9 septiembre 2009

Enfrentamiento de Silvio Berlusconi con el corresponsal de EL PAÍS. Miguel Mora, cuando este le reprochó sus citas con mujeres: «Envidioso, ¿eh?, yo nunca he pagado por ningún servicio sexual»

Hechos

  • El 9 de septiembre de 2009 durante una visita a Italia del presidente español, D. José Luis Rodríguez Zapatero, el primer ministro italiano, D. Silvio Berlusconi, tuvo que responder a un periodista de EL PAÍS, D. Miguel Mora. Momento que aprovechó para lanzar un mensaje hacia EL PAÍS.

Lecturas

Berlusconi: «Si pierdes la credibilidad, vas a la quiebra, EL PAÍS sabe algo de eso».

El 9 de septiembre de 2009 durante una visita a Italia del presidente español, D. José Luis Rodríguez Zapatero, el primer ministro italiano, D. Silvio Berlusconi, tuvo que responder a un periodista de EL PAÍS, D. Miguel Mora. Momento que aprovechó para lanzar un mensaje hacia EL PAÍS.

Miguel Mora- Bueno, veo que esta mañana ha hablado de que los de la prensa escrita somos los malos. Ahora un poco más malos, porque no nos han dado ni un café…

Silvio Berlusconi (a su equipo)- podríais habérselo dado amargo…

Miguel Mora- O con un poco de veneno… Le tengo que preguntar por el asunto que está en todos los medios internacionales, que son las velinas y prostitutas que han ido a sus fiestas…

Silvio Berlusconi- Envidioso, ¿eh?

Miguel Moria- Claro.  Quería preguntarle si cree que esto está dañando la imagen de Italia…

Silvio Berlusconi- Han venido muchos más turistas extranjeros este año…

Miguel Mora- No sé si ha pensado en algún momento en dimitir. En este momento está enfrentado con la prensa, con la iglesia, con su compañero Fini, es un poco complicado de gestionar. Gracias.

Silvio Berlusconi- Veo que usted sólo lee L’Unitá y La Repubblica. Velinas. Es mentira. (…) (…) Una precisión. Cuando fui víctima de un ataque de una persona que creó un escándalo, también ahí se comprobó que yo nunca he pagado una lira ni un euro por una prestación sexual. Confirmo que en mi vida nunca he tenido que dar, ni una sola vez, dinero por prestaciones sexuales. Y le digo por qué. Porque para quien ama conquistar, la satisfacción más bonita está en la conquista. Si pagas, me pregunto, ¿qué gusto puede haber?. Como puede ver, no tengo dificultad de hablar de cosas de la vida. Tal vez por eso gusto a los italianos y tengo el 68% de aprobación. Acabo. Dimitir. Estoy convencido, teniendo el récord…

Silvio Berlusconi – (A Zapatero) Perdona, pero me han hecho una pregunta, es un periodista tuyo…

José Luis Rodríguez Zapatero- No, si está interesante…

Silvio Berlusconi- Por respeto a España tengo que continuar. Hoy o ayer he superado al gran Alcide De Gasperi, que gobernó 2.497 días. Una tía mía muy simpática un día se miraba en el espejo y se decía Marina ¡qué guapa eres! Le dije, tía, ¿te lo dices sola? Y claro, me respondió, ¡si no me lo dice nadie! Pues siguiendo a mi tía, creo sinceramente ser de lejos el mejor presidente de Italia en 150 años de historia. Lo digo por lo que hago y lo que he hecho, por eso tengo el 68% de aprobación. No tengo enfrentamiento con la iglesia. Tenemos relaciones excepcionales. El Vaticano está guiado con sabiduría.(A Zapatero): perdóname, pero creo que valía la pena responder. (Al Miguel Mora): Podría decir mucho sobre lo que escribe su periódico. Lo voy a evitar. Pero para mantener la credibilidad hay que abrir los ojos, no ser facciosos y mirar a la realidad. Caída de credibilidad significa caída de ventas, de lectores, de publicidad. Así se va a la quiebra. Y creo que EL PAÍS sabe algo de eso.

