22 septiembre 1978

José María Cuevas será el secretario de la nueva patronal que pone fin al sistema del franquismo en el que patronal y sindicatos formaban parte de una misma institución

Ferrer Salat funda la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) para que sea el interlocutor de la Patronal

Hechos

En septiembre de 1978 se constituyó la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).

Lecturas

El 23 de septiembre de 1977 se celebra la Asamblea Constituyente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), como interlocutor de los empresarios en las conversaciones con gobierno y sindicatos. El principal fundador de la CEOE es el empresario judío D. Máx Mazin Brodovka, renuncia a ocupar la presidencia. En su lugar es elegido para el puesto por unanimidad el empresario D. Carlos Ferrer Salat, presidente de un grupo de empresas farmacéuticas, Ferrer Internacional, y del Banco de Europa.

  • Presidente de la CEOE – D. Carlos Ferrer Salat.
  • Vicepresidentes de la CEOE – D. Max Mazin, D. Luis Olarra, D. Agustín Rodríguez Sahagún, D. Eduardo de Rojas y D. Miguel Salís.

Asociadas a CEOE se crearán patronales regionales de los empresarios en cada comunidad. En Madrid se crea el 28 de febrero de 1978 la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) cuyo presidente será D. José Antonio Segurado García, vocal en directiva de la CEOE.

SAHAGÚN LIDERARA LA CEPYME, PARA REPRESENTAR A LAS EMPRESAS MÁS PEQUEÑAS

Se constituye la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) liderada por D. Agustín Rodríguez Sahagún.

20 Mayo 1977

La unión del empresariado

Agustín Rodríguez Sahagún

Leer

El empresario español es una de las fuerzas sociales más importantes que existen en nuestro país. Importante no sólo por su número -un millón de empresas con trabajadores por cuenta ajena y más de dos millones de empresarios autónomos-, sino, fundamentalmente, por su dinamismo y por la fuerza creadora que representa su capacidad de iniciativa.Sin embargo, en la práctica hasta la fecha, este grupo social apenas ha hecho valer la importancia de su posición como colectivo. Frente a los que pretenden presentar al empresario español como beneficiario del régimen pasado y al margen de las posiciones privilegiadas que algunos empresarios hayan disfrutado -lo que, por otro lado, ha ocurrido con todos los estamentos de la sociedad en general-, como conjunto se encontró dentro de un marco impuesto como las otras fuerzas sociales y su actuación ha estado largamente condicionada por el exceso de intervencionismo estatal y el sin fin de reglamentaciones, cada vez más complejas y contradictorias, que dificultaron seriamente las posibilidades empresariales en muchos campos y, son hoy, todavía, un decidido obstáculo para la clarificación del sector económico.

Ese mismo dirigismo estatal, traducido en una concepción paternalista de las relaciones laborales falseó la realidad de las mismas y ha impedido el nacirniento y desarrollo de unas organizaciones con suficiente representatividad, que permitieran establecer a través de interldcutores válidos, de los trabajadores y de los empresarios, el diálogo permanente entre ambas partes. Además de la necesidad de disponer de representantes del lado empresarial que promuevan la negociación con los de los trabajadores para encontrar puntos de entendimiento y evitar una confrontación que agudizaría hasta extremos difícilmente reversibles, el grave deterioro de la situación económica que hoy padecemos, se dan otras muchas razones que hacen urgente la existencia de unas organizaciones empresariales fuertes y representativas.

Como ya he escrito en otras ocasiones, largamente sobre ellas, permítaseme hoy hacer un simple recordatorio de las que considero más importantes:

– La defensa de la fecundidad de la libre iniciativa en un modelo democrático, y ello, no sólo por entender que la economía social de mercado ha demostrado sobradamente que es el marco más eficaz para la creación de riqueza y blenestar general del pueblo, sino porque además, la libertad de emprender es fundamental como elemento de equilibrio en una sociedad de libertades, y cuando ella desaparece acaban desapareciendo las demás.

– Evitar el deterioro de la imagen empresarial ante la opinión pública, presentando, adecuadamente, la importancia de la función socio-económica que cumple el empresario.

