17 febrero 2021

Apoyó siempre al Partido Republicano, pero en ocasiones dirigentes de su propia alineación le temieron

Estados Unidos: Muere el comentarista y radio-predicador Rush Limbaugh, símbolo de la derecha mediática norteamericana

Hechos

El 17 de febrero de 2021 falleció Rush Limbaugh.

18 Febrero 2021

ADIÓS A RUSH LIMBAUGH, ‘PADRE’ DE LA PALABRA "FEMINAZI"

Pablo Pardo

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Rush Limbaugh, el padre de la radio conservadora de EEUU, murió ayer a los 70 años de un cáncer de pulmón, posiblemente causado por su intenso tabaquismo, dejando un vacío inmenso en los medios de comunicación en un momento en el que el cambio tecnológico y la controversia acerca de la imparcialidad de los informadores está en el centro del debate público en ese país y en Occidente.

Limbaugh era mucho más que un periodista. Era un fenómeno cultural. A él se debe la popularización de la palabra feminazi. Y, también, era un fenómeno económico. A él se debe, en última instancia, la explosión de la cadena de noticias Fox News, con un aire de tertulia radiofónica, que se ha erigido en la líder de la televisión informativa durante prácticamente toda la presidencia de Donald Trump. «Era una leyenda», dijo ayer el ex presidente a la Fox, en sus primeras declaraciones tras dejar la Casa Blanca.

Su audiencia siempre fue, sin embargo, un misterio. Las afirmaciones del comunicador de 20 o incluso 40 millones de personas conectando con su show parecen claramente exageradas. La revista Tlakers daba una cifra mucho menor hace poco: apenas 15 millones. Pero los números solo cuentan una pequeña parte de la historia. La fidelidad del público de Limbaugh era absoluta. Y su contrato, de dimensiones propias de Messi, así lo demuestra: desde 2009, la radio Sirius XM le pagaba 100 millones de dólares anuales. Solo le ha superado el rey de la porno-radio, Howard Stern, cuyo estilo y maneras se sitúan en las antípodas del de Limbaugh, con la excepción, obviamente, de la capacidad de provocación.

Porque por lo que Limbaugh fue más conocido es por sus controversias. Él era capaz de emitir en antena una canción titulada Barack el Negro Mágico, en referencia al entonces presidente Obama. Él era capaz de decir que el actor Michael J. Fox, estaba «exagerando» los temblores del Parkinson, mientras imitaba en antena los espasmos de la estrella de Hollywood y la acusaba, sin pruebas, de «no tomar su medicación». Él era capaz, durante su breve y fallida aventura televisiva en Fox News en los 90, de decir que «la Casa Blanca tiene una perra nueva» mientras en imagen se presentaba una foto de la hija de los Clinton, Chelsea, que tenía 13 años. Y él era capaz, en 2016, de hacer siempre el mismo juego de palabras entre witch («bruja») y bitch («perra») para referirse a la candidata a la Casa Blanca, Hillary Clinton. Solo Rush podía decir, como hizo el 25 de febrero pasado, que el Covid-19 solo era «como un catarro malo». O sugerir, el 10 de diciembre, que los estados en los que ganó Trump se separaran de EEUU, algo que es ilegal según el Tribunal Supremo.

Con esa actitud, no es de extrañar que otro hombre del mundo del espectáculo y amante de la provocación a perpetuidad como Donald Trump le diera la máxima condecoración de EEUU en tiempo de paz: la Medalla Presidencial de la Libertad. Tampoco sorprende que lo hiciera de la manera más llamativa posible: en mitad del Discurso sobre el Estado de la Unión, celebrado hace exactamente un año y diez días. Limbaugh, que acudió como invitado personal del presidente, recibió en el Congreso el premio de manos de la primera dama, Melania Trump.

Fue la consolidación institucional de un comuni-cador cuya combinación de comentarios, motes pegadizos y ataques ad hominem fue una constante fábrica de controversias en EEUU que creó escuela dentro del país, primero, y que después se exportó a todo el mundo. Pero Limbaugh no solo estable-ció su imperio en las ondas hertzianas por su capacidad de comunicación. Como todos los triunfadores, llegó en el momento adecuado con la idea adecuada y con el colaborador adecuado. Su salto a la fama se produjo en 1988, cuando el empresario Ed McLaughlin ofreció el programa gratis a las emisoras que quisieran aceptarlo. Solo había una condición: que aceptaran cuatro minutos de publicidad por cada hora de programa que la productora de McLaughlin, ABC, vendería a anunciantes de todo el país.

Para las radios, era una ganga. Lo que nadie se esperó fue el increíble boom de audiencia que siguió. En eso, Limbaugh también estuvo apoyado por la tecnología. A finales de los 80, las audiencias de EEUU habían abandonado la AM para pasarse en masa a la FM, por su muy superior calidad de sonido. Las emisiones en AM necesitaban algún tipo de contenido que no requiriera un audio excelente, y ahí es donde el comentarista entró a la perfección. Ya lo decía Marshall McLuhan, que en materia ideológica estaba, también, en una galaxia diferente: «El medio es el mensaje». En esta ocasión, la AM.

Su talento hizo el resto. El resultado: tres décadas de dominio de la radio política. Limbaugh lo resistió todo. Presidentes. Cambios políticos. Una mala salud de hierro, que, como a un Beethoven de la FM, incluye la totalidad de la capacidad auditiva hace 20 años, y, también, un arresto y multa por consumo ilegal de calmantes y ansiolíticos.

Su muerte deja un vacío en el conservadurismo de EEUU. Es un vacío que ya se veía venir. La audiencia de Limbaugh está envejeciendo rápidamente, y el Covid-19 ha hecho que los viajes diarios en coche a la oficina se hayan reducido. El trasvase de El Show de Rush Limbaugh a Internet tuvo éxito, pero menos que en su tradicional medio de la AM. Pero eso no significa que su modelo de periodismo esté en crisis. Gente como Joe Rogan están tomando su testigo en el mundo de los podcast.

Limbaugh ha muerto; su modelo de radio, no.