8 octubre 1986

Dudú ha jugado a intentar liderar a los musulmanes de Melilla pese a carecer de suficiente respaldo electoral que lo justifique

Fiasco con el nombramiento de Aomar Mohamed Dudú [Duddú] como asesor del ministerio del Interior: Dimite tras descubrirse que actuaba de acuerdo con Marruecos

Hechos

  • El 1.09.1986 D. Aomar Mohamed Dudú aceptó el cargo de asesor del ministerio del Interior.
  • El 8.10.1986 D. Aomar Mohamed Dudú abandonó el cargo y huyó a Marruecos.

Lecturas

El 1.09.1986 D. Aomar Mohamed Dudú, autoproclamado líder musulmán en Melilla fue nombrado por el Gobierno de D. Felipe González ‘asesor’ del ministerio del Interior para desarrollar programas en favor de los colectivos musulmanes en España. El Sr. Dudú, tras ser expulsado del PSOE, fundó su partido, el Partido de los Demócratas de Melilla, que no se presenta a elecciones.

El nombramiento del Sr. Dudú evidencia un cambio de estrategia del Gobierno del PSOE en Melilla que tuvo su primer paso en el cese de D. Andrés Moreno Aguilar (enemigo del Sr. Dudú), reemplazado por D. Manuel Céspedes.

El periódico MELILLA HOY se posicionó a favor del Sr. Duddú durante todo aquel episodio.

21 Mayo 1986

Colectivo musulmán

Aomar Mohamed Duddu

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El diario EL PAIS ha sido y es un periódico que se ha destacado por la defensa de los derechos humanos de nuestro colectivo; pero la información publicada en su periódico el día 13 de mayo y firmada por Avelino Gutiérrez difiere, en cierto sentido, con la línea de su diario.En primer lugar, Avelino Gutiérrez no estuvo en la asamblea del colectivo musulmán a la que hace referencia en su información.

No dije en ningún momento de la asamblea que estuviera en contra de que una persona de religión hebrea presidiera la Asamblea de la Cruz Roja en Melilla, ni califiqué a León Levy como sionista, sino que él mismo se había calificado públicamente de esa manera al enviar un escrito al periódico El Telegrama de Melilla, ya desaparecido, defendiendo la postura de Israel sobre las matanzas de Sabra y Chatila.

Sí dije que nos extrañaba que una organización humanitaria como la Cruz Roja la presidiera en Melilla una persona significada políticamente con el sionismo.

Asimismo dije que pensaba proponer a Leocadio Marín, presidente de Cruz Roja Española, que la vicepresidencia, y no la presidencia, como se dice en la información, la ocupara en Melilla un musulmán.

El último párrafo de la información suministrada por Avelino Gutiérrez es especialmente significativo y muestra un mensaje subliminal -racista. Dicho párrafo, que transcribo, dice lo siguiente: «En el mismo acto pidió a los musulmanes que se ayuden unos a otros para evitar que el que no tenga medios materiales deba robar para subsistir».

Los musulmanes de Melilla están teniendo una actitud ejemplar en cuanto a responsabdidad y con ciencia. de su situación, y en ningún momento ha sido ni será preciso que yo haga manifestaciones de ese tipo.

Finalmente quisiera aclarar que efectivamente hablé de la posibilidad de abandonar las negociaciones, pero no como amenaza, sino haciendo referencia a que si el Gobierno no cumplía los compromisos adquiridos con nuestro colectivo no tendría sentido seguir manteniendo unos contactos que no se plasmaban en hechos concretos.

23 Agosto 1986

Convivencia en Melilla

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA REUNIÓN celebrada ayer en la sede del Ministerio del Interior entre altos cargos de dicho departamento, el delegado del Gobierno en Melilla y varios representantes de los partidos políticos con presencia en la ciudad parece abrir, por primera vez en bastantes meses, perspectivas moderadamente alentadoras sobre la posibilidad de detener el creciente deterioro de la convivencia entre las dos comunidades, cristiana y musulmana, en dicho enclave español en territorio norteafricano. Sólo moderadamente, porque el principal fruto de la reunión de ayer, la propuesta de crear una comisión mixta, con representantes de ambas comunidades, que en adelante discuta con la Administración los problemas planteados, fue en principio rechazado por el principal líder del sector musulmán de la población, Aomar Mohamedi Dudú.La aplicación de la llamada ley de extranjería, promulgada en julio de 1985, provocó la justificada protesta de los melillenses de origen marroquí, a quienes se obligaba a reconocer, bajo amenaza de expulsión y contra su voluntad íntima, su condición de no españoles. De los 72.000 habitantes con que cuenta Melilla, unos 27.000 son musulmanes, pero de ellos apenas 7.000 cuentan con nacionalidad española oficialmente reconocida.