– Disponer de un portavoz con peso específico suficiente y la independencia necesaria para que se tengan en cuenta los puntos de vista empresariales y sus planteamientos en las medidas a adoptar para resolver las grandes cuestiones socio-económicas. Portavoz que deberá actuar no sólo ante la Administración Pública en todos sus niveles, sino en todo el complejo entramado de las diversas instancias, instituciones y partidos -del Gobierno o la Oposición-, en que se gestan las grandes decisiones.

– Fomentar el espíritu de solidaridad entre las empresas, tratando de dar cada día más cohesión al cuerpo que representan, arbitrando las diferencias que puedan producirse y evitando los posibles antagonismos y división del empresariado.

– Crear unos servicios eficaces de asistencia en todos los campos que sean necesarios -laboral, fiscal, formación, información, etcétera-, y en los diferentes niveles que puedan ser requeridos, con una especialísima atención a los problemas de la pequeña y mediana empresa.

Paralelamente a estas grandes razones que hacen imprescindible y urgente la existencia de las organizaciones empresariales, se dan diversos postulados o principios fundamentales, que parece deben respetarse en las actuaciones que se lleven a cabo. He aquí los que considero más importantes:

a) Permitir la unidad final del empresariado español.

b) Que ese proceso hacia la unidad se realice libre y voluntariamente, desde la base, sin manipulación de ninguna clase.

c) Que las estructuras organizativas tengan en cuenta la diversidad de la problemática empresarial.

d) Que se evite toda situación de vacío que pueda afectar gravemente a los intereses empresariales.

a) La unidad final del empresariado español

Creo que, afortunadamente, cuantos nos movemos en las diversas iniciativas empresariales, tenemos plena conciencia del valor positivo que representa la unidad final de los empresarios. Tal unidad no sólo dará un peso y una operatividad mayor a su actuación, sino que producirá un efecto multiplicador importante en la participación asociativa de los empresarios que se pueden sentir confusos, en otro caso, ante una pluralidad de opciones de caracteres parecidos.

Salvaguardar esta unidad final, supone renunciar previamente a personalismos o a posiciones de privilegio de cualquier tipo que éstas sean: conservación de puestos, situaciones de poder o privilegio individual, sectorial, territorial o de tamaño de empresa. Sería un grave error introducir cualquier elemento de división en el empresariado y so pretexto de los intereses diferenciales que puedan existir provocar o dejar que se produzcan antagonismos en su seno. Por encima y más allá de todos los problemas específicos de las empresas. existe una problemática común que sólo podrá ser debidamente abordada si todos los empresarios estamos unidos.

Pero, sobre todo. preservar la unidad final del empresariado, supone el planteamiento de unas organizaciones estrictamente empresariales, profesionales, independientes no sólo de la Administración Pública y de los Sindicatos de Trabajadores, sino de toda vinculación con partidos políticos concretos o grupos de presión.

Esta independencia no representa una asepsia política general, una especie de indiferencia hacia lo que ocurra en el campo político, pues evidentemente, el apoyo y la defensa de la libre iniciativa es ya una opción que sólo se corresponde con una parte del espectro político, puesto que algunos programas se manifiestan en contra de este sistema. Pero en lo concreto, que todo empresario como ciudadano libre que es, milite o vote al partido de sus preferencias, manteniendo a las organizaciones, como tales, ajenas a todo tipo de vinculación. Lo contrario sería introducir un grave elemento de desunión en el empresariado que, por otro lado, debe organizarse para influir en la política del Gobierno, cualquiera que sea el partido que se encuentre en el Poder.

b) Libertad y voluntariedad

Para ser fecunda esta unidad debe producirse en plena libertad y sobre la base de la voluntariedad de afiliación. Una actuación así implica que la unidad no puede ser impuesta ni manipulada, sino que tiene que ser un proceso que surja desde la base, que camine de abajo hacia arriba, y en el que se fomente la participación de todos, a través de una convocatoria abierta y sin exclusiones en ninguno de sus niveles, y realizada desde fuera de las estructuras del pasado.

