanes haya cambiado bastante. Han dejado el paso de la oca y se han hecho demócratas, pacifistas y ecologistas, muchos de ellos, abriéndole el único espacio político de Europa a una contra cultura anarquista, como la de los verdades y quizá por primera vez en su Historia, tal vez han descubierto la dulzura de vivir, tras siglos de andar por el mundo lanza en ristre, enmendando una historia imposible. Cuando en 1871 Thiers le preguntó a Ranke por qué continuaba Prusia la guerra tras la derrota de Napoleón III, Ranke contestó: “Es que nosotros luchamos en realidad, contra Luis XIV”. Y cuando la Wehrmacht entró victoriosamente en Francia, en 1941, un periódico de Tréveris salió con estos títulares: “Richelieu ha sido vencido”.

Los alemanes ya no quieren enmendar su historia; han asumido la que les ha tocado. Les han contado tantas cosas sobre su pasado que no quieren tener pasado y sólo presente y futuro. Incluso se ha dicho de ellos que han dejado de ahorrar, que sólo trabajan treinta y seis horas a la semana, que se levantan tarde. Se han desprendido de su memoria colectiva como un reptil de su piel y ya nadie podrá decir aquello de que ‘lo malo de los alemanes es que no hay manera de que dejen trabajar’.

Ayer, domingo, ese pueblo fáustico que ‘nunca coincidió con sus fronteras’ acudió una vez más a las urnas. Tenía razón Lenin cuando decía de ellos que son tan poco revolucionarios que si el partido comunista les ordenase poner una bomba en la estación de ferrocarril, lo primero que harían sería sacar billete de andén. Alemania es una nación básicamente conservadora: lo ha sido siempre, como los Estados Unidos, y seguirá siéndolo a partir de hoy, lunes, mientras el SPD irá deslizándose lentamente hacia sus viejas utopías.

27 Enero 1987

Sorpresas en las urnas alemanas

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

Los resultados de las elecciones del domingo en la República Federal de Alemania no han confirmado los pronósticos: ni los socialistas se han hundido ni los democristianos han arrollado. Los dos partidos pequeños, verdes y liberales,son los que han avanzado. Los dos grandes han retrocedido: en una proporción menor los socialistas que el partido del canciller Kohl, que ha caído a su nivel más bajo desde la creación de la RFA. Con todo, la coalición democristianoliberal que encabeza sigue teniendo una mayoría absoluta en el Parlamento.El descenso electoral de los democristianos se produce -y aquí está la raíz de las erradas previsiones preelectorales- cuando la situación económica de Alemania Occidental, a pesar de un paro considerable, registra progresos sustanciales. En vez de inflación, el nivel de precios ha descendido en un 0,2% en 1986; el crecimiento económico ha llegado casi al 3%. Son factores a los que siempre ha sido muy sensible el electorado de centro y de derecha. Kohl ha podido centrar su campaña en la seguridad, la estabilidad, la prosperidad del país y en el papel creciente que desempeña en Europa. Su fracaso se debe, al menos en amplia medida, a los síntomas de un corrimiento hacia posiciones de extrema derecha, casi de revanchismo, que han aflorado en la campaña democristiana. Es sintomático que la mayor pérdida de votos la haya sufrido el partido cristiano social de Baviera (integrado con los democristianos a nivel nacional), cuyo líder, Franz Josef Strauss, es el campeón del derechismo nacionalista. El que los neonazis hayan tenido un aumento de votos no desmiente el evidente temor, y rechazo, que ha manifestado el electorado alemán ante síntomas de un viraje hacia la derecha.

Confirma esta tendencia, importantísima a nivel europeo, el éxito del partido liberal, que casi recupera la posición que tenía en 1980, cuando gobernabaalia do a los socialdemócratas. Apoyándose en su papel de ministro de Exteriores, Hans-Dietrich Genscher centró su campaña en el necesario apoyo de la RFA a una política de distensión en Europa y en el respeto de los derechos humanos, enfrentándose directamente al sector más derechista de los democristianos, y especialmente a Strauss. Los ataques de éste, sin duda, le han beneficiado. El partido liberal adquiere un peso mayor en el seno de la coalición de Gobierno y en el Parlamento. La composición de éste se ha modificado sustancialmente; sin embargo, no parece que permita otra fórmula de gobierno que la actual, salvo si surgiesen rupturas en el partido de Kohl.

El hecho más sensacional de las elecciones es el avance de los verdes.inexistentes en 1980, con 27 diputados en 1983, tienen ahora 42. Sus votos han aumentado en cerca de un 50% desde 1983. Tal avance, que desborda ampliamente las oscilaciones que normalmente afectan a los partidos de una elección a otra, tiene unas calificaciones significativas: ha sido obtenido a pesar de la campaña socialdemócrata que rechazaba la alianza con los verdes y decía que votar a éstos era ayudar a la derecha. Además, y es el rasgo decisivo, el votoverde ha sido en una proporción altísima: el voto de los jóvenes, y de modo especial el de los nuevos electores.

La indicación global más significativa que han dado las urnas es que entre 1983 y 1986 el electorado alemán se ha inclinado ligeramente hacia la izquierda: gracias al avance de los verdes y a que, grosso modo, el SPD ha conservado su electorado. Esta inclinación no ha sido frenada por el extremismo de los verdesen muchas cuestiones, ni por el fantasma de una revolución verde-socialista ágitado por la derecha, ni por la, renovación del programa del SPD, con posiciones radicales como el cierre de las centrales nucleares y una propuesta de política exterior que se opone a aspectos esenciales de la estrategia atlántica, se pronuncia contra las armas nucleares, reclama la autonomía de Europa y propugna la seguridad mutuamente garantizada.

La formación del nuevo Gobierno puede ser dificultosa porque los tres partidos coligados se presentan ahora en condiciones distintas: algo debilitado, Kohl; el más quebrantado, Strauss, ylos liberales, más fuertes. La continuidad de la política gubernamental no ofrece duda, pero cabe esperar un mayor peso de las tesis curopeístas que Genscher representa.