20 mayo 1979

El sector marxista liderado por Francisco Bustelo, Luis Gómez Llorente y Pablo Castellano gana el congreso

28º Congreso del PSOE – Felipe González abandona liderazgo tras perder su ponencia de abandonar el marxismo frente a la de Bustelo

Hechos

  • El 28º Congreso del PSOE concluyó sin ninguna Comisión Ejecutiva tras renunciar D. Felipe González. En su lugar se estableció una gestora presidida por D. Federico de Carvajal.

Lecturas

En el XXVIII Congreso del Partido Socialista Obrero Español el secretario general D. Felipe González Márquez presentó una propuesta para suprimir el ‘marxismo’ como seña de identidad del PSOE. D. Francisco Bustelo García del Real  intervino en defensa de mantener el marxismo como definición del partido. El resultado de la votación fue claro:

  • A favor del retirar el marxismo – 31%.
  • En contra de retirar el marxismo – 61%.

Ante ese resultado D. Felipe González Márquez renuncia a seguir siendo secretario general del PSOE y ningún otro dirigente presenta candidatura alguna para reemplazarle por lo que el congreso aprueba convocar un congreso extraordinario en seis meses para elegir al nuevo líder. Hasta entonces el PSOE quedará dirigido por una Gestora formada por las siguientes personas:

  • José Federico de Carvajal Pérez (Presidente).
  • Ramón Rubial Cavia.
  • Dña. Carmen García Bloise.
  • Antonio García Durán.
  • José Prat García.

marxismo1

A finales de los setenta, la política española se dará cuenta de que las personas y su imagen están por encima de los dogmatismos. El desencadenante fue la derrota electoral del PSOE ante UCD en las primeras elecciones post-constitucionales, aquella derrota afecto mucho a los dirigentes socialistas, DIARIO16 lo refleja en su portada en la que dice “Felipe no felicitó al ganador Suárez” (en DIARIO16 siempre se refieren al líder del PSOE por su nombre de pila) el día antes de las elecciones, el Sr. Suárez había asegurado que en esas elecciones España se jugaba “el modelo de sociedad” presentando al PSOE como el partido del marxismo revolucionario. Quizá por ello don Felipe González sorprenderá a españoles y a su propio partido en el 28º Congreso del PSOE de mayo de 1979 con una propuesta para suprimir el marxismo de la definición ideológica del partido, al estilo de D. Willy Brandt. La propuesta del Sr. González fue derrotada y el sector marxista  (Sr. Bustelo) impuso su criterio (60% contra 30%).

Ante la autodenominada “derrota moral”, el Sr. González presentó su inmediata renuncia a seguir en la dirección del PSOE, tras él, el Sr. Guerra, jefe del sector más amplio del partido, D. Enrique Múgica y todos los demás miembros de la dirección renuncian a seguir. El PSOE convocaría un nuevo congreso extraordinario para después del verano para resolver la crisis.

Durante esa crisis todos los diarios  nacionales  apoyaron  a  don Felipe y criticaron a los marxistas. En las portadas del ABC, DIARIO16  e incluso EL IMPARCIAL aparecen elogios al dimitido socialista: “Víctima de sus propias convicciones. González forma parte de esa reducida categoría de políticos que anteponen la defensa de las propias convicciones a la ambición del poder por el poder” dijo la portada del ABC, cuyo corresponsal fue don Pedro J. Ramírez.

UNA GESTORA DIRIGIRÁ EL PSOE HASTA EL PRÓXIMO CONGRESO

FedericodeCarvajal D. Federico de Carvajal presidió la Gestora que dirigiría el PSOE durante seis meses hasta la celebración del siguiente congreso del PSOE. La prensa consideró que aquella gestora estaba controlada por D. Alfonso Guerra (nº2 de Felipe González).

12 Abril 1979

Ante el congreso del PSOE

Pablo Castellano

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Un destacadísimo militante del Partido Socialista Obrero Español ha afirmado recientemente que en el próximo Congreso no va a pasar nada. ¿Dotes proféticas o deseos personales?