La falta de realismo de las autoridades frente a las protestas de esos 20.000 ciudadanos a los que se condenaba a la inseguridad jurídica a perpetuidad provocó una radicalización del colectivo musulmán que, a su vez, dio origen a reacciones violentamente racistas por parte de sectores de la comunidad cristiana. La situación de la ciudad, rodeada por territorios de un Estado que periódicamente reclama la soberanía sobre la misma, contribuyó a exacerbar las emociones de ambas comunidades. La reciente detención de Juan Díez, dirigente del Partido Nacionalista Español de Melilla, acusado de preparar un atentado terrorista contra la sede de la delegación del Gobierno en la ciudad, demuestra hasta qué punto se ha deteriorado la situación.

El cruce de presiones contrapuestas ha llevado al Gobierno a alternar decisiones contradictorias buscando en cada ocasión calmar a quienes más fuerte habían gritado la víspera, brillando por su ausencia una auténtica política de Estado sobre un problema cuyas potenciales implicaciones internacionales son evidentes. El pasado mes de febrero, representantes del Ministerio del Interior y de la comunidad musulmana llegaron a un principio de acuerdo sobre la elaboración de un censo de residentes sin nacionalidad española reconocida, como paso para la tramitación, de acuerdo con criterios de arraigo, de la nacionalización de quienes lo deseasen. Ello paralizaba en principio la aplicación de las previsiones de la ley de extranjería, incluyendo las que permiten la expulsión fulminante de los extranjeros que no hayan regularizado su situación como tales.

La concienciación que sobre otros aspectos de su marginación social produjo entre los melillenses de origen marroquí el conflicto suscitado por la ley de extranjería se tradujo en iniciativas como la convocatoria de unas elecciones paralelas a las del pasado 22 de junio -en las que participaron unos 11.000 musulmanes-, sentando así un inquietante precedente en la medida en que venía a plantear con crudeza la escisión entre ambas comunidades y la potencial tendencia a contraponer dos legitimidades diferentes.

El argumento de Dudú para rechazar los acuerdos alcanzados ayer es que los derechos de los ciudadanos musulmanes de Melilla deben ser discutidos exclusivamente por ellos mismos, negando representatividad a tal fin a los interlocutores desplazados a Madrid, y virtualidad a la propuesta de constituir una comisión mixta. Aunque pudieran existir motivos para la desconfianza del dirigente musulmán y sus seguidores, nada justifica su rechazo frontal de la única vía que en las actuales circunstancias puede detener el deterioro de la situación: la de la institucionalización de un cauce de diálogo permanente que garantice, en los términos expresados en los acuerdos de febrero, «la plena integración en la sociedad española de los residentes musulmanes en el territorio nacional». Si se ponen obstáculos a esta vía de entendimiento, entonces es que se está hablando de otra cosa bien diferente.

11 Septiembre 1986

Dudú estrena despacho en Madrid

Carlos Yárnoz

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«El despacho es grande, muy grande», repetía con una sonrisita de satisfacción. «Voy a tener una secretaria y un sociólogo». Aomar Mohamedi Dudú, el dirigente musulmán de Melilla, estrenó ayer su cargo de asesor de Interior para temas musulmanes. Para él fue un «hecho histórico». El primer musulmán con un alto cargo en la Administración estaba atónito observando el amplio despacho, de unos 50 metros cuadrados, que ayer mismo era acondicionado por operarios. Su oficina de economista en Melilla no alcanza los nueve metros….

07 Octubre 1986

¿Dónde está Duddú?

MELILLA HOY (Editor: Enrique Bohorquez)

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El misterio es consustancial con el liderazgo carismático, y eso es algo que el que llega a alcanzar un cierto grado de atractivo de cara a las masas comprende, previo razonamiento o previa intuición.

