24 noviembre 2000

La periodista de la Cadena SER se saltó el texto consensuado por PP y PSOE para expresar su opinión personal delante de todos en la manifestación de repulsa al terrorismo

Gemma Nierga aprovecha el acto de condena al asesinato de Ernest Lluch para pedir al Gobierno Aznar diálogo con ETA: «Dialoguen, él lo hubiera hecho»

Hechos

  • El 23.11.2000 se celebró una manifestación convocada por los principales partidos políticos para condenar el asesinato de D. Ernest Lluch en la que tomó la palabra la periodista Dña. Gemma Nierga.

Lecturas

MALA ACOGIDA DE LOS POLÍTICOS A AQUELLAS PALABRAS

Ante_Nierga_2000

Pujol: «¡Esto no estaba en el papel!» (hacia Aznar).

Aznar: «¡Esto no estaba escrito!» (mirando a Zapatero)

Pujol: «¡No!»

El presidente de la Generalitat se vuelve a su derecha, hacia el alcalde de Barcelona, Joan Clos, y dice: «¿Sabías algo?». Clos niega con la cabeza. Ése fue el diálogo de la primera fila de la manifestación, después de que la periodista Gemma Nierga pronunciara las siguientes palabras: «Estoy convencida de que Ernest [Lluch], hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen por favor»

24 Noviembre 2000

Lamentable manipulación de un acto unitario contra ETA

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No hay ningún precedente en las cientos, miles de manifestaciones contra el terrorismo que han tenido lugar en los últimos años por toda la geografía nacional de una manipulación tan descarada como la que ocurrió ayer en Barcelona, en el acto convocado por todas las fuerzas políticas para recordar la figura de Ernest Lluch y protestar contra ETA.

Todo transcurrió anoche con perfecta normalidad hasta la lectura del comunicado consensuado, que fue leído por la periodista de la cadena SER, Gemma Nierga. Al final del texto pactado, Nierga habló a los asistentes sin aclarar que lo hacía a título personal y fuera de lo convenido por los promotores de la convocatoria. La periodista afirmó que Lluch no hubiera dudado en dialogar con sus asesinos y se dirigió a los políticos que encabezaban la manifestación con estas palabras: “Dialoguen, por favor”.

La petición podría ser interpretada como lago inocuo, ya que nadie se opone por principio al diálogo. Pero, en el contexto de anoche, era inevitable entender esa demanda como una censura a la negativa del PP a sentarse en una mesa de negociación.

¿Fueron las palabras de Nierga una ocurrencia espontánea o le fueron inspiradas por alguien? Es muy difícil creer en las casualidades y lo cierto es que ayer Pasqual Maragall, Manuel Chaves y otros dirigentes socialistas, horas antes del acto de Barcelona se habían manifestado a favor de un diálogo.

Puede que muchos de los cientos de miles de barceloneses que acudieron a la manifestación de anteayer estén de acuerdo con las tesis de Maragall. Pero otros muchos, no. Todos estaban allí para protestar contra Eta, pero no todos eran partidarios de ceder al chantaje. Por ello Gemma Nierga abusó de su papel y propició la manipulación de sus expresiones.

25 Noviembre 2000

Apostilla inoportuna

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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La periodista Gemma Nierga cometió un error que ayer trató de explicar. Aprovechó la lectura del comunicado pactado por los grupos convocantes de la manifestación de Barcelona para cerrar su intervención con algo que, personalmente, era un desahogo, pero objetivamente constituía una apostilla inoportuna. Nierga conduce un programa de radio en el que Ernest Lluch participaba como contertulio. Esta estrecha colaboración es más que suficiente para explicar el estado de ánimo de la periodista y el dominio de sus palabras por la emoción. Pero cuando dijo que Lluch habría dialogado hasta con su asesino y, a continuación, pidió a los políticos que dialogaran, hizo de su error el síntoma más palpable de las divergencias entre los partidos sobre el tema del diálogo. Incluso se puede decir que, sin quererlo, Nierga contradijo la propia naturaleza del diálogo, porque el comunicado que leyó fue el resultado del entendimiento previo de quienes convocaron la manifestación. Sus palabras no estaban pactadas y nos recogían el parecer común de todos los que ya habían dialogado sobre los términos del comunicado.