Lo que es evidente es que si en el próximo Congreso no pasa nada, o, lo que es lo mismo, todo sigue igual, el Congreso será una ocasión perdida, un acto fallido. Un Congreso de un partido obrero no es sólo un acto político importante para la propia organización, sino, además, una antorcha para todo el movimiento obrero. Algunos quieren que sea unshow publicitario, un «éxito de público y crítica», como se suele decir, y, sobre todo, que más que reafirmar el partido, reafirme a algunas de sus numerosas capillas o los coyunturales pactos de reparto del Poder entre ellas. Son diversas filosofías y concepciones del Congreso, de la Organización, del partido obrero, y allá cada uno con la suya, pero sin que nos engañemos ni confundamos.

Y la verdad es que algo debe pasar. Por lo menos, el que se dé un ejemplo de partido mínimamente autocrítico, sin masoquismos ni autopuniciones gratificantes e innecesarias.

Ha de hacerse una autocrítica, por elemental que ésta sea, no sobre el resultado electoral del 1 de marzo y del 3 de abril, ni tan catastrófico el primero y mucho menos triunfal de como ha sido presentado el segundo, sino sobre un importante extremo cual es el deterioro de los hábitos democráticos internos, del que han traído causa la mayoría de las tensiones.

La mayoría de la base, o un importante sector de ésta, ya que es tan difícil cuantificar en la desinformación, más que oponerse al consenso constituyental, a la confidencialidad de determinados trabajos, a los Pactos de la Moncloa y a determinadas posiciones políticas sacadas de la manga de algún ejecutivo, se han sentido lógicamente heridas y agraviadas por el cómo se ha hecho esta acertada o desacertada política, juzgando algunos que con evidente desprecio de la colectividad, en el por sí, y ante sí, más justificado.

La concentración de funciones, la compatibilidad de algunas de dudosa coincidencia cuando se da en el órgano exigidor de responsabilidades la doble cualidad de ser el obligado a prestarlas, la federalización verbal del partido, con hechos y realidades centralizadoras, la unidad socialista puramente formal y a cambio de escaños, la selección y veto de buenos y malos, a efectos de candidaturas parlamentarias y municipales, la censura en el periódico del partido, la posible utilización de comisiones de conflictos con fines de persecución de discrepantes o rebeldes, la carencia de una auténtica política de clase e, incluso, una cierta imagen del compadreo, improvisación, frivolidad, oportunismo electorero, triunfalismo y la posible mistificación de un ideario, son temas que han de abordarse, política y racionalmente porque grave sería que pasara un Congreso para que todo síguiere en la ambigüedad que a algunos favorece y a otros nos llega a producir perplejidad cuando vemos el estado de ánimo latente en algunas manifestaciones de la cúspide y que no nos permite a veces reconocer en ello nuestro partido, y digo nuestro, aunque algún ejecutivo crea que es sólo suyo y que los demás estamos en él porque su amabilidad y comprensión así nos acepta.

Toda reducción del censo de problemas y, en consecuencia, de experiencias, y toda limitación del debate para que no peligren situaciones personales, o para devolver al «Poder» el favor de que nos incluyera en esta u otra lista o no nos marginara, y no nos señalara con el dedo de la proscripción, si se producen, agradarán y congraciarán con éste o con el otro. Pero en este próximo Congreso con quien hay que congraciarse es con el partido, y no con sus no reconocidas tendencias, que no por no ser reconocidas dejan de existir y actuar y, a veces, con la auténtica impudicia y descaro de servir de plataforma a los intocables. A lo mejor del Congreso se sale con la igualdad de trato y hay tendencias para todos o camarillas para ninguno.

