16 noviembre 2004

La presentación de la candidatura del vicealcalde para liderar el partido en Madrid desató una fuerte polémica en una formación acostumbrada a que no haya nunca más de una candidatura en los congresos regionales

Esperanza Aguirre Gil de Biedma elegida presidenta del PP madrileño derrotando al ‘gallardonista’ Manuel Cobo y nombra a Granados Secretario General

Hechos

  • El 7.10.2004 se anunció una candidatura alternativa a la de la Sra. Aguirre para la presidencia del PP madrileño encabezada por D. Manuel Cobo. Esta se retiró el 15.10.2004. El congreso se celebró el 27.11.2004 eligiendo a la Sra. Aguirre nueva presidente.

Lecturas

El congreso del PP madrileño celebrado al 27.11.2004 eligiendo a la Sra. Aguirre nueva presidenta y a D. Francisco Granados nuevo secretario general. Iniciando una larga etapa en el PP de Madrid que durará 13 años y que concluirá en febrero de 2016.

A pesar de que Dña. Esperanza Aguirre era la cabeza de cartel del PP de Madrid desde las pasadas elecciones autonómicas del año 2003 (que tuvieron que ser repetidas por el ‘tamayazo’. No es hasta ahora cuando ha asumido la presidencia del PP de Madrid tras una batalla interna con el sector del alcalde de Madrid, D. Alberto Ruiz Gallardón.

Tensión pública.

El 7 de octubre de 2004 se hizo oficial la renuncia de D. Pío García Escudero a seguir siendo presidente del Partido Popular en Madrid (cargo que ocupaba desde 1993 con D. Ricardo Romero de Tejada como secretario general) tras conocer que no contaba con el apoyo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Dña. Esperanza Aguirre (aunque sí contaba con el del alcalde de Madrid D. Alberto Ruiz Gallardón).

Ese mismo día se produjo una reunión entre el equipo de la Sra. Aguirre y el equipo del Sr. Gallardón para negociar una candidatura conjunta. El Sr. Gallardón puso como condición que la Sra. Aguirre nombrara al Sr. Cobo nuevo secretario general del PP en Madrid, pero la Sra. Aguirre se negó al considerar esa petición como un ‘chantaje’, y anunció que ella había decidido nombrar a D. Francisco Granados nuevo secretario general del PP de Madrid.

Ante eso D. Manuel Cobo y D. Alberto Ruiz Gallardón anunciaron que presentarían su propia candidatura a la dirección del PP de Madrid con D. Manuel Cobo como presidente. No obstante el apoyo de dirigentes del PP madrileño y de la dirección nacional a la candidatura del Sr. Aguirre forzará al Sr. Cobo a retirar la suya.


PÍO GARCÍA ESCUDERO, FORZADO A DEJAR LA PRESIDENCIA DEL PP MADRILEÑO

pio_garcia_escudero D. Pío García Escudero

 

07 Octubre 2004

AGUIRRE GANA, GALLARDON PIERDE

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La duda que ha planeado durante meses sobre la Presidencia del PP de Madrid se ha resuelto definitivamente. La renuncia de Pío García Escudero a presentarse ha dado vía libre a Esperanza Aguirre, que ayer anunció oficialmente su candidatura. Su segura elección acabará con la excepción madrileña dentro del PP, pues era la única comunidad en la que el líder del partido no era el presidente autonómico.

Esta circunstancia tuvo su lógica debido a que el PP ostentaba el Gobierno de la Nación y, aunque Rodrigo Rato era el líder más visible de la organización regional, nunca eso se llegó a plasmar en el cargo. Con Rato en Washington y el partido en la oposición, hubiera sido absurdo que un mero hombre de compromiso como Pío García Escudero, portavoz del Grupo Popular en el Senado, se mantuviera al frente del PP madrileño. Máxime cuando Eduardo Zaplana tuvo que renunciar al liderazgo popular valenciano para dedicarse en exclusiva a su trabajo como portavoz en el Congreso.Para nadie es un secreto además que la presidenta de la comunidad madrileña mantiene una excelente sintonía con Mariano Rajoy.