11 Septiembre 2009

Mejor no frecuentarle

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Berlusconi exhibe su confusión entre lo público y lo privado tras una reunión con Zapatero

Silvio Berlusconi se ha convertido en una compañía política poco recomendable. Lo pudo comprobar ayer Rodríguez Zapatero, que tuvo que soportar, junto a numerosos ministros de los dos países, las delirantes y bochornosas explicaciones sobre el reclutamiento de jóvenes mujeres para las listas electorales del Popolo de la Libertà, el partido político presidencial; sobre sus reuniones y fiestas con decenas de mujeres dedicadas a la prostitución; y sobre sus descalificaciones a EL PAÍS y a la prensa italiana que todavía se mantiene a salvo de su voracidad como propietario de medios y de su aplicación en la limitación de la libertad de expresión.

Lo que está convirtiendo a Berlusconi en un personaje impropio de un país serio y de un Gobierno presentable, hurtándole cualquier capacidad de dialogar con autoridad con sus homólogos, no es su vida privada, sino precisamente la confusión delirante entre lo público y lo privado con que ha organizado la vida política italiana. La conferencia de prensa al término de la cumbre bilateral de ministros es la mejor demostración de esta lamentable mezcla de géneros, que se produce incluso a la hora de ofrecer las explicaciones que legítimamente plantean los periodistas. Casi 10 minutos duraron sus prolijas explicaciones, esmaltadas de egolatría y de humor machista y rijoso, que iban complicándose a medida que se extendía el bochorno ajeno entre los asistentes españoles e italianos.

Sobre Berlusconi recae en estos momentos la sospecha de utilizar su poder personal en la designación de altos cargos del Estado y en la formación de las listas electorales para obtener favores sexuales. Él mismo ha documentado y ayer incluso ha exhibido, en vergonzosa explicación sobre su propia vida sexual, su vulnerabilidad como hombre público al que le pueden presentar jóvenes hermosas, que naturalmente caen rendidas a sus pies ante sus encantos, para obtener contraprestaciones políticas o económicas. Nada se puede decir de la vida privada de quien sabe preservarla, pero en su caso ha sido él mismo, sus propios medios de comunicación y su ex esposa quienes iniciaron el destape, y en el caso de esta última señalando su trato enfermizo con jóvenes menores de edad, algo que de ser cierto no podría ser objeto de persecución judicial alguna en Italia debido al blindaje legal construido por él mismo en torno a su persona.

Frecuentar la compañía de Berlusconi, cuyo país pertenece al G-8, se ha convertido en una dificultad política adicional en las complejas relaciones internacionales. Pero lo que le descalifica como gobernante es su vulnerabilidad ante cualquier presión encubierta, fruto de las circunstancias que acepta para dar satisfacción a su vanidad y a su ego. La Iglesia italiana, profundamente incomodada por sus comportamientos y objeto de sus ataques, ha decidido sacar partido de su debilidad política obteniendo modificaciones legales precisamente en el terreno de la moral. Y está claro que muchos más pueden seguir el mismo camino.

16 Septiembre 2009

Un lamentable rijoso de revista

Javier Pradera

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La rueda de prensa protagonizada la semana pasada por el primer ministro de Italia -como anfitrión- y el presidente del Gobierno español -como huésped- incluyó una estampa chabacana digna de figurar en alguna de las revistas musicales de Celia Gámez y otras grandes supervedettes de la posguerra. Los admiradores de la cultura italiana no terminan de explicarse el fenómeno -en todos los sentidos del término- berlusconiano surgido como consecuencia de la crisis del sistema partidista llevado a la quiebra por la corrupción transversal de tangentopolis. Más allá de las preferencias ideológicas y las afiliaciones partidistas, los admiradores de la Italia de Croce y Labriola, Giolitti, Turatti, Sturzo y Gramsci, De Gasperi, Nenni y Togliatti se asombran de la cursilería oratoria, pensamiento romo, comportamiento hortera, bromas chocarreras y alardes rijosos de Berlusconi.