En este proceso no basta con el respeto absoluto de tal libertad, sino que así debe aparecer ante todos para evitar la pasividad y el alejamiento engendrados durante los cuarenta años de sindicalismo obligatorio.

c) Organizaciones configuradas en función de la diversa problemática empresarial

Los problemas de la empresa tienen ámbitos y niveles muy diversos. Unos corresponden a las diferentes actividades económicas, otros a los de su emplazamiento geográfico, y los hay que son comunes a todas las empresas. Los planteamientos asociativos deben tener en cuenta la diversidad para responder con eficacia a las necesidades de sus asociados. De otro lado, no se trata de inventar nada nuevo, sino de adaptar a España lo que se ha experimentado ya, con éxito duradero, en otros países del mundo occidental.

Para resolver los problemas específicos que derivan de una actividad económica común, tendrá que haber unas organizaciones sectorialesque pueden plantearse con la más amplia diversidad de niveles territoriales -según las exigencias de eficacia- hasta converger en unas grandes Federaciones Sectoriales Nacionales. Existen, también, circunstancias particulares de un determinado territorio, comunes a las empresas radicadas en el mismo, aunque sean de diversas ramas o sectores. Para atenderles deberán existir unas organizaciones intersectoriales o interprofesionales que agrupen a las empresas de una comarca, provincia o región para afrontar los problemas conjuntos de su ámbito específico.

Finalmente, con la participación de las diversas Federaciones Sectoriales o Profesionales Nacionales y con la de las Organizaciones Territoriales Interprofesionales se debe configurar un órgano nacional que aborde la problemática común. En este orden de ideas, muchos creemos que a nivel nacional, un marco flexible de carácter confederativo, que conjugue el valor positivo de la unidad con el respeto a la autonomía y libertad de acción de las organizaciones que lo componen, es la mejor solución, pero será el propio empresariado, en su día, el que debe libremente decidirlo.

d) Evitar el vacío

Con un empresariado preocupado y absorbido por la supervivencia y superación de la grave crisis económica, por un lado, y con un notable grado de pasividad engendrado hacia los movimientos asociativos por el sindicalismo obligatorio, se corre el grave riesgo en el paso hacia una situación de asociacionismo voluntario de que se produzca una desbandada general y su alejamiento por un largo período de las nuevas organizaciones y la consiguiente merma de peso específico de éstas, salvo que todos los empresarios tomemos conciencia de la situación y sepamos actuar con la urgencia necesaria que evite el vacío en la representación del empresariado, que sería gravemente peligroso.

Esta urgencia supone, además de una acción rápida y eficaz, olvidarse de perfeccionismos que demorarían por mucho tiempo la constitución de unas estructuras capaces de coordinar al empresariado y por esa urgencia, también, aunque lo normal habría sido que cada provincia o región y cada sector profesional se agruparan primero por su cuenta, y, una vez todas las organizaciones territoriales y sectoriales constituidas, se planteara la creación del marco nacional que sea capaz de afrontar los problemas comunes, es preciso actuar en paralelo y, al mismo tiempo, que los empresarios vamos formando nuestras estructuras profesionales e interprofesionales, todas las iniciativas constituídas o en constitución deben participar en la configuración del marco nacional, a través de una convocatoria conjunta. Convocatoria común, hecha desde la libertad y la voluntariedad, y desde fuera de cualquier estructura del pasado, para frontar el futuro con unas organizaciones suficientemente cohesionadas y representativas para jugar el papel dinámico que le corresponde al empresariado, no sólo en la defensa de sus intereses legítimos sino para participar activamente en la construcción de una sociedad cada día más próspera y más humana.

16 Julio 1977

La unidad los empresarios

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

Leer

DESDE HACE diez días se está consumando el nacimiento de una: patronal unitaria en España. Superando algunos personalismos y dificultades, las tres patronales existentes a nivel estatal han estructurado una organización común que: se presiente. trascendental en el futuro socioeconómico; un futuro que sabemos difícil y acaso amargo. En su constución inicial, la Confederación Empresarial Española -denominación elegida- agrupa a cerca de 200.000.empresarios, de los casi tres millones existentes actualmente en el país.El hecho es muy importante, y surge a modo de llamada de atención para las centrales sindicales. Frente a la dispersión sindical, el empresariado tiende a la unidad. No parece, además, que la filosofía constitutiva de la patronal esté inspirada primordialmente por el deseo de, dialogar unitariamente con las fuerzas sindicales, sino, antes bien, por la intención de presentar un frente común ante los rectores de los destinos económicos; esto es, frente al Gobierno en un inmediato futuro. Más que para dirimir las dificultades internas en el ámbito laboral, la patronal tiene un criterio de actuación encaminado a solventar las dificultades -presentes y futuras-, que afectan a largo plazo, el modelo elegido se aproxima mas al patronato francés que a las organizaciones sajonas.