Nierga se equivocó, pero los efectos de su error se han amplificado porque abundó en el mensaje unilateral de los socialistas catalanes contra el Gobierno, basando en un diálogo frustrado por culpa – ¡cómo no! – de la intransigencia de Aznar y de Mayor Oreja, de lo que dejó imagen bien expresiva el abrazo de Maragall con Ibarretxe, el lendakari, cuyo partido pactó con la banda que asesinó a Lluch. Es seguro que Nierga no estaba pensando más que en su amigo muerto; tan seguro como que su aportación personal al homenaje fue aprovechada por otros como la rúbrica a la perversa dialéctica de algunos socialistas, que descargó sobre el Gobierno y el PP la responsabilidad moral – por no dialogar, por no hacer lo que quiere el nacionalismo – del asesinato de Lluch. Debe quedar claro que este debate nada tiene que ver con la libertad de expresión. Nierga ejerce esta libertad en el medio de comunicación para el que trabaja. Su papel, al término de la manifestación, era otro bien distinto.

25 Noviembre 2000

Estropearon la manifestación

Lorenzo Contreras

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Se había pactado un mensaje que no se respetó en su integridad. Cuando escuchó lo que escuchó, Aznar miró sorprendido a Rodríguez Zapatero, que estaba a su lado, ambos bien distantes del lehendakari Ibarreche, al que el presidente del Gobierno no saludó en ningún momento. ¿Quién introdujo esta morcilla en el texto original? Evidentemente no la señorita Gemma Nierga. Pero, fuese lo que fuese, hubo un regalo para ETA. Un regalo en plena vía pública, con lazo de palabras. Hace mucho tiempo que la banda no pierde. Estuvo a punto de conocer el comienzo de su derrota cuando cometió el error de matar ignominiosamente a Miguel Ángel Blanco, un crimen que hizo torcer el gesto al PNV del Sr. Arzallus. Y vino lo que vino. El pacto de Lizarra y la falsa tregua de ETA, con el PNV entregado a la causa soberanista. Y nuevas muertes después del entreacto. Y la desactivación del ‘espiritu de Ermua’ y la conversión del Foro del mismo nombre en un grupo de asesinables, algunos de los cuales optaron por el exilio.

Y encima hay que negociar con el PNV, el apuñalador de la causa pacifista, el que dice que no le valen los instrumentos políticos legales nacidos de la Constitución y del Estatuto. ¿Qué hay que dialogar? ¿Cómo se sacrifica la soberanía nacional? ¿Qué quería en defintiiva el finado Lluch con sus posiciones cercanas al PNV?

ETA aplicó su lógica esotérica y mató al hombre del diálogo. Probablemente le interesa retener al PNV como a un Prometeo, encadenado al monte de Lizarra. El asesinato de Luch tiene aspecto de aviso.

Lorenzo Contreras

26 Noviembre 2000

Diálogo contra ETA

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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En Barcelona, tras el asesinato de Ernest Lluch, cientos de miles de manifestantes pidieron diálogo entre los políticos para hacer frente al terrorismo de ETA. Es una reacción cívica que contrasta con otras también suscitadas por la ansiedad ante el terrorismo, como la de reclamar la pena de muerte. La reacción barcelonesa contiene un reproche espontáneo, no muy articulado, hacia los políticos: que no hacen todo lo que podrían por recomponer la unidad democrática contra los terroristas.Ambas cosas, el descontento difuso que esa petición expresa y la forma civilizada de hacerlo, son datos de la realidad social que los políticos deberían tomar en cuenta y tratar de interpretar. Reclamar diálogo, sin mayores precisiones, es algo que pueden hacer tanto los seguidores de ETA, que acusan de inmovilismo a cuantos no se someten a sus exigencias, como muchas de sus víctimas. Luego conviene precisar de qué se está hablando: diálogo entre quién y sobre qué.