Y a lo mejor de este Congreso, con independencia de que los resultados le gusten o no a la prensa burguesa y sus dueños, y se nos aplauda desde la derecha o desde la ultraizquierda, el Partido Socialista Obrero Español sale con la mayor de las coherencias, la de ser eso, un Partido Obrero de, por y para la lucha de la clase obrera que con su simple funcionamiento hace realidad el modelo de sociedad que postula en la libertad, la igualdad, la democracia Y la justicia, porque algunos pensamos que es a través del propio ejemplo del partido como la clase obrera ha de ver realizada esa sociedad sin clases, y esto mal se compagina a veces con actitudes inocultables de oligarquización, burocratización, nepotismo y, sobre todo, el cinismo de autollamarmos una cosa y obrar antitéticamente a ésta.

Un Congreso en el año del centenario de la fundación de un partido que, se quiera o no, es la historia del movimiento obrero español, es algo más que un rito o un trámite para permanecer o ver si se llega a la Dirección. Es fundamentalmente un análisis, una reflexión, una elaboración teórica, una guía para la acción revolucionaria, un paso en el progreso de la emancipación intelectual de la clase-obrera, y quien esto lo desprecie, lo maneje, lo manipule, lo desvirtúe, podrá llamar a los demás antipartido o los adjetivos que quiera, pero él sabrá muy bien que no engaña a nadie y que se está engañando solo, porque es él quien se ha equivocado departido y para esa clase de actitudes carentes de ética, hay ya muy buenos partidos burgueses que le están esperando.

Si el Congreso del PSOE reduce sus altemativas a lo personal, a los equipos, y olvida que lo que de él se espera son serias resoluciones ideológicas, políticas y orgánicas, que reinserten en la lucha obrera con profundidad y seriedad a todos y cada uno de sus militantes, y que lo que menos importa es la constitución personal de los órganos de dirección, cuando el control democrático sobre éstos es tal que no cabe la tentación del personalismo o del dirigismo presidencialista o de capilla, hará un flaco servicio a nuestro partido.

Las estructuras marcan, limitan y potencian la acción del hombre. Los controles democráticos son el mejor antídoto contra las tendencias o tentaciones elitistas y el caciquismo del notable y su clientela. Mientras estas estructuras no se construyan así, el mejor militante, súper respetuoso y cumplidor de la democracia, está expuesto a la extralimitación. Los hábitos se corrigen con normas. No es una cuestión de personas, sino de cerrar el camino, a falta de reglas serias y definidas, a que las lagunas y omisiones prefabricadas por alguien siempre estén prestas a ser rellenadas por interpretaciones personales o interesadas.

Cuando quedan hilos sueltos siempre hay alguien que tira de alguno para hacer su propio ovillo, por lo que lo mejor es dejar los cabos bien atados, y quizá en el terreno de la democracia interna con sólo alcanzar este objetivo, el Congreso adquirirá la transcendencia que de él se espera y evitará el que dentro de dos o tres años haya que volver a examinar ciertos errores y fracasos que los cometen personas, pero que los paga el partido y la clase obrera. Y, en todo caso, es preferible equivocarse con todo el partido a acertar con una camarilla de escogidos. Para eso se hacen los Congresos.

21 Mayo 1979

GRANDEZA DE UN LÍDER

Editorial (Director: Miguel Ángel Aguilar)

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Invocando sus obligaciones con el Partido Socialista, con la sociedad española y con el Estado, y examinadas las convicciones ideológicas, los impulsos éticos y las conveniencias políticas, Felipe González, con temple admirable, ha resuelto que se va, que no presenta su candidatura para el puesto de secretario general en la nueva ejecutiva que el XXVIIII Congreso del PSOE debía haber elegido ayer.

Podría pensarse que Felipe González ha ponderado más sus convicciones – favorables a una definición moderna del partido e incompatibles con la ortodoxia escolástica marxista – que sus responsabilidades y obligaciones con sus compañeros, con los votantes del PSOE y con el país.

