22 julio 2011

Horror en Noruega: Un fanático ultra, Anders Behring Breivik, asesina a tiros a 92 personas al irrumpir en una convención de las juventudes del Partido Socialdemócrata

Hechos

La tragedia ocurrió el 22 de julio de 2011.

23 Julio 2011

Terror en Oslo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El brutal atentado de la capital noruega marca un hito en un país sin violencia política

La confirmación de que fue una bomba, quizá un coche bomba, la causa de la gran explosión que sacudió ayer el céntrico distrito gubernamental de Oslo, incluida la propia oficina del primer ministro, y mató al menos a siete personas, abre, a falta de datos precisos, una serie de graves interrogantes a propósito del atentado.

Noruega es uno de los países más pacíficos y tolerantes del mundo, y el ataque, no reivindicado y de gran magnitud, iba dirigido contra su corazón político, la oficina del jefe del Gobierno Jens Stoltenberg, a quien inicialmente se consideró herido por la explosión, y los ministerios aledaños. Sus consecuencias se han visto aminoradas por tratarse de un viernes de verano, con la zona semivacía, pero Oslo era anoche lo más parecido a una ciudad en estado de sitio, con soldados en las calles y la policía buscando nuevos explosivos.

La violencia de raíz política era un fenómeno prácticamente desconocido en el país escandinavo, uno de los de mayor nivel económico del mundo y una sociedad ejemplarmente abierta. Cualquier conclusión sobre un atentado que marca un hito es, por tanto, prematura mientras las autoridades noruegas no avancen en su investigación.

Entre las hipótesis abiertas se abre camino la de una acción terrorista de «grupos locales antisistema», según la versión de la policía, sobre todo por la detención de un sospechoso de nacionalidad noruega, conectado a su vez con un tiroteo posterior, con víctimas, en un campamento juvenil del partido gubernamental en una isla próxima a la capital.

Aunque esta detención aleja la teoría del atentado con vinculaciones a grupos terroristas islámicos, es pertinente, sin embargo, señalar que el atentado de Oslo, aunque mucho más grave, tiene similitudes con los registrados en Estocolmo en diciembre pasado, reivindicados después como una venganza por el papel de Suecia en Afganistán. Noruega mantiene a través de la OTAN una activa participación militar en la guerra que libra la Alianza contra los talibanes y Al Qaeda, así como contra las tropas de Gadafi en Libia. Esa presencia del país nórdico en Afganistán, considerada modélica por Washington, ha sido causa de repetidas amenazas por parte de la organización yihadista. Hace un año fueron arrestadas en Oslo tres personas acusadas de preparar ataques terroristas. La fiscalía reveló que los detenidos, pertenecientes a la franquicia de Osama bin Laden, estaban vinculados a desbaratados atentados en Nueva York y Manchester.

Sea el yihadismo quien ha ejecutado la matanza de Oslo, o sea en su nombre o en nombre propio un grupo o un individuo vinculado a grupos extremistas, de derecha o de izquierda, estos atentados demuestran que los Gobiernos europeos no deben bajar la guardia en la prevención y el combate contra esta plaga que sigue abatiéndose sobre nuestras sociedades.

24 Julio 2011

Fanatismo criminal

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Si el atentado de Oslo es obra de una sola persona, la seguridad noruega queda en entredicho

Mientras la policía noruega busca posibles cómplices de Anders Behring Breivik, detenido como supuesto autor de la doble matanza que hasta el momento ha causado 92 muertos en Oslo (por la explosión de un coche bomba y por disparos en la isla de Utoya), la sociedad noruega despertaba ayer con el convencimiento de que la sensación de confortable seguridad propia de una de las sociedades más avanzadas del mundo había estallado en pedazos. El atentado del viernes, por la siniestra coordinación de acciones criminales y por el número de víctimas está en el mismo nivel de brutalidad e impacto sobre una sociedad inerme que los de Madrid y Londres. Como explicó uno de los testigos de los asesinatos de Utoya, «tendré miedo de por vida».

