12 julio 1995

Acusan al presidente de la República Serbia de Bosnia, Radovan Karadzig, de haber ordenado la matanza y al presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, de haberla permitido

Genocidio causado por el ejército serbo-bosnio del general Mladic en la ‘zona de protección’ de Srebrenica

Hechos

El 11.07.1995 las tropas militares de la República Serbia de Bosnia lideradas por el general Rakto Mladic invadieron la zona de protección de la ONU en Bosnia, Srebrenica.

Lecturas

KARADZIC ACUSÓ A LA ZONA DE PROTECCIÓN DE LA ONU DE ‘PROTEGER A LOS TERRORISTAS’

karadzig_krajisnig En una entrevista en el diario EL PAÍS publicada el 16.07.1995 el presidente de la República Serbia de Bosnia, Radovan Karadzic justificó la invasión de Srebrenica y Zepa de ‘proteger a los terroristas’.

14 Julio 1995

Mladic acelera la «limpieza étnica»

Alfonso Rojo

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Violento y astuto como el que más, Ratko Mladic está dirigiendo personalmente la impresionante «limpieza étnica» de Srebrenica. El comandante en jefe del Ejército serbio de Bosnia, está considerado el duro entre los duros.

Prometió que trataría a los 40.000 musulmanes que cayeron en sus manos de acuerdo con la Convención de Ginebra. Aseguró que no tomaría medidas contra los civiles, pero todos saben que para él no existe compasión con el vencido. Las imágenes de ayer de esos miles de desesperados civiles huyendo de la muerte no parecían pertenecer a las de un país europeo a las puertas del siglo XXI. Venían apretujados en la caja de un camión, sucios y cubiertos de polvo.

La cámara de televisión que registró el momento, fue girando lentamente, recreándose en el infinito dolor de los rostros, y se paró en la cara de un hombre extremadamente delgado. Se llama Afdo Bakic, está gravemente herido y, al notar que le enfocaban, apartó suavemente a la joven que parecía su mujer.

«Perdimos a nuestro hijo hace unos días, justo antes de que cayera Srebrenica», explicó Bakic, luchando contra el sollozo que le comprimía la garganta. «Tenía tres años y murió de hambre; ni siquiera pudimos enterrarlo dignamente».

El hombre tragó saliva y, masticando cada palabra, añadió: «Siento una enorme amargura contra la comunidad internacional porque ha permitido que los chetniks matasen a mi hijo; ese niño no tenía un arma ni amenazaba a los serbios».

Los Bakic parecen consumidos por el odio y recordarán hasta que mueran al hijo muerto y la pesadilla de los 39 meses que han pasado enclaustrados como ratas en Srebrenica, pero han tenido suerte. El hombre está tan enfermo que los serbios ni siquiera le han considerado un enemigo digno de ser internado en el campo de fútbol de Bratunac.

La mujer está tan demacrada y ha envejecido tanto, que ni siquiera posaron en ella los ojos cuando separaron dos docenas de jóvenes del grupo que esperaba para ser deportado hacia Bosnia central.

A la puesta del sol, cuando suelen entrar en acción los milicianos con licencia para matar, los serbios ordenaron alinearse de nuevo a los viejos, las mujeres, los niños y los tullidos agolpados en Potocari.

DEPORTACIONES.- A la puerta del campamento de los inermes «cascos azules» holandeses, agitando expresivamente sus fusiles y tras explicar que iban a deportarlos hacia la zona controlada por el Gobierno musulmán de Sarajevo, iniciaron la «selección». Apartaron a los «elegidos» y los metieron a empellones en autobuses.

«La gente estaba aterrorizada», explica Zulfa Redzic, una joven musulmana que al igual que los Bakic ha logrado llegar con vida a Tuzla. «Vi a docenas de mis vecinos entregar dinero y joyas a los serbios, suplicando de rodillas que les permitiesen subirse a los autobuses».