Un análisis más riguroso revela, por el contrario, que ha sido precisamente el sentido de la responsabilidad en sus dimensiones más auténticas el que ha primado en la decisión de Felipe González. Su figura se ha incrementado desde ayer con el respeto que no le pueden negar ya ni sus más declarados adversarios. Aquí hacen falta lecciones como ésta. Ya está bien de insistir en que todo puede medirse por el rasero del envilecimiento, que aquí todos apuestan por seguir agazapados en su sillón. Es reconfortante el espectáculo de quien sin descomponer el gesto se lajuega. Y dignificador en un país en el que pretendían hacernos ver que no había lugar más que para el pancismo.

Pero más allá del gesto personal – altivez en la derrota-  que anuncia resolución en la guerra abierta hasta que el congreso extrarordinario sustancie las diferencias ideológicas, hay que destacar que la apuesta  de Felipe tiene un peso histórico de primer orden y concita el agradecimiento y la solidaridad de cuantos queremos para España la racionalidad, la democracia estable.

22 Mayo 1979

TODO ESTÁ CLARO

Editorial (Director: Julio Merino)

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Si bien era extraordinario el carisma de Felipe González, el abismo que le separa de su partido es casi insalvable

Lo veníanos anunciando desde hace muchos meses. Y los sectores más comodones de nuestra sociedad, los sectores más proclives a los sueños y a sus conveniencias, desde la izquierda a la derecha, nos llamaban ‘catastrofistas’. Hoy es una realidad. Las bases del Partido Socialista Obrero Español, más radicalizadas que nunca, han destruido al mito Felipe González y han expuesto, sin engaños y sin caretas, cuáles son los verdaderos propósitos. Hoy el socialismo español comienza a mostrar su verdadero rostro. Cuando el domingo Felipe González, en su improvisado discurso, casi gritaba: ¡Hay que ser más socialistas que marxistas!, no hacía otra cosa que defender una posición puramente personal, como él mismo reconoció después. Pero las bases, pese a la tristeza producida por la renuncia de Felipe González, se aferran a las coordenadas clásicas del socialismo español, que no ha tenido tiempo ni ha querido otra cosa que mantener sus plataformas revolucionarias autogestionarias y ‘marxistas’ (y mañana, España será republicana), quizá sin saber – o a lo mejor, intencionadamente, sabiéndolo – que la única vía socialista hoy en la Europa libre es la socialdemocracia, no el marxismo. Pero, digan lo que digan, hasta en esto, España es diferente. (…)

Si los análisis a que se presta este congreso son muchos y serán tratados en otras páginas de nuestro periódico, una cosa ha quedado clara, y sobre ella queremos nosotros insistir. Que nadie se llame a engaño. Ni siquiera el propio Felipe González. Los marxistas están ahí, a las puertas del poder, para bien o para mal, para satisfacción de unos y temor de otros. Y no sólo los marxistas. A estas horas el auténtico vencedor de la debacle socialista es Santiago Carrillo, el líder del Partido Comunista. Aferrado a Marx, tiene en estos momentos los sacos abiertos para recoger los votos de un partido como el socialista que se debate entre ‘Marx sí, Marx no’. Esas bases radicalizadas del PSOE pueden, en los próximos meses, engrosar los votos comunistas. Los seis meses que ha perdido el PSOE hasta us próximo congreso extraoridnario los ha ganado Santiago Carrillo. Si la ya desparecida ejecutiva del PSOE se había moderado hacia la derecha, como la acusaban el domingo algunos delegados, la verdad es que ahora las bases se han escorado aún más hacia la izquierda.