Por mucho que se quiera retorcer la intervención de la periodista Gemma Nierga al finalizar la lectura del comunicado de Barcelona, sus palabras estaban dirigidas casi nominalmente a los líderes políticos que encabezaban la manifestación: «Ustedes que pueden, dialoguen». Con ello no hacía otra cosa que prestar su voz al sentir mayoritario de los manifestantes. El propio asesinato de Lluch puede refutar la hipótesis de que el diálogo sea siempre posible e incluso conveniente. Pero casi nadie pone en duda que esa defensa del diálogo fue lo que le puso en el punto de mira de ETA. La organización terrorista abomina de quienes hacen del diálogo entre los diferentes un método de hacer política. Precisamente por eso, si el mensaje que los manifestantes dirigían a los políticos presentes era que debían dialogar entre ellos y contra ETA, la demanda tiene sentido.

Conviene en todo caso precisar algunos puntos. Dialogar no siempre significa pactar, y menos hacerlo a cualquier precio. Fue el PNV el que rompió el consenso democrático frente al terrorismo al pactar por su cuenta con ETA en condiciones que equivalían a que los no nacionalistas pagaran el precio de una paz eventual. Eso nada tiene que ver con la democracia, y mientras no rectifiquen será imposible el acuerdo. Pero el PNV es un partido de trayectoria y electorado democráticos, lo que en manera alguna puede decirse del brazo político de ETA. No sería justo (ni inteligente) tratar al PNV como a HB; merece ser escuchado y respondido, aunque sólo sea para decirle que desde Lizarra su política es incompatible con los principios democráticos.

Una cosa es no dialogar con el PNV y otra convertir esa actitud en algo indiscutible que se mide bajo patrones de lealtad-traición. La invocación de los principios constitucionales tiene sentido para oponerse a algunas exigencias del nacionalismo democrático, pero no para rechazar cualquier contacto. Un rasgo esencial, tal vez el más característico, de la actual Constitución es la voluntad expresa de integración de los nacionalismos. Luego es la propia lógica constitucional la que exige un diálogo orientado a la recuperación para el consenso democrático del PNV (y EA). Sobre la base de lo que es claramente compartido, el rechazo a la violencia, y lo que debería serlo sin grandes dificultades: el respeto a las reglas democráticas. A los nacionalistas no cabe exigirles que se hagan constitucionalistas, pero sí que acaten las reglas que definen el marco de juego constitucional y estatutario. Es falaz equiparar la exigencia de respeto a ese marco y reglas comunes con la pretensión nacionalista de que los demás asuman su propio programa soberanista -ámbito vasco de decisión- como condición para que el diálogo sea democrático.

Diálogo entre los demócratas también significa intentar mantener las relaciones entre las instituciones a resguardo de las diferencias entre partidos. La conflictividad entre los nacionalistas y el poder central no ha impedido durante años la colaboración entre los Gobiernos de Madrid y Vitoria, lo que tenía un efecto tranquilizador sobre la opinión pública. Ese entendimiento ha desaparecido, aunque el reciente acuerdo entre la Ertzaintza y el Ministerio del Interior para compartir las funciones de escolta demuestra que no del todo.

El diálogo entre partidos afecta, finalmente, a las relaciones entre el Gobierno y la oposición. Si el problema del terrorismo es el principal de la democracia española, los dos primeros partidos, que representan a más de tres cuartas partes de los votantes, están obligados a hacer un esfuerzo especialísimo por no discrepar en lo fundamental. En lugar de eso, Aznar ha convertido el problema terrorista, y por extensión el problema vasco, en un desafío casi personal, y cada una de sus decisiones a este respecto, en dogma de fe democrática.Basta repasar someramente la trayectoria del PP en la oposición para concluir que ningún presidente contó con una colaboración tan de fondo como Aznar en la política antiterrorista. Lo que no le impide al Gobierno descalificar una vez tras otra, a veces en términos tan peyorativos como los empleados recientemente por el vicepresidente Rajoy, cualquier iniciativa del PSOE que se salga de su guión. Esto no sólo irrita a los dirigentes socialistas, sino también a muchos ciudadanos. Es difícil de comprender que el presidente del Gobierno no se reúna con el jefe de la oposición más que con ocasión de funerales y manifestaciones por los asesinatos de ETA.

