17 diciembre 1999

Estudiantes independentistas revientan un acto del eurodiputado Aleix Vidal-Quadras en la Universidad de Barcelona

Hechos

El 17 de diciembre de 1999 se produjo el intento de ponencia del Sr. Vidal Quadras en la Universidad de Barcelona.

18 Diciembre 1999

Violentos intolerantes

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL PRESIDENTE del Gobierno, José María Aznar, el ex ministro de Justicia Juan Alberto Belloch y, el pasado jueves, el escritor vasco Jon Juaristi, el eurodiputado Alejo Vidal-Quadras y el catedrático Francesc de Carreras han experimentado en propia carne la violencia intolerante en los campus universitarios catalanes. Una minoría de jóvenes adscritos al independentismo radical boicoteó un acto sobre el nacionalismo en la Universidad de Barcelona, con el mismo o peor estilo que lo hicieron hace una semana en la Autónoma de Bellaterra, o, hace más tiempo, en sucesivas intervenciones de Aznar en Lleida y de nuevo en Bellaterra.Las actuaciones de estos grupúsculos violentos que coartan la libertad de expresión no son un fruto circunstancial o excepcional que no merezca la atención de la opinión pública. Su actuación suele tener el origen en la tolerancia o en la benevolencia con que son tratados por las autoridades académicas o desde sectores nacionalistas mucho más moderados. Quienes han venido negando a un sector de la opinión catalana -en concreto, al Partido Popular o a los componentes del Foro Babel- el derecho al debate sobre el carácter del nacionalismo o sobre las políticas lingüísticas de la Generalitat han alentado a los más jóvenes y menos escrupulosos a que conviertan la teoría en práctica coercitiva.

La opinión pública catalana ha conseguido sacarse de encima los tabúes que dificultaban discutir abierta y libremente sobre la lengua y la identidad. Las últimas elecciones autonómicas son una demostración más de este progreso. Pero es grave que la Universidad, lugar por definición de la libertad y de la universalidad, sea todavía el coto cerrado de las actuaciones de un fascismo incipiente que hay que rechazar y ayudar a yugular antes de que extienda sus tentáculos.

21 Diciembre 1999

La indulgencia peligrosa

Aleix Vidal-Quadras

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A lo largo del último año y medio se han producido episodios violentos en los campus de las universidades catalanas con una frecuencia y unas características que han levantado la lógica alarma social. El ministro portavoz del Gobierno, Josep Piqué, en la Universidad Politécnica de Cataluña, el ex ministro del Interior socialista Juan Alberto Belloch en la Universidad Autónoma de Barcelona y, muy recientemente, el catedrático de la Universidad del País Vasco y ensayista Jon Juaristi, y yo mismo, en la Universidad de Barcelona, hemos sido víctimas de ataques violentos que han impedido en cada uno de estos casos el normal desarrollo de una actividad perfectamente legítima.

El denominador común de los tres bochornosos incidentes ha sido la invitación por parte de la institución universitaria o de alguna asociación de alumnos o profesores de la misma a las personalidades citadas para pronunciar una conferencia seguida de coloquio, y la interrupción de la misma a cargo de grupos de alborotadores agresivos que, mediante gritos, insultos, maltrato físico a los asistentes, lanzamiento de objetos de contundencia creciente -de los huevos a las piedras-, han impedido la realización del acto en cuestión, obligando a sus protagonistas a una retirada precipitada o a la renuncia a entrar en el recinto. En ninguno de los tres casos, las fuerzas de orden público intervinieron para otra cosa que no fuera proteger a los atacados y ayudarles a salir sin excesivo daño. No hubo detenciones, ni respuesta a la agresión, ni tan siquiera sanciones disciplinarias a posteriori impuestas por la respectiva universidad a los estudiantes culpables de los desmanes. Impunidad total, pues, penal y académica.

Pero si preocupante es la impunidad, en la medida que incentiva futuras barbaridades, todavía lo es más la reacción de determinados representantes políticos o altos cargos universitarios ante tales comportamientos inciviles. En este aspecto, el papel jugado por el Decano de la Facultad de Filosofía, Agustín González, y por los Vicerectores Mercedes Marín, Josep Maria Pons y Miquel Martínez, en los tristes acontecimientos de la noche del pasado 16 de diciembre, dista de ser glorioso. ¿Dónde estaba el Decano, máxima autoridad de la Facultad, mientras una horda de salvajes agredía a personas, destrozaba mobiliario e injuriaba a placer en el interior del espacio confiado a su gestión? ¿Dónde estaban los Vicerectores, que aparecieron cuando ya se había apaciguado la batalla, se supone que para evaluar la magnitud del deterioro causado en su valerosa ausencia? ¿Por qué el Vicerector Miquel Martínez dijo en voz alta que las víctimas de la violencia se lo habían buscado?

Y en cuanto al omnímodo President, ¿qué significado hay que dar a sus declaraciones afirmando que la violencia es rechazable, «incluso cuando ha habido una provocación»? ¿En qué concepción ética y política se sitúa la perspectiva de que expresar ideas razonadamente dentro del marco constitucional en una sociedad abierta es una provocación? Al igual que le sucedió cuando, después de intentar el cierre de emisoras de la Cope, sentó la excelsa doctrina de que la libertad de expresión no se aplica a las mentiras, el Gran Ubú ha vuelto a enseñar su peluda oreja totalitaria. Hay ciertas indulgencias con el delincuente que equivalen a la complicidad con el delito.