Felipe González ha jugado fuerte, muy fuerte. De momento, ha perdido la partida. Le quedan seis meses para recuperarse. Ha salido derrotado sin embargo, con toda dignidad. Pero seguramente ha sido el último en enterarse de lo que de verdad quiere su partido. El congreso del PSOE ha puesto de manifiesto que, si bien era extrarodinario el carisma de Felipe González, más acuciantes son los postulados de las bases socialistas. Y, hoy por hoy, el abismo que separa a Felipe de su partido es casi insalvable. No se trata de una diferencia de corrientes, ni de distintas tendencias. Se trata de ser o no ser. De ser marxista o no serlo. Y, o se es socialista con todas las consecuencias, entre ellas la de ser marxista, o se es otra cosa, socialdemócrata o lo que sea. Malos vientos esperan en los próximos meses a los socialistas españoles. Sus líderes, desclificados; las bases, radicalizadas, y a su izquierda el Partido Comunista, ávido de recoger los fracasos de los demás para convertirlos en triunfos propios. ¡Atención, pues al Partido Comunista en los próximos meses, mucha atención….! Y los demás, ¿qué? Pues los demás, es decir, eso que llaman centro y la derecha, pensando en el ‘milagro’.. ¡Como si Dios quisiese hacer milagros todos los días!

22 Mayo 1979

El PSOE abre paréntesis

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Gortázar)

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LA RESOLUCION final del XXVIII Congreso del PSOE, al aplazar hasta un nuevo congreso extraordinario la elección de la comisión ejecutiva, ha transformado la decisión de Felipe González de no presentarse a la reelección en la clave de su victoria y, paradójicamente, de su continuidad. Dada la composición del congreso, sólo una candidatura en la que figurara Felipe González como primer secretario hubiera podido lograr el respaldo de la mayoria de los delegados, y cualquier otra sin su nombre corría el peligro de que una nutrida abstención deteriorara la legitimidad del mandato recibido. Cabría así interpretar la retirada del primer secretario saliente como una maniobra de largo alcance y estudiado diseño. Sin embargo, esa dimensión táctica no anula los contenidos originales de una decisión que ha recordado útilmente a los ciudadanos que la actividad pública no tiene por qué reducirse a la lucha por el poder, sin más cuadro de referencia que el medro personal y el aprovechamiento sin principio de las oportunidades.Felipe González, en su improvisada intervención en la tarde del domingo, demostró que un político puede ser algo más que un profesional del poder que tiene con los hombres la misma relación instrumental y pragmática que con las cosas. Jugó y ganó. Pero su apuesta comportaba serios riesgos y, sobre todo, se hallaba verosímilmente animada por un deseo de coherencia y de respeto a los principios -a los suyos- que es poco usual en nuestro libidinoso panorama público. Sus alusiones a las motivaciones éticas como ultima ratio del compromiso político eran, en el cargado y emocional clima de la sala del congreso, algo más que la racionalización de un movimiento táctico. Porque lo cierto es que la historia no estaba escrita de antemano y que Felipe González no podía dar por descontada la lealtad de todos sus compañeros de la comisión ejecutiva y de los «barones» de las principales delegaciones. Al final, los sectores radicales se quedaron solos, sus amigos políticos se mantuvieron solidarios y no se produjo ese deslizamiento hacia el ganador, y en contra del perdedor, que opera como fulminante -y en España tenemos ejemplos muy recientes- de los grandes cambios políticos. Felipe González ganó. Y si en el editorial del pasado domingo advertíamos sobre la necesidad de su permanencia al frente del partido, hoy cabe añadir que su acto no debe ser tomado como un abandono, sino como una actitud activa de compromiso con su partido y con el país.

En cualquier caso, la resolución de este XXVIII Congreso del PSOE implica más cosas que las que estrictamente pueden pertenecer a la «intimidad» partidaria. Asistimos con la interinidad abierta en el seno del partido de la oposición y segundo del país a un problema que afecta muy seriamente a todo el marco de la política española. Situado el tema en esta dimensión, nadie puede aspirar, ni desde dentro del PSOE, ni desde su periferia ideológica, ni desde la derecha, a obtener réditos de esta crisis. Ni siquiera el propio Felipe González o sus más próximos colaboradores. La tarea abierta por la renuncia de Felipe González a una reelección que tenía ganada de antemano reside en una seria y generosa reflexión sobre el papel que el PSOE ha de jugar ante la sociedad española, con clarificación de las lícitas tendencias que deben existir en todo partido que se reclama democrático, pero sin que el continuo diálogo entre ellas devenga en un guirigay incomprensible.