El desencuentro PP-PSOE tiene que ver sobre todo con la alternancia política en Euskadi. El PP sostiene que la rectificación nacionalista requiere enviar al PNV a la oposición. Y argumenta que ha llegado el momento de acabar con el mito de la imprescindibilidad del PNV. Es probable que así sea, y desde luego es positivo que la alternancia en el País Vasco sea hoy una hipótesis plausible. Pero jugar todo a esa baza implica meterse en un callejón sin salida si los resultados electorales no permiten conformar una mayoría PP-PSE. Los dirigentes del socialismo vasco no respaldarían hoy un Gobierno de coalición con el PNV bajo condiciones subalternas como las que se produjeron en el pasado, pero no es lógico ni prudente exigirles de antemano que renuncien a intentar un acuerdo con el PNV sobre la base del Estatuto de Gernika si las urnas no permiten otras opciones. Dialogar con el PNV no significa ceder a sus exigencias. Puede y debe ser una vía para favorecer su retorno al consenso estatutario y a la lucha contra el terrorismo. Es injusto considerar que esto sea un acto de tibieza o deslealtad en la defensa de la Constitución.

27 Noviembre 2000

Diálogo

Eduardo Haro Tecglen

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Quedaba claro que la espectacular manifestación barcelonesa era anti-ETA; no podía ser de otra manera, porque los etarras se han autoatribuido en esta tragedia el papel de matarifes, y el asesinato de Lluch, como el atentado de Hipercor en el pasado, ha delimitado los papeles. Pero tan claro como la condena a ETA, quedó un tono de civismo reticente con la instrumentalización política de la manifestación y una demanda de diálogo que partía de la propia familia Lluch y se convirtió en la consigna dominante, hasta el punto de llegar a molestar a algún dirigente del PP, que se la tomó como un ataque a su partido, especialmente el emotivo final del eficaz parlamento de Gemma Nierga: «Hasta Lluch hubiera tratado de dialogar con el que iba a matarle».Tenía una cierta razón el dirigente del PP agraviado. La insistente palabra diálogo mostraba una voluntad positiva, pero aludía en negativo a la inútil estrategia del PP de llevar la cuestión vasca a la instrumentación partidaria del autismo aznarita. Durante las horas que mediaron entre el asesinato de Ernest Lluch y la manifestación popular, el tema dominante en los medios de comunicación catalanes fue la sospecha del fracaso de la política gubernamental, el empecinamiento en el sorpasso de la estrategia de Aznar en Euskadi y la alarmante escisión de Mayor Oreja entre ministro del Interior en ejercicio y candidato a lehendakari. En cambio, en el frente de comunicación aznarita, cada día más militante en los medios centrípetos, es un decir, los Ramiro de Maeztu de nueva planta seguían oponiendo al terrorismo etarra ciertos efluvios de la FEN (Formación del Espíritu Nacional), asignatura obligatoria durante los tiempos de Franco, Franco, Franco, y no añadían ni una palabra que reflejara una nueva sensibilidad ante la gravedad de una situación en la que ETA parecía dueña de la iniciativa.

Desde hace meses, el desconcierto de las formaciones políticas buscó la salida de que fuera la sociedad civil movilizada la que convirtiera la calle en el escenario de la resistencia frente a la barbarie y la muerte, resistencia ejemplarmente ejercida en el País Vasco. Y ahora en Barcelona la calle ha pedido diálogo y silencio. El silencio de la retórica.