Ese parece ser el camino elegido por Aomar Mohamed Duddú, el de rodear sus actuaciones de un elevado  grado de inconcreción y de un cierto hálito de misterio, amén de una gran dosis de improvisación. En este sentido, dentro de este tipo de actuación, se puede enmarcar su actual paradero, las razones por las que Duddú está en Marruecos, la inconcreción sobre su vuelta, el desconocimiento sobre su misión.

Al estilo de la antigua serie de televisión cuyo personaje central era Marco, siempre a la búsqueda de su mamá, Duddú corrió la voz de que iba a Marruecos (una vez que se supo que iba a ese país) a ver a un familiar (su abuela) que se encontraba en grave estado. Ayer por la noche todo su entorno cercano desconocía su paradero, sus intenciones y sus misiones. Incluso se detectaba, o se filtraba, una determinada preocupación de su familia por su paradero.

Las incógnitas que plantean este viaje y esa misión en Marruecos de Duddú, se prestan a todo tipo de elucubraciones. Para muchos funcionarios, es una situación envidiable la que tiene el lider musulmán, sin estar sujeto a horarios, restricciones de viajes, ni de gastos. Para otros, la actual preocupación sobre su paradero entronca con la vieja tesis (poco extendida) de que los movimientos reivindicativos de la nacionalidad española por parte de la inmensa mayoría de los musulmanes de Melilla, liderados por Aomar, han sido el peor favor, el mayor contratiempo que la política oficial marroquí haya podido sufrir en su afán de reivindicar Ceuta y Melilla en los fotos internacionales. El espectáculo de varios miles de musulmanes manifestándose a favor de la obtención de la nacionalidad española fue, muy probablemente, lo peor que podía esperar el gobierno marroquí, y el principal culpable de dicho espectáculo fue Aomar Mohamed Duddú.

De ahí, quizá su preocupación por su seguridad, su insistencia en tener escolta incluso en Madrid. De ahí, probablemente, la preocupación que a nivel familiar (e incluso policial español) plantos su actual paradero desconocido, efectos misteriosos de atracción aparte.

10 Noviembre 1986

Errores en Melilla

ABC (Director: Luis María Anson)

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Roma no pagaba traidores, pero hay Gobiernos que son capaces de ponerles incluso un sueldo, un coche oficial, escoltas y billetes de avión para que vayan a Rabat e informen por dónde puede ser más vulnerable la defensa de Melilla. El tal Aomar Dudu, que se vino de la capital jerifiana con una fórmula para que Melilla salga gradualmente de la soberanía española, es en sí mismo un personaje menor, con responsabilidades que corresponden a su propia entidad de marmitón en la gran política rabatí.

Lo sucedido en Melilla este último fin de semana es algo tan inaceptable para los españoles como producto de la acumulación de torpezas por parte del actual Gobierno. A los errores cometidos en la cuestión de Gibraltar, con la entrega de las bazas que se tenían, se han sumado después otros en la cuestión de Melilla; algunos incuestionablemente garrafales: el fichaje de ese Duddu como asesor del Gobierno español. Advertido esto, debe señalarse también que de seguir por este camino se habrán consolidado las condiciones para que Gibraltar no se reintegre nunca en la soberanía española y para que Melilla parezca un cerco sin precedentes.

El Sr. Dudu pudo hablar de Melilla como una doble puerta entre España y Marruecos, a la vuelta de su sonada visita a la capital alauí. Bajo la apariencia de agente doble, como la cancela de la alegoría, era realmente un simple agente del Rey Hassan. Pero lo más preocupante no es esto. Lo que inquieta es el conjunto de condiciones en que se ha producido la traición de Dudu y lo ocurrido en Melilla, el pasado fin de semana, bajo la inspiración de ese y de otros agentes marroquíes.

Sobre la españolidad de Melilla existe un consenso político internacional resumible en el hecho de que no aparece contencioso alguno en la agenda del Comité de Descolonización de ls Naciones Unidas, pese a los tanteos, las presiones y los amagos de la afinadísima diplomacia marroquí. Por eso también ha buscado Rabat otras vías de penetración y ascenso, aunque en Rabat no se cansaran de repetir, cuando España entregó el Sahara bajo condiciones que aún no han sido cumplidas, que se habían acabado para siempre las disputas territoriales entre los dos Estados y que España y Marruecos entraban en una era histórica de entendimientos irreversibles.