El empuje y la tenacidad de Esperanza Aguirre han pillado con el pie cambiado a Ruiz-Gallardón, que ha insistido mucho en la necesidad de que García Escudero siguiera en el cargo. Al alcalde, evidentemente, no le hace ninguna gracia este cambio en el PP regional que, por otra parte, ratifica la impresión de que el perdedor del XV Congreso del pasado fin de semana fue el regidor madrileño. Con Aznar o sin él, no logra quitarse de encima su condición de verso suelto del partido.

La sensibilidad de Gallardón no coincide con la de la mayoría del PP. Aunque sí representa a un sector social que a Rajoy le resultará imprescindible si quiere ganar las elecciones generales.El nuevo líder debería tener en cuenta a Gallardón a la hora de tomar las decisiones, por lo que sería lógico que le invitara a participar en el sanedrín donde se delibera sobre la estrategia del partido.

08 Octubre 2004

GALLARDON Y AGUIRRE DEBEN COMPETIR CON RESPONSABILIDAD

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, dio ayer la campanada cuando su número dos, Manuel Cobo, anunció la presentación de su candidatura para la Presidencia del PP regional. Es la primera vez que quien fuera considerado el único dirigente crítico de la era Aznar se decide a dar la batalla por el poder en el seno de la organización del partido. Bien es verdad que lo hace, otra vez, a su manera, sin atreverse a encabezar personalmente una candidatura alternativa a la oficial de Esperanza Aguirre. Gallardón ha optado por tirar la piedra y esconderse en la lista anunciada por el vicealcalde Cobo, su máximo hombre de confianza.

La dirección del PP intentó ayer quitar hierro a la pugna Gallardón versus Aguirre, señalando que es habitual la existencia de varias listas en los congresos regionales y provinciales, aunque por sus protagonistas e ingredientes la pelea madrileña supone, de hecho, una notable convulsión en el seno de un partido que en los últimos quince años convirtió la unidad sin fisuras en su más preciada seña de identidad.

Sin embargo, la existencia de más de una candidatura no debería ser motivo para rasgarse las vestiduras, ya que si de algo adolecen los partidos políticos españoles es de falta de democracia interna, sobre todo cuando están en el poder. Que las bases del partido puedan optar entre distintas alternativas puede y debe servir para vigorizar la organización, siempre que los contendientes compitan en buena lid, prescindan de egolatrías y hagan una campaña seria y limpia para lograr el voto de los compromisarios. En este sentido, son discutibles las declaraciones del ex secretario general del PP, Javier Arenas, en las que asegura que «el bien del partido» pasa por un «acuerdo» entre las dos listas.

Sucede, sin embargo, que los precedentes inmediatos de la batalla de Madrid, así como las declaraciones de los protagonistas y sus adláteres, ayer mismo, evidencian actitudes poco inteligentes o muy agresivas que constituyen un riesgo para la estabilidad del partido y, a la postre, de las instituciones madrileñas gobernadas por el PP.

Si Ruiz-Gallardón se equivoca al no encabezar él mismo la candidatura y al decir que la lista oficial es poco «centrista», la agresividad mostrada por Esperanza Aguirre tampoco casa muy bien con el talante liberal del que presume. La presidenta de la Comunidad acusó desmesuradamente al alcalde de «chantaje» por haberle pedido que Cobo fuera el secretario general de su candidatura.

Al margen de que pueda o no lograrse una lista de integración, que sólo sería posible con el arbitraje de la dirección nacional, Gallardón y Aguirre no deben olvidar nunca que están condenados a entenderse como máximos responsables del Ayuntamiento y la Comunidad. Dos instituciones que no pueden ni deben verse afectadas por una pugna partidaria.