Al grupo encabezado por el senador Bustelo y a quienes apoyaron su abigarrada y disparatada fórmula ideológica, hay que echar en cara la obsolescencia teórica y la irresponsabilidad política de su planteamiento.

Los tonos y contenidos de sus discursos contienen demasiados retales de la oratoria del primer Lerroux o de Blasco Ibáñez y un exceso de marxismo de manual. Ahora bien, a su favor está que, con razón o sin ella, han planteado a las claras una batalla política; y en su disculpa, que los métodos imperativos de la organización del PSOE han contribuido a llevarles a la exasperación y la crispación.

Pero la voluntad del XXVIII Congreso al definir al PSOE como partido «de clase» (pese al carácter evidentemente interclasista de su militancia y de su electorado) y «marxista» (pese a la obvia imposibilidad de reducir el socialismo como organizacíón política a una de sus corrientes -amplia y contradictoria, de añadidura- teóricas) fue movida también por otros impulsos. No es uno de los menores la consciente y perseverante ambigüedad de una parte de la comisión ejecutiva. Todavía más operativos fueron los deseos de algunos líderes de jugar en el tablero de la ideología una partida que, en realidad, tenía el poder como último botín. A este respecto, pocas dudas caben de que el sector más radical del congreso fue víctima de un gigantesco embarque propiciado desde la comisión ejecutiva, donde el señor Gómez Llorente osciló entre la solidaridad corporativa y la tentación de la secretaría general, y desde otras zonas de autoridad e influencia dentro del propio partido.

El funcionamiento de la comisión gestora y el mantenimiento de las espadas en alto dentro del PSOE en espera del congreso extraordinario no debería agotar los seis meses de plazo concedidos. Una situación de interinidad y provisionalidad en el segundo partido del país no puede mantenerse sin merma del prestigio de la propia organización y sin deterioro de las instituciones democráticas. ¿Qué ocurriría en caso de una grave crisis de Estado por razones nacionales o internacionales? Los socialistas no deben prolongár más allá de lo estrictamente imprescindible lo que será en realidad la continuación del XXVIII Congreso. Parafraseando un eslogan publicitario, digamos que, aunque ellos se lo puedan permitir, ni sus electores, ni la sociedad, ni las instituciones pueden.

20 Mayo 1979

DERROTA DE LA MODERACIÓN EN EL PARTIDO SOCIALISTA

Pedro J. Ramírez

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El balance de esta desgraciada sesión supone un jarro de agua fría para todos los que esperábamos una progresiva adaptación del PSOE a la realidad española

Algo muy grave para el Partido Socialista y para la estabilidad de la democracia en España sucedió ayer en el XXVIII Congreso del PSOE. El Pleno del Congreso rechazó un anemienda contemporizadora en torno a la cuestión del marxismo – posesión de repliegue de la Ejecutiva tras lo ocurrido el día anterior en Comisión – y refrendó así el texto maximalista, radical y maniqueo de la ponencia, demagógicamente defendido por el senador por Madrid, Francisco Bustelo. Varios miembros de la Ejecutiva manifestaron de madrugada la alta probabilidad de que ni Felipe González ni ninguno de los componentes de la actual dirección se presenten hoy a la reelección. (…)

Apenas se hizo el recuento de los votos – 61 por 100 en contra de la enmienda, 31 por 100 a favor – comenzó a circular la especie de que ni Felipe González ni ninguno de los miembros de la Ejecutiva saliente se presentarían a la reelección. Luis Yañez así lo confirmó de forma taxativa a un grupo de periodistas. Por su parte, Enrique Múgica aseguró que él no se presentaría y que pensaba que Felipe González tampoco lo haría. Todas las personas vinculadas de alguna manera a la actual dirección o  a la tendencia mayoritaria dentro del grupo parlamentario mostraban claros síntomas de preocupación en el rostro. ‘Estamos ante una auténtica situación-límite, con la que no contábamos, resumió alguien muy vinculado a Felipe González.