La consigna rabatí sobre Melilla es eso de la doble condición, doble nacionalidad y doble puerta. Sería  Melilla, de tal suerte, algo así como el primer eslabón en el enlace fijo por el que suspira en Rabat el rey moro. Practicado el acceso por la nacionalización en masa de los musulmanes melillenses, a resultas de una ley de Extranjería mal hecha, y por el juego de la libertad religiosa dentro de los términos qie establece la Constitución, la diplomacia marroquí despliega una acción disolvente que el Gobierno socialista no supo captar en el primer momento.

Y que no tenga dudas nuestro torpe, débil, inexperto Gobierno. Sólo existe un sistema para que Melilla continúe siendo lo que es: española, y ese sistema es disponer de una fuerza militar superior a la de Marruecos. Estos socialistas tan listos que nos gobiernan parecen creer que las componendas, las concesiones, las sonrisas y los halagos sirven de algo con los moros. Se equivocan de medio a medio. Sólo sirve la fuerza. Y eso se sabe bien en nuestra nación – tan bien como lo sabe hoy Israel – desde el siglo noveno.

11 Noviembre 1986

La demagogia y el avestruz

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA DIMISIÓN como asesor del Ministerio del Interior del líder de la comunidad musulmana de Melilla, Aomar Mohamedi Dudú, en una asamblea celebrada el pasado sábado admite una lectura anecdótica, hecha de obviedades, como la intentada por el delegado gubernamental, Manuel Céspedes. Pero también una lectura que considere los episodios del sábado síntomas de una situación de creciente degradación política y social. No resulta dificil, en efecto, ironizar sobre la inmadurez manifestada por la mayoría de los 2.000 asistentes a la asamblea, sobre la demagogia utilizada por Dudú, sobre el deliberado confusionismo que presidió la toma de decisiones e incluso sobre la figura un tanto patética del propio líder musulmán a sueldo de la Administración española. Pero todo ello constituye, a su vez, el reflejo cabal de la realidad de una colectividad cuya marginalidad propicia la receptividad ante mensajes embarullados.El aprendiz de brujo que tuvo la genial idea de poner a Dudú a sueldo, en la esperanza de neutralizar así la contestación que confusamente se elevaba desde la colectividad musulmana de la ciudad (27.000 personas sobre una población total de 72.000), estaba jugando con fuego. Nunca se explicaron bien las razones de tal decisión, pero la sorpresa se tornó en desconfianza cuando apenas tomar posesión, e incluso antes de hacerlo oficialmente, Dudú comenzó a amenazar con dimitir con los más diversos motivos, justificados unos, incomprensibles otros. Su todavía no plenamente aclarada visita a la capital marroquí, y especialmente las contradictorias explicaciones que de ella fueron dadas por el interesado, de una parte, y la Administración española, de otra, aumentaron razonablemente la desconfianza. Ahora parece claro que la estrategia del líder musulmán consistía en provocar las condiciones que le permitieran abandonar el puesto con ruido y retornar a casa con un liderazgo afianzado en el argumento de que el diálogo con Madrid se había demostrado imposible. La radicalización con que ahora amenaza el líder musulmán es el fruto envenenado de la improvisación con que se procedió.

Esa estrategia se ha visto favorecida, a su vez, por la ausencia de una auténtica política de Estado respecto a Ceuta y Melilla. La falta de perspectiva histórica del Gobierno español sobre una cuestión cuya dimensión internacional es evidente ha determinado que los problemas de fondo hayan sido sistemáticamente aplazados, buscando contentar a quien más fuerte había gritado la víspera.

Los sectores ultranacionalistas que se movilizaron contra las moderadas medidas decididas por el Gobierno para favorecer la integración de los 20.000 melillenses musulmanes a los que no se reconocía la nacionalidad española forzaron el cese del anterior delegado del Gobierno y su sustitución por Manuel Céspedes, un funcionario policial natural de Melilla y de la plena confianza del presidente del Gobierno, pero cuya experiencia política, más bien nula, no parece a la altura de la tarea encomendada.