08 Octubre 2004

El integrador

Federico Jiménez Losantos

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Ya de por sí es bastante confuso y a menudo oportunista el término «centro», que curiosamente sólo usa la derecha, como para que además le añadan «integrador», que es lo que hizo Gallardón en su discurso del XV Congreso del PP, que constituyó una forma plúmbea de sepukku, harakiri o eutanasia política. Cuando leí lo del «centro integrador», viniendo de quien siempre presume de estar poco integrado en la política de su propio partido, recordé inevitablemente las fórmulas tradicionales de escisión en la izquierda, sobre todo en tiempos de Franco.

Cuando un grupúsculo de, pongamos, treinta elementos, sufría una escisión de, digamos, doce, los escindidos siempre se ponían un nombre que en vez de reconocer la diferencia pretendía representar la unidad del partido o partidito que acababan de romper. Si antes se llamaban, por ejemplo, Guardia Roja Revolucionaria, se rebautizaban Unidad Revolucionaria Roja. Y si esa Unidad volvía escindirse (cosa frecuentísima, porque escindirse es como rascar, todo es empezar), se bautizaba como Unificación Roja Revolucionaria.Y si todavía eran más de dos y se escindían de nuevo, entonces ya lo remataban como Unión de Guardias Rojos Revolucionarios.No dejaba de ser un homenaje a Lenin, que en la escisión del POSDR (aproximadamente Partido Obrero Social Demócrata Ruso) bautizó a sus bolcheviques como si fueran mencheviques, pretendiendo que su minoría era la mayoría. Si al final le salió bien a Lenin, ¿por qué no iba a salirle bien al camarada Pepe, alias Vladimiro?

Bueno, pues la primera manifestación del «centro integrador» de Gallardón ha consistido en desintegrar al PP de Madrid, apenas una semana después de proclamar tan seráfica doctrina. Primero, se empeñó en sabotear la candidatura a la presidencia de Esperanza Aguirre, único presidente autonómico que no preside el partido de su región, defendiendo que Pío García Escudero era el gran líder del PP en Madrid, al que se debían todas las victorias.Cuando Pío dejó de prestarse al juego del sabotaje, porque constató que el alcalde de Madrid no salía más fuerte sino más desprestigiado del XV Congreso y se quitó heroicamente de en medio, Gallardón trató de imponerle a Aguirre como secretario general o factotum del partido a su vicealcalde Cobo. Y como Esperanza Aguirre no tragó, empujó a Cobo a presentar su candidatura, con el propio Gallardón en la lista pero echando por delante al subalterno, por si las moscas.

Hablar de Cobo como alternativa a Aguirre es como si en la ya histórica pelea de guerristas y felipistas por el control del PSOE Juan Guerra hubiera pretendido ser la alternativa a Felipe González, con Miemmano en su lista. Grotesca pretensión. Pues no lo es menos esta maniobra de tirar la piedra y esconder la mano por parte de Alberto I El Integrador.

09 Octubre 2004

Divorcio en Madrid

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El alcalde de la capital de España, Alberto Ruiz-Gallardón, y la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Aguirre, se separan: irán en listas diferentes en el inminente congreso regional del Partido Popular, a no ser que una mediación de última hora logre una lista de integración. Será una nueva prueba, tras el conflicto surgido en Galicia, y el latente en Valencia, siempre por cuestiones de reparto interno de poder, para el nuevo presidente del PP, Mariano Rajoy, que se enfrenta al reto de demostrar que es capaz de mantener unido al partido en ausencia de un liderazgo fuerte como el que encarnaba Aznar.

Madrid, que en mayo de 2003 parecía destinado a convertirse en el escaparate del PSOE en una España gobernada por el PP, se convirtió, tras la repetición de las elecciones autonómicas y la victoria de Zapatero en marzo pasado, en su inverso: el principal centro de poder, autonómico y municipal, del PP frente al Gobierno socialista de la nación. Tiene 57 escaños en la Asamblea regional y 902 concejales en los municipios de la Comunidad. Cuando se ha perdido el poder principal, el que queda se vuelve escaso y disputado. El encarnizamiento de la crisis entre Aguirre y Ruiz-Gallardón está relacionado con esa escasez relativa: quien controla las listas controla el partido, y las listas las hace la dirección regional, no el alcalde o la presidenta de la Comunidad; de ahí el interés de Aguirre por acabar con la excepcionalidad de que presidencia del partido y de la Comunidad no coincidieran en la misma persona.