El perfil del detenido Behring Breivik revela una ideología ultraderechista, una tenacidad obsesiva por conseguir sus objetivos (compró seis toneladas de fertilizantes con cuyos componentes químicos se pueden fabricar explosivos) y una ausencia total de barreras psicológicas morales que impidieran los crímenes. La definición de «fundamentalista cristiano», incluida en el perfil policial, indica que era conocido su grado de fanatismo. Que no era un secreto, por otra parte, como prueban las invectivas racistas que difundía en la Red. El sangriento ataque a las Juventudes Laboristas en Utoya (difícilmente podrán olvidarse las imágenes de los cadáveres de quienes fueron abatidos por el asesino mientras trataban de esconderse tras las rocas de la costa) serían congruentes con el delirio ultrarradical de Behring.

Si se confirma en todos sus extremos la responsabilidad única de Behring surgirán incómodas preguntas que ya se pueden esbozar sobre la seguridad noruega. En primer lugar, los hechos habrían confirmado algo que ya se pudo advertir con las matanzas provocadas por incontrolados en Finlandia y Alemania: que la prevención de los ataques terroristas no puede ni debe orientarse solamente hacia el frente yihadista. Hay patologías sociales, quizá con un componente religioso más impreciso, pero recargadas de la fiebre racista, la soledad y la frustración, que pueden aterrorizar a las sociedades más avanzadas. Parte de estas patologías, por su carácter narcisista, se exhiben en las redes sociales. Una vez más, las amenazas latentes en las páginas web no se han tenido en cuenta o, sencillamente, no se disponía de los medios necesarios para controlarlas.

Además (si se confirma la autoría única de Behring), hay que poner énfasis en la aparente facilidad con que se ejecutaron ambos atentados. Existe un esfuerzo de coordinación evidente en las matanzas casi paralelas (Utoya dista unos 40 kilómetros de Oslo) puesto que Behring fue visto por la policía en las proximidades del barrio administrativo de la capital poco antes de la explosión. Una conclusión evidente es que los sistemas de seguridad noruegos fueron sorprendidos por un ataque procedente de un flanco inesperado, aunque la temprana detención de Behring revela que fueron capaces de reaccionar con celeridad. Para los ciudadanos de sociedades que ya han sufrido el terrorismo resulta insólita la ausencia de seguridad organizada en la convención laborista de Utoya; pero hay que tener en cuenta que Noruega es un país políticamente adscrito casi por definición a las causas en favor de la paz y, hasta el viernes, confiado en la seguridad de la inocencia.

Después de la tragedia de Oslo, parece evidente que volverán a alzarse voces que reclamen más seguridad, más controles y disposiciones represivas más eficaces. En su primera reacción pública, el primer ministro, el laborista Jens Stoltenberg, educado políticamente en Utoya, subrayó que Noruega combatirá el terrorismo con democracia. Es una respuesta acertada mientras se aclaran los hechos que aterrorizaron el país el viernes pasado.

25 Julio 2011

Ni las ideas que guiaron al asesino de Oslo pueden ser criminalizadas

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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EL RETRATO robot del asesino de Oslo es espeluznante. Behring declaró ayer ante la policía que la masacre ha sido «atroz pero necesaria». Se considera a sí mismo un «caballero templario» que odia a ultranza el multiculturalismo. Alguien extraordinariamente fanatizado que admira el modo en que actúan las células yihadistas a pesar de su rechazo visceral del islam. Todo su ideario lo plasmó en un escalofriante libro-manifiesto de 1.500 páginas en las que deja constancia de su obsesión por España, ya que considera que, por culpa del entreguismo de Zapatero y de la debilidad del PP, nuestro país se ha convertido en el coladero de la inmigración musulmana que destruirá la cultura europea. Y va más lejos al proponer atentados en suelo español. Aunque sus ideas son propias de un integrista, lo cierto es que exageraciones similares se deslizan a diario en algunos medios de comunicación. En todo caso, resultaría inaceptable criminalizar opiniones -algunas de las de este asesino no difieren demasiado de las que tan brillantemente escribió Oriana Fallaci-. Y tan injusto sería identificar con la violencia a quienes creen que la identidad de Europa se diluye por culpa de un multiculturalismo que no está funcionando, como culpar al islam de que en su nombre actúe Al Qaeda. Por otra parte, Noruega deberá revisar ahora todo su sistema judicial y de seguridad, porque lo que resulta inconcebible es que al monstruo de Oslo sólo puedan condenarle a 21 años de cárcel, el máximo que contempla su inocente legislación.