Era cosa sabida que el primer ministro italiano explota partidistamente las citas oficiales con dirigentes de otros socios de la Unión Europea en beneficio de su política interna y que se considera legitimado por las urnas para silenciar las voces todavía independientes dentro de Italia o de otros países mediante su dominio cuasimonopólico de la televisión y demás medios de comunicación nacionales. Por esa razón, resulta incomprensible que Zapatero, las dos ministras de su séquito y el secretario general de Presidencia no preparasen las respuestas para salir al paso de las previsibles intervenciones zafias y prepotentes de su anfitrión en las comparecencias públicas compartidas por ambos. Zapatero justificaría al día siguiente en París su bochornoso silencio ante las procacidades machistas y los ataques a la libertad de expresión de Berlusconi (consideradas sobre la marcha incluso «interesantes») por la «prudencia» a la que obligan «la cortesía y el respeto institucional» entre Gobiernos. Ni el jefe del Estado ni el presidente del Gobierno de España, sin embargo, respetaron esa regla con Hugo Chávez, también elegido presidente por las urnas, en la Cumbre iberoamericana de Chile.

Las ministras Salgado y Chacón tuvieron ya que soportar las falsas disculpas del primer ministro italiano por sus declaraciones sobre la tonalidad «demasiado rosa» del Gobierno paritario español: «¿Cómo pensáis que se puede decir algo negativo de las mujeres en la patria de Casanova y los playboys?». Zapatero aguantó a pie firme las estúpidas digresiones de Berlusconi sobre las velinas enviadas al Parlamento Europeo, las «bellas, simpáticas y agradables» mujeres invitadas a sus fiestas, el trato con prostitutas («nunca he pagado por prestaciones sexuales: la satisfacción más bonita está en la conquista») y la prensa crítica de su gestión (incluido EL PAÍS).

Pero aún faltaba lo peor: la utilización del presidente español -como inocente corderito pascual metido en el horno berlusconiano- para frenar el escándalo provocado el pasado verano por el empleo de recursos públicos en la organización de las seniles juergas presidenciales. Concluido el almuerzo posterior a la minicumbre, Berlusconi empujó amablemente a Zapatero y al diplomático Bernardino León (secretario general de la Presidencia) hacia un helicóptero para volar hasta Villa Certosa, escenario de esas alegres fiestas situado a 20 minutos de vuelo. El objetivo de ese rápido viaje «para tomar un café» era proporcionar al diario Il Giornale -propiedad de la familia Berlusconi- un fantástico scoop informativo sobre el presidente español. Un artículo publicado al día siguiente. -«El mito de los progresistas legitima Villa Certosa»- extraía la adecuada moraleja de la manipulada visita al Palacio de las Mil y una Noches de Zapatero, muy popular y apreciado en Italia: «¡Qué golpe descubrir que quien ha visitado este lugar de perdición sea el líder más amado de la izquierda europea, uno de los más morigerados, uno que se ha ganado el apodo de Bambi y que como máxima transgresión sueña con ir a escuchar a su mujer a cantar en el coro!». Pero ni siquiera la felonía de citar a Sonsoles Espinosa en el burlón comentario hizo recapacitar al vejado presidente español: el secretario de Estado para la Comunidad Europea, Diego López Garrido, aclararía ese mismo viernes a través de la RAI que la justificación dada en París por Zapatero a su silencio cómplice en la rueda de prensa -«la cortesía y el respeto institucional» entre países- no implicaba crítica alguna al primer ministro italiano. Parafraseando un viejo dicho, cabría decir que así paga la Roma de Berlusconi el cándido oportunismo de sus incautos invitados.