Durante 11 años el presidente del PP madrileño ha sido Pío García Escudero. Hace unos días anunció su intención de no repetir, pese a contar con el apoyo de Gallardón. Es posible que ya tuviera pensado dejarlo, pero el empuje de Aguirre adelantando su disposición a optar al cargo ha debido contribuir decisivamente. Su retirada dejaba a la presidenta de la Comunidad como única candidata, y a los de Gallardón, en posición de acreedores, lo que les llevó a reclamar para el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, la secretaría general, segundo cargo en la jerarquía interna. El rechazo de Esperanza Aguirre revela no poca audacia, dado el superior tirón electoral de su oponente, como se ha comprobado las últimas elecciones y corroboran los diversos sondeos.

Desde el entorno de Rajoy se ha dicho que sería mejor una lista integradora, pero que no pasa nada porque haya dos, lo que demostraría la vitalidad interna, el debate de ideas, etcétera. No es malo que haya dos listas, pero ¿qué debate? Una novedad inédita de esta crisis es el carácter descarnado con que las partes han expuesto hasta ahora razones de reparto de poder, sin invocar un solo argumento político.

14 Octubre 2004

EL PARTIDO DE GALLARDÓN

Manuel Martín Ferrand

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MARIANO Rajoy, en un tono más propio de abad conventual que de líder irritado, les ha dicho, sin nombrarles, a Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón que «no den espectáculos poco edificantes». El sermón, como marca la fatalidad del género, le será de gran provecho a los convencidos, porque suele suceder que quienes acuden con regularidad a la misa de las seis o las siete de la mañana sean castos por su propia iniciativa más que por los efectos de las homilías dedicadas al sexto mandamiento. También podría ser que alguno de los aludidos en las prudentes palabras del presidente del PP, o los dos, buscaran precisamente el espectáculo y el ejemplo y, en ese caso las palabras de Rajoy, se las llevará el viento del otoño.

Aguirre y Gallardón son, cada cual en su estilo, dos políticos de fuste. No es necesario alabarles porque ninguno de los dos anda vestido de sayal y con el pelo cubierto de ceniza. Son dos piezas valiosas en el puzle del Partido Popular y ambos, sobrados de facultades, aspiran a más de lo que ya son. Aguirre tiene madera y maneras suficientes para ser, llegado el caso, titular de La Moncloa. Gallardón, también. Ahí está el problema. Por eso es difícil aceptar su estruendoso choque como el fruto de una casualidad. Los malos entendidos se quedan para los pésimos entendedores y, evidentemente, los integrantes de la pareja de la discordia tienen experiencia y capacidad para la sutileza. Ambos tienen máster en gramática parda.

Las ambiciones de Aguirre circulan, respetando las señales y los límites de velocidad, por la vía del PP; pero las de Gallardón podrían haberse desbocado a la vista de la situación, que tampoco es cosa de esperar, en edad y condiciones de merecer, a que corra el escalafón. Entra, pues, en lo posible que el joven alcalde haya decidido cambiar de vía y, puestos a especular, no debe descartarse que sus últimos gestos sean, una de dos, una provocación encaminada a merecer el castigo de la expulsión o las primeras ceremonias en la liturgia de una despedida ya tasada. Como no cabe la hipótesis de que el actual alcalde de Madrid rompa la vara para refugiarse en el Cister, lo oportuno es preguntarse: ¿cuál es el partido político de Gallardón?