El balance de esta desgraciada sesión supone un jarro de agua fría para todos los que esperábamos una progresiva adaptación del PSOE a la realidad de una sociedad compleja, plural e integrada como la nuestra. Tanto en el orden de la configuración del mapa político de fuerzas en la presencia como en el del propio desarrollo de la democracia española, al amparo de la Constitución, el irresponsable paso dado ayer por los delegados socialistas puede desencadenas consecuencias imprevisible.

La izquierda imperfecta

Francisco Bustelo

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González manifestó que había que arrumbar el marxismo al rincón de los trastos viejos. Muy probablemente se vio influido en esa posición por Miguel Boyer, que entonces gozaba de gran predicamento con Felipe González y no se recataba en manifestar que el marxismo era una ideología decimonónica superada.

Fui elegido delegado de mi agrupación madrileña de Chamberí, fui elegido ponente para presentar y defender en el pleno del congreso el proyecto de resolución redactado por mí, se conservaba la referencia al marxismo. Se produjo el drama inesperado para todos, González se manifestó incompatible con esa resolución, a cuya discusión no había asistido, por cierto. Se sentó a mi lado y me dijo que en el congreso se estaban diciendo y haciendo disparates. Le manifesté mi opinión contraria, se levantó y se fue. Fue la última vez en mi vida que hablé con él de política.

Defendí en el pleno la controvertida resolución y, todavía no sé muy bien por qué, obtuve en mi intervención, no llegó a 15 minutos, un gran éxito. González había dicho a los demás miembros de la dirección – me lo contó Luis Gómez Llorente – que tenía preparada una intervención para acabar conmigo y con mi resolución. Ante la respuesta que suscitó la defensa mía de la ponencia no hizo, sin embargo, uso de la palabra y la resolución política quedó aprobada por amplia mayoría.

En la resolución sobre organización se había cambiado el nombre de primer secretario por el de secretario gneeral, que gustaba más a González.

Se cabó el plazo de la presentación de las candidaturas al a Comisión Ejecutiva, Felipe González renunció a presentarse y los críticos, desorganizados, tampoco lo hicimos. El presidente del congreso José Federico de Carvajal, no sabía muy bien qué hacer.

Me reuní en un rellano de una escalera con Gómez Llorente y Tierno. Yo estaba dispuesto a presentar candidatura, dije que como secretario podía ir cualquiera del os tres. Mientras Gómez Llorente y Tierno eran diputados yo era senador y convenía que el secretario general estuviera en la Cámara Baja. Ambos manifestaron sus dudas. Tierno ajudo razones que no parecían de peso, fue siempre un personaje al que le gustaba sobremanera ser el principal protagonista allí donde estuviera y en aquel polémico congreso no lo era.

Ante tanta negativa y pese a mi opinión contraria, no presentamos ninguna candidatura y el XXVIII Congreso del PSOE se cerró por primera vez en su historia sin la elección de una Comisión Ejeutiva que dirigiera el partido y con la designación de una comisión gestora para que se hiciera provisionalmente cargo de la dirección y convocar a los pocos meses un congreso extraordinario.

El Análisis

DIMISIÓN ÓRDAGO

JF Lamata

Hay dos tipos de dimisiones en política. La dimisión del portazo y ‘ahí os quedáis’, que sería la más habitual. Y la dimisión ‘órdago’, que es una dimisión cual llamamiento para reagrupar tropas y recuperar el poder en una contraofensiva.

D. Felipe González se forjó como gran líder de España en aquel congreso del PSOE que perdió 1979, no quedó claro si lo tenía planificado desde el principio, o fue improvisando, si era marketing, o era en serio, la realidad es que quedó ante toda España como un hombre de Estado, dispuesto ha renunciar al poder por defender la moderación. Un monton de españoles que no se consideraban ‘socialistas’, decidieron que iban a votar a ese ‘felipe’. no en balde en el siguiente congreso, el de su retorno, nació oficialmente ‘el felipismo’.

J. F. Lamata