Una vez repleta la caravana, iniciaron la marcha hacia la «frontera». A la altura de Kladanj, en la oscuridad de la noche y a 10 kilómetros de las trincheras de la Armija musulmana, les obligaron a saltar al suelo y comenzar a caminar por la peligrosa «tierra de nadie».

A su espalda quedaban los soldados serbios, que disparaban sobre sus cabezas para obligarles a ir hacia adelante. Enfrente estaban los soldados de la Armija, que se preguntaban nerviosos qué eran esas sombras y si debían abrir fuego sobre ellas. A derecha e izquierda estaban los campos sembrados de minas.

Algunos se arrojaron a la cuneta y se hicieron los muertos esperando que clarease el día. Otros, entre ellos la mayoría de los 42 heridos -en concreto los 33 que eran incapaces de sostenerse sobre sus piernas-, permanecieron a la intemperie toda la noche y al amanecer fueron devueltos al infierno de Potocari.

El resto, incluyendo a Afdo Bakic, a Zulfa Redzic y a cientos de niños, marcharon a ciegas durante más de dos horas y consiguieron cruzar el frente.

Al amanecer, la Armija comenzó a recoger a los deportados y a trasladarlos en camiones hacia la base de las fuerzas de la ONU, ubicada junto al aeropuerto de Tuzla. Lo que más llama la atención de los grupos de refugiados es la ausencia de hombres. Sólo se ven mujeres acongojadas, abrumadas por el peso de los bultos, ancianos decrépitos y niños con los ojos despavoridos por el hambre, el miedo y el odio. Todos cuentan historias espeluznantes.

«Estuvimos en un sótano durante siete días, sin comer nada», afirma Zumreta Siljic, apretando a sus dos hijos gemelos contra el pecho. «La comida ha sido nuestro principal problema durante meses; mi marido desapareció hace mucho, en los primeros combates, y no se siquiera si sigue vivo».

SOLDADOS ESPAÑOLES.- Los recién llegados han sido instalados en tiendas de campaña. Está previsto que hoy llegue a Tuzla, por la ruta que vigilan los «cascos azules» españoles, un convoy humanitario cargado de comida y medicamentos. Los miles de refugiados musulmanes que siguen atrapados en Potocari, no han recibido ayuda alguna.

Los serbios insisten en que los hombres huidos a los montes deben deponer las armas y entregarse. Dicen que persiste la resistencia y se siguen negando a dejar entrar convoyes de organizaciones humanitarias con alimentos para el castigado enclave de Srebrenica.

Por su parte el Gobierno de Sarajevo se ha negado a dar albergue, alimentos y atención médica a los refugiados que huyen de Srebrenica y empiezan a llegar a poblaciones bajo su control, por considerar que es la ONU la responsable por su vida, de acuerdo a las propias resoluciones votadas en su momento.

Itzebegovic quiere así, a pesar de tratarse de su propia gente, de hacer más evidente aún la vergonzosa postura que mantiene la FORPRONU en Bosnia-Herzegovina.

No satisfechos con su nueva conquista, los mandos militares serbios bosnios anunciaron su disposición a atacar muy pronto otra de las «zonas seguras» que declaró en 1993 el Consejo de Seguridad de la ONU, Zepa.

Las tropas de Mladic han exigido la rendición de los defensores del Ejército gubernamental bosnio y han prometido igualmente a sus habitantes que no corren ningún peligro permaneciendo en la ciudad.

Zepa cuenta con 10.000 habitantes y la «protección» de la ONU se limita a la presencia de cerca de 90 «cascos azules» de nacionalidad ucraniana.

[Anoche, la televisión serbio bosnia aseguró que las autoridades musulmanas de Zepa y Gorazde han expresado su disposición a someterse a Pale. «Los representantes del pueblo musulmán en Zepa y Gorazde han expresado su disposición a aceptar la autoridad de la República Serbia (de Bosnia) y a negociar su supervivencia dentro de dicha República», dijo un locutor en el informativo.