Si existen dinamómetros capaces de medir la fuerza motriz de los líderes políticos, Gallardón ya sabrá cuál es y adónde llega su potencial de arrastre. Además de Madrid se observan otros muchos focos en el descontento popular -Valencia, Cataluña, Galicia, Extremadura, Cantabria, Aragón, Andalucía…- y no faltan tampoco voces díscolas en la derecha del PSOE. Hay ambiente para un partido entre los dos grandes y, salvo las efervescencias nacionalistas, monopolistas de la vida política nacional. Es temerario, pero posible, intentar la aventura con vocación de bisagra. Yo no digo que ese sea el proyecto de Ruiz-Gallardón, me limito a señalar que lo parece aunque, en muchas ocasiones, las apariencias resulten engañosas.

15 Octubre 2004

KO técnico

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La retirada del candidato a la presidencia del PP de Madrid que avalaba Ruiz-Gallardón deja a Esperanza Aguirre vía libre para ser elegida en el congreso regional de fines de noviembre. Esa retirada aleja el riesgo de mantener abierta durante mes y medio una crisis que estaba debilitando gravemente al PP de Rajoy. Y supone una advertencia contra posibles tentaciones de abrir crisis similares en otras organizaciones regionales, a punto de celebrar sus congresos. Pero los efectos a largo plazo para el PP de Madrid pueden ser graves. La victoria de la presidenta de la Comunidad sobre el alcalde sólo habría podido evitarla una mediación de Rajoy. Pero para ello habría tenido que contradecir a su secretario general, Acebes, que había avisado de que a Gallardón no le saldría gratis su audacia. La suerte del alcalde estaba echada desde el momento en que Rajoy dijo que si había dos listas, adelante: que gane quien pueda. Porque si alguna duda había sobre quién podía ganar, quedó despejada en la reunión de la Junta Directiva celebrada el miércoles: Aguirre arrasa entre cuadros y afiliados.

Los reproches planteados en esa reunión indican que existía un resentimiento sordo contra el alcalde. Sobre todo se le echó en cara no sudar la camiseta en las agrupaciones locales en los años en que presidió la comunidad; y presentarse como una opción diferenciada (más centrista) respecto al eje del partido. Son reproches característicos de la mentalidad de los afiliados de cualquier formación, que sólo el éxito electoral acalla. El de Gallardón se ha debido precisamente a su imagen de político capaz de obtener votos en sectores que en otras elecciones votan a partidos situados a la izquierda del PP. Pero si siempre ha habido políticos más y menos hábiles para halagar a los militantes, Gallardón es de los menos dotados para eso. Sin el apoyo de Rajoy, carecía de cartas para un órdago.

En el PP de Madrid el líder con más apoyos ha venido siendo Rato. Su alejamiento ha dejado un vacío que no podía llenar Aguirre sola, y menos Gallardon solo. Que hayan sido incapaces de ponerse de acuerdo perjudica políticamente a ambos, aunque refuerce las posiciones internas de la presidenta de la Comunidad. Esperanza Aguirre se comprometió ayer a ser generosa. Suele decirse que la mayor humillación del vencido es la magnanimidad del vencedor. En este caso, sin embargo, ambos se necesitan. Incluso tal vez le habría venido mejor ganar a los puntos que por KO.

El Análisis

SIN DEMOCRACIA INTERNA

JF Lamata

¿Puede haber un congreso en el que dos políticos aspiren a un mismo puesto? Lo saludable sería que sí, para que haya democracia hace falta que haya, como mínimo, dos candidatos. En el PSOE es relativamente habitual, pero en el PP parece que caen truenos con sólo insinuarlo. En toda su historia sólo ha habido un congreso nacional don dos candidatos: el de 1987 (aunque intentó evitarse). Y en los regionales se intenta impedir con todas sus fuerzas. Una pugna en la federación de Madrid, una de las más grandes – 70.000 militantes – entre dos candidatos era algo que un partido tan pretoriano como el PP no iba a permitir. Y de hecho, no lo permitio, el ‘aparato’ respaldó al Sr. Aguirre y Manuel Cobo tuvo que sacar bandera blanca.

J. F. Lamata