Resulta sintomático que los portavoces de la nueva .Patronal tengan una extracción muy determinada’, procedentes de los. grandes intereses, aunque se esfuercen reiteradamente en manifestar su apoyo a los intereses de la pequeña y mediana empresa -mayoritaria en el país-, quizá porque de ahí debe provenir la afiliación de base. Existe sin embargo, una importante dificultad derivada de los antecedentes de la mayoría de promotores del experimento unitario. Su permanencia y fidelidad al Consejo Nacional de Empresarios y los beneficios recopilados por los sectores prepotentes en la etapa verticalista son causa indudable de prejuicios y recelos entre los pequeños y medianos empresarios, que, por ahora, siguen llevando la peor parte.

Pero además de esta ausencia se detectan otras, acaso menos importantes. La presencia de la empresa pública en el contexto socioeconómico español hace prever una especial incidencia en cualquier movimiento patronal que pretenda consolidar el papel de interlocutor único y válido. Ello no ha sido adecuadamente definido, aunque las transformaciones que son de prever en el gobierno de las empresas de este tipo pudieran acarrear cambios de óptica en éste y otros aspectos. Además, si esta patronal se constituye en defensa del sector privado, no hay que dudar que coexista con el públicor. El diálogo, pues, será tripartito -Gobierno, patronal, sindicatos-, contando con que una de las partes puede ser también el árbitro final.

Cabe también preguntarse el motivo por. el que en un país en el que las empresas- -grandes y pequeñas- se encuentran estrechamente vinculadas, cuando no directamente. dependientes de la banca, se constituye una patronal unitaria al margen de la promovida y consuma da para el sector bancario. Sólo formalmente al margen, claro está.

Con todo, es peligroso excederse en especulaciones cuando. todavía no se conocen los pormenores y el contenido de unos estatutos que, a pesar de ser sometidos a legalización, no han sido dados a conocer.

05 Febrero 1978

La manifestación empresarial

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

Leer

EL MITIN convocado en Madrid, para hoy, por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, entre en las prácticas habituales de las sociedades pluralistas. Las centrales patronales -como las sindicales- juegan un papel prominente en la convivencia de los Estados modernos, y nada hay de objetable por eso en que la Conferencia Empresarial Española promueva campañas y organice asambleas para hacerse presente en la vida pública española. Pero cara a la concentración de hoy se debe exigir a sus organizadores que no pasen las fronteras del juego establecido ni se entreguen en manos del catastrofismo de que hicieron gala sus colegas de Barcelona y Valencia en ocasiones semejantes. ¿Qué dirían las fuerzas conservadoras del país si una o varias centrales sindicales convocaran mítines con consignas desorientadoras y tonos caóticos? La demagogia, desgraciadamente, es una hierba que se da en todos los huertos.Cualquier examen retrospectivo de nuestro inmediato pasado pone de relieve la deuda contraída por nuestro país con un importante grupo de empresarios dinámicos, competenes y audaces, que han contribuido decisivamente a modernizar nuestras estructuras productivas y comerciales. Pero también es verdad que no todos los empresarios se acomodan al tipo ideal de capitán de industria innovador y capaz que describió Schumpeter.

Bajo el antiguo régimen otro sector de la patronal gozó de manera inmerecida de los privilegios y favores del poder, y no siempre esas deferencias fueron gratuitas. En la etapa de semiautarquía, la concesión graciosa de licencias de importación o de cambios preferentes de divisas enriqueció a sectores o a empresarios individuales de manera, a veces, arbitraria. En la inmediata posguerra, las fuerzas de orden público ayudaron a que la baja capacidad adquisitiva de los trabajadores no se expresara en forma de revueltas y motines. Las huelgas fueron, durante casi cuarenta años, un grave delito, perseguible por la policía, sancionable por los tribunales y, en cualquier circunstancia, causa justificada de despido. A decir verdad, e irrazonablemente, casi la única. Los sindicatos verticales orientaron su labor asistencial en la misma línea que el nazismo alemán y el fascismo europeo; lo que significó la inexistencia. de cajas de resistencia (por lo demás inútiles, puesto que la huelga era ilegal) y la dependencia directa del aparato burocrático del Movimiento. Por lo demás, España ha sido en esas épocas un paraíso fiscal y un infierno contable: las inspecciones y la fijación de los tipos se hacían siempre sobre el supuesto sobreentendido de las dobles contabilidades.