Así, la demagogia gestual de Dudú ha podido apoyarse en realidades como el regreso de los policías cuya neutralidad fue puesta en cuestión a raíz de los incidentes de la pasada primavera o, sobre todo, en la parsimonia con que se está procediendo a la entrega de los documentos acreditativos de la nacionalidad española a los musulmanes: 418 en lo que va de año, frente a casi 20.000 que carecen de ella.

La torpeza con que, en la segunda mitad de 1985, pretendió aplicarse la llamada ley de extranjería sacó a la luz realidades que la fascinación por el eufemismo había tratado de ocultar. Desde entonces, las medidas de la Administración, incluso las más prudentes y oportunas, se han caracterizado por producirse siempre a remolque de los acontecimientos. Tal vez la situación creada por la espantada de Dudú dé ocasión a nuestros gobernantes de rectificar esa táctica del avestruz, adelantándose por una vez a los acontecimientos. La recomposición de un clima de diálogo entre las dos comunidades, primer objetivo del momento, pasa por el reconocimiento explícito de su derecho a la nacionalidad española de los melillenses de origen marroquí. Sin ello, existe el peligro de que se consolide una guerra de comunidades que sólo a intereses ajenos a los habitantes de la ciudad habría de beneficiar.

20 Noviembre 1986

Más vale tarde..

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA DECISIÓN de dotar a los musulmanes de Ceuta y Melilla de un documento nacional de identidad provisional por el tiempo de un año, mientras tramitan la adquisición de la nacionalidad española, puede ser indicio de que, finalmente, la Administración española parece decidida a actuar sobre los acontecimientos.Si ello es realmente así habrá que felicitarse, aunque la tarea se revele dificil tras las torpezas cometidas en el pasado. Pero ya dice el refrán que más ‘ vale tarde que nunca. Ahora, la iniciativa de la Administración española se encuentra frente a un Aornar Mohamedi Dudú reforzado en su liderazgo entre los musulmanes tras su dimisión como asesor del Ministerio del Interior. El vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, no ha podido menos de ironizar sobre quien tuvo la «brillante idea» -ha dicho- de colocar con sueldo administrativo a este líder musulmán ambiguo y escurridizo. Esta brillante idea, que nosotros sepamos, se le ha debido ocurrir a Felipe González, que preside el Consejo de Ministros, o a José Barrionuevo, de nombramiento directo de Felipe González.

En las circunstancias actuales, la Administración se ve obligada a encontrar un nuevo interlocutor válido entre los musulmanes tras considerar que, con sus piruetas, el propio Dudú se ha invalidado como interlocutor. Búsqueda que se hace más ardua y arriesgada porque, aunque la nueva elección fuera acertada -y no digamos si no lo fuera-, existe ya el peligro de radicalización del colectivo musulmán bajo el liderazgo de un Dudú marginado y enardecido. En cualquier caso, al interlocutor han de designarle los propios musulmanes, y si éstos optan definitivamente por Dudú, lo mejor sería no agredirle más desde el Gobierno.

La atención en Melilla se ha concentrado en una especie de pulso personal entre el delegado del Gobierno, Manuel Céspedes, y el propio Dudú. La manifestación convocada por los musulmanes m elillenses para el próximo sábado puede convertirse en un plebiscito a favor de Dudú y en contra de la posible designación de otro portavoz que los represente ante el Gobierno. En esta tesitura, a la Administración sólo le queda una salida: poner en marcha una política de igualdad constitucional, que cobije a todos los habitantes de Ceuta y Melilla, sean éstos católicos, musulmanes, judíos o protestantes. Las medidas ahora anunciadas de dotar de un DNI provisional a los que estén tramitando la adquisición de la nacionalidad española o de un documento de residencia renovable cada 10 años para los que no deseen dicha nacionalidad pueden ser el comienzo de esta política. Pero con eso no llegará el final del problema. Ceuta y Melilla merecen un debate abierto, político e institucionál en nuestro Parlamento, unas negociaciones con Marruecos que garanticen el futuro de ambas plazas y un tratarniento económico inteligente. Para que eso se haga como es debido hace falta pacificar el ambiente de ambas ciudades. Y sólo habrá paz si se acaba con cualquier discriminación.