Ahora han llegado las vacas flacas. La coyuntura exterior es adversa. Las huelgas son legales y se ha radicalizado la contestación en un reflujo histórico explicable. Los sindicatos comienzan a reconstruirse. La liberalización del comercio exterior eliminó, hace ya años la fuente de privilegios de las licencias de importación y los cambios preferenciales. La reforma fiscal en curso va a tratar de disminuir la amplísima brecha que existe entre los sistemas tributarios de las sociedades industriales avanzadas y el nuestro. Pero nada de lo que está sucediendo en nuestro país constituye una amenaza visible al sistema de libre empresa, y en la actual crisis económica todos están colaborando: los pactos de la Moncloa significan para muchos trabajadores una congelación de sus salarios reales.

La política puesta en práctica por el señor Fuentes Quintana y sus colaboradores está orientada a frenar la inflación y mejorar nuestra balanza exterior, dos condiciones básicas para la supervivencia de nuestras empresas. Son tiempos duros, pero lo son para todos. Las quiebras y suspensiones de pagos, que es preciso evitar al máximo, no son consecuencia de la enemiga del Gobierno hacia las empresas que las padecen, sino el resultado de una situación heredada, no siempre acorde con las leyes del mercado.

Por eso, una concentración masiva como la de hoy debe transcurrir por cauces que no se confundan con una provocación a la izquierda. Los empresarios se encuentran con problemas básicos e importantes, que es preciso la sociedad les ayude a solucionar. La escasa productividad registrable, las tensiones de liquidez por culpa de una excesivamente rígida política monetaria y la indefinición del futuro en algunos temas, como el impuesto sobre sociedades, no ayudan, como es lógico, a reactivar la situación. El paro -ayer lo diría el ministro de Hacienda, en Málaga- es el gran problema hoy de nuestra economía. Y no habrá reducción del paro si no se estimula la inversión. Por último, las reclamaciones, en gran parte justificadas, que el mundo empresarial hace sobre unas leyes que permitan el despido causal y la clarificación de las relaciones laborales pueden y deben abordarse en un clima de negociación, sabiendo de antemano que no son el remedio de todos los males.

Finalmente, cabe hacerse dos preguntas. La primera, a dónde conducen actos como el de hoy. No es concebible una movilización así si no se persigue un objetivo político, y ese objetivo no ha sido declarado. La principal víctima de la manifestación empresarial parece ser el Gobierno, pero éste no es un Gobierno de derechas y no es lógico que su base sociológica y electoral ayude alegremente a tumbarlo. La segunda pregunta es esta, precisamente: ¿qué clase de demagogia verbalista ha practicado el Gabinete para enajenarse de tal modo a su principal clientela política? La gobernación del señor Suárez no es, ni de lejos, de centro izquierda, diga lo que quiera el presidente. La reforma económica, con sus errores y aciertos, no ha lesionado ni una sola de las piezas claves de la estructura capitalista de nuestro Estado. Bien es verdad que los empresarios, como el resto de los ciudadanos, se encuentran ante una situación nueva en las relaciones políticas y económicas, que es preciso asumir y que no siempre resulta fácil. ¿Pero qué secretos de incompetencia tiene este Gobierno para no habérselo sabido explicar y qué absurda complacencia practican sus ministros cuando no protestan ante las acusaciones empresariales de que se están haciendo concesiones innecesarias a la izquierda? La izquierda no le va a agradecer nada de esto, que se sepa, al señor Suárez el día de mañana, y reclamará las rentas que le correspondan de los frutos de la austeridad. Los empresarios, entonces, deberían saber -y decirlo- qué Gobierno quieren antes de criticar tan radicalmente el que ahora existe. Y asumir la realidad de que el que le sucediera no haría cosas muy diferentes en el terreno económico.